Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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viernes, 24 de junio de 2016

El Beato Manuel González García, obispo de la Eucaristía, será canonizado el próximo 16 de octubre




Fuente: ALFA Y OMEGA

El 16 de octubre de 2016 Manuel González será declarado santo. La curación milagrosa de María del Carmen, a cuyo hijo ha entrevistado Alfa y Omega, ha permitido la canonización del obispo sevillano.

María del Carmen Varela Feijóo, con 78 años, acudió aquel día de noviembre de 2008 al hospital de la Princesa para que le comunicaran el tratamiento al que se tenía que someter para tratar un linfoma no Hodgkin plasmablástico, un tipo de cáncer muy agresivo. Previamente, los médicos ya habían advertido a la familia de que «si no acababa con ella la enfermedad lo haría el tratamiento», explica a Alfa y Omega su hijo Ramón Carballás Feijóo.
Fueron años muy duros para la familia. A la muerte de su única hermana le siguió un ictus sufrido por el padre y el linfoma de la madre cuyo tratamiento podía desgastarla hasta la muerte. A pesar de todo, su confianza la tenían puesta en el Señor. «Nunca perdimos la fe, ni echamos las culpas a Dios. Pensábamos: “Señor, ¿es tu voluntad? Pues adelante”», recuerda Ramón.
Cuando la médico auscultó a María del Carmen antes de comunicarle el proceso oncológico de quimioterapia, no se podía creer que no hubiera ni rastro de la enfermedad. El cáncer había desaparecido por completo. Desde el punto de vista médico fue un hecho absolutamente extraordinario y sin explicación. Cuando María del Carmen recibió la noticia, según reveló ella misma en un texto en el que dejó escrito su testimonio, acertó a preguntar a la doctora entre lágrimas: «¿Puede ser un milagro?». «Yo no creo en los milagros, pero sí», le contestó la médico.
La devoción de un sacerdote
En todo el proceso tuvo un papel clave la devoción por el beato Manuel González –obispo de Málaga y Palencia, nacido en Sevilla, que murió con fama de santidad en 1939– del sacerdote Francisco Teresa León, oriundo de Palencia y que coincidió con los Carballás Feijóo en la parroquia san Juan de Ribera, de Madrid.
Teresa León fue quien entregó en diciembre de 1953 una reliquia y una novena de Manuel González a Sara Ruiz Ortega, una joven de 18 años de Requena de Campos desahuciada por los médicos a causa de una peritonitis tuberculosa y que se curó milagrosamente pocos días después. El caso fue elegido por el Vaticano para declarar beato a don Manuel, ceremonia que fue presidida por san Juan Pablo II el 29 de abril de 2001.
El sacerdote palentino también fue un colaborador necesario en el segundo milagro. Cuando María del Carmen mandó a su marido para que llamara al cura y que este le impartiera la extrema unción, y ante la imposibilidad del sacerdote de acercarse en ese momento, Francisco Teresa le hizo llegar una estampa del beato con la recomendación de que la rezara «con mucha devoción».
La propia María del Carmen, antes de morir en 2011 por otras causas que nada tenían que ver con el linfoma, dejó escritos sus sentimientos y padecimientos a los que tenía que hacer frente a diario: «Tan mal me encontraba que creí que Nuestro Señor me llamaba. Tenía mucha fiebre y no podía levantarme de la cama, por eso quería, para mi tranquilidad espiritual, reconciliarme con Nuestro Señor y recibir los últimos sacramentos. No sentía ninguna angustia. Pensaba que había llegado mi momento, que sería perdonada y que la Virgen, con Nuestro Señor, me recibirían con su misericordia y perdón».
La primera novena
El marido de María del Carmen apareció entonces por casa con la estampa que le había dado el párroco. Ella nunca había rezado antes una novena. Al cuarto día de empezarla, tuvo que acudir al hospital para que le comunicaran el plan de quimioterapia. «Pues no voy a hacerle nada. Ni quimio ni ningún otro tratamiento. No necesita nada porque increíblemente el linfoma ha desaparecido. Esto es increíble pero es así. ¡No está!», afirmó la doctora.
La primera reacción de la paciente y su familia fue pensar «que se trataba de un error, que se había producido alguna equivocación en alguna de las pruebas o en el diagnóstico porque la verdad es que no estábamos preparados para recibir un milagro», asegura Ramón. En el hospital le empezaron a hacer infinidad de pruebas de seguimiento para verificar qué había pasado. Durante los siguientes nueve o diez meses tuvo que continuar acudiendo al hospital para hacerse más pruebas, más tacs… No encontraban nada. No había ninguna explicación. Incluso se mandó al Centro Nacional de Oncología (CNO) el bloque de parafina con la biopsia para que lo revisaran. Confirmaron el diagnóstico. Había habido regresión espontánea. Por segunda vez volvieron a mandar las pruebas al CNO. «¿Certifica usted y vuelve a reafirmarse en el diagnóstico?», volvieron a preguntar. Y obtuvieron idéntica respuesta.
Casi un año después, los médicos cerraron el expediente arguyendo: «regresión espontánea sin causa justificada». Entonces, asegura Ramón, «fuimos conscientes de la magnitud del milagro y empezamos a hacer las gestiones oportunas para añadir el caso a la causa de canonización», que en ese momento estaba a la espera de un segundo milagro para poder elevar a los altares al beato, conocido como el apóstol de la Eucaristía.
El Vaticano estudió exhaustivamente toda la documentación y certificó que, efectivamente, se trataba de un milagro por la intercesión del beato Manuel González. El 3 de marzo, el Papa firmó el decreto que autorizaba la canonización, que, según anunció el propio Francisco este lunes, se celebrará el próximo 16 de octubre de 2016.

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

XIII Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
Hacia Jerusalén

El Evangelio de Lucas presenta la vida pública de Jesús como un gran camino desde Galilea, su tierra natal, hasta Jerusalén, lugar de su muerte y Resurrección. El texto evangélico proclamado constata el momento en el que Jesús toma la decisión de dejar las periferias galileas y ascender a la capital de Judea: Jerusalén. No es un simple desplazamiento físico. Jesús sabe lo que va a ocurrir allí y se dispone a cumplir su misión hasta el final. Por eso, aprovecha esta recta final para instruir más insistentemente a sus discípulos. Durante este camino aumenta el desencuentro y la tensa oposición entre Jesús y las autoridades judías hasta terminar en su prendimiento y muerte.
Para ir de Galilea a Jerusalén, la ruta más corta atravesaba Samaria; y evitaba la fatigosa alternativa, bien bordeando el mar Mediterráneo o bordeando el río Jordán. Esta travesía era siempre una fuente de problemas por la enemistad entre judíos y samaritanos. Los samaritanos afirmaban que eran ellos los que habían conservado el verdadero culto, mientras el pueblo judío fue llevado cautivo al exilio por los asirios; y su centro religioso era el monte Garizim. Los judíos acusaban a los samaritanos de haber contaminado la pureza de la raza y del culto por los matrimonios consentidos con los pueblos paganos circundantes; y mantenían que el verdadero centro religioso era el templo de Jerusalén.

No lo recibieron
Dice el texto que, al llegar a Samaria, Jesús envió mensajeros delante de él. No están claras las intenciones de Jesús en el texto. Para algunos, se trata simplemente de preparar el alojamiento; para otros, pudo ser la primera predicación a los samaritanos. Lo que es claro es que su intención no pudo realizarse y que no fueron acogidos en aquella aldea samaritana a la que llegaron. ¿Por qué? Porque Jesús era judío e iba al templo rival de Jerusalén, y no a su templo del monte Garizim. Esta negativa exaspera a los discípulos, especialmente a los hermanos Santiago y Juan, calificados como Boanerges. Probablemente habrían caminado toda la jornada y, cuando esperaban encontrar descanso, tienen que continuar el camino hasta otra aldea.
En un arranque de cólera, los dos hermanos recuerdan lo que hizo el profeta Elías con los samaritanos (2 Re 1,10) y proponen a Jesús que mande fuego sobre ellos como castigo a tan desagradable conducta. Con razón los denominan en el Evangelio
Boanerges, que en arameo quiere decir hijos del trueno. Una expresión que refleja su reacción temperamental; y, tal vez, el sentimiento oculto de los demás discípulos. Santiago y Juan no aceptan el rechazo de los samaritanos, no están acostumbrados a la derrota y recurren al fuego como venganza. Pero Jesús no acepta esta propuesta. Más aún, aprovecha la ocasión para continuar instruyendo a sus discípulos sobre las condiciones de su seguimiento.
Jesús, como buen Maestro, «los regañó», porque no es la ira y la venganza el camino del Reino de Dios, sino el amor y la misericordia. Los discípulos han visto en Jesús no solo las palabras, sino también la actitud ante el rechazo de los samaritanos. Y los prepara de este modo para saber reaccionar ante la incomprensión y las contrariedades: Ante el rechazo, nada de violencia agresiva ni juicio condenatorio; simplemente manifestad vuestra disconformidad sacudiendo el polvo de vuestras sandalias.

Hacia otra aldea
Prosigue el texto indicando que continuaron hacia otra aldea. Jesús fracasa en su primera misión en Samaria; sin embargo, continúa la misión con sus discípulos y aprovecha esta circunstancia para continuar la formación de sus seguidores. Es entonces cuando Lucas continúa las instrucciones sobre su seguimiento. Ante tal propuesta («Sígueme»), no valen excusas ni peros, por muy justificados que sean a la lógica humana: «déjame primero…», «Te seguiré, pero…». El Señor quiere absoluta libertad y disponibilidad, total expropiación («El Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza…»; «deja a los muertos»), sin buscar honores ni intereses; y preparados para la contrariedad y rechazo. En esto consiste la radicalidad del discipulado de Jesús para la gran tarea de anunciar el Reino de Dios entre los hombres: «Tú vete a anunciar el Reino de Dios».
Jesús va preparando a sus discípulos para asumir su partida. No es fácil la misión que los encomienda. Conocen al Señor desde hace tiempo. Han escuchado sus enseñanzas. Han visto sus milagros. Han experimentado también la contrariedad y el rechazo. Es ahora cuando conscientemente tienen que aceptar o rechazar a Jesús.
Cuando leo estos textos evangélicos, recuerdo siempre aquellas hermosas palabras de san Ignacio de Loyola, que son una síntesis de las disposiciones requeridas por el Señor a todo discípulo suyo: «Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Todo mi haber y mi poseer. Todo es vuestro. Disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta».


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos



Evangelio

Cuando se completaron los días en que iba de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». Él se volvió y les regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.
Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».


Lucas 9, 51-62




lunes, 20 de junio de 2016

Nuestro querido hermano Francisco Barra ha sido designado ‘Cofrade Ejemplar’ por la Hermandad del Santísimo Cristo de la Viga


La Hermandad del Santísimo Cristo de la Viga otorga por cuarta vez su prestigioso reconocimiento denominado ‘Cofrade Ejemplar’ a un hermano de nuestra querida Hermandad de las Cinco Llagas. Francisco Barra, que recibirá dicha distinción el próximo 6 de agosto, se une a otros nombres de esta institución cofradiera como Manuel Guerrero Ramos (q.s.s.g.g), Ana María Salas Trujillo y José Andrades Borrego. Nuestra más honda felicitación al querido hermano Francisco Barra Bohórquez.











Nuestro Excelentísimo y Reverendísimo Prelado presentará la nueva Exhortación Apostólica del Papa Francisco




sábado, 18 de junio de 2016

Cabildo General de Cuentas



          Hermandad y Cofradía de Nazarenos de las Sagradas Cinco Llagas                                    de Cristo, Nuestro Padre Jesús de la Vía-Crucis                          y María Santísima de la Esperanza

Establecida canónicamente en el Real Convento de San Francisco
Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera
Sala Capitular: C/ Diego Fernández Herrera 6 y 8, 11401 - Jerez de la Fra.
Blog oficial: http://cincollagasjerez.blogspot.com
Correo electrónico: cincollagasjerez@gmail.com


“Con la moral corregimos los errores de nuestros instintos
y con el amor corregimos los errores de nuestra moral”
(José Ortega y Gasset)

Estimado/a hermano/a en el Señor: Paz y Bien.

Mediante la presente misiva tenemos a bien participarle que, en virtud de lo tipificado en la Normativa Diocesana de Hermandades y Cofradías, esta Santa Hermandad celebrará Cabildo General Ordinario de Cuentas y Cierre de Curso el martes día 28 de los corrientes a las 21,00 horas en primera convocatoria y media hora después en segunda con arreglo al siguiente:

O R D E N  D E L  D Í A

1.- Invocación al Espíritu Santo.
2.- Lectura del borrador del acta del Cabildo General Ordinario anteriormente celebrado y su aprobación si procediese.
3.- Aprobación de las Cuentas del Curso 2015-2016.
4.- Ruegos y preguntas.
Lo que comunicamos a efectos de citación y máxima puntualidad posible.
Sin otro particular, reciba un fortísimo abrazo en Jesucristo Nuestro Señor.




VºBº Juan Lupión Villar                    Fdo.: Ernesto Romero del Castillo
Hermano Mayor                                                                 Secretario



Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera, mes de junio del año de Gracia del Señor de dos mil dieciséis

Nuestra Diócesis de Asidonia-Jerez recupera la Misa en Rito Romano Tradicional

Fuente: INFOCATÓLICA

La diócesis de Asidonia-Jerez celebrará regularmente una Misa según el rito extraordinario


Con el objetivo de que no sea una moda, sino que la iniciativa tenga continuidad, Asidonia-Jerez se incorpora al elenco de las diócesis que celebran misa según la forma extraordinaria del rito romano, como técnicamente se denomina la conocida como misa tradicional o misa en latín.

 (Diario de Jerez) Durante estos meses de verano tendrá una periodicidad mensual, pero a partir de septiembre se celebrará cada domingo por la tarde en la iglesia de San Juan de los Caballeros, en pleno casco histórico de la ciudad. La primera será el día 19 de junio, a las 18,30 horas, precedida de una breve charla explicativa.
Una iniciativa que surge de miembros de la parroquia de los Cuatro Evangelistas, San Juan, San Marcos, San Mateo y San Lucas, que tiene en el historiador del Arte Pablo Pomar, uno de sus precursores, muy comprometido en la organización y promoción de la liturgia tradicional en Jerez. Pomar apunta que el latín, «nunca se fue, o al menos no sobre el papel, pues la misa a la que hoy asistimos habitualmente, la del nuevo misal de 1970 del Vaticano II, se puede celebrar en latín y, de hecho, se puede encontrar así celebrada en muchas partes, aunque España sea un páramo al respecto. Es como eso otro de 'la misa de espaldas'. También la misa de Pablo VI se puede celebrar 'de espaldas'. Basta ver las celebraciones del Santo Padre Francisco o de sus predecesores en la capilla Sixtina para darse cuenta».
Insiste en que la misa tradicional «no se había dejado nunca de celebrar. Ya en 1970, Pablo VI concedió un indulto, ciertamente restrictivo, en atención a la petición formulada por fieles de Inglaterra y Gales, el conocido como 'indulto de Agatha Christi' por haber sido la escritora británica una de sus promotores. Además, hay dos documentos de Juan Pablo II de 1984 y 1988 ampliando generosamente la concesión pero, hasta que Benedicto XVI no promulgó el motu proprio 'Summorum Pontificum', que establece que la misa tradicional y la de Pablo VI son sólo dos formas, extraordinaria y ordinaria, de un mismo rito, no podemos hablar de una liberalización de la misa antigua».
Una misa 'de espaldas', algo que puede extrañar a los fieles que nunca han asistido a una eucaristía en latín. Un gesto al que Pomar resta importancia porque, «en realidad se trata de que toda la asamblea litúrgica, con el sacerdote al frente, oriente su oración conjuntamente hacia Dios. Este es el simbolismo que subyace y no debería suscitar mayor incomprensión pues, como dijo el cardenal Koch, nadie se ha lamentado nunca de que el conductor de un autobús dé la espalda a sus viajeros».
El historiador anima a los jerezanos a acudir a este tipo de eucaristía, «porque no se puede amar lo que se desconoce y son muchas las generaciones que han crecido sin saber de la existencia de este tesoro litúrgico, así que habrá que ir poco a poco. No obstante, por la experiencia que conocemos de otras diócesis, la realidad es que la oferta genera la demanda».
Pomar no teme por la aceptación o no de la propuesta, y se apoya en san Carlos Borromeo que decía que »un alma es suficiente diócesis para un obispo«. «Nuestra motivación no se mueve en orden a variables exclusivamente cuantitativas», asegura, y cree que la liturgia tradicional «resulta ser un verdadero revulsivo vital que lleve a la conversión de no católicos o católicos sólo de bautismo. Hay cada vez más casos en este sentido. También sorprende a muchos que la media de edad de los asistentes sea inferior a la habitual». Algo que justifica con, entre otras cosas, la atmósfera «de sacralidad que se alcanza cuando la lengua litúrgica se diferencia de la de uso habitual, que resulta de un enorme atractivo para estas generaciones más jóvenes, inmersas en un mundo donde la vulgaridad lo copa todo».

Apoyo del obispo

Y, ¿por qué Jerez? «Aquí, tanto nuestro obispo, José Mazuelos, como la curia diocesana, ha atendido nuestra solicitud con absoluta normalidad y hasta nos han animado. En este sentido creo que ha sido fundamental que la petición haya venido avalada por nuestro párroco, Antonio López, que además está muy ilusionado con todo este asunto, como también lo está la hermandad de la Vera Cruz, que colabora de muy buena gana con la causa, no sólo poniendo el templo a disposición, sino ayudando en muchos asuntos propios de la organización como los libritos bilingües, los ornamentos, darle difusión…».
Y cierto es, Antonio López muestra su apoyo a esta iniciativa. «Me parece bien. En todas las diócesis de España y Andalucía se está incorporando la misa tradicional. No se trata de sustituir ni de ir en contra del Vaticano II, ya que Benedicto XVI dio la posibilidad de celebrarla». López, también deán de la Catedral, es doctor en Filología Clásica, y un gran defensor de la lengua oficial de la Iglesia, el latín. «Es una manera de no perderla. Estas misas se han celebrado durante cuatro siglos, algo que es un tesoro de la Iglesia. Es pura espiritualidad y otra forma de celebrar la liturgia». También recuerda el párroco que la misa en latín «nunca se fue, incluso en Jerez hay algún sacerdote que pertenece a una congregación que dice la misa tradicional, pero sólo para ellos».
«Tiene sentido del misterio y al ser la lengua madre, es más concisa y perfecta que el castellano», piropea López al latín. «No buscamos en esta recuperación de la misa tradicional que se convierta en una moda, sino que tenga continuidad», añade. Y no hace falta saber latín para acudir y entender esta eucaristía, ya que se le entregará al público un librito bilingüe, «ya que en estas misas es muy importante responder al sacerdote, participar, aunque también hay espacios en silencio». El padre dominico Xavier Català será quien celebre inicialmente estas misas, que luego asumirá Antonio López.

Llevar almas a Dios


Pero el reto no se queda sólo aquí, ya que «luego el tiempo dirá, pero pasar de celebrar misa rezada a misa cantada sería uno de lo objetivos más inmediatos, asunto en el que Catalá está muy empeñado también», dice Pomar, que quiere además dejar clara una cosa: «aquí se trata de llevar almas a Dios para que se salven, no en satisfacer planteamientos humanos. La liturgia tradicional es un medio, no un fin en sí misma».


El pasado viernes día 10 celebramos Santa Misa de Hermandad en la Capilla del Voto







Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

XII Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
El Ungido

El texto del Evangelio de Lucas, que se proclama en el domingo XII del tiempo ordinario, se enmarca hacia la mitad del ministerio público de Jesús. Este ya era bien conocido por sus paisanos; había suscitado sentimientos encontrados, adhesiones y rechazos entre quienes escuchaban su predicación y doctrina. Jesús es bien consciente de todo ello. Por eso precisamente, en un clima de oración y soledad –como indica el evangelista Lucas–, Jesús dirige una pregunta al grupo de sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?».

¿Quién soy para la gente?
Es una pregunta que Lucas pone en boca también del tetrarca Herodes, en unos versículos precedentes, para referirse a Jesús: «Quién es este de quien oigo semejantes cosas?» (Lc 9,9) y que ahora la plantea el mismo Jesús a los discípulos. Recoge la curiosidad popular existente y lógica en torno a la identidad de este nuevo personaje, Jesús, que había hecho entrada en la atmosfera social de aquel tiempo.
La pregunta no es comprometida para nadie. Se trata de referir a Jesús los comentarios que hay sobre Él entre la gente. Por eso, ellos (en plural, para referirse a los discípulos) le transmiten las diversas opiniones que corren entre el pueblo. Para algunos, tiene la categoría de Juan el Bautista, es decir, un profeta acreditado entre el pueblo. Aunque ya había sido asesinado por mandato del tetrarca Herodes, probablemente algunos lo seguían confundiendo con él, y otros pensaban que Juan había resucitado de entre los muertos. Otros lo asemejaban a Eliseo o alguno de los antiguos profetas, que habría vuelto a la vida, para continuar con sus palabras y gestos proféticos a favor del pueblo de Israel. La opinión popular, por tanto, era confusa y dispersa; no ayudaba a clarificar nítidamente la identidad del personaje.

«Y vosotros, ¿quién decís que soy?»
Tras conocer la opinión de la gente, Jesús dirige la misma pregunta al grupo de los discípulos oyentes: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». No es una pregunta general como la anterior, sino que la circunscribe al círculo de los presentes y, por tanto, se trata de una pregunta y respuesta más comprometida, porque implica y complica a los discípulos ante su Maestro.
Es Pedro el primero que responde con una afirmación que se convierte en una confesión de fe: «El Mesías de Dios». Pedro siempre es caracterizado como una persona vehemente e impulsiva; por eso, no es extraño que sea él el primero que responda a la comprometida pregunta del Maestro. Lo reconoce como el Ungido, el Mesías prometido por Dios y esperado por el pueblo de Israel. Su respuesta debió de callar a los demás, porque no sabemos qué pensaba el resto de los discípulos.
Y es en este contexto, cuando Jesús aprovecha para dirigir una nueva lección al grupo que le acompañaba. En primer lugar, sorprende la prohibición que les hace de manifestar su identidad mesiánica. Reconoce el acierto de la respuesta de Pedro, pero desea que permanezca como un secreto compartido entre ellos. ¿Por qué? Porque la verdad del Mesías no corresponde con lo que espera el pueblo. El Mesías tiene que «padecer, ser ejecutado y resucitar…»; un destino totalmente contrario a lo que había ideado el imaginario popular de entonces, que esperaba un Mesías en gloria y majestad, con poder absoluto y acciones extraordinarias. El camino del Mesías es la humildad; y este es el camino de todo discípulo suyo. Por eso, Jesús prosigue con esa magnífica enseñanza que es todo un programa de vida para el cristiano. «El que quiera venir en pos de mí…»; es decir, el seguimiento del Ungido, del Mesías tiene que ver con la humildad y no con la soberbia («negarse a sí mismo»), con la aceptación del sufrimiento no buscado («cargar con su cruz cada día») y con la constante fidelidad («y me siga»). Aparentemente son valores contrarios a la lógica humana; y, sin embargo, en la lógica evangélica son la condición para ganar y salvar la vida. Quien entrega su vida por Jesús, la gana; y quien quiere asegurar la vida pensando solo en sí mismo, la pierde. Esta es la gran lección de este pasaje evangélico.

¿Quién soy para ti, lector?
Finalmente, hay una pregunta que no aparece en el texto de Lucas, pero que se sobreentiende. Hay una lógica que va de lo más a lo menos, de lo más distante a lo más cercano; de lo más general a lo más comprometido. La pregunta más general de Jesús se refería a la totalidad de la gente; la segunda, más circunscrita, implicaba al grupo de los discípulos…; pero se presupone una tercera y más comprometida, que Jesús plantea a cada uno de sus seguidores: «Y tú… ¿quién dices tú que soy yo?».


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos



Evangelio

Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompañaban sus discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos contestaron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Pedro respondió: «El Mesías de Dios». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Porque decía: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
Entonces decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará». 



Lucas 9, 18-24




jueves, 9 de junio de 2016

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

XI Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
Del amor al perdón

El Evangelio de este domingo es un hermoso texto para meditar con calma y obtener consecuencias prácticas. Jesús es invitado a comer en casa de un fariseo llamado Simón. Aunque se mostró correcto con Jesús, no fue muy protocolario en el afecto a su invitado. Tal vez quería observar de cerca, a la vista de un buen número de comensales, al popular huésped para poder opinar sobre su identidad.
Todo transcurría correctamente hasta que se vieron sorprendidos inesperadamente por la presencia de una mujer, bien conocida por todos en la ciudad: una pecadora pública. Sabía que estaba allí Jesús, y le mostró un afecto inusual con los gestos descritos en el texto.
El hecho desconcierta y escandaliza a Simón y a los comensales. Permanecen inmóviles. Nadie expulsa a aquella mujer. Pero todos la juzgan interiormente, a ella y a Jesús: ¿Cómo es posible que este hombre se deje tocar por una pecadora a la vista de todos? Según las leyes judías, quedaba impuro. En el Evangelio del domingo pasado, era Jesús el que tocaba el féretro del joven de Naím; en este Evangelio es una pecadora la que toca a Jesús; en ambos casos, se incurría en impureza ante la ley judía.
¿Por qué Jesús acepta las muestras de afecto de esta mujer sin inmutarse ni escandalizarse? ¿Por qué esta mujer con tal reputación trata así a Jesús? Esta mujer sabía que era una gran pecadora y había sido perdonada por Jesús de sus muchos pecados. No sabemos cuándo ni cómo se produjo este encuentro; pero sí sabemos que el amor y perdón de Jesús había convulsionado hondamente el corazón de esta mujer hasta provocar su conversión. Había pecado mucho, pero había sido mucho más perdonada. Sus lágrimas, sus gestos, el caro perfume… quieren mostrar su inmenso amor y agradecimiento por el perdón recibido.
Simón y los comensales juzgaban solo su exterior, sin conocer su interior. Por eso, el Señor aprovecha el momento para exponer una enseñanza a modo de parábola. La historia de un acreedor y dos deudores. La situación de ambos es desesperada, porque ninguno podía pagar la deuda. Sin embargo, la misericordia del acreedor perdona la deuda desigual de ambos. Pero la gratitud no fue la misma: uno le amó más que el otro. A quién más se le perdonó, más amó. Y esta es la enseñanza que dirige Jesús al anfitrión, que se creía justo y perfecto, y sin embargo era pecador como la mujer.
La mujer es humilde, reconoce no solo su pecado, su enorme deuda para con Dios, sino también la inmensidad de la gracia del perdón de Jesucristo. Jesús enseña a Simón, el fariseo, a no juzgar ni condenar a los demás, porque él también tiene defectos y es pecador. Hasta el punto de poner como ejemplo ante aquellos dignos y soberbios comensales el comportamiento de aquella denigrada mujer: a esta mujer, que ha pecado mucho, se la ha perdonado mucho, por eso ama mucho. El amor es fuente de perdón. Y el perdón es fuente de amor. El amor misericordioso de Cristo perdona a la mujer pecadora. Y el perdón gratuito recibido por aquella mujer se transforma en amor gozoso y liberador hacia Cristo.
No olvidemos la lección de este texto evangélico. No juzgues. No condenes. Al que poco se le perdona, poco ama. Al que mucho se le perdona, mucho ama. El amor comprensivo y misericordioso es la clave para el perdón y la reconciliación.


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos



Evangelio

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él y, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. En esto, una mujer que había en la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume, y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con las lágrimas, se los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora». Jesús respondió y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». Él contestó: «Dímelo, maestro». Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le mostrará más amor?». Respondió Simón y dijo: «Supongo que aquel a quien le perdonó más». Le dijo Jesús: «Has juzgado rectamente». Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de paz; ella, en cambio, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco». Y a ella le dijo: «Han quedado perdonados tus pecados». Los demás convidados empezaron a decir entre ellos: « ¿Quién es este, que hasta perdona pecados?». Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».
Después de esto iba él caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce, y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.


Lucas 7, 36 - 8, 3



Recordatorio: Mañana viernes a las 20,30 en la Capilla del Voto, Santa Misa de Hermandad






La Bolsa de Caridad Padre Pedro Guerrero ha entregado este mes al Comedor de El Salvador 222 litros de leche







jueves, 2 de junio de 2016

Nuestra Hermandad de las Cinco Llagas estuvo presente en la procesión del Corpus Christi de nuestra ciudad de Jerez










Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

X Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
Compasión

El texto evangélico, proclamado en el Domingo X del tiempo ordinario, es un relato conmovedor. Habla del profundo dolor del corazón humano ante el misterio de la muerte y de la entrañable misericordia del corazón de Cristo con los que sufren.
El evangelista Lucas describe la misión de Jesús en Galilea. Tras la curación del siervo del centurión en Cafarnaúm, se pone de camino con sus discípulos y acompañantes hasta llegar a la ciudad de Naín al final de la jornada. A la entrada de la ciudad, le sorprende un cortejo fúnebre. No era nada excepcional. Jesús, como predicador itinerante, estaría habituado ya a presenciar muchos entierros como este. Se encuentran dos comitivas diferentes: la de Jesús con sus acompañantes, que entran en la ciudad, hablando de vida; y el cortejo fúnebre que sale de la ciudad como un séquito de muerte. Es una sugerente imagen que contrapone la Vida y la muerte.
Jesús, en esta ocasión, se siente especialmente conmovido. Se trata del entierro del hijo único de una madre viuda. Con esa sensibilidad tan particular que le caracteriza ante todo sufrimiento humano, Jesús percibe el dramatismo de la escena y el dolor de aquella viuda.

«Se compadeció»
El relato insiste en el gran gentío que acompañaba a aquella madre viuda. Se trataba de algo excepcional. Es previsible el dolor y la tristeza extremos de aquella viuda que había perdido a su hijo único. La gente sintió pena y compasión por aquella mujer y quiso acompañarla en la triste procesión de despedida de su hijo. Además, no olvidemos que era preceptivo por las leyes judías sumarse al cortejo fúnebre de música y plañideras cuando te sorprendía por las calles.
No sabemos mucho más de aquella viuda. Probablemente no era muy influyente en la ciudad; sin embargo, la muchedumbre de sus convecinos comprendió su desolación y soledad y quisieron arroparla. El gemido de aquella mujer provocó la compasión de Cristo. Dice el texto que al verla «se compadeció de ella» y, delante de todos, le dijo: «No llores». Son palabras de consuelo, compasión y misericordia de Jesús ante una mujer que sufre. A diferencia de otros relatos de curación y milagros, el texto no habla de la fe de la viuda, sino de la compasión de Cristo.

«Levántate»
Hay un gesto de Jesús sumamente atrevido y desconcertante: «Tocó el féretro». Inmediatamente todos los que iban en el cortejo se pararon. ¿Por qué? Porque, según las leyes judías, Jesús se había contaminado al entrar en contacto directo con la muerte. Se había convertido en un impuro. Y en medio del dramático silencio gritó con gran autoridad al muerto: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!». Dice el texto que «el muerto se incorporó y empezó a hablar». Imagino la perplejidad y el sobresalto de los presentes; pero, también, el asombro y la alegría de la madre. Y la maravillosa acción culmina con la entrega del hijo a la madre por parte de Jesús, como signo del mayor consuelo para tanto dolor.

«Dios ha visitado a su pueblo»
Lucas finaliza el relato describiendo la actitud de los testigos presenciales: «Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios». Es comprensible el mencionado temor ante la resurrección de un muerto; y es lógico también –sobre todo en la mentalidad del evangelista Lucas– que finalice el relato provocando la alabanza de Dios por la maravilla de este hecho milagroso.
Más aún, el texto añade que la gente no solo se admiró por la espectacularidad del milagro, sino también por la identidad de quien lo hizo posible. Estos milagros solo puede hacerlos Dios. Por eso, Jesús no solo es denominado como «un gran profeta», que ha surgido en Israel; sino que es reconocido como Dios. En sus obras y palabras, el pueblo de Israel reconoce que «Dios ha visitado a su pueblo» y continúa obrando sus maravillas en favor de los hombres, especialmente de los más pobres y necesitados.
Lucas presenta este relato subrayando claramente dos ideas. Por un lado, que Jesús es Dios, el Hijo de Dios, que tiene autoridad para hacer obras maravillosas; que se compadece del dolor humano y ama a los hombres. Y, por otro lado, que es el Señor de la Vida, con poder sobre la muerte, más aún, que transforma la muerte en vida. Y este es el mensaje final de este relato evangélico: la última palabra no la tiene el mal, ni el pecado ni la muerte; la última palabra es de Dios, del bien y de la Vida. Bien claro lo dijo Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 5,24).


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos



Evangelio

En aquel tiempo iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Y acercándose al ataúd, lo toco (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!». El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.


Lucas 7, 11-17