Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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viernes, 27 de mayo de 2016

Plática del P. José de Jesús Aguilar sobre la Fiesta de Corpus Christi

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (ciclo C)
Comieron todos

Las deformaciones teológicas del inicio del segundo milenio, sobre todo, cátaros y albigenses, provocaron una reacción en la Iglesia, que la llevó a acentuar la fe y la piedad de todos los fieles en el misterio de la Eucaristía. Por tal motivo surge una fiesta en el calendario litúrgico para afirmar y fomentar la veneración de los fieles a la presencia real de Jesucristo en las especies eucarísticas del pan y del vino consagrados: Corpus et Sanguinis Christi. Fue en 1247 cuando se celebró esta novedosa fiesta en la ciudad de Lieja y, 17 años más tarde (1264) –un tiempo récord para aquella época– es propuesta por el Papa Urbano IV para toda la Iglesia. Desde sus orígenes, fue muy bien acogida por la piedad de los fieles, como bien manifiesta la procesión eucarística por las calles, que desde el siglo XIV, crece en importancia y esplendor.

Preocupación de los discípulos
Este año se proclama un texto del Evangelio de Lucas, que relata la multiplicación de los panes; un milagro que aparece en los cuatro evangelios. Lucas habla de la misión de Jesús en Galilea. Los discípulos vuelven de la misión realizada por la comarca y Jesús quiere estar con ellos a solas, en un lugar apartado. Sin embargo, una multitud invade su intimidad. La gente busca a Jesús y Jesús acoge a la gente.
El texto señala que Jesús les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que necesitaban curación. En pocas palabras hace un magnífico retrato del Señor como Maestro y Pastor consolando a la gente con sus gestos y palabras. Se contextualiza la escena al atardecer. Los discípulos están preocupados porque anochece, están en descampado, la gente tiene hambre y no hay más solución que despedir a la numerosa muchedumbre para que se refugie en las aldeas cercanas; por eso, proponen a Jesús: «Despide a la gente».

«Dadles vosotros de comer»
La respuesta de Jesús desconcierta a los discípulos: «Dadles vosotros de comer». Pero, ¿cómo es posible dar de comer a tanta gente, si solo cuentan con cinco panes y dos peces, puestos a disposición de todos por no se sabe quién? Los discípulos se asustan ante la respuesta; no saben resolver el problema. Su lógica humana hace imposible cumplir el mandato del Maestro.
Sin embargo, Jesús no despide a la gente. Manda que se sienten por tierra en grupos, como lo hicieron Moisés y el profeta Eliseo en su tiempo. Y el evangelista Lucas describe la acción central de Jesús, la multiplicación de los panes y de los peces, con una sucesión de verbos: tomó, levantó los ojos, pronunció la bendición, partió, dio… que rememora claramente el lenguaje eucarístico, bien conocido por los oyentes y lectores contemporáneos del evangelista. Son las mismas palabras que se usaban y se usan en la celebración de la Eucaristía. La multiplicación de los panes evoca a la Eucaristía.

«Comieron todos»
Jesús convierte la escasez en abundante alimento: comieron todos hasta saciarse y sobró. La abundancia habla de la magnanimidad de Dios para con los necesitados. Cristo multiplica la generosidad del que comparte y lo bendice con creces. Verdaderamente se trata de un signo que define al mismo Cristo. El pueblo de Israel vivía en la expectación del Mesías prometido y ve que Jesús repite los mismos gestos de Moisés con su pueblo: mientras lo conducía por el desierto, lo alimentó con el maná. Jesús sacia el hambre de la muchedumbre. El milagro de Jesús es visto por la gente que lo presenció como una señal de la llegada del tiempo mesiánico.
La celebración de la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo nos habla de la fe y de la caridad. Fe, porque nos invita a contemplar, una vez más a Jesucristo presente sacramentalmente en el misterio de la Eucaristía. Fue Él mismo quien dijo: «Esto es mi Cuerpo… Esta es mi Sangre» y el pueblo cristiano así lo cree y adora. Caridad, porque resuenan todavía el mandato del Señor: «Dadles vosotros de comer», que suponen para todo cristiano una llamada a sentir propias las necesidades y problemas del prójimo.


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos



Evangelio

En aquel tiempo, Jesús los acogía, les hablaba del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado». Él les contestó: «Dadles vosotros de comer».
Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo esta gente». Porque eran unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: «Haced que se echen sienten en grupos de unos cincuenta cada uno». Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.


Lucas 9, 11b-19







Resumen del sermón del P. don José María Osborne del tercer día del Solemne Triduo Eucarístico










Resumen del sermón del P. don José María Osborne del segundo día del Solemne Triduo Eucarístico









viernes, 20 de mayo de 2016

Recordatorio: los próximos martes, miércoles y jueves, a las 20,30 horas y en la Capilla del Voto, Solemne Triduo de Exaltación a la Eucaristía






Nuestra Hermandad de las Cinco Llagas felicita a don José Luis Cabello Flores por su brillante victoria como Hermano Mayor de la Hermandad de Jesús de la Pasión








Fuente: Pasión en Sevilla

José Luis Cabello gana las elecciones en Pasión

El actual hermano mayor dobla en votos a José María Machuca en unos comicios en el que han participado casi mil hermanos

El actual hermano mayor de Pasión, José Luis Cabello, ha ganado las elecciones celebradas este miércoles en la corporación, doblando en votos al candidato opositor, José María Machuca.
En unas elecciones en las que han participado 947 hermanos, el resultado al final del escrutinio ha sido el siguiente:

José Luis Cabello: 629
José María Machuca: 311
Blancos: 6
Nulos: 1

Nuestra Hermandad de las Cinco Llagas colabora con Cáritas San Miguel con 198 litros de leche





El P. Pedro Núñez nos habla sobre la Santísima Trinidad

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

Domingo de la Santísima Trinidad (ciclo C)
Tri-unidad

Tras la culminación del tiempo pascual con la solemnidad de Pentecostés, la liturgia de la Iglesia dedica un domingo a contemplar el misterio de Dios, Uno y Trino. Después de hacer memoria de Jesucristo Resucitado, durante 50 días, y del Espíritu Santo en la solemnidad de Pentecostés, parece que la propia dinámica del año litúrgico pide una fiesta que contemple al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en la comunión de amor de su misterio trinitario. Por eso, aparece en el segundo milenio esta solemne fiesta dedicada a la Santísima Trinidad.

«Muchas cosas me quedan por deciros»
El texto del Evangelio de Juan que se proclama en este domingo pertenece a los denominados discursos de despedida. En el contexto de la última cena, en un ambiente de despedida, Jesús, siendo consciente de que falta poco tiempo para su Pasión y Muerte, se dirige a sus discípulos, completamente ajenos a los inminentes acontecimientos. Jesús, como buen Maestro, conoce muy bien a sus discípulos, sabe lo que les ha enseñado y lo que aún le falta por enseñar, sabe lo que han aprendido y aquello que les cuesta entender. Admite que hay muchas cosas más que le hubiera gustado haber dicho a aquellos amados alumnos; sin embargo, bien sabe Él que no ha sido posible. ¿Por qué? Porque aquellos discípulos, aunque se consideran fuertes, son débiles; no están capacitados, ni siquiera aún, para imaginar lo que les espera. No pueden sospechar el sufrimiento atroz del Mesías ni la humillación a la que será sometido el Ungido. No están capacitados para soportar la implicación y consecuencias de su discipulado. Ahora, en este momento previo a la Pasión y Muerte, ante el desconcierto tremendo que van a vivir sus discípulos, Jesús prefiere callar. Y en este contexto, promete el envío del Espíritu Santo –el Paráclito– para que sea él quien continúe la misión instructiva de Jesús entre sus discípulos.

«El Espíritu de la Verdad»
Por tanto, Jesús sabe que no puede compartir muchas cosas con sus discípulos, pero lo hará el Espíritu Santo, que en este texto es denominado como «Espíritu de la Verdad». El Espíritu guía los pasos de la comunidad apostólica y les revela la Verdad, que es el mismo Cristo, como Él mismo se había definido: «Yo soy la Verdad» (Jn 3,8-10). Es decir, les ayuda a comprender las palabras anunciadas por Cristo mismo y a entender su propio misterio. Por eso, la gran misión del Espíritu es guiarlos hacia la Verdad, conducirlos por un camino que supone un proceso gradual con etapas diversas y sucesivas. Más aún: no solo ayudará a comprender el significado pleno de lo que ha dicho Jesús, sino también todo aquello que habrá de venir; lo pasado y lo futuro. De este modo se convierte en ayuda y garantía continua para la Iglesia.

«Lo que tiene el Padre es mío»
En el texto se menciona al Padre. Es la fuente de toda revelación y verdad. Todo lo que enseña el Hijo y el Espíritu procede del Padre. Tanto el Hijo como el Espíritu transmiten a los creyentes lo que han escuchado del Padre.
Es interesante también esta asociación que hace Jesús mismo entre el Padre y Él. Todo lo que es del Padre es del Hijo. Establece una comunión de vida y amor entre ambos. También con el Espíritu. Se habla de comunión y divinidad. Este es el motivo por el que la liturgia de la Iglesia proclama este texto evangélico en la solemnidad de la Santísima Trinidad. Cristo revela su identidad filial, habla del Padre y promete el Espíritu. Este es el misterio del Dios cristiano: Uno y Trino. Por supuesto que este pasaje evangélico no quiere ni pretende ser un tratado dogmático sobre el misterio de la Trinidad ni una explicación ontológica sobre la naturaleza del Dios Uno y Trino. Son cuestiones académicas reservadas a las aulas de teología. El texto expone simplemente las palabras de Jesucristo, antes de su Pasión y Muerte, en las que revela el misterio trinitario y manifiesta la acción de Dios en favor de su pueblo.
Profesamos nuestra fe en el Dios Uno y Trino, reconociendo nuestra impotencia para abarcar racionalmente los límites del misterio. Siempre que se celebra esta solemnidad, recuerdo aquella elocuente anécdota del gran obispo y predicador francés del siglo XVII Jacobo Benigno Bossuet, cuando al bajar del púlpito, tras acabar un sermón sobre la Trinidad, afirmó en alta voz ante el pueblo: «Perdona, Señor, son hombres los que hablan».


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos



Evangelio

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia, sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».

Juan 16, 12-15




viernes, 13 de mayo de 2016

Solemne Triduo de Exaltación a la Eucaristía los días 24, 25 y 26 de mayo






El Padre Eduardo Sanz nos habla de la Fiesta de Pentecostés

Hoy viernes se ha celebrado la mensual Misa de Hermandad en la Capilla del Voto








Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

Domingo de Pentecostés (ciclo C)
Espíritu

Pentekonta significa cincuenta en griego. Con la solemnidad de Pentecostés culminan los cincuenta días de Pascua, dedicados a celebrar la Resurrección de Jesucristo. En este contexto pascual, recordamos solemnemente la venida del Espíritu Santo sobre la primera comunidad apostólica en la fiesta judía de Pentecostés, tal como lo relata el libro de los Hechos de los Apóstoles. Aquellos atemorizados discípulos recibieron la fuerza vivificadora del Espíritu Santo, que los conformó en Iglesia y los transformó en testigos y apóstoles para continuar la misma misión de su Maestro en el mundo.

Paz a vosotros
El texto del Evangelio de Juan, que se proclama en el último domingo de la Santa Pascua, describe la aparición de Jesús Resucitado en medio del grupo de los discípulos, reunidos con María, la Madre de Jesús. Lo primero que llama la atención es el saludo repetido del Resucitado: «Paz a vosotros». Los discípulos estaban llenos de miedo, porque temían a los judíos. Habían matado al Maestro y buscaban a sus seguidores para terminar con ellos. Las puertas cerradas por dentro revelan metafóricamente el pavor de aquella comunidad apostólica. Y viven la presencia del Señor Resucitado como un alegre acontecimiento que disipa los temores y comunica paz a su corazón agitado. ¡Qué hermoso dato el que nos transmite este texto evangélico: «Se llenaron de alegría al ver al Señor»! En medio del temor y el miedo, el Resucitado infunde paz y alegría, los frutos de la Pascua.

«Os envío»
En el centro del relato, Cristo encomienda una misión a toda la comunidad apostólica: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». El Señor llama a los apóstoles, congregados junto con María, a continuar su misión en medio del mundo y de la historia. Es la misma misión que Jesús ha recibido del Padre y que ellos deben prolongar hasta el final de los tiempos.
Sin embargo, aunque son testigos del Cristo Resucitado en varias apariciones, aunque han experimentado su paz y su alegría en diversos contextos… siguen paralizados por el miedo, se refugian en el Cenáculo para combatir su inseguridad y no son capaces de salir de su ostracismo. ¿Qué les pasa? ¿Qué les falta? Necesitan el aliento, la fuerza y el fuego del Espíritu para romper todo obstáculo paralizante en su interior y abrirse a una vida nueva.

«Recibid el Espíritu»
El centro del relato es Cristo Resucitado. Muestra las marcas de sus manos y de su costado para revelar que es el Crucificado Resucitado, el Hijo de Dios que ha cumplido la misión encomendada por el Padre y que ahora encomienda a sus apóstoles. Jesús es consciente de los obstáculos y dificultades que han de afrontar en este mundo, porque Él mismo las ha experimentado. Las llagas de sus manos y costado son prueba de ello. Por eso, infunde sobre los presentes el don divino del Espíritu Santo: «Recibid el Espíritu Santo». Al igual que el mismo Jesús, son capacitados por y con la fuerza del Espíritu para realizar y continuar su misma misión.
El don del Espíritu es recibido por la comunidad apostólica como capacitación para una misión, no como un privilegio personal. Los mismos discípulos, que unos momentos antes estaban atemorizados y paralizados en su propio fracaso, tras recibir el don del Espíritu, rompen las puertas del Cenáculo y aparecen en la plaza más pública de Jerusalén gritando el kerigma, el primer anuncio de Jesús, el Cristo, muerto y resucitado. Ya no temen nada, ni están paralizados por obstáculo alguno.
Y es el mismo Espíritu que recibe todo cristiano para continuar la misión de Jesucristo y de los apóstoles en cada momento de la historia. Todos los seguidores de Jesucristo son ungidos por el Espíritu de Dios para ser enviados como testigos valientes del Evangelio en medio del mundo y para afrontar la misión que el Señor los encomienda en las diversas vocaciones a las que son llamados cada uno de ellos.
Este texto evangélico vincula la presencia del Cristo Pascual con la presencia del Espíritu Santo. El Espíritu es un don del Resucitado y plenitud del misterio pascual, que la Iglesia actualiza en toda celebración litúrgica. ¡Qué bien lo expresa ese adagio que dice: Semper Pascha, semper Pentecoste. Es decir, para la Iglesia, para los cristianos, «siempre es Pentecostés», porque en la liturgia se invoca la presencia, el don y la fuerza transformadora del Espíritu Santificador. Y «siempre es Pascua», porque por la fuerza del Espíritu Santo se actualiza y se hace presente el misterio pascual de Jesucristo en la liturgia y, por tanto, en medio de nosotros. De alguna forma revivimos la misma experiencia de la comunidad apostólica en aquel primer Pentecostés. ¡No lo olvidemos!, para un cristiano, Semper Pascha, semper Pentecoste.


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos



Evangelio

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Juan 20, 19-23






La Hermandad de las Cinco Llagas muestra su más hondo pesar por el fallecimiento de don José Ignacio Mateos Rodríguez-Villamil, padre de N.H.D. José María, María Cecilia y José Ignacio Mateos Atalaya






sábado, 7 de mayo de 2016

Nuestra Hermandad celebró sus tradicionales Rezos semanales este pasado viernes








Recuperamos y publicamos esta ilustrativa fotografía de Fernando Morales del pasado Domingo de Resurrección








Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

VII Domingo de Pascua. Solemnidad de la Ascensión del Señor (ciclo C)
Elevado al cielo

Tanto los evangelios sinópticos como el libro de los Hechos de los Apóstoles nos informan de que, 40 días después de la Resurrección, Jesús fue elevado al cielo en presencia de sus discípulos. Este es el motivo por el que la Iglesia, al estructurar la celebración de los misterios de Jesucristo en el año litúrgico, celebraba esta solemnidad del Señor precisamente en el día 40 del tiempo pascual, que siempre era jueves. Los condicionamientos laborales y legislativos de la sociedad actual obligaron, no hace muchos años, a celebrarla en domingo, dejando obsoleto aquel famoso adagio español que decía: «Tres jueves hay en el año que relumbran más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión».
El acontecimiento de la Ascensión del Señor no es un hecho aislado de la vida de Jesús, sino que está íntimamente relacionado con su misterio pascual. Así lo expresa la Iglesia en la oración litúrgica cuando recuerda la obra de la salvación acontecida en Jesucristo diciendo: «Al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable Resurrección y Ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa…». No es simple casualidad la vinculación de estos acontecimientos salvadores. Se trata de diversos aspectos de la única obra de la redención. Y así se recoge también en el credo de la Iglesia: «Subió al cielo, está sentado a la derecha de Dios y de nuevo vendrá con gloria a juzgar a vivos y muertos».

«Subió al cielo»
El texto del Evangelio del Lucas, proclamado en el domingo VII de Pascua, relata el acontecimiento de la Ascensión de Jesucristo. Lucas se entretiene en dar algunos datos que –como diría san Ignacio de Loyola– ayudan a contextualizar el evento, hasta con cierta teatralidad. La acción se desarrolla cerca de Betania. Primero describe a Jesús: levantó las manos, bendijo a sus discípulos y se separó de ellos, porque fue llevado al cielo. Otros textos dicen «fue elevado» al cielo. Después repara en la reacción de los discípulos: «Se postraron ante él», como signo de veneración y reconocimiento ante el Hijo de Dios; y se volvieron a Jerusalén con gran alegría, bendiciendo siempre a Dios en el templo.
La imagen idílica que presenta Lucas de este acontecimiento sirve para culminar el periplo histórico de Jesús entre los suyos. El misterio de la Ascensión es el fin de la presencia visible de Jesucristo en la historia. Como muy bien dice Juan en su Evangelio, «sabiendo Jesús que de Dios venía y a Dios volvía» (Jn 13). La Ascensión de Jesús es el misterio de su vuelta al Padre.

«Está sentado a la derecha del Padre»
¿Y por qué vuelve al Padre? Como muy bien dice la Carta a los Hebreos, «para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros» (Hb 9,24). Esta Carta identifica a Jesucristo como el gran Sacerdote que ha entrado en el santuario del cielo para interceder ante Dios Padre por toda la humanidad. La imagen metafórica «sentarse a la derecha» significa ocupar el lugar más distinguido y privilegiado ante alguien importante. Jesús, después de cumplir la misión encomendada por su Padre está (en presente) en el lugar que le corresponde como Hijo amado y predilecto.

«Y de nuevo vendrá con gloria»
Finalmente, la fe cristiana profesa que Cristo volverá. Es curioso advertir la importancia del tiempo verbal en el credo de la Iglesia. «Subió» al cielo; porque la Ascensión es un acontecimiento pasado. «Está» sentado a la derecha del Padre; porque expresa la condición presente de Jesucristo. Y «vendrá» manifiesta la acción futura de Jesús, porque la fe de la Iglesia cree las palabras que el ángel dijo a los discípulos, referidas a Jesús: «Volverá como lo habéis visto marcharse».
El misterio de la Ascensión es la culminación del camino y misión de Jesucristo; y es también la culminación del camino y misión de todo cristiano, porque Jesús, que es nuestra Cabeza, anticipa lo que un día vivirá en plenitud, todo su Cuerpo, que es la Iglesia. Donde está Cristo, allí estará su Cuerpo, la Iglesia. Por tanto, la solemnidad de la Ascensión es ya nuestra victoria. Es una fiesta gozosa, porque anticipa el destino del buen seguidor de Jesucristo y alienta su esperanza, conociendo ya la meta que le espera. ¡Qué bien lo sintetizó san Agustín cuando recomendaba a sus fieles en este día que «meditemos en la tierra lo que esperamos encontrar en el cielo».


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos



Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi padre. Vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto».
Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Lucas 24, 46-53




La Hermandad de las Cinco Llagas felicita a don Juan José Fontán del Junco por su reciente reelección como Hermano Mayor de la Hermandad del Amor y Sacrificio