Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

jueves, 31 de marzo de 2016

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

II Domingo de Pascua (ciclo C)
Para que creas

El segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia concluye la Octava Pascual, es decir, los ocho días posteriores al domingo de Pascua, en el que los nuevos cristianos, que habían recibido la iniciación cristiana en la gran noche sacramental de la Vigilia Pascual, concluían su formación inicial y se ponían sus vestiduras blancas, características de su nueva incorporación a Cristo. Por eso, se llama a este domingo, también, dominica in albis (domingo blanco), o domingo de Tomás, por el hermoso texto evangélico que se proclama.
A lo largo de este tiempo de la cincuentena pascual –que san Atanasio consideraba como «el gran domingo» de Pascua–, se proclamarán las apariciones de Jesús Resucitado a sus discípulos. Estas acontecen regularmente el primer día de la semana judía y cada ocho días, para recordar el día santo de la resurrección del Señor. El relato evangélico de este domingo describe al grupo de los apóstoles reunidos y ofuscados por el miedo y la inseguridad. Se describe una comunidad triste y desorientada. Tenían miedo a los judíos. Las puertas cerradas son signo de la debilidad interior que paraliza el corazón de la comunidad.
En este contexto, Jesús se hace presente en medio de ellos y se manifiesta resucitado. Su saludo pascual es siempre el mismo y repetido: «Paz a vosotros». Inmediatamente, el corazón compungido de los discípulos se alegra al ver al Señor. Son los frutos de la Pascua: la alegría y la paz. Y es en este momento, según el Evangelio de Juan, cuando los capacita con la fuerza de su Espíritu y los envía a la misión.
La escena aumenta su dramatismo cuando se advierte la ausencia de Tomás y de su comprensible incredulidad ante el testimonio de los hermanos: «Hemos visto al Señor». Los discípulos dan ya testimonio experiencial de Cristo Resucitado. Los que no habían creído a las mujeres intentan ahora convencer a Tomás. Pero no lo logran.
Tomás desconfía del testimonio unánime de los hermanos. No puede admitir la posibilidad del Resucitado. Está cerrado a la novedad del misterio anunciado por Jesús. Pone condiciones: «Si no lo veo con mis propios ojos y lo compruebo personalmente, no lo creeré». Representa al hombre escéptico de todos los tiempos con problemas de fe, y no es fácil admitir lo extraordinario en mentes tan racionalistas como las de Tomás.
Sin embargo, Jesucristo conoce muy bien el corazón humano. No pacta con mediocridades ni con las modas del momento. Conoce nuestras dudas y torpezas, por eso nos invita a la confianza. Solo el Evangelio puede curar nuestras dudas y preocupaciones, como sanó la incredulidad soberbia de Tomás. El encuentro con el Resucitado transformó la duda en confesión de fe; al escéptico en apóstol; al incrédulo en creyente: «¡Señor mío y Dios mío!». La duda no puede ahogar la posibilidad de la fe. ¡Qué bien lo entendió el cardenal Newman cuando afirmaba: «La fe es la capacidad de soportar las dudas»!
El reproche de Jesús a Tomás puede valer también para nosotros: «¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?... No seas incrédulo, sino creyente». El Señor nos invita a la fe y a la confianza en Él. Incluso en medio de las dificultades, el Señor nos dice que la solución no pasa por exigir señales, sino en creer en Jesús: «¡Dichosos los que crean sin haber visto!». Es la última bienaventuranza de Jesús recogida en el Evangelio de Juan: la bienaventuranza de la fe. Creer significa vivir; y la vida es cuestión de fe. Así termina la primera conclusión del Evangelio de Juan: «Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre» (Jn 20, 30).
Esta es la finalidad de todo lo escrito en su Evangelio: para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida. Juan concluye la narración sobre la vida de Jesús llamando a la fe de sus discípulos como condición indispensable para que haya vida en ellos. El que cree en Jesucristo vive; y el que vive de Jesucristo, cree.


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos


Evangelio

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Juan 20, 19-31




lunes, 28 de marzo de 2016

La Hermandad de las Cinco Llagas desea a todos sus hermanos y amigos una muy feliz Pascua de Resurrección








Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

Domingo de Pascua (ciclo C)
Resucitó

La celebración de la Semana Santa y del Santo Triduo Pascual culmina con la celebración del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor. El protagonista de todos estos santos días ha sido Jesucristo. El Jueves Santo actualiza su entrega por toda la humanidad. El Viernes Santo recuerda su pasión y muerte en la cruz. El Sábado Santo evoca su sepultura silenciosa durante el gran sábado judío. Y el Domingo de Pascua conmemora su Resurrección. El canto del pregón pascual y la proclamación del Evangelio durante la solemne Vigilia Pascual, en la gran noche sacramental, anuncia a toda la Iglesia el mensaje más revolucionario de toda la historia: Cristo Jesús ha resucitado de la muerte y vive para siempre.
En medio de toda esta atmósfera pascual, se proclama en el domingo más importante de todo el año un hermoso texto del Evangelio según san Juan que evoca aquellos primeros momentos en el que los discípulos conocen la noticia de la Resurrección del Señor.
Es importante advertir la referencia al «primer día de la semana». Jesús murió la víspera del gran sábado judío en el que se paralizaban todas las actividades. Por eso, las mujeres tuvieron que esperar hasta el día siguiente al sábado, el primer día de la semana, para acercarse al sepulcro de Jesús y completar las tareas de embalsamamiento del cuerpo que, por las prisas, no había podido culminar antes de su entierro. La sorpresa fue mayúscula cuando, muy temprano, advirtieron que la gran piedra que cerraba la tumba estaba abierta, literalmente «sacada de su surco». Estaba abierta no para sacar a Jesús, sino para que pudieran entrar los testigos oculares. Las mujeres no entraron. Ante el desconcierto, fueron corriendo para avisar a los discípulos, a quienes informaron de que «se han llevado del sepulcro al Señor…». María Magdalena es la primera que descubre y comunica los indicios de la gran noticia, pero no puede interpretarlos todavía; piensa que han robado el cuerpo. En otros evangelios, es el primer testigo de la Resurrección. Por eso, en algunos escritos medievales se la llamaba la «superapóstola», porque es la primera que anuncia a los apóstoles la Resurrección del Señor.
A continuación son Simón Pedro y «el discípulo amado», amigo de Jesús, que la tradición cristiana identifica con Juan, los que entran en escena. Corren juntos hacia el sepulcro por la gravedad de la noticia. Tienen que inclinarse, agacharse para entrar por la cavidad de la tumba y, al entrar, Pedro queda perplejo. Se fija, sobre todo, en los lienzos y el sudario «enrollado en un sitio aparte». ¿Por qué? Porque los lienzos y el sudario tendrían que estar pegados al cuerpo de Jesús por el agua y la sangre. Si se han llevado su cuerpo, tendrían que haberse llevado también el sudario con él. ¿Quién se va a entretener en un robo a doblar perfectamente estas telas? Alguien tuvo el sumo cuidado de doblarlos y ponerlos en un sitio aparte. La armonía que se encuentran en el interior descarta cualquier tipo de robo o asalto violento. Se presiente orden y paz.
Junto con Simón Pedro entra «el discípulo amado», muy probablemente el evangelista que relata este acontecimiento, y en dos palabras magistrales describe su reacción interior: «vio y creyó». Al ver aquella escena, comprendió lo que había dicho Jesús y creyó en su Resurrección. Por eso, el último versículo de este texto evangélico ayuda a interpretar mejor la reacción de Juan: «No habían entendido la Escritura… él había de resucitar de entre los muertos».
En el gran día de Pascua, solemnidad de las solemnidades del año, este texto del Evangelio según san Juan anuncia a todos los hombres y mujeres de este momento histórico, que Jesús, el Cristo, ha resucitado y está vivo, vivo para siempre. Los discípulos de Jesús son testigos de su sepulcro vacío, y testigos, también, como veremos en los próximos domingos, del Resucitado. El sepulcro es lugar de muerte, no de vida. Nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos; así lo había comunicado el mismo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la Resurrección y la vida» (Jn 11,25). Antes lo habían escuchado, ahora comprueban que es verdad.
Termino con las palabras con las que se saludarán en este Domingo de Pascua todos los hermanos orientales; y que, además de un saludo, suponen una auténtica profesión de fe: «Christós alethós anesti» («Verdaderamente ha resucitado Cristo»). A lo que se contesta: «Alethós anesti» («Verdaderamente ha resucitado»).


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos

Evangelio

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.


Juan 20, 1-9




jueves, 17 de marzo de 2016

Recordatorio: mañana, Viernes de Dolores a las 20,30 horas y en San Francisco, último Via Crucis cuaresmal antes del de la Madrugada Santa





Aviso importante sobre la jornada del Viernes Santo tarde

La Hermandad de las Cinco Llagas no va a dar credencial alguna a ningún hermano para que en la tarde del Viernes Santo se pueda ver salir a la querida Hermandad del Cristo de la Expiración desde el interior de la iglesia de San Francisco. La organización y el pase al interior de la iglesia dependen directamente de la Hermandad del Cristo de la Expiración.


Evangelio y comentario

Domingo de Ramos (ciclo C)
Gloria y cruz

Con el Domingo de Ramos se inaugura la Semana Santa, la grande y santa Semana, como la denominan algunas Iglesias orientales, en la que celebramos los misterios centrales de la fe cristiana: la Pasión, Muerte, sepultura y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Los ritos de este domingo comienzan conmemorando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, que continúan con la solemne celebración eucarística, en la que se proclaman unos textos bíblicos de gran hondura y belleza. Sin embargo, es un día que podríamos denominar agridulce, claroscuro, porque se contraponen dos sentimientos diversos en la misma celebración.
Por un lado, es una fiesta de alegría. Se conmemora la solemne entrada de Jesús en la Ciudad Santa de Jerusalén, donde se encontraba un gran gentío para celebrar la fiesta de la Pascua. Los judíos allí presentes, al advertir la presencia del famoso Nazareno, salen curiosos a conocer a Jesús y le reciben como a persona importante, con cantos, aclamaciones, batiendo ramos en alto y alfombrando las calles con sus mantos. Muchos de los presentes creían aclamar a un nuevo profeta, un posible guerrillero libertador del pueblo romano o un futuro rey. Los evangelistas recogen en labios de la masa popular la famosa exclamación que servía de acogida a los peregrinos en el templo de Jerusalén: «Bendito el que viene en el nombre del Señor». ¡Bendito! Así se refleja en la procesión jubilosa de los fieles en este Domingo, con los Ramos bendecidos, acompañando a Cristo victorioso. Se presiente alegría, canto, algarabía, júbilo…
«Como oveja llevada al matadero»
Sin embargo, muchas veces me he preguntado: ¿cuál sería el sentimiento de Jesús al entrar en Jerusalén? En medio de aquella gente exaltada, bien sabía Él que era la última etapa de su vida, que llegaba a Jerusalén «como oveja llevada al matadero», que entraba en la ciudad para morir. Por eso, la liturgia del rito romano utiliza en este día el color rojo; se proclama el texto de la Pasión del Señor, como el Viernes Santo; y se denomina a este día Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. En la solemne entrada de Jesucristo en Jerusalén se percibe ya su ofrenda voluntaria en la cruz por toda la humanidad. Y el mismo pueblo que lo aclamaba «¡Bendito!», pocos días después le considerará ¡maldito! Jesús vive el duro contraste entre la acogida jubilosa y la repulsa violenta de su pueblo.
Así como en el Viernes Santo la tradición de la Iglesia siempre ha proclamado el texto de la Pasión según Juan, en este domingo se proclama el texto de la Pasión de Lucas. Un hermoso texto en el que Lucas quiere presentar la Pasión de Jesucristo como un signo de amor y de misericordia. Hay muchos matices en los varios episodios que describen el final de la vida de Jesús, pero llama la atención que Lucas acentúa la inocencia de Jesús frente a las acusaciones de los poderes políticos y religiosos, trata de mitigar la culpabilidad de los judíos y de los discípulos y, sobre todo, resalta el perdón de Jesús para con todos. Todo el relato es como un solemne camino ascendente hacia la crucifixión de Jesús. Pero Lucas no solo recuerda la centralidad de la crucifixión del Señor, sino también su finalidad. ¿Por qué ha muerto Jesús? Para manifestar el amor misericordioso de Dios para con todos. ¿Para qué ha muerto Jesús? Para salvar lo que estaba perdido, para redimir a la humanidad pecadora, para conducir de nuevo el hombre hacia Dios.
¡Qué profundidad la de estos días santos! El pueblo cristiano siempre se preparó con especial intensidad para vivir esta santa semana acompañando a Jesucristo en las celebraciones litúrgicas, en las procesiones y actos de piedad, en horas de silencio y oración... ¿Por qué no vives tú también esta experiencia espiritual allí donde te encuentras? Entra en el misterio de Jesucristo celebrado en estos días, y experimentarás que sales renovado.

Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos


Evangelio

Cuando  llegó la hora, se sentó Jesús a la mesa y los apóstoles con Él y les dijo: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios»... Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con el cáliz, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros»... Salió y se encaminó al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar, les dijo: «Orad para no caer en la tentación». Y se apartó de ellos y, arrodillado, oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya ». [...] Apareció una turba; iba a la cabeza el llamado Judas, uno de los Doce. Después de prenderlo, se lo llevaron a casa del sumo sacerdote. Cuando se hizo de día, lo condujeron al Sanedrín. Le dijeron: «¿Eres tú el Hijo de Dios?» Él les dijo: «Vosotros lo decís, yo lo soy». Ellos dijeron: «¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de tu boca». Y lo llevaron a presencia de Pilato, que dijo: «No encuentro ninguna culpa en este hombre. Le daré un escarmiento y lo soltaré». Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara. Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían. Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, lo crucificaron allí, a Él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». [...] Uno de los malhechores crucificados lo insultaba. Pero el otro decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso». [...] Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y dicho esto, expiró.

Lucas 22, 14-23, 56





Interesante curso "Las Hermandades y Cofradías de Semana Santa"


CURSO:     LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS DE SEMANA SANTA:
HISTORIA, FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS, FUNCIÓN SOCIAL


Las Hermandades y Cofradías de Semana Santa nacidas desde antiguo para promover el culto, fomentar la fraternidad entre sus miembros y practicar la caridad son en la actualidad unas de las instituciones de seglares más importante en la Iglesia como parte integrante de la religiosidad popular. Este curso pretende profundizare en su dimensión teológica y en su praxis cristiana: sus orígenes históricos y su evolución, sus fuentes bíblicas, sus dimensiones cultuales, la valoración de las imágenes a través del magisterio, los fundamentos y razón  de las mismas tanto entre sus miembros como hacia la sociedad en general, su misión esencial etc. De esta forma nos proponemos poner en valor  la realidad de las Cofradías en el mundo de hoy como punto de vinculación de muchos cristianos, no pocos de las “periferias”, con la Iglesia,  a la vez que valorar su misión en la sociedad y cultura actual.



DESTINARIOS:

Hermanos y hermanas cofrades, agentes de pastoral, personas vinculadas a la pastoral cofrade y en general, periodistas especializados, y todas la personas relacionadas e interesadas en el mundo de las hermandades.


TEMÁTICA DEL CURSO

1.Historia de las hermandades y cofradías; 2.Teología de la Pasión y Resurrección; 3.El Nuevo Testamento y las representaciones de la Pasión; 4. Las imágenes en la historia y en la vida de la Iglesia; 5.Liturgia y hermandades; 6.La Fraternidad, fundamento de la vida cofrade; 7. La Caridad, misión esencial de las cofradías; 8. Las Hermandades y su vinculación con la Iglesia: la Diócesis; 9. El derecho canónico en la estructura cofrade; 10. Patrimonio y evangelización; 11.La espiritualidad de las hermandades y cofradías; 12.Las hermandades y cofradías: un importante sector del laicado de la Iglesia; 13. Los distintos medios y estilos de comunicación en la vida cofrade.


PONENTES

Diego M. Molina Molina; Ignacio Rojas Gálvez; Juan A. Estrada Díaz; Francisco J. Martínez Medina; Ángel A. García Cuadrado; Severino Calderón Martínez; Raquel Pérez Sanjuán; Enrique Esquivias de la Cruz; Marcelino Manzano Vilches; Fernando García Gutiérrez; Jesús L. Muros Ortega; Encarna Ximénez  de Cisneros.
Misa fin de curso presidida por el Sr. Cardenal Carlos Amigo Vallejo.



LUGAR Y FECHA:
        
         Facultad de Teología de Granada, año académico 2015-2016

El curso comienza el viernes 29 de abril a las 17, h. y finaliza el domingo 1 de mayo a las 14, h.
La Secretaría de la Facultad emitirá un certificado de asistencia.
Durante el curso se tendrán visitas a capillas, casas cofrades y monumentos.


ORGANIZA: Centro de Estudios de Historia y Patrimonio
                    Facultad de Teología de Granada

COLABORA: Federación  de Cofradías de Granada





El Consejo de la Unión de Hermandades ha concertado servicio gratuito de rehabilitación a los costaleros y podología para los nazarenos

Para acceder a dicho servicio gratuito es necesario que el costalero o el nazareno llame a la Clínica Montealto para concertar una cita previa al teléfono 956 18 75 68.
Para los costaleros se ofrece un máximo de 3 sesiones y cada sesión tendrá una duración de 30 minutos. La sesión para los nazarenos tendrá una duración de 10 minutos. El servicio gratuito tiene vigencia hasta el 30 de Abril.

Además de presentar la papeleta de sitio, que es lo que le permitiría acceder a dichos servicios gratuitamente, el costalero o el nazareno deberá rellenar una ficha y presentarla el día que le asignen para ser atendido. El objetivo de dicha ficha es que los servicios de atención de la clínica puedan saber los antecedentes médicos de la persona y así ofrecer un mejor y atinado servicio.



viernes, 11 de marzo de 2016

Normas para la estación de penitencia de 2016

HERMANDAD DE LAS CINCO LLAGAS – SEMANA SANTA 2016
NORMAS A TENER EN CUENTA PARA LA ESTACIÓN DE PENITENCIA


1.      En cuanto al modo y manera de vestir el santo hábito nazareno, la Diputación Mayor de Gobierno recomienda encarecidamente se cumplimente al pie de la letra cuanto en este sentido estipulan nuestras Santas Reglas. Recuérdese que los pantalones se recogerán a una altura suficientemente considerable para que en ningún caso asomen bajo la túnica. Que igualmente idéntico cuido ha de otorgarse a los puños de las camisas. Y que obligatoriamente ha de prescindirse de alianzas, relojes, pulseras, uñas pintadas –en el caso de las hermanas- o elementos identificadores en pies, tobillos, manos y muñecas.

2.      Los hermanos que vistan la túnica en la Casa de Hermandad deberán personarse en sus dependencias en el intervalo de once a doce menos cuarto de la noche, mas nunca sobrepasando dicha franja horaria. Podrán depositar sus túnicas en la Casa de Hermandad, si lo desean, durante la mañana del Jueves Santo en horario de 11.00 a 12.30 horas.

3.      Ningún familiar o acompañante de los hermanos que vistan la túnica en la Casa de Hermandad podrán acceder al interior de ésta ni antes ni después de la Estación de Penitencia mientras los hermanos se vistan y desvistan de sus túnicas nazarenas. La infracción de esta norma se considerará muy grave. En cualquier caso deberán aguardar en el exterior de la Casa de Hermandad en absoluto silencio y guardando la discreción necesaria.

4.      Los hermanos se dirigirán desde su domicilio –o lugar elegido para revestirse del santo hábito nazareno- a San Francisco por el camino más corto (de entre los posibles), siempre andando (jamás utilizando ningún medio de transporte, ni como conductor ni como acompañante), con el capirote y antifaz colocados, al tiempo que se abstendrán de hablar y ni siquiera de gesticular con nadie.

5.      En caso de amenaza de lluvia durante la noche del Jueves Santo deberán obligatoriamente presentarse en San Francisco.

6.      Todo el cuerpo de nazarenos deberá acceder a la Iglesia de San Francisco entre las doce y cuarto y la una menos cuarto de la madrugada. La entrada se llevará a efecto por la calle Corredera.

7.      Los hermanos guardarán las distancias, que será la tradicional del cancel a la puerta de la iglesia y asimismo mantendrán las respectivas parejas en todo el trayecto. La anchura del cortejo la marcará, en la comitiva del Señor, los faroles de Cruz de Guía y, en la comitiva del Palio, las insignias de la bandera. En las curvas procurarán los hermanos mantener el ancho de la calle. Los hermanos que lleven cruces penitenciales las portarán siempre con la cruceta encajada al hombro.

8.      Bajo ningún concepto se podrá en la calle hablar con ninguno de los hermanos ni con persona alguna que presencie el paso de la cofradía, ni será permitido volver la cara en ningún instante. De encontrarse indispuesto, solamente en este caso, hará una indicación al hermano celador, quien será el encargado de avisar al hermano responsable que posee la exclusiva potestad para realizar los cambios pertinentes.

9.      El cirio no se subirá a la cadera hasta que no lo haga el hermano que le precede –nunca antes-, de modo que se irán alzando escalonadamente desde el inicio de cada cortejo hasta la pareja de nazarenos que cierre el último tramo. En cada parada el cirio se bajará al suelo cuando –de igual modo- lo haya hecho el nazareno precedente. Al llegar la cofradía a la Santa Iglesia Catedral se bajará el cirio y se portará permanentemente de manera vertical sobre el suelo.

10.  Al regreso a la iglesia conventual de San Francisco la comitiva permanecerá siempre formada y podrán los hermanos de manera opcional y no obligada volverse para presenciar la llegada de los pasos. Ningún hermano tomará la iniciativa entonces de disolver el cortejo y, sólo cuando concluyan las oraciones de despedida, podrán depositar el elemento procesional en las naves más cercanas a la Capilla del Voto.

11.  Los hermanos, una vez recogida la Hermandad, marcharán inmediatamente a sus domicilios por el camino más corto. Sin pararse ni hablar ni mirar para atrás ni cruzar con ninguna cofradía que encuentre a su paso.

12.  Los hermanos que opten por realizar la estación de penitencia descalzos podrán depositar sus sandalias junto a los confesionarios de San Francisco para recogerlas al término del acto penitencial.

13.  MUY IMPORTANTE: En caso de enfermedad o imprevisto que impida presentarse en San Francisco durante la noche del Jueves Santo inmediatamente notificará dicha ausencia telefoneando al número 699615525 correspondiente al hermano Secretario Ernesto Romero del Castillo o enviando un SMS o whatsapp. Lo contrario se entenderá como falta injustificada y, por consiguiente, infracción muy grave.

14.  El incumplimiento de alguna/s de estas normas se considerará asimismo falta muy grave.



La Diputación Mayor de Gobierno



Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

V Domingo de Cuaresma (ciclo C)
No condenar

Las autoridades judías no soportaban la creciente popularidad de Jesús entre sus paisanos. Buscaban por todos los medios comprometer a Jesús, sorprendiéndolo en alguna falta grave para acusarlo oficialmente y acabar con él.
De nuevo, en el Evangelio de este domingo, son los escribas y fariseos los que provocan a Jesús. Este, tras retirarse al Monte de los Olivos para orar, comienza su jornada enseñando en el templo de Jerusalén ante un gran gentío («todo el pueblo acudía a él»). ¿El motivo de la provocación? Interrumpen la enseñanza del Maestro y presentan a una mujer que ha sido sorprendida públicamente en evidente adulterio. El motivo es grave. La ley judía pide apedrear a la adúltera. Todo el mundo lo sabe; pero, aun así, quieren saber la opinión de Jesús. Él, que predicaba el amor y el perdón a todos, ¿qué dice ahora? Es curioso que el evangelista Juan clarifica la intención de estos manifestando su insistencia y motivación: «Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo».
Sin embargo, Jesús parece responder ajeno a la tensión evidente del contexto. Se inclinó y se puso a escribir en el suelo. Parece hacer caso omiso ante un grave problema y una dura realidad. Ante la insistencia pública de los acusadores, Jesús se incorpora y profiere una de esas sentencias desconcertantes, que ha pasado al acervo popular de nuestras gentes: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra»; es decir, el que esté sin pecado, el que sea perfecto y puro, el que no haya cometido ningún defecto en su vida… que acuse, que juzgue, que sea el primero en ejecutar la sentencia dictada por la ley mosaica.
Estaban en lugar público, probablemente todos se conocían, y bien sabían todos el pecado de cada uno. Por eso se fueron escabullendo, comenzando por los más viejos, para indicar que habían pecado más; hasta quedar solos Jesús y la desconocida mujer.
Es entonces cuando cede el dramatismo del relato y adquiere una delicadeza y magnanimidad como pocos escritos literarios han logrado transmitir. De tal modo que las esquemáticas palabras que describen los hechos comunican mucho más de lo que expresan.
Jesús y la desconocida mujer han quedado solos. Han desaparecido todos: el pueblo que escuchaba sus enseñanzas y los escribas y fariseos acusadores. No conviene olvidar cómo estaría la desdichada mujer: sorprendida en adulterio, expuesta públicamente a la vergüenza, humil lada para siempre… Sin embargo, Jesús se dirige a ella para preguntar dónde están sus acusadores. Bien sabía Jesús que se habían ido. Establece con ella una conversación al mismo nivel de respeto y dignidad. «¿Ninguno te ha condenado?», insiste Jesús. Y escucha la única respuesta de aquella mujer, de quien desconocemos su nombre: «Ninguno, Señor». ¿Por qué le llama «Señor»? Porque ha presentido ya quién es el que la habla, quién la ha librado de la muerte, quién ha desconcertado a los temibles escribas y fariseos. Es Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios.
Y entonces termina el relato, con el gran mensaje de este domingo. Jesús se dirige hacia aquella pobre y atemorizada mujer para decirle probablemente la mayor noticia de su vida: «Tampoco yo te condeno». Jesús ha salvado su vida. La hace libre. Y le da una nueva oportunidad: «Anda y, en adelante, no peques más».
El Señor Jesús ha realizado «algo nuevo», como dice el profeta Isaías; un signo que refleja el amor misericordioso de Dios para todos los pecadores. Dios Padre ha enviado a su Hijo Jesucristo al mundo no para condenar, sino para salvar a los que están perdidos. Dios ama. Dios perdona. Por eso, cantamos hoy con el salmista: «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres».

Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos


Evangelio

En aquel tiempo, Jesús se retiró al Monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor».
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Juan 8, 1-11






Recordatorio: Esta tarde a las 20,30 horas, Santa Misa de Hermandad






Todos los hermanos que lo deseen están invitados por la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración a participar en el Via Crucis de traslado a su paso de la Imagen Titular del Cristo

     Fotografía amablemente cedida por N.H.D. José Soto Rodríguez


Una carta del entonces Hermano Mayor Manuel Martínez Arce al cuerpo de hermanos

Reproducimos hoy una detallada misiva cursada al cuerpo de hermanos de las Cinco Llagas a mediados de la década de los sesenta por el entonces Hermano Mayor Manuel Martínez Arce. Se trata de una carta motivadora, reflexiva y directa a propósito de la trascendencia y asimismo del compromiso de vestir la túnica nazarena. Con un estilo literario impecable y a su vez destilando una formación cristiana y cofradiera sin duda patentes, Martínez Arce dejó escrito este auténtico monumento a las formas. Sirvan sus párrafos de motivo y motivación para todos cuantos en estas fechas optan por abandonar –o por no mantener- el sublime privilegio de vestir el santo hábito nazareno. Dice así: 

“Cofrade de las Cinco Llagas:


Por favor, lee… y luego, medita unos instante cuanto creo obligación de conciencia decirte.

La Semana Santa está al llegar. Eso ya lo sabes, y no es noticia. Como tampoco lo es que la Cofradía, TU COFRADÍA, prepara su procesión de penitencia, en estación a la R. e I. Iglesia Colegial.

En esa estación de penitencia deseo vivamente ver a todos los cofrades, unidos en cuerpo de comunidad y envueltos en el anonimato de la túnica, alrededor de nuestros queridos Titulares.

Todo ello después de haber asistido también corporativamente, por la tarde, a los Divinos Oficios y de haber recibido al Señor Sacramentado, según disponen nuestras Reglas.

No se trata de mera presunción de número; me mueve el deseo de que todos aprovechemos esta singular gracia espiritual que se nos depara cada año, por benevolencia del Señor, gracia con mayor virtud si nos llega en espíritu de unidad comunitaria, en verdadero cuerpo místico eclesial.

Pero la estación es también obra de misericordia, en aras de un mundo mejor, por cuanto se ordena a dar buen ejemplo al pueblo cristiano, a poner de manifiesto los misterios de la Redención y servir de testimonio en las calles de la ciudad.

Ha de servir igualmente para que durante el tiempo de nuestra reunión en torno a Jesús de la Vía-Crucis y María Santísima de la Esperanza, en nuestro silencio y compostura elevemos los corazones, demos gracias al Señor por los beneficios constantes de que nos hace objeto, le pidamos perdón por nuestras infidelidades y por los pecados del mundo entero, pues unas y otros hicieron necesaria la Divina Tragedia.

Al dar tu nombre a la Hermandad te obligaste voluntariamente. Si este año, por imposibilidad física no puedes cumplir, el Señor lo sabe y te eximirá bondadoso. Pídele entonces fuerzas y salud para años sucesivos. Si fútiles excusas te inducen a eludir tu compromiso también el Señor lo sabe.

No opongas que vas tras el “paso” del Señor, de particular e individualmente, ajeno a la comunidad cofradiera, y que es lo mismo. Sabes bien que no lo es. Es una callejuela, un medio fácil de querer persuadirse de que se ha cumplido, contribuyendo a la creación y mantenimiento de una corruptela y práctica viciosa.

Tu puesto está en las filas de la Cofradía, junto a tus hermanos, con tu túnica, con tu cirio, con tu cruz, con lo que se te depare. Por tu parte pondrás… tu esfuerzo, tu fervor, tu compostura, tu silencio, tu buen ejemplo y hasta tu gozo interior. No rehuyas el puesto que el Señor y la Santísima Virgen, con amor, te han reservado en la Cofradía. Consciente de tu deber acepta generoso y entusiasta esa cruz que el Señor quiere que lleves con Él, como Él la lleva por ti.

El Señor y nuestra Madre te esperan. También tus hermanos cofrades. No los desilusiones. Si no acudes nadie te dirá nada, pero piénsalo bien…

Apréstate, pues, a cumplir tu deber de buen cofrade en una noche santa. Estamos ahora en estos tiempos más obligados que nunca. Y si encuentras a algún hermano que ande remiso o vacilante ejercita tu caridad cerca de él, animándolo a participar en la estación penitencial, que te lo agradecerá ciertamente. Aunque no te lo diga.

Por tanto no desoigas la voz del Señor, que te llama, y colabora con tu presencia y ejemplo en la renovación espiritual de la Cofradía según los deseos de la Santa Madre Iglesia y las doctrinas conciliares y la renovación de la Cofradía, en el sentido que quiere la Iglesia, depende de cada uno de nosotros en particular.

Ten bien presente que tu puesto sólo tú puedes llenarlo.

Perdona tan prolija misiva. Estimaba deber de conciencia decirte todo esto. Recibe con mi sincero afecto el abrazo de tu Hermano Mayor.

Manuel Martínez Arce”.
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Reflexión leída en el último Cabildo Capitular Ordinario de Salida

Como introducción, UN RECORDATORIO:  La cofradía es responsabilidad de todos, absolutamente de todos sin excepción alguna. Incluso de su sostenimiento económico. No podemos plantear exigencias sobre una realidad –LA COFRADÍA EN LA CALLE- sobre la que ni participamos presencialmente ni tampoco aportando una colaboración o aportación económica. Ya desde el año pasado la Junta de Gobierno ha dispuesto la posibilidad de la retirada de la cédula de sitio solidaria de cuantía además libre.

Destaquemos a continuación algunos fragmentos de recomendable lectura en alta voz:

Espiritualidad del cofrade que participa en su cofradía. Del latín  spiritualitas, el término moderno espiritualidad tiene que ver, como la propia palabra indica, con la vida espiritual. Es la ciencia práctica de la perfección evangélica. La forma de llegar a esa perfección.
Cristo nos llama a la santidad (“Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”), y para ello nos da una serie de medios.

La vida espiritual no es algo alejado de la realidad, no es algo inmaterial. La vida espiritual es dejar cabida a Dios en nuestra vida. Es dejarse guiar por el Espíritu. En la persona donde hay un lugar importante para Dios, ahí hay espiritualidad cristiana.

Los elementos  fundamentales en la espiritualidad cristiana son la renuncia interior y exterior a la que el evangelio nos invita; pero no todos los cristianos estamos llamados a hacer dicha renuncia en igual intensidad. Dice el Concilio Vaticano II en la constitución Lumen Gentium en los números 40 y 42: “Todos los fieles, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre”. Nuestro camino: son las cofradías.

Definitivamente podríamos decir que sin la salida procesional la cofradía no existe. Debemos acompañar a la cofradía revestido del santo hábito nazareno. El sufrimiento voluntario permite al hombre recuperar el estado de primera inocencia, y lograr una libertad de espíritu.

Hay toda una teología sobre la reparación de los pecados y el reato de culpa y el reato de pena. Ejemplo: la puntilla clavada en la madera como pecado (que se perdona al ser desclavada –confesión sacramental- pero que hay que reparar , arreglar ese agujero que queda)…, o del robo y la reparación (se nos puede perdonar un robo, pero hay que devolver/reparar lo sustraído)… SE PUEDE PERDONAR UN ROBO, PERO QUE HAY DEVOLVER LO SUSTRAÍDO. EN UNA HERMANDAD SE PUEDE –O NO- PERDONAR UN ROBO PERO EL HERMANO PERDONADO EN SU MOMENTO DEBE DEVOLVER O REPARAR LO SUSTRAÍDO.

Y para eso está la purificación del purgatorio: para lo que no se termina de pagar en esta vida… por eso los sufrimientos y actos de caridad y misericordia de la vida nos purifican: ¿nos suenan las indulgencias, verdad? Son otro medio de purificación.


Por poco que se haga, siempre se sufre vestido de nazareno. El peso de la túnica y la incomodidad de la misma, del fajín, del capirote, el cirio o el elemento que se porte, el estar todo el rato con una compostura que en algunas Hermandades es la práctica inmovilidad…y luego aguantar una serie de horas…

Respecto a la túnica nazarena mucho se ha dicho. Hace poco, el pasado 11 de septiembre, y en uno de los múltiples actos que celebramos para conmemorar el LXXV aniversario de la reorganización de  esta Hermandad de las Cinco Llagas  tuvimos una interesantísima mesa redonda donde se afirmaron verdades como éstas:

“Vestir la túnica es imbuirse de una fuerza interna hacia lo externo, encarnándome no estando con ella sino en ella. En efecto es una negación a sí mismo. Es la unión de algo espiritual. También nos vestimos y también simbolizamos un color y unos signos. Y una dimensión de compromiso. La Hermandad se hace comunidad pública en la calle”.

“El santo hábito nazareno es testimonio externo, valentía interna, radiografía de la conciencia, humildad del alma, herencia y legado, mortaja y renacimiento, negación a sí mismo y amor sin cotos al prójimo”.  Muy importante esto de la mortaja. Es un hábito de difuntos. Lo que llevaremos puesto cuando nos presentemos ante nuestro Padre del Cielo.
       
“Vestiré la túnica mientras Dios me dé vida. No es cuestión de crisis si no de sentimientos. Lo hacemos por verdadera Fe y devoción hacia nuestros Titulares. Toda la crisis de los tiempos actuales no va a poder con eso”.

“La familia es fundamental para la concienciación de la trascendencia de vestir el hábito nazareno, que tiene mucho de tradición y de preparación familiar. Todo en la familia tiene mucho de tradición y de comportamiento de futuros nazarenos”.

“Mis túnicas me emocionan cuando las veo planchadas y colgadas justo antes de cada estación penitencial. Yo rezo ante ellas porque doy gracias a Dios por concederme un año más. Vestir la túnica es revestirse de Cristo”.

“No sabemos la responsabilidad que tenemos de vestir la túnica hasta que ya no podamos. Soy de la época en la que los hermanos se vestían hasta que podían. Hombres, sí, de la procesión a la muerte, hasta la muerte”.  

“En efecto vestir la túnica es revestirse de Cristo. Es revestirse de aquel Nazareno que murió por nuestros pecados y eso compromete mucho”. Llevamos una túnica semejante a la vestimenta que en Galilea se llevaba en la época de Jesús.

“Es curioso cómo en una sociedad que se aleja más de los sentidos cristianos, se siga la tradición de los nazarenos de nuestras cofradías. Todo lo tenemos a mano en esta sociedad de confort y no obstante se siguen sacando papeletas de sitio y se siguen padeciendo las insufribles caminatas de nuestros itinerarios. Es la grandeza de nuestra Semana Santa.”.

“El gran triunfo de las cofradías no es que se hayan adaptado a los tiempos sino que son los tiempos los que se han adaptado a las cofradías. Todo cambia menos las cofradías. Y es porque Dios así lo quiere”. ¿Cuántos van a ver a sus hijos y nietos vestir la túnica, la misma, que ellos han vestido? También compartir esta experiencia es algo lleno de grandeza.

“Cada vez que uno sale de nazareno ahí está el pasado, el presente y el futuro de la Hermandad. Cuando vemos un nazareno de las Llagas vemos al nazareno de las Cinco Llagas de siempre. No sabemos si es el último en incorporarse o el más antiguo, si es fulanito o zutanito. Cuando vemos un nazareno de las Cinco Llagas, ahí está el nazareno de las Cinco Llagas por antonomasia, el nazareno de siempre de esta Hermandad. Por eso compromete mucho. Porque representa la Historia, los que fueron, los que vendrán, un paradigma”.

“Hay muchos que no nacen en familia cofrade pero sí han nacido con el pellizco de ser cofrade aunque vivan  incluso en un entorno adverso. ¿Donde pueden encontrar el apoyo que no hallan en la familia, en los amigos, en su círculo? Sin duda en los hermanos de su Hermandad”. Porque no sabemos –no sólo con los pasos y su exorno, sino con el mismo cortejo, cuántos corazones vamos a tocar, a cuántas personas va a convertir el Señor por medio de nuestro testimonio.

Repetimos:

La cofradía es responsabilidad de todos, absolutamente de todos sin excepción alguna. Incluso de su sostenimiento económico. No podemos plantear exigencias sobre una realidad –LA COFRADÍA EN LA CALLE- sobre la que ni participamos presencialmente ni tampoco aportando una colaboración o aportación económica. Ya desde el año pasado la Junta de Gobierno ha dispuesto la posibilidad de la retirada de la cédula de sitio solidaria de cuantía además libre.