Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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sábado, 31 de julio de 2021

HOMILÍA DE D. JOSÉ RICO PAVÉS EN LA EUCARISTÍA DE SU TOMA DE POSESIÓN COMO OBISPO DE ASIDONIA-JEREZ

 






Quien no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío (Lc 14, 33).


Seguir a Jesucristo implica llegar a comprender que con Él lo tenemos todo. Para quien sigue a Jesús, poner a la familia después de Él, cargar con la propia cruz, calcular las propias fuerzas y renunciar a todos los bienes son siempre respuestas de amor a Quien nos ha amado hasta el extremo. El Señor solo nos pide lo que primero nos da. Nos pide todo porque Él se nos da del todo. Esta es la Gracia, el Don inmerecido, de Nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Cor 8, 9).


La Iglesia nos invita hoy, a través de la Liturgia, a fijar la mirada de fe en el testimonio y la intercesión de san Ignacio de Loyola. Lo hacemos, además, cuando estamos conmemorando el quinientos aniversario de su conversión: quien aspiraba a recibir la gloria de este mundo en la milicia al servicio del rey temporal, recibió la gracia de la conversión que le llevó a comprender que nuestra felicidad está en hacerlo todo para mayor gloria de Dios. San Ignacio se dejó seducir por el Señor, gustó su bondad y fue convertido en imitador de Cristo: buscó lo que Él buscó y amó lo que Él amó (cf. EG 267). Experimentó así que posponer la familia a Cristo no significa amarla menos, sino amarla con la plenitud que solo Él nos puede conceder; comprendió que la cruz que Cristo nos pide cargar es yugo suave y carga ligera si descansamos nuestro corazón en el suyo; entendió que calcular y medir las propias fuerzas antes de grandes empresas requiere siempre discernimiento previo, es decir, búsqueda de la voluntad de Dios y uso de las cosas de este mundo en tanto en cuanto nos ayudan a alcanzar el fin para el que hemos sido creados; comprobó, finalmente, en su propia vida que, renunciando a todos los bienes para ser discípulo de Cristo, el Señor le desveló el secreto para alcanzar amor: memoria interna de tanto bien recibido y ver a Dios en todas las cosas, para en todo amar y servir.


El Señor ha querido en su Providencia que, al celebrar la memoria litúrgica de san Ignacio de Loyola, comience mi ministerio episcopal como obispo de esta Diócesis de Asidonia-Jerez. ¿Cómo no ver aquí un recordatorio claro de que la única motivación que debe orientar mi entrega apostólica es la mayor gloria de 

Dios y la santificación de los fieles que me son confiados? El Derecho designa esta celebración como “toma de posesión canónica de la diócesis” y la Liturgia nos instruye sobre el significado de esta expresión. “Tomar posesión” no es un acto de dominio sino de obediencia, no es una apropiación sino un despojamiento, no es un ejercicio de exaltación personal sino de servicio en comunión. Tres gestos sencillos nos lo recuerdan: la presencia del nuncio y de mis hermanos obispos; la entrega de la sede y el báculo; y la acogida de los fieles que representan los diferentes estados de vida en la Iglesia diocesana.

Ha comenzado la celebración con la presidencia del Nuncio Apostólico, que hace presente al Sucesor de Pedro, principio de unidad en el colegio episcopal. Con Pedro y bajo Pedro el nuevo obispo está llamado a desempeñar su ministerio, como sucesor de los apóstoles, en comunión con los demás hermanos obispos. En el ejercicio del ministerio episcopal, la Iglesia me pide obediencia, es decir, abrazar la voluntad de Dios, reconocida en las disposiciones del Papa, para ser cumplida desde el vínculo de la fraternidad episcopal. Doy gracias de corazón al Señor Nuncio por su presencia y cercanía, y en él renuevo mi adhesión cordial al Papa Francisco que nos llama a poner a la Iglesia en estado de misión, saliendo al encuentro de las heridas de nuestros contemporáneos, para llevar a todos la alegría del evangelio. Extiendo mi gratitud a los obispos que hoy me acompañan, de forma especial al Cardenal Arzobispo de Madrid, Don Carlos Osoro, Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española y Metropolitano de la Provincia eclesiástica que me ha acogido durante nueve años, y al Arzobispo de Sevilla, Don José Ángel Saiz Meneses, Metropolitano de la Provincia que hoy me recibe. Mi gratitud se hace filial al mencionar a Don Joaquín y a Don Ginés, que en Getafe me han tratado con corazón de padres. Gratitud admirada a Don José Mazuelos, mi predecesor, y en él a los muy queridos y recordados Don Rafael Bellido y Don Juan del Río. Lo que ellos han sembrado, espero cosecharlo para seguir sembrando en la continuidad serena de la Sucesión Apostólica. Gratitud originaria a los arzobispos de Granada, donde nací a la vida eterna, y de Toledo, donde la Iglesia me formó sacerdotalmente. Gratitud, en fin, confiada a Don Federico Mantaras, Administrador diocesano durante los últimos meses, que ha conducido la Diócesis con prudencia y discreción. Pido a mis hermanos obispos que me sigan sosteniendo con su oración, palabra y ejemplo, para que, en el signo de la obediencia, vivida en unidad, manifestemos al mundo la bondad del Corazón de Cristo, el Buen Pastor.


La “toma de posesión” es también un despojamiento, como expresan paradójicamente los signos de la presidencia, la sede y el báculo, que remiten al triple ministerio de la santificación, la enseñanza y el gobierno. En las acciones

sacramentales, en las palabras que pronuncie, en las decisiones que adopte, el Pueblo de Dios espera reconocer a Cristo su Señor, que se entrega por amor a cada uno de sus fieles sin reservarse nada para sí. Si el camino del Buen Pastor ha sido el del abajamiento para levantar a todas y cada una de las ovejas que el Padre le ha confiado, así también ha de ser el camino del obispo. Pedid al Señor que mi alegría esté puesta en vuestro crecimiento espiritual y que al final de cada día experimente el gozo de quienes se saben “siervos inútiles que solo han hecho lo que tenían que hacer”. Doy gracias a Dios de todo corazón por la presencia de las autoridades civiles, judiciales, académicas y militares, que honran a la Diócesis de Asidonia-Jerez con su participación en esta celebración. Dirijo mi saludo lleno de afecto a la Sra. Alcaldesa y a los miembros de la corporación municipal de Jerez, a los Alcaldes y representantes de los diferentes municipios de la diócesis, a la Delegada del Gobierno de Andalucía, a los Sres. Diputados nacionales de la Provincia de Cádiz y representantes de la Junta de Andalucía. A los políticos que hoy nos acompañan les tiendo mi mano amiga para trabajar, cada uno desde su ámbito y competencia, al servicio de las personas de nuestra sociedad. Saludo también afectuosamente a las autoridades judiciales, al Señor Almirante y miembros de las Fuerzas Armadas y Seguridad del Estado, a los miembros de la Academia San Dionisio y a las Autoridades académicas y universitarias. Cuenten con mi colaboración leal y respetuosa en la búsqueda del bien común, y en el cuidado de aquellos que pasan por la grave prueba de la soledad, de la enfermedad o del desempleo. Nuestra contribución en la construcción de una sociedad más justa se llama evangelización. Y esto es lo que deseamos seguir impulsando, conscientes de que nada hay más humanizador que evangelizar.


La “toma de posesión” es, en fin, la expresión visible de la belleza de la Iglesia diocesana que recibe y acoge a su pastor. En el saludo de una representación de fieles se simboliza la totalidad de la Diócesis, porción del Pueblo de Dios que camina en esta tierra. Nada puede el obispo sin sus fieles. Su ministerio es servicio en comunión. Cuando el Papa nos está llamando a visibilizar en la Iglesia su dimensión sinodal, considero un regalo de la Providencia ser recibido en esta Diócesis. Para “caminar juntos” -esto es la sinodalidad- el obispo debe trabajar sin descanso por la comunión entre sus fieles y con el resto de la Iglesia universal. Doy gracias a Dios por vosotros, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos. A todos os pido que me ayudéis a ser vuestro obispo. Rezo por vuestra fidelidad y os ruego que elevemos nuestras súplicas al Señor para que nos bendiga con santas y abundantes vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada, al matrimonio y al compromiso laical. Cuento con los sacerdotes, para llevar el amor del Corazón de Cristo a todos, a los de dentro y a los de fuera de la Iglesia,

al estilo del Buen Pastor, contemplando por dentro los misterios divinos, sosteniendo por fuera las cargas de nuestro pueblo fiel. Cuento con los diáconos para llegar a los más necesitados y cuidarlos como al mayor tesoro de la Iglesia. Cuento con las personas consagradas para proclamar con fuerza al mundo que hemos sido creados para el Cielo y que solo Cristo puede colmar los anhelos de nuestro corazón. Cuento con las contemplativas para sostener con sus manos elevadas la vida de quienes en la Iglesia afrontan cada día el combate de la fe. Cuento con los seglares para reconducir todas las cosas a Cristo, sembrar la semilla del evangelio en los hogares, en las escuelas, en los trabajos y en las instituciones sanitarias, sociales, políticas y culturales. Cuento con los movimientos y asociaciones de fieles en la riqueza de su diversidad, especialmente cuento con las Cofradías y Hermandades. En la persona del presidente que termina su mandato y del recién elegido de la Unión de Hermandades de Jerez saludo con enorme afecto y gratitud a todos nuestros cofrades. No me cansaré de repetir que confío mucho en el poder evangelizador de las Hermandades y Cofradías. Trabajaré para que las Cofradías sean verdaderas escuelas de vida cristiana y ámbitos de caridad generosa, donde se ejercite el amor que hace fraternidad, los esposos fortalezcan su vida matrimonial, los hijos crezcan en la fe de sus mayores y la sociedad entera se enriquezca de una fe que sale a la calle para proclamar a todos la grandeza del amor de Dios que se nos ha revelado en los misterios de la vida de Cristo y de su Santísima Madre.


Empujado por el amor de mi familia, probada ahora por la enfermedad de mis padres, y sostenido por la oración de los muy queridos fieles de las diócesis donde el Señor me ha ido llevando, en Granada, Toledo y Getafe, pongo mi ministerio episcopal en manos de la Inmaculada Concepción, Patrona de la Diócesis de Jerez, a la vez que acudo a la intercesión de su Patrono, san Juan Grande, para que en el cumplimiento de la tarea que ahora la Iglesia me encomienda solo busque la mayor gloria de Dios y la santificación de los fieles que me son confiados. Que san Ignacio de Loyola me ayude a poner en esta única motivación el principio y fundamento de mi ministerio episcopal. Pedid al Señor que me conceda ser vuestro obispo al estilo de san José: enamorado siervo de María Santísima, custodio del Redentor, trabajador silencioso y servicial, y padre en la sombra. Que, en mis palabras y silencios, en mis acciones y forma de padecer, resuene siempre la oración de la gente sencilla: ¡Nada sin María! ¡Todo con Ella! Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.



Nuestra Hermandad estuvo representada en la toma de posesión de Monseñor Rico Pavés



Foto: Diario de Jerez -Aranda

 

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo B)

«El que viene a mí no tendrá hambre»

 

El pasaje de este domingo se integra en el discurso del Pan de vida, que durante varias semanas interrumpe la lectura semicontinua del Evangelio de Marcos de este año. Tras la narración de la multiplicación de los panes, omitida al coincidir el domingo pasado con la solemnidad de Santiago Apóstol, nos introducimos en el diálogo entre Jesús y la gente, que puede ser visto a modo de catequesis sobre la fe en el Señor y en la Eucaristía. Las palabras de Jesucristo sobresalen por su profundidad y densidad, donde ocupa un lugar central la acogida del hombre al Señor. Sabemos por otros pasajes que san Juan no designa como milagros los portentos realizados por el Señor, sino que prefiere adoptar el término signo, remitiendo así a algo que supera lo que ven los ojos. Uno de los puntos que llama la atención es la cuidada elaboración del texto. Se trata de un capítulo que visto en su conjunto permite entrever que, a partir de las palabras del Señor, el evangelista quiso al mismo tiempo elaborar una explicación sobre el sacramento de la Eucaristía, tan importante en el nacimiento y desarrollo de la primitiva Iglesia. La relevancia de este pasaje compensa la ausencia de otras referencias eucarísticas habituales en los sinópticos, como, por ejemplo, la institución de la Eucaristía. De manera única, el Señor quiere unir en este texto dos conceptos: pan y vida. Para ello conviene retrotraernos al libro del Éxodo, en el que, como descubrimos en la primera lectura de este domingo, los israelitas reciben el maná, una especie de grano que aparecía por las mañanas y que, junto con las codornices, servía para alimentar a los exhaustos hebreos en el desierto y mantenerlos con vida. Este era el original pan bajado del cielo, que sirvió para conservar la vida física. Por eso, ahora el Señor se referirá a un pan y a una vida de otra índole: una vida eterna, perdurable y plena, y un Pan que es Jesús mismo, alimento de eternidad. Para nosotros, en nuestros días, escuchar este pasaje supone también poder superar las realidades concretas y visibles, para descubrir lo que implican los signos del Señor. En este sentido, es iluminadora la respuesta de Jesús cuando la gente pregunta: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Si la multitud buscaba un método para poder disponer de alimento físico, Jesús afirmará que Dios mismo es el que realiza la acción enviando a su Hijo, a lo cual el hombre debe responder con el asentimiento de la fe. No se trata, pues, de hacer una obra concreta, sino de aceptar la fe como un don inmerecido que debe ser pedido y, sobre todo, recibido.

 

El anhelo del Pan

El Hijo enviado y ahora el Pan entregado manifiestan una vez más que el punto de partida de la fe está siempre en lo alto, descendiendo de Dios hacia nosotros. Del mismo modo que en la antigüedad veló por su pueblo en el desierto, ahora cuida de nosotros a través de su único Hijo. Asimismo, esta visión es la que justifica la misión de los cristianos en la tarea de evangelización. La petición «Señor, danos siempre de este pan» está poniendo de manifiesto, por otra parte, que el camino de acercamiento de Dios hacia el hombre se corresponde con los anhelos más profundos de este. Si más adelante Juan hará referencia a «el que come mi carne y bebe mi sangre», como destinatario de la vida eterna, en el pasaje de este domingo alude a «el que viene a mí» y «el que cree en mí». De este modo, no puede separarse nunca comer el Pan de vida de creer a Jesús como Pan de vida. En definitiva, estamos ante un texto modelo para comprender no solo la importancia del sacramento de la Eucaristía, sino también la relación necesaria entre la Eucaristía y los demás sacramentos, de una parte, y la experiencia de fe, por otro lado.

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

 

Evangelio

 

En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios». Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que Él ha enviado». Le replicaron: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”». Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».

 

Juan 6, 24-35








viernes, 30 de julio de 2021

Recomendación libresca: Cristología y soteriología. Introducción teológica al misterio de Jesucristo de José Rico Pavés



 



«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16,15). No se trata de una pregunta retórica. Los evangelistas subrayan la importancia del diálogo entre Jesús y sus discípulos haciendo notar aspectos que han de ser tenidos en cuenta en toda aproximación al conocimiento de Jesucristo. Ante todo, muestran con claridad que la pregunta ha tenido su origen en la iniciativa del mismo Cristo.

Planteado como una Introducción teológica al misterio de Jesucristo, el presente manual pretende responder a dos cuestiones: ¿quién es Jesús de Nazaret? y ¿por qué el Híjo de Dios se ha hecho hombre? No es posible separar el conocimiento de la persona de Cristo del de su obra redentora. Cristología y Soteriología aparecen como las dimensiones inseparables del único tratado teológico que se ocupa del misterio de Jesucristo. La estructura de este manual quiere responder a las indicaciones metodológicas del Concilio Vaticano II, con una primera parte positiva, en la que se presentan los datos de la Sagrada Escritura, de la Sagrada Tradición y del Magisterio sobre la persona y la obra de Jesucristo, y con una segunda parte sistemática, en la que se ordenan esos datos para responder a las cuestiones relacionadas con la identidad y misión de Jesús de Nazaret.

 

José Rico Pavés (Granada, 1966), obispo auxiliar de Getafe (España) desde junio de 2012, electo de Jerez desde 2021 y doctor en Teología por la PU Gregoriana de Roma (1998), ha sido profesor de Teología dogmática y patrística en Barcelona, Roma, Toledo y Madrid. Director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe, de la Conferencia Episcopal Española (2001-2013), es autor de algunos manuales de Teología (Cristología, Sacramentos de la Iniciación cristiana y Escatología), así como de la traducción de algunas obras patrísticas.



domingo, 25 de julio de 2021

Recordando la histórica visita de la Virgen del Carmen a nuestra Capilla del Voto

 

En este año tan especial, y una vez acabada su octava, queremos recordar la histórica visita que en 2017 realizara a nuestra Capilla del Voto la Señora del Carmen Coronada. Ese año fue acompañada y recibida por un buen número de hermanos.


Ha sido la primera procesión no extraordinaria que sale desde que comenzó la pandemia, trayéndonos imágenes a la memoria de cuando salía con ruedas, incluso los más mayores nos han recordado cuando esta procesión se producía cada año tal día como hoy, Solemnidad del Apóstol Santiago, Patrón de España.


Esperemos que sea la primera de la vuelta completa a la normalidad.













sábado, 24 de julio de 2021

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

XVII Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo B)

«El Hijo del hombre no ha venido a ser servido»

 

En esta solemnidad de Santiago, en el Año Santo Compostelano, nos separamos del ritmo habitual de lecturas de los domingos para centrarnos en un pasaje evangélico de Mateo que tiene como centro la llamada del Señor a servir y dar la vida, en contraste con la petición de la madre de los hijos de Zebedeo y la envidia de los otros diez discípulos. No cabe duda de que la elección de esta página está motivada en parte por la alusión en el texto a Santiago, puesto que era uno de los hijos de Zebedeo, beneficiarios del favor que buscaba su madre. Sin embargo, el diálogo nos conduce de modo natural hacia la segunda sección, en la que Jesús aclara no solo la imposibilidad de llevar a cabo lo que se solicita, sino la centralidad del servicio en el discipulado. Sería parcial y no se haría justicia con una comprensión meramente egoísta de la petición hacia los propios hijos. Más bien se nos están presentando en dos líneas varias enseñanzas sobre la oración cristiana y el modo de realizarla. En primer lugar, lo primero que realiza la madre cuando se encuentra con Jesús es postrarse. Este gesto denota ya una profunda veneración hacia el Señor. No es posible acercarse a Cristo sin reconocer su santidad y su poder. Sabemos, por otra parte, que es común hallar escenas similares a lo largo del Evangelio, especialmente en episodios que se refieren a curaciones o perdón de los pecados, temas estrechamente unidos en el ministerio del Señor. En efecto, ver al Señor y postrarse ante Él no significa nunca para el cristiano una humillación, sino un acto de reconocimiento de la realidad: una confesión hacia quien puede salvarnos. En segundo lugar, el pasaje nos propone un ejemplo de oración de petición. Igualmente, tanto en el Evangelio como en el resto de la Sagrada Escritura abundan modelos de petición dirigidos al Padre o a Cristo, reconociendo así su divinidad. Por otra parte, si nos detenemos ahora en la actitud de Jesús, descubrimos su condescendencia, evidenciada en el hecho de entablar con naturalidad un diálogo con la madre, mediante la pregunta: «¿Qué deseas?». Para nosotros, esta reacción del Señor implica la certeza de saber que, ante cualquier petición, Él vuelve su mirada hacia nosotros.

 

 La entrega radical de la vida

Frente a la confianza de la madre en Jesús y la actitud receptiva de este, nos encontramos, por un lado, con una actitud arrogante de quien realiza la petición, a través de la expresión «ordena que […] se sienten en tu Reino», y, por otro lado, con su egoísmo, pues se busca a sí misma bajo el pretexto de sus hijos. Pero sin duda, el mayor problema de la petición está en la falta de comprensión del significado del Reino, pues en ese deseo parece subyacer una visión más de dominio que de servicio, como pone de manifiesto la indignación por envidia del resto de discípulos. Es aquí cuando entra en escena la explicación del Señor, en la que la referencia al cáliz es una alusión al martirio con el que Santiago coronará su vida. El punto culminante del texto será la explicación final de Jesús, al condenar a quienes tiranizan y oprimen a los pueblos y poner como paradigma el servicio a los demás a través de una clara llamada: «El que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo». Como no podía ser de otra manera y hemos visto en repetidas ocasiones, Jesús no se limita a ofrecer un elenco de consejos hacia los demás, sino que Él mismo se sitúa como paradigma de entrega hasta el final, cuando señala que «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido». En definitiva, servir y dar la vida no suponen para el cristiano ni una humillación ni un menoscabo de humanidad, sino que concuerdan plenamente con la vocación más alta que hemos recibido de Dios, y que, en el caso de los mártires, se manifiesta de modo perfecto.

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

 

Evangelio

 

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

 

Mateo 20, 20-28

 





domingo, 18 de julio de 2021

El Papa a los franciscanos: "Enfrenten sus retos venciendo la ansiedad y el miedo"

 


El Papa, con los delegados de los franciscanos del capítulo general de de 2015


El Santo Padre envió un mensaje a los participantes del Capítulo General de la Orden franciscana que recientemente han elegido a un nuevo ministro general, Fray Massimo Giovanni Fusarelli. El Papa los animó a no dejar que la ansiedad y el miedo les impidan abrir sus corazones y mentes a la renovación, mientras se enfrentan a retos como el descenso del número de religiosos o el envejecimiento de la Orden.

 

Fuente: Vatican News

 

"Ir al encuentro de los hombres y mujeres que sufren en el cuerpo y en el alma, ir hacia una creación herida; ir como hombres de diálogo, buscando construir puentes en lugar de muros y como hombres de paz invitar a la conversión a los que siembran odio, división y violencia", es una de las exhortaciones que el Papa Francisco escribe en su mensaje a los participantes del Capítulo General de la Orden franciscana que recientemente han elegido a un nuevo ministro general, Fray Massimo Giovanni Fusarelli.

 

 

El Papa envía su bendición al nuevo ministro general de la Orden Franciscana


Fray Massimo Fusarelli, nuevo Ministro General de la Orden Franciscana de los Frailes Menores

 

En este contexto, el Santo Padre anima a los religiosos "a no dejar que la ansiedad y el miedo les impidan abrir sus corazones y mentes a la renovación", mientras se enfrentan a retos como el descenso del número de religiosos o el envejecimiento de los miembros de la Orden.

En su mensaje, Francisco le augura a Fray Fusarelli sus mejores deseos, agradeciendo también a su predecesor, el padre Michael Perry.

Además, el Pontífice expresa su cercanía a todas las comunidades franciscanas "dispersas por el mundo", recordándoles su "patrimonio espiritual de inestimable riqueza, enraizado en la vida evangélica y caracterizado por la oración, la fraternidad, la pobreza, la minoridad y la itinerancia".

Para el Papa, este es precisamente, un punto de fuerza para Orden en el presente, marcado por los "desafíos del descenso numérico y el envejecimiento", y para el futuro, en la perspectiva de la "renovación".  

Asimismo, el Pontífice alentó a los religiosos a salir al encuentro de los más descartados de la sociedad, tal y como lo hizo San Francisco:

“No olvidéis que una mirada renovada, capaz de abrirnos al futuro de Dios, la recibimos de nuestra cercanía a los pobres, a las víctimas de la esclavitud moderna, a los refugiados y a los excluidos de este mundo. Son sus maestros. Abrácenlos como lo hizo San Francisco”.

 

El Papa concluye compartiendo con los hermanos franciscanos una intención de oración especial:

“Que el Altísimo, Omnipotente y Buen Señor os haga cada vez más creíbles y alegres testigos del Evangelio; que os conceda llevar una vida sencilla y fraterna; y que os conduzca por los caminos del mundo para sembrar la semilla de la Buena Nueva con fe y esperanza. Rezo por ello y los acompaño con mi bendición”.




sábado, 17 de julio de 2021

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

XVI Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo B)

«No encontraban tiempo ni para comer»

 

A través de la figura de Cristo, Buen Pastor que cuida a su grey, conmemorada anualmente en el cuarto domingo de Pascua, continuamos con la experiencia de evangelización de los apóstoles. Para comprender adecuadamente este pasaje conviene hacer referencia a la primera lectura de la Misa, del libro de Jeremías. En ella, el profeta subraya el contraste entre los pastores inicuos y el Dios bueno, que se preocupa de conducir a su pueblo a través de las personas que va suscitando a lo largo del tiempo. El Señor se queja de los dirigentes que llevan a los israelitas a la perdición por estar más pendientes de sí mismos que de proteger de la adversidad al pueblo que les ha sido encomendado. Jeremías se detiene en la oposición entre dispersar y reunir. Lo primero conduce a la ruina y lo segundo al crecimiento y a la multiplicación, es decir, a la salvación. En este sentido, no debe pasar desapercibido que la primera acción que señala el pasaje evangélico de este domingo es que los apóstoles vuelven a reunirse con Jesús. Este retorno hacia el Señor, tras haber comenzado ellos la misión, no consiste únicamente en una decisión meramente organizativa, sino en tratar de contrastar la misión que han realizado con el que les ha enviado, ya que los apóstoles saben desde el principio que no actúan de modo independiente al Señor.

 

Soledad y descanso

La única frase que san Marcos atribuye a Jesús en este pasaje se refiere a la invitación del Señor a estar a solas con él en un lugar desierto para descansar. Considerando el cuidado del evangelista en la selección de las palabras que Jesús había pronunciado durante su vida, llegamos a la conclusión de que en la tarea evangelizadora, la soledad y el descanso no son ni accesorios ni prescindibles. De otro modo, esta frase no ocuparía el lugar preeminente que tiene en el conjunto de este capítulo. Ahora bien, ¿cómo ha de entender el discípulo el descanso? Sin duda, no se refiere exclusivamente a no hacer nada o a suspender parcialmente la tarea asignada, sino más bien como un espacio imprescindible para convivir con el Señor y con el resto de discípulos escogidos por Jesús para esta misión. Ciertamente, sabemos que escuchar y confrontar con otros nuestra forma de concebir y realizar la misión puede ayudar no poco a realizar con más seguridad e impulso las labores que nos aguardan. Pero, probablemente, lo más importante sea que el Maestro previene a sus discípulos ante la amenaza del activismo estéril o de tensiones inútiles que pueden poner en peligro tanto su identidad de enviados como la misma misión. A lo largo de los siglos se ha visto en este pasaje una clara llamada a afrontar con serenidad y equilibrio la evangelización y la propia relación con el Señor. No es posible sostener un verdadero vínculo con Cristo descuidando el mandato de estar a solas con Él, fomentando una relación honda y sosegada con el Maestro. De ahí que la Iglesia se haya dedicado desde siempre a propiciar tiempos y lugares de oración, para que esta sea una realidad incesante. El ejemplo más característico del cumplimiento de este deseo del Señor es la celebración de la liturgia de las horas, cuyos orígenes se pierden incluso antes de Cristo, constituyendo la manera ordinaria con la que colocamos al Señor en el centro de nuestra existencia. Sabemos que los mismos apóstoles subían al templo a orar a determinadas horas. Sin embargo, aparte de la celebración litúrgica, la Iglesia ha recomendado siempre otros tiempos especiales de oración, particularmente indicados para los que se van a dedicar más directamente al anuncio del Evangelio. A simple vista podría darnos la impresión de que el Señor, por una parte, pide descanso y retiro y, por otra, no encuentra momento para el propio reposo. Esto no significa una incoherencia en su enseñanza, sino la constatación de que el auténtico motor de un corazón de pastor no puede ser un interés personal, sino el deseo de prestar un servicio concreto hacia lo que los demás necesitan. Así pues, el descanso no lleva a desentenderse de las necesidades de quienes Jesús tiene delante, sino a poder valorar con mayor clarividencia lo que el hombre necesita y, así, actuar en consecuencia.

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

 

Evangelio

 

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces, de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.

 

 

Marcos 6, 30-34

 

 






miércoles, 14 de julio de 2021

Recordando a N.H.D. Camilo Guerrero Beato

 





Con motivo de la festividad de San Camilo, queremos recordar hoy a nuestro inolvidable hermano Camilo Guerrero Beato, quien falleciera a los 83 años de edad el jueves 28 de diciembre de 2017. Era el número 3 del libro de miembros de nuestra Hermandad en el momento de la partida al encuentro definitivo con su Señor de la Vía-Crucis. Camilo era “delirio” con el Divino Nazareno que a diario carga con la cruz de nuestros pecados en su altar de la Capilla del Voto. Fue un hermano querido por todos. Entrañable. Y generoso en el amplio sentido del término. Se daba a querer pues recogía todos los afectos que él mismo sembraba sin pedir nada a cambio. Siempre dispuesto a la máxima entrega y al servicio más incondicional para con la Hermandad. Vistió la túnica nazarena hasta que sus fuerzas así se lo permitieron.




sábado, 10 de julio de 2021

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

XV Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo B)

Elección y misión de los apóstoles

 

Tras la contemplación, durante varias semanas, de distintos milagros, ahora nos adentramos en la relación de Jesús con sus discípulos. En concreto, en este domingo vamos a ver al Señor enviando a los doce a su primera misión. Los apóstoles son destinados a anunciar, a través de la predicación en nombre de Jesucristo, la llegada del Reino de Dios. Y, siguiendo la dinámica de las semanas pasadas, esa proclamación estará estrechamente ligada con la expulsión de demonios y con la curación de enfermos. Una interesante novedad que distingue el modo de actuar de Jesús con respecto al de los profetas del Antiguo Testamento es que el profeta era llamado por Dios, pero no escogía por propia iniciativa discípulos para colaborar en su misión. Jesús, en cambio, desde el comienzo de su vida pública quiere implicar a sus amigos en esta tarea, motivado no por una necesidad, sino porque desea que compartan con Él la misión y, sobre todo, la vida, puesto que en Jesús no podemos separar la identidad de la misión. Así pues, sus discípulos no son únicamente unos conocidos a los que les encomienda una tarea precisa durante un tiempo limitado. Por el contrario, la misión que Jesús encarga a los apóstoles surge de un profundo conocimiento y amor mutuo previo, cualificando la tarea de enviados, que es precisamente el significado etimológico de la palabra apóstoles.

 

Las exigencias de la misión

El pasaje evangélico busca destacar el estrecho vínculo entre el comienzo del ministerio apostólico y el inicio del anuncio del Reino de Dios por parte de Jesús, que había tenido lugar con el mandato «convertíos y creed en el Evangelio» del comienzo del libro. Por eso Marcos incide ahora en que los doce salen «a predicar la conversión», es decir, un cambio radical de vida que, sin duda, ha de afectar, en primer lugar, a ellos mismos. Con esto se pone de relieve la continuidad y la identidad con la misión del Señor. Junto con la predicación, Marcos afirma que «echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban». No es suficiente, por tanto, con anunciar el Evangelio. El cometido apostólico lleva consigo la realización de acciones significativas para que todos puedan constatar que el Reino de Dios ha llegado. El pasaje destaca, además, que Jesús «los fue enviando de dos en dos», según la costumbre habitual entre los judíos. El anuncio en grupos de dos concuerda con una tradición anterior, pero también es un estímulo y ayuda para la evangelización. Asimismo, el Evangelio quiere poner de manifiesto que pocas cosas hacen falta para ponerse en camino: un bastón, sandalias y ni siquiera túnica de repuesto, destacando así, al igual que en otros pasajes, el abandono en la providencia de Dios, el desprendimiento que debe caracterizar a quien se encamina a la misión y la exigencia de vivir desapegados de las comodidades o de los bienes materiales, necesarios únicamente como instrumentos para la tarea encomendada, pero para nada más. De este modo, queda de manifiesto que la misión del discípulo del Señor debe ir ligada a una austeridad de vida, como signo externo de un desapego mucho más profundo: el de los propios intereses. Quien, por contra, vive preocupado por sí mismo o agobiado por su futuro se incapacita en gran medida para llevar a cabo esta misión, puesto que en lugar de transmitir el amor y la cercanía de Dios hacia los demás, únicamente acabará mirando por sí mismo. En definitiva, mucho tiene que ver este pasaje con la bienaventuranza de los pobres de espíritu, de la que nos habla el capítulo cinco del Evangelio según san Mateo.

 

El ánimo del evangelizador

Estamos ante un relato que corresponde a la primera parte del Evangelio de san Marcos, donde prevalecen el optimismo y el entusiasmo inicial, corroborado por la gran cantidad de curaciones y exorcismos realizados por los apóstoles. Sin embargo, Jesús les advierte ya que no todo va a consistir en un triunfo y una aceptación incondicional por parte de las personas con las que se encuentren. Para ello nos prepara en la primera lectura, en la que podemos comprobar, con el ejemplo del profeta Amós, que los enviados de Dios no reciben siempre una buena acogida. Se trata de un anticipo de lo que le ocurrirá al mismo Señor y a los cristianos a lo largo de los siglos. Con todo, aunque el Evangelio nos ayuda a ser conscientes de la posibilidad del rechazo, trata ante todo de ofrecernos ánimo y esperanza en una encomienda que por su misma naturaleza transmite la salvación de Dios a los hombres, más allá de las vicisitudes específicas de tiempo o de lugar con las que, a lo largo de la historia, se encuentran quienes son enviados por la Iglesia a realizar la misión.

 

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

 

Evangelio

 

En aquel tiempo, llamó Jesús a los doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos». Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban

 

 

Marcos 6, 7-13

 





martes, 6 de julio de 2021