Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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domingo, 31 de enero de 2021

Segunda fotografía in memoriam N.H. Francisco Barra: Histórica foto de hermanos homenajeados en la Función Principal






En la primera Función Principal del mandato 2006-2011, presidido por N.H.D. Francisco Barra Bohórquez, celebraron cincuentenario los recordados hermanos don Juan Peña Tejero y don Francisco Vilches Calvo, que posan junto al hermano mayor y al secretario, N.H.D. Marco A. Velo García.

 


sábado, 30 de enero de 2021

Evangelio y comentario

 Fuente: ALFA Y OMEGA

Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo B)

«Su fama se extendió»

 

Tras el episodio de las tentaciones de Jesús en el desierto, la llamada a la conversión y la elección de los primeros discípulos, Jesús comienza su misión pública. A través de diversas escenas y resúmenes, san Marcos va a mostrarnos a lo largo de sus páginas el modo de actuar del Señor, en el que sus gestos y palabras estarán intrínsecamente unidos, como nos recuerda el Concilio Vaticano II al explicar el modo mediante el cual Dios se nos ha revelado. La tónica dominante de esta primera sección del Evangelio será la extraordinaria acogida que tendrán las acciones y enseñanzas de Jesús. Para el israelita de tiempos de Jesús, la figura de mayor ascendencia doctrinalmente hablando era, sin duda, Moisés. Varias veces aparece confirmado en la Escritura. No solo se trataba del instrumento utilizado por Dios para liberar al pueblo del poder del faraón, sino que también fue quien transmitió a los judíos los mandamientos promulgados por el mismo Dios. Hablar de la ley implicaba automáticamente pensar en Moisés. Así pues, este guía del pueblo reunía unas condiciones que lo hicieron digno de ser considerado como el profeta por antonomasia. Como nos recuerda la primera lectura de la Misa de este domingo, Dios mismo avivó la esperanza de que en un futuro les enviaría un profeta semejante a Moisés. Es cierto que durante siglos, Israel tuvo numerosos profetas, que desempeñaron la función de reprender al pueblo por tantas injusticias sociales o idolatrías en las que no pocas veces caían los israelitas. Pero como deja traslucir la Escritura, por una parte, se vivía bajo la amenaza de los falsos profetas, que podían engañar a la gente y, por otro lado, nadie gozó ya de la misma consideración que Moisés.

 

Un novedoso modo de instruir

 Estos datos nos sirven para comprender la insistencia de este pasaje en la enseñanza de Jesús. Hasta cuatro veces en pocos versículos se recuerda la autoridad del Señor, destacando, además, tanto la novedad de este modo de instruir a sus oyentes como el asombro que provocaba en quienes lo escuchaban. Hasta entonces, la tarea de exponer las verdades de la fe estaba encomendada a los escribas, quienes apoyándose en la doctrina de Moisés, de los profetas y de escribas anteriores, transmitían una serie de conocimientos útiles para cumplir la voluntad de Dios. Sin embargo, con Jesús irrumpe la novedad absoluta. De hecho, una de las características dominantes en el Nuevo Testamento será la asociación de Jesucristo con lo último, lo nuevo, lo definitivo, lo inaudito. Si sorprendente e inimaginable fue el modo de Dios de llevar a su plenitud la revelación, a través de la encarnación de su único Hijo, confundiendo, en un primer momento, incluso a la que iba a ser su madre, admirables serán también las acciones y palabras que llevará a cabo a lo largo de su vida, y más asombroso aún será el modo en el que el Señor culminará su salvación, con su muerte y resurrección. Otra de las notas que destacan en este pasaje inicial del ministerio de Jesús es que, junto con la autoridad que manifiesta a la hora de enseñar, Jesús ejerce un poder absoluto frente al mal. Se trata de la realización práctica de lo que quedó patente tras la victoria del Señor frente al tentador en el desierto y que se confirmará definitivamente con el triunfo definitivo de Cristo sobre la muerte. Mientras tanto, el Señor quiere hacernos partícipes de su obra de salvación liberándonos de cualquier mal, físico o espiritual, que aqueja al hombre. Y desde el primer momento se nos aclara que que la peor de las aflicciones que se puede sufrir es la influencia del maligno, ya sea por un caso extremo como el que relata Marcos, ya sea por vivir adherido a lo que nos separa de Dios. En cualquier caso, la presencia y autoridad de Jesús evidencian que su poder es más fuerte que el mal y que sus acciones tienen como finalidad última llevar a cabo cuanto expresan sus enseñanzas.

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 


Evangelio

 

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entró Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús lo increpó: «¡Cállate y sal de él!». El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen». Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

 

Marcos  1, 21b-28






viernes, 29 de enero de 2021

Telegrama de SS.MM. los Reyes de España al Santo Padre por el fallecimiento por covid de Monseñor Juan del Río Martín

 



PARA: "SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO

DE:  SUS MAJESTADES LOS REYES DE ESPAÑA

 

SANTO PADRE,

HEMOS SENTIDO MUCHO EL FALLECIMIENTO DEL EXCMO. Y RVDMO. SEÑOR DON JUAN DEL RIO MARTIN Y QUEREMOS TRASLADAROS NUESTRO MAS SINCERO PÉSAME.

 

SIEMPRE RECORDAREMOS SU GRAN HUMANIDAD, SUS PROFUNDOS VALORES Y SU SERVICIO AL ARZOBISPADO CASTRENSE Y A LAS FUERZAS ARMADAS DE ESPAÑA; ASÍ COMO SU CERCANÍA CON TODA LA FAMILA REAL.

 

EN ESTOS TRISTES MOMENTOS, QUEREMOS HACER LLEGAR NUESTRO APOYO Y AFECTO A LA FAMILIA DE DON JUAN, A SUS ALLEGADOS Y A TODA LA COMUNIDAD CASTRENSE DE ESPAÑA.

 

CON TODO NUESTRO RESPETO Y MAYOR AFECTO,


FELIPE R.                                      LETIZIA R.”








jueves, 28 de enero de 2021

Una imagen histórica de nuestra Hermandad: audiencia de don Juan del Río Martín a la entonces nueva Junta de Gobierno presidida por nuestro hermano Francisco Barra Bohórquez





Si una imagen vale más que mil palabras, la que hoy ilustra esta entrada es buena muestra de ello. Se trata de una instantánea que en principio había sido elegida para comenzar esta semana una serie de entregas fotográficas in memoriam nuestro recordado cofrade, Medalla de Oro y Hermano Mayor de la Hermandad Francisco Barra Bohórquez. Aunque el legado cofradiero de nuestro querido hermano Paco jamás será ni obviado ni olvidado en el seno de nuestra corporación nazarena, entendemos que responde a un entrañable tributo la periódica publicación puntual de fotografías de vida de Hermandad -o de institucional representación de ésta- que de alguna manera mantengan siempre viva la presencia -el recuerdo- de quien tanto significó para nuestra cofradía.

La triste noticia del fallecimiento de don Juan del Río Martín, quien fuese obispo de Jerez durante el periodo comprendido entre los años 2000 y 2008, hace que cobre aún más fuerza si cabe el sentido histórico de la imagen que hoy corona la columna de noticias de nuestro blog oficial de comunicación. Porque don Juan del Río siempre mantuvo una vinculación muy especial con nuestra Hermandad de las Cinco Llagas, tanto en lo institucional como en lo personal. Cuidó mucho la excelente relación fluida y directa con los tres Hermanos Mayores de nuestra Hermandad que coincidieron bajo su pontificado: N.H.D. Marco Antonio Velo García (2.000-2004), N.H.D. Javier Lebrero Contreras (2.004-2.006) y N.H.D. Francisco Barra Bohórquez (en sus dos primeros años del mandato 2006-2011).

Don Juan del Río, arzobispo castrense de España, jamás dijo no a nuestra Hermandad de las Cinco Llagas e incluso voluntariamente se implicó de lleno en algunas acciones concretas: colaboró de manera activa en el asesoramiento de la renovación de los Estatutos, participó codo con codo a favor de la Causa de nuestro hermano sacerdote Pedro Guerrero González (primer Hermano Mayor de nuestro instituto tras la reorganización en el año 1.939) y fue un fiel seguidor del Ciclo de Ponencias Manuel Martínez Arce (sobre todo cuando el conferenciante fue algún ex Hermano Mayor de su sevillana Hermandad del Gran Poder. Recordemos ahora las conferencias pronunciadas por don Antonio Ríos Ramos -ex Hermano Mayor del Gran Poder y presidente el Consejo de Cofradías de Sevilla en la fecha de su charla- o la del también ex Hermano Mayor del Gran Poder y pregonero de la Semana Santa de Sevilla don Miguel Muruve Pérez).

Don Juan a su vez estuvo con nosotros en el interior de San Francisco alguna Madrugada Santa y hasta nos acompañó en la salida de la cofradía figurando en el centro de la presidencia del cortejo del Señor. Singularmente recordada fue la Solemnísima Función Principal de Instituto que presidió en el año 2.005, habiendo predicado el Solemne Quinario el reverendo padre don Fernando García-Gutiérrez, S. I., a la sazón Delegado de Patrimonio Histórico-Artístico de la Archidiócesis de Sevilla y Vicepostulador de la Beatificación de N.H.D. Pedro Guerrero González, S. I.

La fotografía que hoy publicamos corresponde a la audiencia que amablemente don Juan del Río concedió a la nueva Junta de Gobierno y Cuerpo Consultivo presididos por el entonces recién elegido Hermano Mayor Francisco Barra. Fue un encuentro muy feliz e ilusionante en la aún sede del obispado sita en calle Eguiluz, no en balde se encaraban cinco años de permanente trabajo y entrega dirigente. Esta Hermandad de las Cinco Llagas muestra su más hondo pesar por la pérdida de don Juan del Río, un obispo del que tanto aprendimos y que forma parte indeleble de nuestra Historia. Descanse en paz.



 

sábado, 23 de enero de 2021

Evangelio y comentario

 

Fuente: ALFA Y OMEGA

Tercer Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo B)

«A proclamar el Evangelio de Dios»

 

Comienza el Evangelio de este domingo señalando que «después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios». Desde el año pasado, la Iglesia celebra el tercer domingo del tiempo ordinario el Domingo de la Palabra de Dios, una ocasión para ser más conscientes de la importancia de esa proclamación y de cómo, fieles al mandato del Señor y en continuidad con ese anuncio, la Iglesia sigue difundiendo a través de la Palabra, que «se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios». Sin embargo, aunque es esencial comprender que la iniciativa de la obra salvadora parte del mismo Dios, su culminación solo es posible a través de la respuesta humana, el segundo término del diálogo vivo y permanente que Dios ha querido establecer con su pueblo. Así pues, el principal modo concreto por el cual en nuestros días Dios nos habla es el texto plasmado en la Sagrada Escritura, de modo especial cuando esta es proclamada en las celebraciones litúrgicas. Por eso la Iglesia tiene el cometido particular, no solo de comprender, sino también de hacer accesibles los contenidos de la Biblia con la predicación y la enseñanza, de modo que, aquello que Dios ha querido manifestar dé fruto abundante en nosotros. Puesto que Dios se revela contando con nuestra naturaleza humana inserta en la temporalidad, uno de los elementos que favorecen la acogida de la Palabra, voz de Dios a los hombres, es el silencio. Así, entre las diversas recomendaciones para este día, la Iglesia nos recuerda la importancia del silencio sagrado, puesto que en ciertas partes de la Eucaristía, especialmente al concluir la homilía, al fomentar la meditación se propicia que la Palabra de Dios sea recibida interiormente por quienes la escuchan, colaborando con la acción del Espíritu Santo, con quien se vincula también el silencio en las celebraciones.

 

Palabra eficaz aquí y ahora

Precisamente en este pasaje nos acercamos a dos temas centrales de la vida del cristiano, que, además, es posible leerlos desde la perspectiva de la jornada que celebramos: la llamada a la conversión y la elección de los primeros discípulos. Reconocer la centralidad de la Palabra divina en la vida cristiana no parte simplemente de varias iniciativas magisteriales, impulsadas sobre todo a partir del Concilio Vaticano II. Toda la historia de la salvación encierra una dinámica a través de la cual Dios habla y el hombre responde. La peculiaridad de esta Palabra no reside ni en los datos históricos proporcionados ni en la sabiduría humana, ni siquiera en el conocimiento que a través de los relatos evangélicos podemos adquirir sobre las acciones o las palabras del Señor. Lo determinante es que la Palabra de Dios es eficaz aquí y ahora. Y todo aquello que nos es presentado en ella guarda relación con la obra que Dios sigue llevando a cabo en su pueblo, la Iglesia, y en cada uno de nosotros, como miembros de ella. Esa eficacia, circunscrita en el Evangelio de este domingo, significa que el Señor sigue anunciándonos la conversión, la cercanía del Reino de Dios, y que continúa llamándonos a su seguimiento con independencia de la coyuntura en la que nos encontremos. La reacción de las dos parejas de hermanos con los que se encuentra Jesús junto al mar de Galilea deja ver que para completar el diálogo con Dios es necesario introducirse en un itinerario de discipulado. En primer lugar, es preciso responder a la iniciativa de Dios, un camino que exige inmediatez y una disposición interior a seguir, estar y compartir la vida con el Señor, en el modo que la llamada concreta pida. En segundo lugar, Jesús nos llama siempre a participar de una comunidad, la Iglesia, del mismo modo que lo hizo con sus discípulos. Por último, la invitación del Señor va aparejada a una misión, que este pasaje precisa como urgente, ya que «se ha cumplido el tiempo». En esta línea, en la segunda lectura, san Pablo dirá que «el momento es apremiante» y la primera lectura, de la profecía de Jonás, también nos habla de un plazo para que la ciudad de Nínive se convierta.

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

Evangelio

Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio». Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre, Zebedeo, en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de Él.

 

Marcos  1, 14-20





viernes, 22 de enero de 2021

Elevemos oraciones por don Juan del Río Martín, que se encuentra ingresado en estado grave en en el Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla

 




Fuente: Arzobispado Castrense

 

El arzobispo castrense, Juan del Río Martín, que fue ingresado ayer jueves 21 de enero en el Hospital Central de la Defensa ‘Gómez Ulla’ afectado por Covid-19, está “sedado e intubado” y se mantiene “estable”, según ha informado el Arzobispado Castrense. Aunque en la mañana de ayer, el Arzobispado ha comunicado que su estado no revestía gravedad, esta tarde ha emitido un nuevo parte sobre la evolución del estado de salud del obispo, en el que señala que “por prescripción médica está sedado e intubado”.

“Los facultativos del centro hospitalario han decidido aplicar estas medidas, sedación e intubado, en las últimas horas para facilitar el tratamiento de recuperación del enfermo que se mantiene estable”, indica el comunicado.

Además, desde el Arzobispado precisan que el cuadro médico que atiende a Juan del Río mantiene un contacto continuo con la familia a la que informa de la evolución del estado de salud del prelado. Finalmente, piden a los católicos que recen por él.

 


jueves, 21 de enero de 2021

Se posponen el Quinario y la Solemne Función Principal de Instituto

 



Queridos hermanos y devotos: Paz y Bien. 

Por decisión unánime de la Mesa de Hermandad y ante los últimos datos de contagios, y para no poner en riesgo la salud de los hermanos en un momento tan delicado,  así como favorecer la máxima asistencia sin dejar de extremar las medidas de seguridad y asimismo de acuerdo con el predicador y la Delegación Diocesana de HH y CC, se posponen el Quinario y la Solemne Función Principal de Instituto que habría de celebrarse a partir del próximo martes en cumplimiento de nuestras Santas Reglas. 

La intención inicial es convocar dichos cultos, siempre que las circunstancias sean favorables, antes de la próxima Semana Santa.



martes, 19 de enero de 2021

Rogad a Dios en caridad por el alma de don Francisco Ruiz-Henestrosa Caravaca, padre de nuestras hermanas doña María -camarera de la Santísima Virgen-, doña Alicia y doña Carmen María Ruiz-Henestrosa Mateos, y abuelo de N.H.Dª Rocío Porfirio




 


Falleció la pasada madrugada a los 79 años de edad. Las exequias por su eterno descanso tendrán lugar mañana miércoles a las 12,00 horas en el Tanatorio de Jerez.

 



sábado, 16 de enero de 2021

Evangelio y comentario

 

Fuente: ALFA Y OMEGA

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo B)

La correspondencia con la búsqueda del hombre

 

Finalizado el período navideño, la liturgia no nos introduce en el tiempo ordinario de modo abrupto. La temática de las lecturas de este domingo trata todos los años de ser un puente entre la Epifanía, como manifestación del Señor, y la narración de misión que llevará a cabo Jesús. Prueba de ello es el comienzo del Evangelio de este domingo. Con escuchar de nuevo que se trata de un pasaje de san Juan, evangelista habitual en Navidad, y constatar que aparece Juan Bautista dando testimonio de la identidad de Jesús, comprobamos que todo cuanto ha sido anunciado por este profeta y presentado por Juan evangelista en los versículos anteriores a estos, se lleva a cabo en personas concretas. Es decir, las ideas de carácter más abstracto del comienzo del Evangelio según san Juan, acerca de la naturaleza del Verbo, el testimonio, la luz o la vida, van a ir tomando cuerpo en ejemplos precisos que ahora se nos muestran. Una de las representaciones más características de Juan Bautista es encontrarlo señalando con el índice. Con frecuencia, además, esta figura viene acompañada de un Cordero, hacia el cual el Bautista dirige su dedo, o bien de una inscripción con la frase «Ecce Agnus Dei», que significa «este es el Cordero de Dios». Se trata, quizá, de la faceta más interesante del precursor, que unida a su imagen bautizando junto al Jordán y la bandeja con su cabeza, completa la visión sobre un santo particularmente cercano a la primera andadura de la misión del Señor. Cuando escuchamos que «los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús», entendemos que el testimonio de alguien constituye el primer elemento en el proceso vocacional de Andrés y de otro discípulo cuyo nombre no se nos revela aquí. Será ahora Andrés el que continúe la cadena de testigos y lleve a su hermano Simón hacia Jesús. Nos situamos ante un episodio sencillo, en el que, sin embargo, descubrimos cómo se articula cualquier proceso de fe y de seguimiento a Cristo. En primer lugar, es necesaria la presencia de testigos fiables. Pedro no habría conocido al Señor de no ser porque confió en su hermano Andrés, quien, a su vez, tenía como referente a Juan Bautista. En segundo lugar, la elección del Señor para una misión determinada no nace de la nada, sino que corresponde con los anhelos del corazón del hombre que es llamado. Así queda patente cuando Jesús, al comprobar que lo seguían, se vuelve y les pregunta: «¿Qué buscáis?». Con este dato, la narración pretende destacar el anhelo de un sentido a sus vidas, tras el cual andaban aquellos con los que se encuentra el Señor. En tercer lugar, más allá del testimonio y de la correspondencia a un deseo verdadero y profundo del corazón del hombre, el discípulo ha de realizar un proceso de verificación, que en el caso del Evangelio de este domingo se presenta claramente como una compañía.

 

La hora exacta del encuentro

La pregunta: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» y la respuesta «veníd y veréis» plantean el inicio de esta dinámica de comprobación que pide necesariamente, no solo un encuentro inicial, propiciado por distintos agentes, sino también un conocimiento que solo es posible cuando se comparte una vida con alguien, tal y como se deduce de la puntualización «vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día». Únicamente gracias al impacto inicial del encuentro con el Mesías y a la progresiva constatación de que lo que habían visto y oído concordaba con un deseo interior, Andrés y Pedro fueron contados a partir de entonces entre los Doce. Incluso el recuerdo de este momento quedó fuertemente arraigado en su mente, hasta tal punto que, años después, cuando Juan redacta el Evangelio, hace notar la hora exacta en la que los dos discípulos se encontraron con el Señor. De no haber causado este suceso un gran impacto en sus vidas, difícilmente el evangelista habría reflejado una circunstancia meramente temporal en el conjunto de un libro que no busca ser una crónica periodística, sino la Palabra que el Señor nos sigue dirigiendo, una y otra vez, al ser proclamada.

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

Evangelio

 

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «Qué buscáis?». Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo: «Venid y veréis». Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día; era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce: Pedro)».

 

Juan  1, 35-42






sábado, 9 de enero de 2021

Evangelio y comentario

 

Fuente: ALFA Y OMEGA

Solemnidad del Bautismo del Señor (ciclo B)

El reconocimiento del Mesías

 

Este domingo concluye el tiempo de Navidad, época del año en la que la Palabra de Dios ha mostrado cómo Dios se ha revelado a los hombres a través de su Hijo unigénito. Mediante distintas escenas tomadas principalmente de los Evangelios de la infancia de Mateo y Lucas, así como del prólogo de san Juan, se nos ha presentado una realidad: Dios se ha manifestado a los hombres y nosotros hemos podido experimentar esta cercanía y amor del Señor. Como cierre del período navideño, el episodio del Bautismo del Señor en el Jordán por parte de Juan no constituye una excepción a la principal línea temática de la Navidad puesto que, en el Bautismo, Jesús será proclamado mediante la voz del Padre como Hijo amado, sobre el que desciende el Espíritu Santo. Al igual que fue dado a conocer a los pastores en su nacimiento y a los Magos venidos de lejos, en los que se consideran representadas todas las naciones, ahora Jesús es manifestado ante los suyos como aquel que era esperado para salvar al pueblo de Israel. Es significativo que, al igual que en otros relatos que hemos leído estos días, el testimonio vuelve a colocarse en el centro. En el pasaje de este domingo el Señor no pronuncia una sola palabra. Por el contrario, son dos los intervinientes: Juan Bautista, que insiste, como hemos visto desde Adviento, en que él no es el que había de venir, sino que llegaría alguien más fuerte; y la voz «desde los cielos» del Padre, que declara a Jesús como Hijo amado. Se observa así un persistente interés por situar el testimonio bajo el foco de atención. Más allá de describir los pormenores de la llegada de Jesús al Jordán o de cómo es bautizado, el texto pretende presentar al Señor como el Mesías anunciado por Juan Bautista, último representante de los innumerables profetas que desde hacía siglos habían previsto este día. Al mismo tiempo, el episodio será del punto del arranque del ministerio público de Jesús, que la liturgia hace coincidir cada año con el principio del tiempo ordinario.

 

 El Bautismo de Juan y el nuestro

«Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo», señala Juan Bautista para referirse a la misión del Mesías. El precursor realiza esta declaración, una vez más, para destacar la superioridad del Mesías que tienen delante, con la finalidad, sobre todo, de iniciar el final de su misión como profeta. De hecho, el inicio de la misión pública del Salvador irá acompañado de la desaparición y posterior muerte de Juan Bautista. Sin embargo, una pregunta se plantea aquí: ¿por qué Jesús se hizo bautizar por Juan? La Iglesia ha ofrecido siempre dos explicaciones fundamentales a esta cuestión. La primera es que la cercanía de Dios con el hombre llega hasta sus últimas consecuencias; la más extrema de ellas será la muerte de Jesús en la cruz. Sin embargo, a lo largo de la vida del Señor observamos continuamente momentos en los que Jesús no solo es cercano con los pobres, despreciados y, especialmente, los pecadores, sino que va a pasar por uno de ellos. El descenso a las aguas del Jordán siempre se ha percibido como un acto de solidaridad con el hombre, necesitado de conversión y purificación. Jesús, desde el comienzo va a actuar «hecho semejante a los hombres» (Flp 2, 7). La segunda razón para comprender el Bautismo de Jesús es considerarlo como una prefiguración de su propia Pascua. En el descenso y el resurgir del agua está anticipada su muerte y resurrección y, a partir de ella, nuestro propio Bautismo, que es participación en la Pascua de Cristo. Este es el motivo por el que el Bautista señala que Jesús realizará un bautismo que conferirá el Espíritu Santo, ya que la muerte y resurrección del Señor llevará consigo el don del Espíritu Santo para quienes lo reciben y quedan incorporados a la vida de Cristo y a la de la Iglesia.

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

Evangelio

 

En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo». Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia Él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».

 

Marcos 1, 7-11






sábado, 2 de enero de 2021

Evangelio y comentario

 

Fuente: ALFA Y OMEGA

II Domingo de Navidad (ciclo B)

La manifestación de la vida a los hombres

 

No hace muchos días que el Papa Francisco dedicó una de sus habituales catequesis a reflexionar sobre el significado de la Navidad. En un año marcado por la pandemia y en el que no es posible reunirse las familias y los amigos en grupos numerosos, mucho se ha hablado del riesgo que corría la Navidad. Sin embargo, el Pontífice ha querido volver al núcleo de estas fiestas, fijándose precisamente en un versículo del Evangelio de este domingo: «Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad». La celebración de este día repite el mismo pasaje de la Misa del día de la Natividad y pertenece al prólogo del Evangelio según san Juan. Es significativo que se retome en tan poco tiempo un texto evangélico. Sin embargo, no es la única vez que una celebración insiste en un pasaje de la Escritura escuchado hace pocos días. Se trata de un fenómeno típico en los días más señalados del año litúrgico, como se observa también durante la octava de Pascua y en los domingos que siguen a los ocho primeros días del tiempo pascual. Desde hace siglos la Iglesia ha pretendido con esta reiteración detenerse, contemplar y rumiar de un modo particular las realidades más señaladas de nuestra fe, con la finalidad de ser propuestas a los fieles nuevamente en la celebración eucarística. En segundo lugar, es significativo que el pasaje central de la Escritura de estos días no haga explícita referencia a los detalles del nacimiento del Salvador, como sí aparecen en otros evangelistas. Varios motivos explican este hecho, y este año las palabras del Pontífice han fomentado una mejor comprensión de las razones. Francisco previene de dos peligros. El primero de ellos, bien conocido, es el consumismo. Vivir estos días como una excusa para realizar gastos superfluos no es el mejor modo de conmemorar lo que estamos celebrando. Pero hay otro riesgo que puede pasar inadvertido: convertir la Navidad en una fiesta cargada de sentimentalismo y vacía en verdades de fe. Así, son especialmente propicios para reavivar los mejores deseos entre familiares, amigos, e incluso para compartir bienes y afecto con quien lo necesita de modo especial. Pero si centramos toda nuestra atención en la dimensión emotiva y olvidamos la realidad honda de lo que festejamos, en efecto, en un año con relaciones personales restringidas, podríamos pensar que nuestra celebración navideña está amenazada. No es así, puesto que la razón de nuestra fiesta no nace de nuestras intenciones o buenos deseos, sino de lo que el Señor ha obrado en el hombre: Dios nos ha amado profundamente y como prueba de su amor nos envía a su Hijo Unigénito.

 

Un admirable intercambio

El primer dato que debemos comprender es que la liturgia no celebra efemérides históricas, sino acontecimientos salvíficos. La Navidad, fiesta litúrgica inexistente en los primeros años del cristianismo, surge para fijarnos desde una perspectiva nueva en el misterio de nuestra redención, subrayando que Dios se ha hecho realmente hombre y ha querido salvarnos asumiendo la carne. Desde este punto de vista no se detiene la atención en las circunstancias que rodearon el nacimiento de Jesús. De esta época proviene, por ejemplo, la oración primera de la Misa de Navidad, en la cual se destaca, en consonancia con el prólogo de san Juan, que estamos llamados a «compartir la divinidad de aquel que se dignó a participar de la condición humana». Esta frase condensa, no solo el Evangelio del próximo domingo, sino también todo el tiempo de Navidad. Además, al situarse el texto como prólogo a san Juan, se está desvelando ya desde el principio en qué consiste nuestra salvación. Así pues, el texto nos señala el núcleo de lo que Dios ha realizado en el hombre, al mismo tiempo que nos despeja el horizonte para interpretar el resto del Evangelio según san Juan, escuchado habitualmente en la liturgia de los días cumbre del año cristiano.

 

Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia de Madrid

 

 

 

 

Evangelio

 

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de Él se hizo todo, y sin Él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de Él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

 

Juan 1, 1-18