Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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domingo, 30 de diciembre de 2012

Nota de los Obispos para la Jornada de la Sagrada Familia



Con el lema “Educar la fe en familia” los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida, movidos por nuestro deber de pastores, invitamos a todos los fieles a reflexionar sobre la vital importancia de la familia en la “educación de la fe”. Asimismo, recordamos la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre, de un modo especial en este Año de la fe.

Desde la primera evangelización la transmisión de la fe, en el transcurso de las generaciones, ha encontrado un lugar natural en la familia. Hoy asistimos a una desvalorización del papel de la familia en este campo, debido a múltiples factores. No podemos dar por supuesto la vivencia de la fe cristiana en muchos hogares cristianos con las consecuencias que ello conlleva en la asimilación de la fe por parte de los hijos. Por esto queremos animar a las familias a ocupar su puesto en la transmisión de la fe, a pesar de las dificultades y crisis por las que atraviesan. La nueva evangelización debe ir dirigida de manera primera y prioritaria a la familia, como la realidad a la que más han afectado los cambios sociales y la poca valoración de la fe. La fe, don de Dios, se nos infunde en el Bautismo, en cuya celebración los padres piden para sus hijos «la fe de la Iglesia». Este es el signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación.

La iniciación cristiana, que comprende el Bautismo, la Confirmación, la Penitencia y la Eucaristía, toma una especial relevancia en la familia, «iglesia doméstica», comunidad de vida y amor, por ser donde surge la vida de la persona y ésta es amada por sí misma. La familia vive dicha fe y participa también en la fe de sus hijos en las diversas etapas de formación y desarrollo de la vida cristiana. Así, el primer fundamento de una pastoral familiar renovada es la vivencia intensa de la iniciación cristiana. Los padres apoyan a los hijos y caminan con ellos mientras realizan el aprendizaje de la vida cristiana y entran gozosamente en la comunión de la Iglesia para ser en ella adoradores del Padre y testigos del Dios vivo. La familia, de este modo, se convierte en el primer transmisor de la fe, y ésta crece cuando se vive como consecuencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y de gozo.

La familia es el ámbito natural donde es acogida la fe y la que va a contribuir de una manera muy especial a su crecimiento y desarrollo. En ella se dan los primeros pasos de la educación temprana de la fe y los hijos aprenden las primeras oraciones, como el Avemaría, el “Jesusito de mi vida”, el “Ángel de mi guarda” y el Padrenuestro. También experimentan el amor a la Virgen, a Jesucristo y es donde por primera vez oyen hablar de Dios y aprenden a quererlo viviendo el testimonio de sus padres. Este testimonio de los padres, en la continua y progresiva educación familiar, marca un tenor de vida en todos los ámbitos de la existencia humana. Se desarrolla en la catequesis familiar, la introducción a la oración -«la oración es el alimento de la fe» dice Juan Pablo II-, la lectura meditada de la Palabra de Dios a través de la lectio divina y en la práctica sacramental de la familia, en sintonía y colaboración con la comunidad parroquial. Así, la familia es el “lugar” privilegiado donde se realiza la unión de «la fe que se piensa» con «la vida que se vive» a partir del despertar religioso.

La fe, al igual que la familia, es compañera de vida que nos permite distinguir las maravillas de Dios a lo largo de nuestro caminar. Como la familia, la fe está presente en las diversas etapas de nuestra existencia (niñez, adolescencia, juventud…), así como en los momentos difíciles y en los alegres. De esta forma la fe va acompañándonos siempre en todas las circunstancias de la vida familiar. La familia camina con sus hijos en esos importantes momentos en los que se va fraguando su madurez y porvenir.

Cuando la vivencia y experiencia cristiana se ha tenido en la familia, puede que se atraviese por momentos de crisis, pero lo que se ha vivido de niño vuelve a renacer y a tener un peso específico en la fe adulta. No se puede pensar en una nueva evangelización sin sentirnos responsables del anuncio del Evangelio a las familias y sin ayudarles en la tarea educativa. La familia está inmersa en un proceso gradual de educación humana y cristiana que permite tener como centro la vocación al amor. A la familia le corresponde el deber grave y el derecho insustituible de educar y cuidar este momento inicial de la vocación al amor de los hijos. Esto se realiza en un ambiente sencillo y normal, el hogar, donde, de una manera connatural se va formando la personalidad humana y cristiana de los hijos. A esta educación contribuyen también las entidades educativas, el testimonio de los padres y hermanos, el contacto con otras familias, la pertenencia a la comunidad cristiana parroquial, y a grupos o movimientos cristianos.

La familia, en su afán educador, ayuda a todos sus miembros a que vivan como verdaderos cristianos, capaces de configurar cristianamente la sociedad. De igual modo la familia, con total respeto a cada de sus hijos, debe ayudarles a que, en su momento, puedan descubrir sus respectivas vocaciones. En este sentido la familia protege y anima la vocación a la vida sacerdotal y consagrada. En todo caso, los obispos de la Subcomisión reiteramos una vez más que el mundo necesita hoy de manera urgente el testimonio creíble de familias que, iluminadas por la fe, sean capaces de «abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios» y ser fermento de nuestra sociedad.

Implorando la protección de María, Madre de la Sagrada Familia, os animamos en este
Año de la fe a profundizar en un mayor conocimiento de nuestra fe y que ésta transforme la vida de nuestras familias, les abra el camino hacia una plenitud de significado, las renueve, llene de alegría y de esperanza fiable.

X Juan Reig Plà, Obispo de Alcalá de Henares,
Presidente de la Subcomisión Episcopal
para la Familia y Defensa de la Vida

X Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos

X Mario Iceta Gavicagogeascoa, Obispo de Bilbao

X Gerardo Melgar Viciosa, Obispo de Osma-Soria

X José Mazuelos Pérez, Obispo de Jerez de la Frontera

X Carlos Manuel Escribano Subías, Obispo de Teruel y Albarracín

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 2, 42-52


FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA


Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre, y cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.

Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.

A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que le oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

Comentario: Rvdo. P. D. J. Antonio Mateo García

Hoy contemplamos, como continuación del Misterio de la Encarnación, la inserción del Hijo de Dios en la comunidad humana por excelencia, la familia, y la progresiva educación de Jesús por parte de José y María. Como dice el Evangelio, «Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).

El libro del Siracida, nos recordaba que «el Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole» (Si 3,2). Jesús tiene doce años y manifiesta la buena educación recibida en el hogar de Nazaret. La sabiduría que muestra evidencia, sin duda, la acción del Espíritu Santo, pero también el innegable buen saber educador de José y María. La zozobra de María y José pone de manifiesto su solicitud educadora y su compañía amorosa hacia Jesús.

No es necesario hacer grandes razonamientos para ver que hoy, más que nunca, es necesario que la familia asuma con fuerza la misión educadora que Dios le ha confiado. Educar es introducir en la realidad, y sólo lo puede hacer aquél que la vive con sentido. Los padres y madres cristianos han de educar desde Cristo, fuente de sentido y de sabiduría.
Difícilmente se puede poner remedio a los déficits de educación del hogar. Todo aquello que no se aprende en casa tampoco se aprende fuera, si no es con gran dificultad. Jesús vivía y aprendía con naturalidad en el hogar de Nazaret las virtudes que José y María ejercían constantemente: espíritu de servicio a Dios y a los hombres, piedad, amor al trabajo bien hecho, solicitud de unos por los otros, delicadeza, respeto, horror al pecado... Los niños, para crecer como cristianos, necesitan testimonios y, si éstos son los padres, esos niños serán afortunados.

Es necesario que todos vayamos hoy a buscar la sabiduría de Cristo para llevarla a nuestras familias. Un antiguo escritor, Orígenes, comentando el Evangelio de hoy, decía que es necesario que aquel que busca a Cristo, lo busque no de manera negligente y con dejadez, como lo hacen algunos que no llegan a encontrarlo. Hay que buscarlo con “inquietud”, con un gran afán, como lo buscaban José y María.

martes, 25 de diciembre de 2012

Solemnidad de la Natividad del Señor


Lectura del Santo Evangelio según San Juan 1, 1-18


En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Este estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia.

Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

MENSAJE URBI ET ORBI



Navidad, martes 25 de diciembre de 2012

«Veritas de terra orta est» - «La verdad ha brotado de la tierra» (Sal 85, 12)


Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, feliz Navidad a todos vosotros y vuestras familias.

Expreso mi felicitación esta Navidad, en este Año de la fe, con estas palabras tomadas del Salmo: «La verdad brota de la tierra». En realidad, en el texto del Salmo las encontramos en futuro: «La verdad brotará de la tierra»; es un anuncio, una promesa, acompañada de otras expresiones que juntas suenan así: «La misericordia y la verdad se encontrarán, / la justicia y la paz se besarán; / la verdad brotará de la tierra, / y la justicia mirará desde el cielo; / el Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus pasos» (Sal 85, 11-14).

Hoy, esta palabra profética se ha cumplido. En Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, se encuentran realmente la misericordia y la verdad, la justicia y la paz se han besado; la verdad ha brotado de la tierra y la justicia mira desde el cielo.

San Agustín explica con feliz concisión: «¿Qué es la verdad? El Hijo de Dios. ¿Qué es la tierra? La carne. Investiga de dónde nació Cristo, y verás que la verdad nació de la tierra… la verdad nació de la Virgen María» (En. in Ps. 84, 13). Y en un sermón de Navidad afirma: «Con esta festividad anual celebramos, pues, el día en que se cumplió la profecía: “La verdad ha brotado de la tierra, y la justicia ha mirado desde el cielo”. La Verdad que mora en el seno del Padre ha brotado de la tierra para estar también en el seno de una madre. La Verdad que contiene al mundo, ha brotado de la tierra para ser llevada por manos de una mujer… La Verdad a la que no le basta el cielo, ha brotado de la tierra para ser colocada en un pesebre. ¿En bien de quién vino con tanta humildad tan gran excelsitud? Ciertamente, no vino para bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos» (Serm. 185, 1).
«A condición de que creamos». Ahí está el poder de la fe. Dios ha hecho todo, ha hecho lo imposible, se ha hecho carne. Su omnipotencia de amor ha realizado lo que va más allá de la comprensión humana, el Infinito se ha hecho niño, ha entrado en la humanidad. Y sin embargo, este mismo Dios no puede entrar en mi corazón si yo no le abro la puerta. Porta fidei.La puerta de la fe.


Podríamos quedar sobrecogidos, ante nuestra omnipotencia a la inversa. Este poder del hombre de cerrarse a Dios puede darnos miedo. Pero he aquí la realidad que aleja este pensamiento tenebroso, la esperanza que vence el miedo: la verdad ha brotado. Dios ha nacido. «La tierra ha dado su fruto» (Sal 67, 7). Sí, hay una tierra buena, una tierra sana, libre de todo egoísmo y de toda cerrazón. Hay en el mundo una tierra que Dios ha preparado para venir a habitar entre nosotros. Una morada para su presencia en el mundo. Esta tierra existe, y también hoy, en 2012, de esta tierra ha brotado la verdad. Por eso hay esperanza en el mundo, una esperanza en la que poder confiar, incluso en los momentos y en las situaciones más difíciles. La verdad ha brotado trayendo amor, justicia y paz.

Sí, que la verdad brote para la población de Siria, profundamente herida y dividida por un conflicto que no respeta ni siquiera a los enfermos y cosecha víctimas inocentes. Una vez más hago un llamamiento para que cese el derramamiento de sangre, se faciliten las ayudas a los prófugos y a los desplazados y, a través del diálogo, se alcance una solución política al conflicto.

Que la paz brote en la Tierra donde nació el Redentor, y él conceda a israelíes y palestinos la valentía de poner fin a tantos años de luchas y divisiones, y emprender con decisión la vía de la negociación.

Que en los países del Norte de África, que atraviesan una profunda transición en la búsqueda de un nuevo futuro – en particular en Egipto, la amada tierra bendecida por la infancia de Jesús – los ciudadanos construyan juntos sociedades basadas en la justicia, el respeto de la libertad y la dignidad de cada persona.

Que la paz brote en el vasto continente asiático. Que el Niño Jesús mire con benevolencia a los numerosos pueblos que habitan en aquellas tierras y, de modo especial, a cuantos creen en él. Que el Rey de la Paz dirija su mirada a los nuevos dirigentes de la República Popular China en el alto cometido que les espera. Expreso mis mejores deseos de que en esta misión se valore la contribución de las religiones, respetando a cada una de ellas, de modo que puedan contribuir a la construcción de una sociedad solidaria, para bien de ese noble pueblo y del mundo entero.

Que la Navidad de Cristo favorezca la vuelta de la paz en Mali y de la concordia en Nigeria, donde crueles atentados terroristas continúan causando víctimas, particularmente entre los cristianos. Que el Redentor ayude y consuele a los prófugos del Este de la República Democrática del Congo y conceda la paz a Kenia, donde sangrientos atentados han golpeado la población civil y los lugares de culto.

Que el Niño Jesús bendiga a los numerosos fieles que lo celebran en Latinoamérica. Que haga crecer sus virtudes humanas y cristianas, sostenga a cuantos se han visto obligados a emigrar lejos de su familia y de su tierra. Que fortalezca a los gobernantes en su compromiso por el desarrollo y en la lucha contra la criminalidad.

Queridos hermanos y hermanas, amor y verdad, justicia y paz se han encontrado, se han encarnado en el hombre nacido de María en Belén. Ese hombre es el Hijo de Dios, es Dios que ha entrado en la historia. Su nacimiento es un brote de vida nueva para toda la humanidad. Que todas las tierras sean una tierra buena, que acoge y hace brotar el amor, la verdad, la justicia y la paz. Feliz Navidad.


BENEDICTUS PP. XVI

Carta de Navidad


Felicitación de nuestro Obispo, D. José Mazuelos y carta de Navidad


"Tanto amó Dios al Mundo que envió a su único Hijo" (Jn 3, 16). Estas palabras, cumplidas en su día en Belén de Judá, en "la plenitud de los tiempos", se siguen haciendo realidad sacramentalmente en la Iglesia, todas las generaciones, porque el Hijo de Dios ha querido quedarse con nosotros "todos los días hasta el fin del mundo".

Cada Navidad el Niño-Dios viene a nuestro encuentro en toda su grandeza -porque es Dios y porque es Amor- y en toda su debilidad: busca un "hogar" que lo acoja, porque allí donde un corazón se abre al mensaje del Evangelio, "la Palabra se hace carne" y pone su tienda entre nosotros (cf Jn 1, 18).

"Y acampó entre nosotros". 

La Iglesia nos invita, pues, a celebrar con gozo y alegría la Natividad del Señor. Acojamos la luz del Verbo de Dios, encarnado por amor a los hombres, que nos abre la puerta a la vida divina, a la vida de la gracia, que, en Jesucristo, nos introduce en el diálogo de amor eterno del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.  Vivir la Navidad es acoger a Dios y a los hombres. Es, por tanto,  convertirse en constructores de la paz como nos invita el Santo Padre en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del año 2013, ya que Aquel que ha venido es el esperado como "Luz de las Naciones" y "Príncipe de la Paz". 

Vivir la Navidad es dejarse iluminar por la luz de la paz que irradia del Hijo de Dios. Benedicto XVI en su citado mensaje nos habla de un humanismo abierto a la trascendencia y del reconocimiento de que, en Dios estamos llamados a constituir una sola familia humana. A esa Luz se contempla la belleza y la dignidad de la vida humana desde el primer instante de su concepción hasta su muerte natural; se ilumina el principio de objeción de conciencia con respecto a leyes y medidas gubernativas que atentan contra la dignidad humana, como el aborto y la eutanasia, por parte de los ordenamientos jurídicos y la administración de la justicia. Y es verdadera lámpara que guía los pasos de la humanidad mostrándole las verdaderas razones para vivir una vida llena de esperanza y para amar desinteresadamente puesto que el corazón humano ha sido creado para realizarse humana y felizmente en la entrega -generosa y gratuita- a favor de otro corazón humano.

Ese, es el ejemplo que nos muestra Jesús y el modelo que contemplamos en el Portal, bajo el amparo de José y María y la contemplación muda del buey y la mula. Por tanto, La Navidad nos invita como a los Magos a seguir el sendero del amor como camino seguro para la superación de todas nuestras dificultades. Jesús quiso nacer de la Virgen María y vivir en el seno de una familia puesta bajo la custodia de José, para ser solidario con nuestra condición humana y reforzar los lazos que unen a los miembros de una misma familia, como comunidad humana primera y fundamental.  Ésta tiene como vocación natural promover la vida y llevarla a plenitud en toda su dignidad, y al mismo tiempo transmitir la fe como el fundamento necesario para que todo hombre y toda mujer encuentren su misión en el mundo y su función en la historia: acompaña a las personas en su crecimiento y las anima a potenciarse mutuamente mediante el cuidado recíproco. 

En Belén y en Nazaret se clarifica  para la humanidad el papel decisivo de la familia, célula base de la sociedad desde el punto de vista demográfico, ético, pedagógico, económico y político, pues de ella depende en gran medida la estabilidad y la paz de la más amplia sociedad cívica en la que se desarrolla nuestra vida; y por lo mismo, también la comunidad básica y primordial a partir de la cual la Iglesia se expande y crece como Pueblo de Dios y cumple su misión de ser el icono trinitario del amor de Dios en el mundo.  Así lo pone de manifiesto Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2013: la estructura natural del matrimonio debe ser reconocida y promovida como la unión de un hombre y una mujer, frente a los intentos de equipararla desde un punto de vista jurídico con formas radicalmente distintas de unión que, en realidad, dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel insustituible en la sociedad. En concreto, la familia cristiana lleva consigo el germen del proyecto de educación de las personas según la medida del amor divino

"Príncipe de la Paz"

Vivir la Navidad es acoger a Dios y a los hombres. Es, por tanto,  convertirse en constructores de la paz como nos invita el Santo Padre en su citado mensaje, ya que Aquel que ha venido es el esperado como "Luz de las Naciones" y "Príncipe de la Paz".

También la Navidad nos habla de un Nuevo Año, de construir un futuro, anteponiendo el bien común a los particularismos egoístas. Un futuro, como dice el Papa, cimentado en el deseo de paz, que es un don de Dios  y forma parte del diseño de Dios sobre el hombre. Y para ello es necesario trabajar para que sea realidad la libertad religiosa de las personas y de las comunidades desde un punto de vista positivo, en sus varias articulaciones, como libertad de, por ejemplo, testimoniar la propia religión, anunciar y comunicar su enseñanza, organizar actividades educativas. Evitar la ideología del liberalismo radical y de la tecnocracia defendiendo los derechos civiles y políticos y especialmente el derecho al trabajo. Así como también la necesidad de un nuevo modelo de desarrollo, integral, solidario y sostenible, posibilitando una nueva visión de la economía que busque el bien común y esté guiada por  una correcta escala de valores y bienes, que se pueden estructurar teniendo a Dios como referencia última, que garantiza el principio de gratuidad como manifestación de fraternidad y de la lógica del don.

Es fundamental e imprescindible, además, la estructuración ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales; éstos han de ser estabilizados y mejor coordinados y controlados, de modo que no se cause daño a los más pobres. Acoger al Niño Dios es descubrir, por tanto, la belleza y la necesidad de una ética de comunión cimentada en una antropología veraz que supere otras visiones éticas basadas en presupuestos teórico-prácticos puramente subjetivistas y pragmáticos, que suscitan modelos de convivencia según criterios de poder o de beneficio, en los que los medios se convierten en fines y viceversa y hacen inviable la convivencia armónica y pacífica a la que estamos llamados a vivir y establecer María: Reina de la familia, Reina de la Paz. 

Por último, Navidad es contemplar a María, la Madre de Dios, y como Ella acoger al Niño Jesús en nuestro corazón, como la verdad sobre el hombre, que constituye el único camino para alcanzar la libertad, el amor y la justicia. Es saber que la luz de Belén viene a denunciar como falso dios, que ciega al hombre en su camino, el reinado de la dictadura del relativismo y de la moral totalmente autónoma. El camino de la plenitud de la paz se encuentra en el  reconocimiento de la imprescindible ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre. 

Por último pidamos a Nuestra Madre la Santísima Virgen de Belén a nuestro Patriarca San José y al Niño Jesús, que la próxima fiesta de la Sagrada Familia, sea también una jornada de Amor, alegría y Paz para todos los hogares. Así sea.




miércoles, 12 de diciembre de 2012

domingo, 9 de diciembre de 2012

Caminando hacia la Navidad


Carta del Sr. Obispo con motivo del Adviento 2012

«Oíd la Palabra de Dios y anunciad a los confines de la Tierra: ¡Ánimo, no temáis! Dios viene, nuestro Salvador» (Cf. Jr 31, 10; Is 35,4)


Queridos diocesanos:

Una vez más comenzamos el nuevo año litúrgico con la llegada del Adviento, el período que nos prepara para celebrar la venida de Dios entre nosotros: «Porque tanto ha amado Dios al mundo, que le ha dado a su Hijo unigénito» (Jn 3, 16).

En este Año de la Fe, el Adviento reviste para nosotros un atractivo más profundo, porque a todos se nos invita a cruzar la puerta de la fe acogiendo, con corazón limpio y libre, abierto y sediento, la Palabra de Dios, llena de su gracia transformadora.

El Adviento nos llama a contemplar al Señor presente entre nosotros y a entrar por la “puerta” de la vida verdadera que es Cristo. Como nos recuerda insistentemente la liturgia, es un tiempo de vigilancia para recibir al Señor.

Otro elemento fundamental del Adviento es la “espera”, una espera que es al mismo tiempo esperanza. El Adviento nos impulsa a entender el sentido del tiempo y de la historia como “kairós”, como ocasión propicia para nuestra salvación. Y para vivir alegres y gritar con fuerza: ¡Ven Señor Jesús!

En este Adviento marcado por el paro y la inquietud que siembra por doquier la crisis económica, tenemos la posibilidad de convertirnos en testigos de esperanza. En unos momentos tan recios como los actuales, la Iglesia por boca de su pastor, nos recuerda que la fe sin la caridad no da fruto. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes nos piden un gesto de amor el rostro del Señor crucificado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40). Sostenidos por la fe, afrontamos con esperanza nuestro compromiso en el mundo aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (cf. Ap 21, 1).

De hecho, ya hay motivos para la esperanza al comprobar con agradecimiento tantos gestos de caridad y de generosidad que se están multiplicando en estos días. Las puertas de muchas casas se han abierto para acoger a familiares desahuciados, la mesa familiar se ha hecho más grande para que en ella puedan sentarse los familiares y vecinos en paro, las pensiones de los abuelos suavizan las necesidades de los hijos, etc. Una vez más resuenan con fuerza las palabras del evangelio «venid benditos de mi Padre porque tuve hambre y me disteis de comer…».

Al mismo tiempo, la Iglesia nos sigue invitando en este Adviento a vivir con más intensidad la oración para seguir haciendo presentes las primicias de ese cielo nuevo y esa tierra nueva donde reine el amor. Nos llama a una verdadera conversión interior preparándole caminos al Señor para que venga a nacer “en” y “entre” nosotros; y al mismo tiempo compartir nuestros bienes con los más necesitados, ayudando a Cáritas a redoblar sus esfuerzos para salir al paso de la situación acuciante en la que se encuentran tantos afectados por la crisis económica.

Por último, es necesario en este Adviento contemplar a María en el misterio de la salvación, amarla e imitar su fe y virtud. A Ella, la mujer escogida para ser Madre de Dios, le pedimos que nos acompañe para recorrer este camino y tiempo de salvación y como Ella, a estar dispuesto a acoger a Jesús, hecho Niño por amor a los hombres.

Que Dios os bendiga.

+ José Mazuelos Pérez
Obispo de Asidonia Jerez

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen


Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 1, 26-38

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».

Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel.

A continuación se ofrece la predicación completa que nuestro Obispo, Monseñor D. José Mazuelos, ofreció con motivo de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción el pasado sábado 8 de diciembre en la Santa Iglesia Catedral.

Fuente: Gabriel Álvarez, delegado de Medios de Comunicación Social de la Diócesis Asidonia-Jerez


Nuestra Hermandad aprueba por unanimidad las cuentas del pasado Curso 2011-2012 y el presupuesto para el actual de 2012-2013


Asimismo, la Hermandad solicitará el título de Seráfica y Franciscana tras Cabildo Extraordinario

El pasado mes de noviembre, nuestra Santa Hermandad de Las Cinco Llagas aprobó en Cabildo General Ordinario las cuentas del curso 2011-2012 que estaban pendientes de aprobar debido a la falta de quórum que presentó el Cabildo de Cierre de Curso del pasado mes de junio. La Junta de Gobierno decidió, por entonces, volver a convocar Cabildo General de Cierre de Curso en noviembre a fin de que confluyesen un mayor número de hermanos para aprobar dichas cuentas, como finalmente ha sucedido. 

En este sentido, cabe destacar que las cuentas del pasado curso fueron aprobadas de forma unánime por todos los hermanos de la cofradía tras la tradicional exposición del informe económico presentado por la Junta de Gobierno. Con ello, la corporación cierra así el ciclo económico del Curso 2011-2012 marcado por el equilibrio económico teniendo muy presente las necesidades de los más desfavorecidos en las que se ha volcado la Junta de Gobierno.

Del mismo modo, en el mes de noviembre, nuestra corporación nazarena celebró Cabildo de Apertura de Curso donde los hermanos aprobaron por unanimidad los presupuestos del actual curso 2012-2013 y las distintas actividades que compondrán la agenda cofrade.

La intensa agenda de reuniones de la Hermandad de las Cinco Llagas en el mes de noviembre le ha llevado a acometer otras reuniones no menos importantes. Con anterioridad a los Cabildos Ordinarios anteriormente mencionados, nuestra Hermandad de las Cinco Llagas celebró Cabildo Extraordinario donde se expuso al cuerpo de hermanos la necesidad de solicitar el título de Seráfica y Franciscana para nuestro instituto cofradiero. 

En este sentido, aunque ya durante el pasado curso, la Junta de Gobierno anunciara a la asamblea de hermanos congregada en Cabildo General (y con el apoyo tácito de ésta) la intención de solicitar el título de “Seráfica y Franciscana”, la Junta de Gobierno consideró la idoneidad de contar con el refrendo soberano y explícito del cuerpo de hermanos de cara a una decisión de tanta envergadura histórica. No obstante, y con todo, la Junta de Gobierno ha contemplado como imprescindible la solidez de tamaña decisión a través del refrendo del cuerpo de hermanos (como así ha sido) ya que son consistentes, por obvias y sobradamente conocidas, las razones fundamentales por las que nuestra Hermandad debe solicitar el título de Seráfica y Franciscana, destacando, como una de las principalísimas, el entroncamiento con la Orden Franciscana desde la propia fundación de la corporación en el año 1561.

Así como el carisma seráfico y franciscano fue predominante en el concepto que los cofrades fundadores y posteriormente reorganizadores de nuestra Hermandad (año 1939) imprimieron, igualmente a lo largo de los años, la vida de Hermandad se ha canalizado invariablemente siempre bajo la Dirección Espiritual de la Orden Franciscana de nuestra ciudad conservándose unas relaciones significadas por el respeto y la colaboración recíproca. 

Con este título, nuestra Hermandad pretende ratificar cuanto viene constituyendo como una de sus espirituales señas de identidad desde sus orígenes, es decir, “seguir la obra de San Francisco de Asís, que no es otra que vivir el Evangelio a través de Cristo, con la sencillez y humildad que lo caracterizó siendo fiel a nuestra Santa Madre Iglesia”. Con ello, nuestra corporación nazarena aspira a que dicho título guíe y estimule a todos sus hermanos en la búsqueda de la seráfica figura de San Francisco de Asís a fin de poder ser más fieles a Cristo y a sus mandamientos.

La Junta de Gobierno

Muy Noble y Muy Leal Ciudad de la Jerez de la Frontera, diciembre de 2012.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 18, 33-37


SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

Domingo 34º del tiempo ordinario

 Preguntó Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?». Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío?» Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí: ¿Qué has hecho?».

Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?». Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».

Comentario: Rvdo. P. D. Frederic Rafols i Vidal

Hoy, Jesucristo nos es presentado como Rey del Universo. Siempre nos ha llamado la atención el énfasis que la Biblia da al nombre de “Rey” cuando lo aplica al Señor. «El Señor reina, vestido de majestad», hemos cantado en el Salmo 92. «Soy rey» (Jn 18,37), hemos oído en boca de Jesús mismo. «Bendito el rey que viene en nombre del Señor» (Lc 19,14), decía la gente cuando Él entraba en Jerusalén.

Ciertamente, la palabra “Rey”, aplicada a Dios y a Jesucristo, no tiene las connotaciones de la monarquía política tal como la conocemos. Pero, en cambio, sí que hay una cierta relación entre el lenguaje popular y el lenguaje bíblico respecto a la palabra “rey”. Por ejemplo, cuando una madre cuida a su bebé de pocos meses y le dice: “Tú eres el rey de la casa”. ¿Qué está diciendo? Algo muy sencillo: que para ella este niñito ocupa el primer lugar, que lo es todo para ella. Esta expresión popular se parece más a lo que queremos decir cuando aclamamos a Dios como nuestro Rey y nos ayuda a entender la afirmación de Jesús sobre su realeza: «Mi Reino no es de este mundo» (Jn 18,36).

Para los cristianos nuestro Rey es el Señor, es decir, el centro hacia el que se dirige el sentido más profundo de nuestra vida. Al pedir en el Padrenuestro que venga a nosotros su reino, expresamos nuestro deseo de que crezca el número de personas que encuentren en Dios la fuente de la felicidad y se esfuercen por seguir el camino que Él nos ha enseñado, el camino de las bienaventuranzas. Pidámoslo de todo corazón, pues «dondequiera que esté Jesucristo, allí estará nuestra vida y nuestro reino» (San Ambrosio).

domingo, 18 de noviembre de 2012

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 13, 24-32


Domingo 33º del tiempo ordinario


Dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre».

Comentario: Rvdo. P. D. Pedro Iglesias Martínez

Hoy recordamos cómo, al comienzo del año litúrgico, la Iglesia nos preparaba para la primera llegada de Cristo que nos trae la salvación. A dos semanas del final del año, nos prepara para la segunda venida, aquella en la que se pronunciará la última y definitiva palabra sobre cada uno de nosotros.

Ante el Evangelio de hoy podemos pensar que “largo me lo fiáis”, pero «Él está cerca» (Mc 13,29). Y, sin embargo, resulta molesto —¡hasta incorrecto!— en nuestra sociedad aludir a la muerte. Sin embargo, no podemos hablar de resurrección sin pensar que hemos de morir. El fin del mundo se origina para cada uno de nosotros el día que fallezcamos, momento en el que terminará el tiempo que se nos habrá dado para optar. El Evangelio es siempre una Buena Noticia y el Dios de Cristo es Dios de Vida: ¿por qué ese miedo?; ¿acaso por nuestra falta de esperanza?

Ante la inmediatez de ese juicio hemos de saber convertirnos en jueces severos, no de los demás, sino de nosotros mismos. No caer en la trampa de la autojustificación, del relativismo o del “yo no lo veo así”... Jesucristo se nos da a través de la Iglesia y, con Él, los medios y recursos para que ese juicio universal no sea el día de nuestra condenación, sino un espectáculo muy interesante, en el que por fin, se harán públicas las verdades más ocultas de los conflictos que tanto han atormentado a los hombres.

La Iglesia anuncia que tenemos un salvador, Cristo, el Señor. ¡Menos miedos y más coherencia en nuestro actuar con lo que creemos! «Cuando lleguemos a la presencia de Dios, se nos preguntarán dos cosas: si estábamos en la Iglesia y si trabajábamos en la Iglesia, Todo lo demás no tiene valor» (Card. J.H. Newman).

La Iglesia no sólo nos enseña una forma de morir, sino una de forma de vivir para poder resucitar. Porque lo que predica no es su mensaje, sino el de Aquél cuya palabra es fuente de vida. Sólo desde esta esperanza afrontaremos con serenidad el juicio de Dios.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 12, 38-44


Domingo 32º del tiempo ordinario

Enseñaba Jesús a la multitud y les decía: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Ésos recibirán una sentencia más rigurosa».

Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Comentario: Rvdo. P. D. José Martínez Colín

Hoy, el Evangelio nos presenta a Cristo como Maestro, y nos habla del desprendimiento que hemos de vivir. Un desprendimiento, en primer lugar, del honor o reconocimiento propios, que a veces vamos buscando: «Guardaos de (…) ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes» (cf. Mc 12,38-39). En este sentido, Jesús nos previene del mal ejemplo de los escribas.

Desprendimiento, en segundo lugar, de las cosas materiales. Jesucristo alaba a la viuda pobre, a la vez que lamenta la falsedad de otros: «Todos han echado de lo que les sobraba, ésta [la viuda], en cambio, ha echado de lo que necesitaba» (Mc 12,44).

Quien no vive el desprendimiento de los bienes temporales vive lleno del propio yo, y no puede amar. En tal estado del alma no hay “espacio” para los demás: ni compasión, ni misericordia, ni atención para con el prójimo. Los santos nos dan ejemplo. He aquí un hecho de la vida de San Pío X, cuando todavía era obispo de Mantua. Un comerciante escribió calumnias contra el obispo. Muchos amigos suyos le aconsejaron denunciar judicialmente al calumniador, pero el futuro Papa les respondió: «Ese pobre hombre necesita más la oración que el castigo». No lo acusó, sino que rezó por él. Pero no todo terminó ahí, sino que —después de un tiempo— al dicho comerciante le fue mal en los negocios, y se declaró en bancarrota. Todos los acreedores se le echaron encima, y se quedó sin nada. Sólo una persona vino en su ayuda: fue el mismo obispo de Mantua quien, anónimamente, hizo enviar un sobre con dinero al comerciante, haciéndole saber que aquel dinero venía de la Señora más Misericordiosa, es decir, de la Virgen del Perpetuo Socorro.

¿Vivo realmente el desprendimiento de las realidades terrenales? ¿Está mi corazón vacío de cosas? ¿Puede mi corazón ver las necesidades de los demás? «El programa del cristiano —el programa de Jesús— es un “corazón que ve”» (Benedicto XVI).

domingo, 4 de noviembre de 2012

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 12, 28B-34


Domingo 31º del tiempo ordinario

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?». Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».

El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.


Comentario: Rvdo. P. D. Ramón Clavería Adiego

Hoy, está muy de moda hablar del amor a los hermanos, de justicia cristiana, etc., pero apenas se habla del amor a Dios. Por eso tenemos que fijarnos en esa respuesta que Jesús da al letrado, quien, con la mejor intención del mundo le dice: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (Mc 12,29), lo cual no era de extrañar, pues entre tantas leyes y normas, los judíos buscaban establecer un principio que unificara todas las formulaciones de la voluntad de Dios.

Jesús responde con una sencilla oración que, aún hoy, los judíos recitan varias veces al día, y llevan escrita encima: «Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas» (Mc 12,29-30). Es decir, Jesús nos recuerda que, en primer lugar, hay que proclamar la primacía del amor a Dios como tarea fundamental del hombre; y esto es lógico y justo, porque Dios nos ha amado primero.

Sin embargo, Jesús no se contenta con recordarnos este mandamiento primordial y básico, sino que añade también que hay que amar al prójimo como a uno mismo. Y es que, como dice el Papa Benedicto XVI, «amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero».

Pero un aspecto que no se comenta es que Jesús nos manda que amemos al prójimo como a uno mismo, ni más que a uno mismo, ni menos tampoco; de lo que hemos de deducir, que nos manda también que nos amemos a nosotros mismos, pues al fin y al cabo, somos igualmente obra de las manos de Dios y criaturas suyas, amadas por Él.

Si tenemos, pues, como regla de vida el doble mandamiento del amor a Dios y a los hermanos, Jesús nos dirá: «No estás lejos del Reino de Dios» (Mc 12,34). Y si vivimos este ideal, haremos de la tierra un ensayo general del cielo.

Campaña de Navidad 2012 de la Hermandad de las Cinco Llagas





Un año más, y ante la proximidad de las entrañables fechas navideñas, desde la Diputación de Acción Social se desarrollará la Campaña de Navidad consistente en la recogida de alimentos no perecederos con destino a los más necesitados a través de Cáritas Parroquial de San Miguel (a la que pertenecemos) y al Comedor ‘El Salvador’. 

La campaña tendrá lugar desde el 5 noviembre hasta el 20 de diciembre y para ello nuestra Sede Capitular, sita en C/ Diego Fernández Herrera 6 y 8-, permanecerá abierta todos los lunes, martes y jueves de 19.30 a 21.30 horas a fin de que los hermanos participen y hagan entrega de los alimentos para los más desfavorecidos. Como cristianos, recordemos las palabras del Evangelio: “Lo que hacéis con uno de estos, conmigo lo hacéis” (Mt. 25,40).

Asimismo, y como incentivo de esta edición, los hermanos que depositen sus alimentos recibirán una papeleta valedera para el sorteo de una Cesta de Navidad. El número premiado será el que coincida con las cuatro últimas cifras del sorteo de la ONCE del jueves 20 de diciembre del presente año. 

Desde la Junta de Gobierno se ruega a los hermanos colaboren en dicha campaña, no sólo con el depósito de alimentos sino con su participación activa. Para ello pueden dirigirse a nuestro querido hermano Diputado de Acción Social, D. Genaro Benítez Gil, en el horario comunicado anteriormente.

domingo, 28 de octubre de 2012

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 10, 46-52



Domingo 30º del tiempo ordinario


Al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, ten compasión de mí». Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.».


Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?». El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Comentario: Rvdo. P. D. Antonio Rivero L.C.

La situación del ciego es penosa y triste, como toda vida sin Jesús:

a) Es triste el destino de los ciegos. Su ceguera, su tiniebla continuada, el abandono que solían padecer en la sociedad, les obligaba casi siempre a la vida de mendicantes. Era un vivo retrato de la miseria humana y de la marginación social.

b) Pero esta ceguera de los ojos del cuerpo es símbolo de otras clases de ceguera. Hay personas que gozan de muy buena vista física, pero se puede decir que están ciegas espiritualmente. Esa parece ser la intención de que San Marcos sitúe este milagro en medio de otras escenas que subrayan la incredulidad de los judíos y la torpeza de entendederas de los apóstoles. Otros que se creían con más vista, no siguieron a Jesús. Bartimeo, sí.

c) Un poco nos podemos sentir todos representados por Bartimeo. Como cuando vamos al oculista a hacernos un chequeo de nuestra vista, podemos reflexionar sobre cómo va nuestra vida espiritual. Tal vez suframos de ceguera, o de miopía, o de astigmatismo, o de daltonismo o de presbicia espiritual. No vemos la mano de Dios en todo. No vemos la imagen de Cristo en el prójimo. Vamos como ciegos por la vida sin trascendencia, sin ilusión, sin amor. Vista cansada. Vista borrosa. Vista que confunde los colores.

Hoy Cristo se acerca, como se acercó a este ciego Bartimeo y nos pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? Para que Cristo realice este milagro, pide unas condiciones:

- Acercarme a la oración y a los sacramentos con fe, confianza, humildad, confesando la divinidad y el poderío de Cristo: Cristo puede y quiere curarme, pues es Dios.

- Ser valiente como este Bartimeo, que aunque le decían que se callase, él seguía gritando más fuerte, exponiéndose a golpes. Tenemos que hacer frente a tantas dificultades de personas que tal vez se rían de nosotros o nos echen en cara cosas.

- Y después de curado, seguir a Cristo e invitar a otros a acercarse a Él. ¡Hay tantos ciegos en nuestros caminos! Llevémosles a Cristo.