Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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lunes, 26 de abril de 2021

Rogad a Dios en caridad por el alma de don José María Vázquez-Reina Vázquez, abuelo y suegro de hermanos de nuestra Hermandad

 



Hemos tenido conocimiento de su fallecimiento el pasado día 10 de abril a los 77 años de edad.



sábado, 24 de abril de 2021

Evangelio y comentario

 

Fuente: ALFA Y OMEGA

IV Domingo de Pascua (ciclo B)

«Habrá un solo rebaño y un solo Pastor»

 

De los diversos modos que la Escritura posee para referirse a Jesús, el título de Buen Pastor es probablemente uno de los más expresivos y quizá el que con mayor claridad precisa la relación entre el Señor y nosotros. Esta forma de designar a Cristo no es, sin embargo, nueva en el pensamiento de la época de Jesús. En el antiguo Oriente era habitual considerar al rey como pastor del pueblo que guiaba, y tanto Moisés como David habían sido, de hecho, pastores antes de haber sido investidos caudillos de Israel. Quien era elegido por Dios para gobernar a su pueblo recibía asimismo un mandato de velar por la grey encomendada y de evitar cualquier dispersión del rebaño. Por eso, una de las tareas más significativas que el Antiguo Testamento asigna al rey y pastor es la de «reunir» a los dispersos, como señala por ejemplo el profeta Ezequiel con ocasión del destierro en Babilonia en el siglo VI a. C. Con todo, la frecuente experiencia de fracaso en esta misión de congregar a las diferentes tribus, por un lado, y la poca altura moral de algunos de los dirigentes de Israel, por otro, van a propiciar el anhelo de que sea Dios mismo quien, en un futuro, se sitúe al frente del pueblo. Al mismo tiempo, una misión que en su origen se circunscribía a unos límites territoriales precisos irá ampliando paulatinamente su horizonte hasta ponernos cara a cara ante un pastor con vocación universal, que superará cualquier frontera de pueblo, raza o nación. Esta es, en definitiva, la visión que el pasaje evangélico de este domingo nos presenta de Cristo. Tras afirmar con rotundidad «yo soy el Buen Pastor», Jesús quiere especificar el significado de ese pastoreo que lleva a cabo. La primera característica del pastor ha de ser la de dar la vida por las ovejas. Esta aseveración coloca desde el principio en primer plano el carácter sacrificial y de entrega de la vida de Jesús, y marcará el resto de condiciones que deberá poseer un auténtico pastor. Del contenido del pasaje se deduce un cierto carácter polémico que busca distinguir a los verdaderos de los falsos pastores. De hecho, estas palabras siguen a una discusión entre Jesús y los fariseos tras la curación del ciego de nacimiento. Para nosotros es fundamental percibir que cuando Jesús insiste en las características del buen pastor se está refiriendo a sí mismo, habla en primera persona y no solo teóricamente. Por desgracia, los israelitas estaban acostumbrados a dirigentes políticos y religiosos entre los que abundaban quienes buscaban más el bien propio que el de las personas encomendadas a ellos, actuando como asalariados y abandonando a su grey ante el menor riesgo. A diferencia de estos, Jesús remarca que a Él le «importan las ovejas», garantía a la que siempre debemos recurrir, especialmente cuando experimentemos la duda, la incertidumbre o la falta de confianza en el cuidado que Dios tiene de cada uno de nosotros.

 

Jesús conoce a sus ovejas

Estrechamente unida con la dimensión de entrega y de cuidado de cada uno de nosotros se vincula el conocimiento de Jesucristo hacia sus hijos. Para nosotros, seres limitados, es arduo comprender cómo es posible este conocimiento de Jesucristo y cómo el Señor nos capacita para poder conocerlo a Él realmente. El fundamento no es otro que la estrecha relación entre el Padre y el Hijo. Este vínculo lleva a Cristo a conocernos y amarnos y, al mismo tiempo, nos impulsa a conocer y amar a Dios y a los hermanos. La alusión de Jesús a la existencia de otras ovejas que no son de este redil plantea, en continuidad con algunas referencias veterotestamentarias, una misión definida de búsqueda a cualquier persona, sea cual sea la situación en la que esté. En esta frase, la Iglesia ha encontrado siempre una llamada indiscutible a recorrer el camino que nos separa de los demás y de intentar hallar puntos de encuentro con la finalidad de mirar juntos hacia ese Pastor Supremo que nos lleva hacia el Padre.

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

 

Evangelio

 

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

 

Juan 10, 11-18

 






jueves, 22 de abril de 2021

Recomendación libresca: Pequeño catecismo eucarístico, de Roberto Coggi





Una guía para comprender mejor el misterio de la Eucaristía, que es el misterio del amor de Jesús por nosotros, hasta quedarse bajo la apariencia de pan.

 

El misterio de la Eucaristía es algo muy grande y maravilloso que es necesario comprender bien. Con este libro podrás entender mejor y maravillarte del gran amor de Jesús, que quiso quedarse con nosotros bajo la apariencia de pan. También podrás leer algunos milagros eucarísticos que nos ayudan a creer en este hecho tan especial.

 


 

miércoles, 21 de abril de 2021

martes, 20 de abril de 2021

Reina del Cielo, alégrate, aleluya...

 


Foto: N.H.D. Marco A. Velo



lunes, 19 de abril de 2021

José Ángel Saiz Meneses será el nuevo arzobispo de Sevilla





Este conquense de 64 años era hasta ahora obispo de Tarrasa. Es miembro de la ejecutiva de la Conferencia Episcopal y conoce la ciudad porque ha predicado en varias ocasiones en la Macarena. Tomará posesión el 12 de junio

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Fuente: ABC de Sevilla

 

El hasta ahora obispo de la diócesis de Tarrasa, José Ángel Saiz Meneses, será el nuevo arzobispo de Sevilla en sustitución de Juan José Asenjo. Tomará posesión el sábado 12 de junio en la Catedral. Este conquense nacido en el municipio de Sisante en agosto de 1956 -tiene por tanto 64 años- ha hecho casi toda su carrera en Cataluña. Ingresó en el Seminario Menor Nuestra Señora de Montalegre de Barcelona en 1968, con 12 años, y posteriormente estudió Psicología en la Universidad de Barcelona antes de ingresar en el Seminario Mayor de Toledo para estudiar Filosofía, Espiritualidad y Teología. En esta ciudad se ordenó en julio de 1984 y allí tuvo varias encomiendas. Fue primero rector en Los Alares y Anchuras de los Montes, luego vicario en Illescas, capellán soldado en el Hospital de Valladolid y consiliario de zona de los Equipos de Nuestra Señora y del Movimiento de Maestros y profesores Cristianos.

Cinco años después, en el 89, volvió a Barcelona como vicario de Sant Andreu del Palomar y párroco, a partir de 1992, de la iglesia de la Virgen del Rosario de Cerdanyola, cargo que compaginó con el de responsable de la Pastoral Universitaria de la Universidad Autónoma de Barcelona. Allí obtuvo la licenciatura en la Facultad de Teología de Cataluña en 1993.

El 6 de mayo del año 2000 fue nombrado Secretario General y Canciller del Arzobispado de Barcelona y el 10 de abril de 2001 miembro del Colegio de Consultores de la misma archidiócesis. De ahí pasó a ser obispo auxiliar de Barcelona en octubre de 2001, hasta que el 15 de junio de 2004 fue nombrado primer obispo de la nueva diócesis de Tarrasa y administrador apostólico de la archidiócesis de Barcelona y de la nueva diócesis de Sant Feliu de Llobregat.

Es miembro de la comisión ejecutiva de la Conferencia Episcopal desde marzo del año pasado, así como de la Comisión Permanente. Saiz Meneses tiene relación con la Hermandad de la Macarena, donde ha predicado en varias ocasiones. La última vez que visitó Sevilla fue en febrero del año pasado precisamente para participar en el viacrucis interno del Señor de la Sentencia, en el que se encargó de la séptima estación.

Saiz Meneses sustituye a monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, que permanecerá en Sevilla asesorando al nuevo arzobispo estos primeros meses y luego se retirará en la ciudad a la que llegó hace casi 13 años, en noviembre de 2008, para sustituir al cardenal Carlos Amigo Vallejo. Asenjo ha gobernado la Iglesia de Sevilla durante un proceso tranquilo de transformación que se ha visto traducido en el aumento de las vocaciones sacerdotales, la recuperación del patrimonio, el equilibrio de las cuentas, la renovación de sacerdotes, el fomento de la vida cultural en las hermandades...

Su legado será recordado a pesar de que los últimos años de su pontificado han estado marcados por su delicado estado de salud, lo que le abocó a enviar varias cartas al Papa solicitando su relevo en cuanto cumplió 75 años. Aunque es natural de Sigüenza, provincia de Guadalajara, y allí tiene a su familia, el arzobispo saliente vivirá en Sevilla porque, según él mismo confiesa, es la Archidócesis que más le ha marcado en su trayectoria como obispo, que comenzó en Iziriana y auxiliar de Toledo el 27 de febrero de 1997. En aquella época compaginó el cargo con el de secretario general de la Conferencia Episcopal Española, donde estuvo hasta 2003. Entre los mismos años fue copresidente de la Comisión Mixta Ministerio de Educación y Cultura-Conferencia Episcopal para el seguimiento del Plan Nacional de Catedrales.

A partir d 2003 fue obispo de Córdoba y se encargó de coordinar la V Visita Apostólica del Santo Padre Juan Pablo II a España. Y el 13 de noviembre de 2008 fue anunciado como arzobispo de Sevilla, donde ha mantenido el liderazgo de la Iglesia hasta este sábado 17 de abril en el que entrega el báculo a José Ángel Saiz Meneses.

El nuevo arzobispo de Sevilla utilizó, una vez hecha pública la noticia, la red social Twitter para referirse a su nombramiento. Así, señaló: «El Santo Padre Francisco me ha nombrado Arzobispo de Sevilla. Rezad por mí, para que sea un pastor según el Corazón de Cristo, manso, humilde, que hace del servicio el eje de su vida, que da la vida por el Señor y por los hermanos».



 

sábado, 17 de abril de 2021

Evangelio y comentario

 

Fuente: ALFA Y OMEGA

III Domingo de Pascua (ciclo B)

El miedo convertido en gozo

 

Los relatos evangélicos del tiempo pascual, especialmente durante la primera octava y los tres primeros domingos, se centran en las apariciones del Señor resucitado a sus discípulos. A través de estos pasajes descubrimos algunas notas características del modo de manifestarse el Señor, así como de la reacción que provoca en quienes se encuentran con Él. En primer lugar, destaca la sorpresa de quienes creen a Jesús muerto y ahora lo ven vivo, o los que encuentran el sepulcro vacío y piensan que han robado el cuerpo del Señor. Con ello se está subrayando que Jesús murió realmente y fue sepultado realmente. Él ha descendido a los infiernos, que no al infierno. Cuando se habla de los infiernos en plural se está designando el lugar de los muertos, visitado por Cristo tras su muerte con la finalidad de rescatar a la humanidad caída. Este misterio es representado tradicionalmente por la iconografía de la imagen del Señor sacando a Adán de lo profundo, agarrándolo por la muñeca. En segundo lugar, las apariciones inciden en el cambio existencial de los discípulos, que están aterrorizados ante lo que ven, pero al comprobar que es Jesús se llenan de alegría. Ciertamente, el proceso que llevaría a Jesús a la cruz había sido traumático para los apóstoles y el resto de discípulos, rompiéndose una unidad que, tras la Resurrección, vuelve a ser recuperada. Sin embargo, teniendo en cuenta estas consideraciones, en el Evangelio de este domingo se pretende insistir sobre todo en la corporalidad del Señor resucitado, así como en el cumplimiento de las Escrituras que tiene lugar con la Resurrección de Cristo. La corporalidad del Señor Cuando en el credo apostólico confesamos la resurrección de la carne estamos ante el acontecimiento central del cristianismo, frente a «la verdad fundamental que es preciso reafirmar con vigor en todos los tiempos, puesto que negarla, como de diversos modos se ha intentado hacer y se sigue haciendo, o transformarla en un acontecimiento puramente espiritual, significa desvirtuar nuestra misma fe», tal y como afirmaba hace unos años Benedicto XVI al explicar este pasaje. Los relatos de las apariciones muestran reiteradamente que en Jesús resucitado no solo constatamos una identidad espiritual, como si fuera un fantasma, sino que hay una identidad corporal. Esta es la razón de insistir en las llagas y mostrarse de modo tangible. Por otro lado, la Resurrección no anula la Pasión y la Muerte, sino que las vence. Por eso las llagas no han desaparecido; siguen como prueba de una identidad y de una corporalidad.

 

 La visión bíblica del cuerpo

 No fue sencillo hacer comprender al pensamiento dominante de la época la realidad de la Resurrección. Y no solo por la dificultad de asumir que un muerto pueda volver a vivir, sino también porque era necesario aceptar la perspectiva bíblica sobre el cuerpo. Si bien el pensamiento griego había afirmado la inmortalidad del alma, algo que ya representaba un cierto avance con respecto a otros pueblos paganos, para ellos el cuerpo suponía un obstáculo, una especie de tumba o de cárcel para el hombre, de la cual debía liberarse. Frente a esta postura, la Biblia señala que el cuerpo ha sido creado por Dios como realidad buena, y el hombre solo se completa asumiendo su cuerpo. Por lo tanto, el objetivo del hombre no es únicamente estar unido a Dios con su alma inmortal, sino recibir de nuevo el cuerpo. La concepción cristiana del cuerpo tiene importantes consecuencias para nuestra vida en todos los órdenes de la misma; uno de ellos es comprender que el pecado no procede del cuerpo, sino de la debilidad moral del hombre manchado por el pecado original; otro aspecto es la necesidad de valorar y cuidar con equilibrio el propio cuerpo. El pasaje de este domingo concluye mostrando a Cristo y su Resurrección como cumplimiento de las Escrituras. Cuando san Lucas se refiere a la ley de Moisés, los profetas y los salmos se comprende con ello lo que nosotros designamos como el Antiguo Testamento completo. A partir de la Resurrección del Señor se puede percibir que en el Antiguo Testamento está latente el nuevo, así como que en el Nuevo Testamento se hace patente el Antiguo.

 

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

 

Evangelio

 

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

 

 

Lucas 24, 35-48







jueves, 15 de abril de 2021

Jubiloso natalicio

 




El pasado día 25 de febrero –festividad de San Valerio de Astorga- vino al mundo la pequeña María López Gutiérrez, pesando 2,760 kgrs. La Hermandad de las Cinco Llagas felicita tanto a su padre N.H.D. Ildefonso López Guerra como a su madre Dª María Jesús Gutiérrez Santaló, así como a su abuelo paterno N.H.D. Ildefonso López Rodríguez por tan feliz acontecimiento con el que todos nos congratulamos.


 


miércoles, 14 de abril de 2021

Rogad a Dios en caridad por el alma de don Cristóbal Pérez Arellano, padre de nuestro hermano don Cristóbal Pérez Galván

 



Hemos tenido conocimiento de su fallecimiento el pasado día 1 de febrero a los 51 años de edad.


martes, 13 de abril de 2021

sábado, 10 de abril de 2021

Evangelio y comentario

 

Fuente: ALFA Y OMEGA

II Domingo de Pascua (ciclo B)

Reconocer al Señor en la comunidad

 

Finalizados los días de la Pasión del Señor, durante esta semana estamos celebrando la Resurrección de Cristo como si de un único día se tratara. En realidad este periodo será prolongado hasta el día de Pentecostés, 50 días después del de Pascua. Sabemos que la configuración del tiempo pascual nace principalmente de la Escritura; en concreto, dos son las alusiones temporales más destacadas: la de los 40 días, cuando celebramos la Ascensión del Señor, y la de los 50 días, unidos a la fiesta de Pentecostés. Sin embargo, en relatos como los de este domingo detectamos otras dos referencias temporales: la del primer día de la semana, ligado a la Resurrección y a la manifestación del Señor vivo ante sus discípulos, y la del octavo día. No podemos pasar por alto, ante todo, que san Juan quiere hacernos ver que Jesús se presenta cuando «estaban los discípulos en una casa», es decir, se hallaban reunidos. Así pues, la primera aparición del Señor a los apóstoles se realiza en comunidad. Este modo de revelarse está, sin duda, en consonancia con el modo que Dios ha tenido a la hora de llevar a cabo su obra de salvación. Hemos sido salvados en comunidad. Por eso, la primera vez que Jesús es reconocido vivo tras haber muerto en la cruz, lo hace en presencia de la comunidad, siendo testigos los fundamentos de la Iglesia, que son los apóstoles. Este hecho tiene relevantes consecuencias, pero quizá la primordial sea que no es posible reconocer a Jesucristo resucitado si no es pasando por la comunidad, que es la Iglesia. De no darse este paso, ciertamente podríamos formarnos una imagen de Jesús más o menos concorde con la realidad pero, desde luego, no sería posible conocer verdaderamente a Jesucristo. No hemos de olvidar, en este sentido, que tampoco los judíos o romanos que tuvieron trato con Jesús antes de morir tuvieron experiencia del Señor resucitado, salvo aquellos que se integraron en la nueva comunidad de la Iglesia. De este modo, el Nuevo Testamento no nos da noticia de que Pilato, Herodes o quienes promovieron el proceso de condena contra Jesús tuvieran relación con el Señor tras resucitar.

 

Reunidos semanalmente

No es indiferente, en segundo lugar, que la comunidad aparezca reunida el primer día y el octavo día. Aparte de descubrir la evidente coincidencia de día de la semana, el domingo, el Evangelio nos marca desde el principio de la vida de la Iglesia un ritmo semanal en el que la comunidad se reúne. Acercarse a este pasaje evangélico permite descubrir que los primeros cristianos ya se reunían semanalmente y que reconocieron al Resucitado en esa dinámica. Por eso es determinante entender desde aquí el motivo de nuestra celebración semanal en comunidad. Lejos de tratarse de una costumbre adquirida con el paso del tiempo, o un mero precepto eclesiástico introducido en un momento preciso, la celebración dominical está presente en la vida de la Iglesia desde el mismo momento de la Resurrección del Señor. Asimismo, aparte de poder tener experiencia del Señor, ese es el lugar en el que Jesús derrama sus dones. El primero de ellos es la paz, término que aparece como el primero que sale de la boca del Jesús resucitado. Junto con la paz y alegría producidas al ver al Señor, encontramos el don del Espíritu Santo, puntualizando el Evangelio que «sopló sobre ellos», para enfatizar que Jesús mismo es el origen de este don. Al mismo tiempo, desde el inicio de la presencia en la Iglesia de quien ha vencido a la muerte, aparecen tanto la misión, mediante la frase «como el Padre me ha enviado, así también os envío yo», como la afirmación del poder de perdonar o retener pecados. Con ello descubrimos que encontrarse con el Señor resucitado significa también ser enviados a una tarea concreta recibida del mismo Cristo.

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

 

Evangelio

 

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

 

Juan 20, 19-31

 






martes, 6 de abril de 2021

Cambio de atuendo de María Santísima de la Esperanza para el tiempo pascual


 Fotos: D. Jesús Tamayo y N.HªDª María Ruiz-Henestrosa















lunes, 5 de abril de 2021

Felicitación Pascual




Pintura realizada por el P. D. Enrique Hernández, recientemente fallecido y que perteneció a esta Santa Hermandad




La Hermandad de las Sagradas Cinco Llagas de Cristo de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera le desea una muy feliz y gozosa Pascua de Resurrección.




 

domingo, 4 de abril de 2021

CARTA DE PASCUA DE NUESTRO DIRECTOR ESPIRITUAL


 

Queridos hermanos: Paz y Bien.

         Iniciando la cuaresma, en camino hacia la Pascua os envié un saludo. Lo hago ahora de nuevo, en Pascua, en el contexto de la pandemia que sigue afligiendo a nuestro mundo y que nos recuerda que estamos en una misma barca: a todos nos ha sorprendido y a todos nos afecta. De especial manera saludo a nuestros hermanos, amigos, familiares y colaboradores que lo están sufriendo más de cerca. Para todos, mi cariño y mi oración.

         Nos sentimos vulnerables como nunca. Males habituales como las hambrunas que no cesan, el drama de los refugiados, las injusticias cotidianas de todo tipo, los conflictos abiertos en tantos lugares, la agresión continuada a nuestro planeta y tantas otras situaciones deshumanas no habían logrado una reacción mundial como la que se está dando, tal vez porque en esta ocasión nos hemos visto amenazados de cerca, en primera persona: “mi vida” corre peligro. La reacción global ha sido inaudita: confinamiento, cese de actividades - ocupaciones hasta ahora “imprescindibles”- han sido dejadas de lado; agendas y programaciones han saltado por los aires.

         El tiempo, sin embargo, no se ha detenido. Sabíamos que estaban por llegar los días de la Semana Santa y de la Pascua; los esperábamos, pero no esperábamos vivirlos de esta manera. Hemos contactado con comunidades de diferentes lugares y nos mantenemos en comunicación con numerosos hermanos. Una buena parte está redescubriendo el don de la comunidad con momentos de diálogo, oración y ocio, que no eran tan habituales. A otros no les está resultando tan fácil estar tanto tiempo juntos y confinados; parecen días perdidos e improductivos: “¡Con todo lo que hay que hacer! ¡Con la falta que hago!”. Otros, a pesar de las cuarentenas, prefieren “estar fuera” a través de los medios y de las redes sociales más que “quedarse en casa”.

         En todo caso, la mayoría nos hemos quedado sin poder vivir este tiempo como lo habíamos previsto. Pareciera que este año estos días santos han tomado las riendas y quieren ser los protagonistas, sin prisas; quieren tomarse su tiempo.

         Esta Semana Santa y esta Pascua “quieren hacernos”, despacito, y no que nosotros los hagamos a ellos. No quieren ser sometidos a nuestro estrés organizativo tan típico de estas fechas. ¿Qué habrán planificado estos días para nosotros? ¿Cuáles serán sus planes? Posiblemente quieren que focalicemos nuestra atención en la manera en que Jesús cuidó y logró salvar su vida tantas veces amenazada, incluso desde su inicio (cf. Mt 1,19; 2,13).

         Jesús, de hecho, se lo tomó muy en serio; él nos enseña que sí, que en efecto la vida es importante, ¡lo más importante que tenemos! Toca cuidarla con todo el corazón. Por eso valoró y amó la suya, pero sin narcisismos egoístas. Amaba el tesoro que había encontrado en ella: la vida del Padre y el camino para la vida de todos (cf. Jn 17,21). Por eso hizo todo lo humanamente posible para conservarla y defenderla, ¡y lo logró! ¿Cómo? Ofreciéndola al Padre, entregándola a los que lo adversaban, regalándola a todos.

         Desde lo que nos está tocando afrontar en esta época, de alguna manera podemos decir que Jesús, el nacido de mujer, hizo de su vida una larga y rigurosa cuarentena: no dejó los confines de este mundo antes de tiempo ni se dejó seducir por otra terapia que no fuera la voluntad del Padre, Señor y dador de vida. Aceptó muchos límites y, por más que le insistieron, no intentó sobrepasarlos (cf. Mc 3,31; 8,32; Lc 4,1-13; 9,33.54; 22,49.63-65; 23,8.39; Jn 6,15; etc.). De haberlo hecho habría perdido la vida.

         Este tiempo sigue siendo de Dios. Aprovechémoslo, despacito, con creatividad, para seguir contemplando cómo salvar la vida al modo de Jesús; para adentrarnos en el misterio Pascual; para recrear la vida fraterna en comunidad. Aprovechemos para hacer un silencio fructuoso que nos permita después compartir lo que estamos descubriendo. Aprovechemos para empatizar entrañablemente con quienes de forma habitual tienen la vida en peligro y comprometernos más con ellos. Aprovechemos para repensar modos de vida y de consumo, ideando respuestas solidarias y concretas a situaciones sociales y económicas que golpearán aún más fuerte a nuestro entorno una vez superada la pandemia.

         No dejemos de acoger estos días en la fe y en la esperanza, viviendo la caridad con todos los que tenemos más cercanos, sin dejar de orar confiados por el mundo, nuestra casa común. Son tiempos que no escapan de la mano ni del Corazón de Dios. Todo lo que está aconteciendo nos llama a ser más humanos, sensibles y solidarios. Agradezcamos el testimonio de tantos gestos cotidianos que se multiplican por todas partes de personas, también de hermanos nuestros, que llevan afecto y consuelo a quienes peor lo están pasando.

         Que nos preocupe y nos ocupe siempre más la vida, ¡toda vida! Cuando así lo hacemos somos testigos de la Pascua, del sepulcro vacío y de la mañana de Resurrección.

         Hagamos de nuestra vida, como el hermano Francisco de Asís, "un instrumento de PAZ", ya que no estamos amenazados de muerte. Estamos amenazados de VIDA, amenazados de ESPERANZA, amenazados de AMOR.

¡¡NO BUSQUÉIS ENTRE LOS MUERTOS AL QUE VIVE,

HA RESUCITADO!!

¡¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!

        

Julián Bartolomé Rivera, O.F.M

 Director Espiritual

 




sábado, 3 de abril de 2021

Evangelio y comentario

 

Fuente: ALFA Y OMEGA

Domingo de Resurrección (ciclo B)

La novedad de la Resurrección

 

Concluidos los días de la Pasión del Señor, la Iglesia inaugura con el Domingo de Resurrección un periodo de 50 días que son vividos con el máximo esplendor por la liturgia. El acontecimiento de la Pascua encierra tanta densidad de significado que no basta con un solo día, ni siquiera con la octava, para ir desgranando poco a poco lo que ha supuesto para la historia humana la victoria del Señor sobre la muerte. Serán necesarias, pues, siete semanas, en las que retomaremos y celebraremos una y otra vez la culminación de nuestra salvación. Este domingo es, ante todo, «el primer día». Con estas palabras inicia el pasaje del Evangelio de san Juan previsto para el día de Pascua. Aunque el texto lo señale como «el primer día de la semana», para indicar que se trata del domingo, se alude ya a una novedad, al primer día de una nueva historia, de una nueva creación y de una nueva vida para el hombre. «Este es el día que hizo el Señor», cantamos también en el salmo responsorial. Se trata, asimismo, del «tercer día», conforme aparece en la primera lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles. En este caso, esta referencia temporal se referirá al día del cumplimiento, al día final, cuando todo ha sido consumado. María la Magdalena se dirigirá al sepulcro al amanecer, aún en la oscuridad. El sábado era una jornada de descanso para los judíos y solo al anochecer comenzaba el nuevo día y podían retomarse las actividades, entre ellas, la de preparar el cuerpo de Jesús, que había sido llevado a su lugar de descanso sin terminar de preparar según las costumbres judías. Entre los varios elementos de este episodio sobresale la sorpresa de los discípulos ante lo que se encuentran. La Magdalena, de hecho, no piensa que Jesús ha resucitado, sino que «se han llevado del sepulcro al Señor», sin saber dónde lo han puesto. A continuación entran en escena Simón Pedro «y el otro discípulo, a quien Jesús amaba». Aunque nosotros podamos inclinarnos a comprender la reacción de echar a correr de los dos discípulos como una señal de alegría ante la Resurrección, incluso con una cierta impresión de competición por ver quién llega antes, la realidad debió de ser de preocupación y confusión ante lo que María la Magdalena había relatado.


Un hecho constatable

La llegada al sepulcro es clave para entender varias cosas: en primer lugar, el segundo discípulo cede el paso a Pedro, que, como cabeza de los apóstoles, será el primero en acceder al sepulcro. En segundo lugar, san Juan insistirá, a través de la expresión «vio y creyó», que la fe en la Resurrección del Señor no nace de la nada, sino de un hecho constatable, como es, en este caso, el ver el sepulcro vacío con los lienzos tendidos y el sudario enrollado. Estaban, sin duda, ante algo inesperado y sorprendente ya que, aunque Jesús se había referido en varias ocasiones a su resurrección, los vocablos adoptados en la lengua original eran ambiguos, puesto que con el mismo término que se designa la resurrección se podían referir a realidades como «volver a levantarse» o «despertarse». La última frase del texto nos va a señalar el cambio de mentalidad producido en los testigos de este suceso: «Hasta ahora no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos». Será el acontecimiento lo que interpretará la Escritura y no al revés. Así pues, desde este instante, la fe en la Resurrección estará para siempre indivisiblemente unida al testimonio de quienes presenciaron el sepulcro vacío. Comprender esto es captar la naturaleza del cristianismo, de una fe que no nace de una deducción interna ni de una revelación particular, sino de un acontecimiento real transmitido por los apóstoles y las primeras comunidades cristianas en un cuerpo vivo, que es la Iglesia. En concordancia con este modo de comprender nuestra fe está el anuncio que escuchamos en la primera lectura de este día, cuando Pedro toma la palabra y proclama ante el pueblo lo que ha sucedido.

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

 

Evangelio

 

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro e, inclinándose, vio los lienzos tendidos, pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos.

 

 

Juan 20, 1-9

 





viernes, 2 de abril de 2021

Madrugada Santa 2021


 Del camino de la Santa Cruz, intenciones de la Madrugada y Piadoso Ejercicio del Vía Crucis

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