Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

jueves, 29 de junio de 2017

Recordatorio: el próximo viernes 7 de julio, Santa Misa de Hermandad a las 20,30 horas en la Capilla del Voto






Nuevos nombramientos en la Diócesis

Fuente: DIÓCESIS DE ASIDONIA-JEREZ





Las renovaciones llegan a Jerez, Sanlúcar de Barrameda, Rota, Trebujena, Zahara de la Sierra, Algodonales, La Muela, El Puerto de Santa María, Arcos de la Frontera y Algar
  
Monseñor José Mazuelos Pérez, el obispo de Asidonia-Jerez, aprovecha la fiesta de San Pedro y San Pablo que la Iglesia celebra este jueves y en la que la Diócesis conmemora el 37 aniversario de su erección canónica bajo el pontificado de San Juan Pablo II, para anunciar los siguientes nombramientos que irán cundiendo en las correspondientes tomas de posesión a medida que se acerque septiembre próximo:

  • Manuel Lozano Jiménez, nuevo párroco de San Miguel, en Jerez de la Frontera; concediéndosele a quien ha ejercido esa responsabilidad durante casi medio siglo, Ángel Romero Castellanos, el título de párroco emérito.
  • David Belmonte Rodríguez-Pascual, nuevo párroco de Nuestra Señora de los Dolores, en Jerez de la Frontera.
  • Enrique Soler Gil, nuevo párroco de Santa Ana, en Jerez de la Frontera.
  • Antonio José Aguilar Verdugo, nuevo párroco de San Juan Grande y Nuestra Señora de la Candelaria, en Jerez de la Frontera.
  • Juan Celio Jacinto del Castillo Espinosa, nuevo párroco de Madre de Dios, en Jerez de la Frontera.
  • José Manuel Sánchez-Romero Martín-Arroyo, nuevo párroco de Nuestra Señora de la O, en Sanlúcar de Barrameda.
  • Manuel Jesús Ortiz Rivas, nuevo párroco de Santa Ángela de la Cruz y San Antonio Abad, en Sanlúcar de Barrameda.
  • Manuel Ignacio Gallardo Simeón, nuevo párroco del Divino Salvador, en Rota.
  • Juan Manuel Sotelo Maestre, nuevo párroco de la Purísima Concepción, en Trebujena.
  • José Árjona Gil, nuevo párroco de Nuestra Señora de la O, en Rota.
  • Iván Cote Benítez, nuevo párroco de Santa María de la Meza, en Zahara de la Sierra.
  • Iván Cote Benítez, nuevo párroco de Santa Ana, en Algodonales, y Santa María del Carmen, en La Muela.
  • Miguel Ángel Olmedo Jiménez, nuevo párroco de Jesús de Nazaret, en El Puerto de Santa María.
  • Juan Antonio Vital Santos, nuevo párroco de Nuestra Señora del Carmen y de la Santa Cruz en el Santiscal, en Arcos de la Frontera.
  • Juan Antonio Vital Santos, nuevo párroco de Nuestra Señora de Guadalupe, en Algar.
  • Ildefonso González Pérez, nuevo párroco de María Auxiliadora, en Arcos de la Frontera.

Junto a todos estos relevos de presbíteros al frente de diversas parroquias de todo el territorio asidonense, el prelado ha anunciado también el nombramiento del sacerdote Antonio José Aguilar Verdugo como nuevo delegado diocesano de Cáritas Diocesana así como ha dispuesto la aprobación de los estatutos de la Delegación Diocesana del Movimiento Scout Católico.


Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

XIII Domingo del tiempo ordinario (ciclo A)
El que pierda su vida la encontrará

Conforme pasa la vida, dedicamos el tiempo a distintas tareas. Estos quehaceres nos exigen fuerza, muchas horas y gran organización para poder ser encajados en nuestro día a día. Probablemente, los niños y las personas mayores gozan de algo más de libertad: los pequeños porque tienen quien se ocupe de ellos; los que, por su edad, dejaron ya de trabajar, porque pueden disfrutar de un merecido descanso. Sin embargo, el resto de personas vivimos inmersas en el trabajo, familia y, a menudo, en el agobio y la preocupación. En este contexto escuchamos cómo hoy el Evangelio nos dice: «el que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará». ¿Cuál es el sentido de esta frase para quien todos los días está ocupado en su familia, su trabajo, sus amigos, sus proyectos? ¿Qué nos pide el Evangelio en estas páginas?

Fidelidad a la vocación de bautizados
No cabe duda de que Jesús habla de exigencia en este pasaje. El Señor lo pide todo. El tenor de estas expresiones puede conducirnos a pensar que los únicos destinatarios de la primera sección del Evangelio de hoy son los apóstoles, sus sucesores o, como mucho, los sacerdotes o las personas que se han consagrado a Dios de un modo particular. Por eso, ¿qué implicaría, pues, «perder la vida» para un padre de familia, para un estudiante o para un anciano que sufre los achaques de la enfermedad? Bastante tienen ya con responder con fidelidad a la misión que tienen que cumplir y con sobrellevar pacientemente los dolores, angustias y sufrimientos que la vida les depara. Sin lugar a dudas, estas líneas resuenan especialmente en quien ha recibido la llamada de Dios hacia una vocación de especial consagración al Señor. Este hecho no se puede negar. Pero tampoco se puede reducir el alcance del pasaje evangélico a los que han descubierto la llamada a la santidad a través de otros caminos. Y es aquí donde nos detenemos.
San Pablo nos dice en la segunda lectura que cuando fuimos bautizados nos incorporamos a la muerte y resurrección del Señor. Del mismo modo que en Cristo se produce el paso de la muerte a la vida, los bautizados participamos ya de esta realidad. Esta es la razón última por la que el Apóstol nos exhorta a llevar una vida nueva «muertos al pecado y vivos para Dios». Quien ha sido introducido en la fe es llamado también a «perder la vida», pero no a cambio de nada, sino para encontrar la vida verdadera. De este modo, comprobamos que Dios nos pide todo. «Perder la vida» significa ir sin cálculos en nuestra entrega hacia los demás y no anteponer nada a la voluntad de Dios. No se trata de dedicar más o menos tiempo a nuestra vida de fe, sino, más bien, a vivir sabiendo que toda circunstancia puede ser puesta ante los ojos de Dios. Supone, asimismo, valorar lo que no es aparente, lo oculto, lo inadvertido, que conforma el paso de nuestros días. Y esto sabemos que está abierto a cualquiera, independientemente de su edad, trabajo o situación.

La generosidad del Señor
Las palabras de Jesús nos hacen ver también la gran generosidad que Dios tiene con quien acoge a los que van a en su nombre. La mujer que recibe al profeta Eliseo, en la primera lectura, es ejemplo de hospitalidad. Puesto que da cobijo a Eliseo como enviado de Dios, recibe la recompensa de Dios por intercesión de su ilustre huésped.
En suma, el Señor es exigente, pero, al mismo tiempo, es tremendamente generoso. Ni un solo vaso de agua por uno de sus discípulos, nos dice, quedará sin recompensa. No estamos ante un simple intercambio, ante un dar para recibir algo a cambio. Nos situamos en la esfera del amor incondicional. Jesús nos hace ver que la entrega total es el verdadero camino para nuestra vida adquiera el pleno sentido y sea plenamente fecunda.

  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia Adjunto de Madrid




Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».

Mateo 10, 37-42






lunes, 26 de junio de 2017

sábado, 24 de junio de 2017

El Cabildo General de hermanos de las Cinco Llagas aprueba por unanimidad las Cuentas del Curso 2016-2017 así como también, sin ningún voto en contra, la propuesta del establecimiento de la denominada «Cuota única»



Este pasado jueves, y en el transcurso del Cabildo General Ordinario de Cuentas y Cierre de Curso, el cuerpo de hermanos de la Hermandad de las Cinco Llagas aprobó por unanimidad, tras detallado informe contable del hermano tesorero don José Soto Rodríguez, el Estado de Cuentas del curso cofradiero 2016-2017.

Asimismo la Junta de Gobierno de esta Hermandad y Cofradía elevó al cuerpo de hermanos la propuesta de sustituir la actual cuota anual de hermano y el importe de la cédula de sitio (para realizar Estación de Penitencia en la Madrugada Santa) por una única cuota unificada que satisfaga el sostenimiento económico de la corporación. Dicha propuesta igualmente fue aprobada sin ningún voto en contra. 

De este modo, y ya a partir de 2018, se sustituye la suma de las cantidades de 32 € (cuota anual de hermano) y 20 € (donativo estimativo de la cédula de sitio) que actualmente suman 52 €, por una sola cuota única de 50 €/año por hermano, con independencia de que el hermano participe o no en la Estación de Penitencia. Los menores, hasta los 13 años de edad, sufragarán una módica cuota de 15 €/año, al objeto de aliviar el cómputo económico total de las familias de la Hermandad.

La cuota única no es una subida en sí: es el resultado del equilibrio económico, que sube su importe para unos, pero también lo baja para otros y comporta que todos los hermanos de forma ecuánime contribuyan económicamente con nuestra corporación. No obstante, hay que tener en cuenta que la actual cuota de hermano de 32 € no ha sufrido ningún incremento desde hace 15 años.


La cuota única es un acto de justicia equitativa que engloba a todos los miembros del cuerpo de hermanos, es decir, todos adquieren el mismo compromiso en el afronte y sostenimiento económico del principalísimo acto de culto externo: la Estación de Penitencia a la S. I. Catedral. De este modo el cuerpo de hermanos asume en su generalidad los gastos que conlleva sostener la cofradía y, libremente al pertenecer a la misma,  actuar corresponsablemente con dichas necesidades. 




Entrevista a Fray Francesco Patton, O.F.M., custodio de Tierra Santa

Fuente: ALFA Y OMEGA






«Nuestra primera obligación es rezar y alabar al Señor»

El custodio de Tierra Santa basa toda su acción en el diálogo: con las otras confesiones, con las autoridades políticas, con las instituciones culturales y con todos los hombres de buena voluntad, pero sin renunciar al carácter católico de una misión que los franciscanos tienen encomendada desde el siglo XIV y cuyo rasgo principal es la preservación de los Santos Lugares

José Mª Ballester Esquivias
Jerusalén

«Un poquito de itañol se entiende». No solo se entiende sino que habla el idioma de Cervantes con fluidez. «Es mi primer año, mi noviciado», explica. «Faltan algunos días para terminarlo, hay muchas impresiones y algunas ideas: no pretendo tener una visión completa».

En el convento jerosolimitano de San Salvador, sede de la Custodia de Tierra Santa, el padre Francesco Patton OFM, titular de la más señera de las subprovincias franciscanas desde mayo de 2016, se mantiene cauto. Motivos tiene: la realidad eclesial que administra es compleja. Cuando se habla de la Custodia de Tierra Santa, no se habla solo de Israel y Palestina, sino también de la presencia en Jordania, Líbano, Siria, Chipre, Rodas y Egipto. Compleja, rica e internacional. «Somos 260 frailes de 40 nacionalidades distintas. Es verdaderamente una riqueza porque es la expresión de nuestra universalidad y catolicidad. No olvide que catolicidad significa universalidad».
Pero sin obviar la importancia que implica vivir en los Lugares Santos. Según Patton, «son el testigo de la realidad de la Encarnación y de la Redención, de ahí que nuestra primera tarea sea rezar y alabar al Señor. En los distintos lugares el Señor ha realizado algo esencial para nosotros: en Nazaret, la distancia entre Dios y la humanidad ha desparecido; en esa misma ciudad, Dios se hizo carne; en Belén, nació como un Niño. Es algo extraordinario, porque nos presenta la cara de Dios en la cara del Niño. Así nos pide que le acojamos».
«Al recorrer los emplazamientos de Galilea cercanos al lago Cafarnaúm y otros –prosigue el custodio– «hay un contacto vivo con lo que Jesús dijo e hizo, lo que nos hace disfrutar de estos pasajes del Evangelio que están en los lugares». Y por supuesto, Jerusalén, sede del Cenáculo –lugar de la Eucaristía y del Sacerdocio–; Getsemaní –lugar de la oración de Jesús y de su entrega a la voluntad del Padre–, el Gólgota –donde, como dice san Pablo, «el Hijo de Dios me amó y entregó su vida para mí», y el Santo Sepulcro, lugar donde se cumplió el otro milagro con la Resurrección, por lo que nuestra carne ahora vive en Dios.
Una herencia excepcional de la que, en opinión de Patton, se deriva la tarea principal de los frailes de la Custodia: contemplar y rezar. Después hay otra tarea que es la acogida de peregrinos. «Nuestra experiencia es importante porque no se puede acoger si no se entiende el significado del lugar. En este momento, estamos en cincuenta santuarios. Son muchos».
La tarea pastoral se desarrolla en las parroquia latinas. «En cada una de ellas suele haber una escuela; y son escuelas que permiten el diálogo: hay una mayoría de alumnos musulmanes y una minoría de cristianos. Son escuelas de convivencia».

Corre el rumor según el cual el Gobierno de Israel habría reducido su aportación a las escuelas de titularidad de la Custodia.
El problema tuvo lugar hace dos años, cuando hubo diferencias entre las escuelas cristianas y el Gobierno. Tras un parón algo se ha movido y ahora estamos recibiendo la aportación. Hay diálogo a todos los niveles sobre este asunto.

¿Cuáles son las perspectivas de la Custodia a largo plazo, tanto en el aspecto económico como en el religioso?
La sostenibilidad ha de garantizarse con los aportes de toda la cristiandad. Por ejemplo, a través de la colecta del Viernes Santo, que es el mayor soporte económico de la Custodia. Hay también otras fuentes de financiación privada.

¿Está garantizado el futuro del proyecto pastoral?
Es sostenible a largo plazo. Tenemos el número suficiente de hermanos y tenemos vocaciones procedentes de todo el mundo, de Asia, América Latina, África y Europa. En nuestro proyecto y realidad, hay muchas colaboraciones con institutos religiosos y con laicos comprometidos. Trabajamos en equipo y en red.

¿Por qué fase atraviesan las relaciones con los responsables de las otras confesiones?
En este momento tenemos un buen diálogo con los griegos ortodoxos, con los armenios ortodoxos, y con los coptos… con todos. Para nosotros es esencial el diálogo con griegos y armenios porque en el Santo Sepulcro y en Belén compartimos el espacio físico del lugar santo.

Impera el statu quo.
Eso es: cualquier iniciativa tiene que ser por acuerdo. Recientemente hemos restaurado el Santo Sepulcro, el santuario más importante de la cristiandad. Una obra importante por su peso simbólico, ha sido una gran experiencia de cooperación.

¿Y con las otras dos confesiones monoteístas?
Tenemos oportunidades de diálogo. Con los musulmanes en las escuelas, como he dicho anteriormente, hay diálogo con alumnos, familias y profesores, sin olvidar el diálogo de la vida diaria, que es fructífero.

¿Con los judíos?
Hay colaboración a nivel cultural. Cuando se hacen exposiciones, los museos israelíes nos piden hacer operaciones comunes. Hay cooperación académica, a través de la Facultad de Ciencias Bíblicas y Arqueológicas de la Flagelación. En materia arqueológica, hay relación con el Departamento de Antigüedades Judaicas. Hay aprecio mutuo: les gusta a ellos y a nosotros.

¿En qué consiste a día de hoy la acción de la Custodia en relación con los refugiados?
Trabajamos con refugiados y migrantes en todo Oriente Medio. Aquí en Israel centramos nuestro trabajo en Haifa y Tel Aviv, donde hay más de 50.000 migrantes católicos. A los refugiados los apoyamos indirectamente a través de una asociación judía.

¿Y en el resto de países?
Trabajamos directamente con los refugiados. La situación más dramática es la de Siria, cuyo símbolo de la destrucción es Alepo: antes de la guerra, Alepo tenía tres millones de habitantes, de los que alrededor de 300.000 eran cristianos de distintas confesiones. La ciudad tenía buena vida social, cultural y económica. Ahora es como Varsovia después del gueto.

¿Cuántos cristianos quedan?
Más o menos 30.000. Algunos viven en otros lugares de Siria, como Latakia, pero la mayoría ha dejado el país.

¿Qué planes tiene la orden franciscana?
Seguiremos manteniendo nuestros sitios y parroquias: dos en Damasco, una en Alepo, otra en Latakia, que ha doblado el número de fieles; sin olvidar otras dos iglesias en dos pueblos situados en una región controlada por Al Qaeda.

¿Cuál es, a la postre, el objetivo final de su mandato?
Que los hermanos que viven y trabajan en la Custodia crezcan como una fraternidad. Y que esa vida fraterna sea un testimonio de cómo se puede vivir juntos siendo de distintas nacionalidades.

También hay proyectos culturales completos.
Hemos empezado un proyecto de Museo de Tierra Santa y hay una primera sección multimedia. Habrá una sección arqueológica en la iglesia de la Flagelación que probablemente estará activa antes de final de año. La tercera sección es la histórica, que estará en San Salvador. Será un lugar de la memoria cristiana y franciscana de Tierra Santa.


Ocho siglos de presencia franciscana
La presencia franciscana en Tierra Santa se remonta a 1217, cuando el Capítulo General de la Orden celebrado ese año creó la provincia que, según el fascículo oficial que hoy distribuye la Custodia, «abarcaba todas las regiones en torno a la cuenca sudoriental del Mediterráneo, de Egipto y Grecia y más allá». En 1219 y 1220 fue visitada por el mismísimo san Francisco de Asís. Hubo que esperar a la bula del Papa Clemente VI, con fecha de 21 de noviembre de 1342, para que los franciscanos empezaran a administrar los Lugares Santos. No han dejado de hacerlo ni un día desde entonces. En la actualidad, la Custodia está conformada por alrededor de 300 misioneros, 54 santuarios, 24 parroquias, 14 escuelas, cuatro casas para enfermos, ancianos y huérfanos, tres institutos académicos, dos editoriales, 1.850 puestos de trabajo, 650 viviendas para necesitados, y 362 becas anuales para estudiantes.

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

XII Domingo del tiempo ordinario (ciclo A)
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo

Desde los comienzos del cristianismo estas palabras han sido fuente de confianza de tantos y tantos fieles que han afrontado con gran valor y fidelidad las dificultades a las que han tenido que enfrentarse a lo largo de su vida. El modelo de tal valentía lo representan los mártires. Basta con acceder a los testimonios de los últimos momentos de vida de muchos de ellos para comprender la fuerza que las palabras del Evangelio de hoy han ejercido en ellos: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma».

Una tarea no siempre sencilla
La liturgia anticipa el relato del Evangelio con la lectura del libro de Jeremías. El profeta es blanco de las iras de sus enemigos. Ante esa situación, Jeremías está convencido de que «el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes». El Señor sabe que la misión es difícil y el anuncio de quien va en su nombre no está exento, a menudo, de graves dificultades. Muchas veces se trata de indiferencia por parte de los oyentes, pero, especialmente cuando se trata de presentar a las claras la verdad del Evangelio, no es extraño que la incomodidad se convierta en maledicencia y esta se transforme en abierta persecución.
Sin llegar necesariamente al martirio, todos sufrimos en mayor o menor medida momentos de dificultad, debidos a nuestra condición creyente. A veces los problemas proceden de nosotros mismos. No siempre nos encontramos con la misma energía y preparación para responder a cuanto Dios nos pide. La pereza o la debilidad de nuestras convicciones pueden influir en cierta medida en nuestra vida de fe. Por otra parte, es casi ya un tópico afirmar que la sociedad actual poco ayuda a ser fieles al camino que Dios tiene para nosotros. Pero, precisamente por eso, Jesús nos puso al tanto de las implicaciones del seguimiento a su persona. Si el Maestro sufría persecución, los discípulos habían de correr la misma suerte. Se identifica, de hecho, la condición de discípulo con la de perseguido.

Un itinerario de fidelidad
El pasaje de este domingo insiste en otra faceta imprescindible para la vida de fe: la fidelidad. La clave del seguimiento a Jesucristo se halla en la perseverancia ante las adversidades que nos encontramos a lo largo de la vida. El mejor ejemplo lo tenemos en el mismo Señor, objeto de contradicciones, que acabó en la cruz. Las pruebas de la vida no nos deben desalentar. En primer lugar, debemos ser comprensivos con nosotros mismos: la condición humana está sujeta a la debilidad, como hemos señalado, lo cual resta ímpetu a la hora de colaborar en la misión de evangelización. En segundo lugar, hemos de ser conscientes de que la Iglesia promueve un mensaje que no siempre se adapta a los intereses y valores apreciados por el mundo. Así pues, no hemos de escondernos ante el anuncio de Cristo. Con frecuencia la vida del cristiano no será aparente. Sin embargo, el trabajo oculto con los pequeños y quienes necesitan una palabra de aliento, cuando se realiza cumpliendo el mandato misionero del Señor, goza del mismo Cristo como valedor ante el Padre.
Así pues, el verdadero freno a que la misión evangelizadora se realice con fluidez no son las dificultades internas o externas que pueden presentarse en nuestro camino, sino la cobardía y la infidelidad. Ante esas tentaciones, el itinerario es alimentar nuestra fe de un modo más fuerte a través de la vida de la Iglesia, con todo lo que ello implica. La escucha asidua de la Palabra de Dios, la celebración de los sacramentos y la puesta en práctica de la caridad fraterna son algunos de los medios que contribuyen a ser fieles y valientes en el día a día.

  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia Adjunto de Madrid




Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; valéis más vosotros que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
Mateo 10, 26-33






viernes, 16 de junio de 2017

Recordatorio: El próximo domingo, Fiesta del Corpus Christi, SOLEMNE TRASLADO DE LA VIRGEN INMACULADA DEL VOTO DESDE NUESTRA SEDE CANÓNICA HASTA EL ALTAR QUE SE UBICARÁ EN LA PLAZA DE LA ASUNCIÓN




Con motivo de la fiesta del Santísimo Corpus Christi, ante la acertada proliferación de altares que rinden homenaje a Jesús Sacramentado a su paso por las calles de Jerez, y cumpliéndose en este 2017 el IV centenario del Voto que el Cabildo Municipal hizo en nombre de nuestra Muy Noble y Muy Leal Ciudad, esta Junta de Señores Oficiales ha tenido a bien llevar a término el deseo de muchos de que esta Bendita Imagen Mariana de tan arraigada devoción en nuestra Historia local se haga presente como centro de un altar.

Todo aquel hermano que desee acompañar al breve pero devotísimo traslado que desde las 9,00 horas del día 18 de los corrientes y hasta las 9,45 –hora prevista de llegada a la Plaza de la Asunción- deberá ponerse en contacto con N. H. D. Raúl Pérez Carretero (tfno. 605026518), y estar en San Francisco media hora antes de la salida con traje oscuro y la medalla de la cofradía.

El itinerario será el siguiente: Plaza Esteve, Corredera, Plaza del Arenal, Plaza Monti, Pozuelo, Plaza Vargas, Letrados y Plaza de la Asunción.

Por la tarde, y una vez pasada media hora de la recogida de la Procesión del Corpus, se procederá al traslado de vuelta con idéntica compostura.



Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

Solemnidad del Corpus Christi (ciclo A)
El pan vivo bajado del cielo

Celebramos este domingo la solemnidad del Corpus Christi; una fiesta que nos invita a detenernos en torno al misterio eucarístico y a su significado para la vida de la Iglesia. Para comprender lo que implica el don de la Eucaristía, el Evangelio nos presenta la última parte del discurso de san Juan sobre el pan de vida. Comienza el pasaje con las palabras «yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre». En el Antiguo Testamento el pan es, ante todo, un don de Dios, esencial para la subsistencia del hombre. Por eso, en la oración que el Señor enseña a sus discípulos parece resumir en este alimento todo lo necesario para la vida del hombre, al mismo tiempo que anticipa el don eucarístico.

El maná y la Eucaristía
Cuando los judíos escuchaban «pan bajado del cielo» pensaban inevitablemente en el maná, el alimento que Dios dio a Israel durante la marcha por el desierto, conforme escuchamos este domingo en la primera lectura, del libro del Deuteronomio. El maná tenía un carácter misterioso. Pero a través de este medio de subsistencia Dios hace patente su presencia en medio de su pueblo, que recordará siempre este don poniendo en el arca, junto a las tablas de la ley, un vaso con maná.
La Palabra que nos propone hoy la liturgia busca subrayar la relación entre el maná y el verdadero pan que nos da Dios. Lo hemos escuchado también en la primera lectura: «no solo de pan vive el hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de Dios» (Dt 8,3). El Evangelio insiste en que el verdadero pan no es el maná —el cual no libraba al hombre de la muerte—, sino Jesús mismo, verdadero pan del cielo. La poesía cristiana nos lo ha transmitido a través de la secuencia Lauda Sion, que desde hace siglos se canta en este día. En una de sus estrofas se resaltan los precedentes o figuras del Pan verdadero: «Isaac fue sacrificado; el cordero pascual, inmolado; el maná nutrió a nuestros padres».
Del mismo modo que Dios se preocupó por alimentar a su pueblo cuando estaba en el desierto, Jesús ofrece a sus discípulos un don aún mayor: la Eucaristía, esencial para la vida. Jesús no se refiere a la vida física, sino a la vida verdadera, la que une a Dios con el hombre para siempre y a los hombres entre sí. Esta es la «vida eterna» de la que nos habla.

Pan de comunión
Durante estos días muchos niños han recibido por primera vez al Señor en la Eucaristía. Han hecho la comunión. San Pablo nos dice en la carta a los Corintios que el cáliz que bendecimos y el pan que partimos son comunión. ¿Qué significa esto? Unión íntima y profunda. El Señor quiere ofrecernos el vínculo más hondo que puede existir con él mismo. Pero recibir al Señor crea al mismo tiempo un lazo estrecho entre los cristianos, tal y como afirma Pablo: «el pan es uno, nosotros, siendo muchos formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan». Por lo tanto, la Eucaristía no puede ser considerada nunca como un hecho privado. Su celebración nunca ha sido un acontecimiento reservado para unos pocos, de manera exclusiva. Cuando acudimos a Misa no elegimos quién nos acompañará, y, probablemente, en el mismo lugar haya personas completamente desconocidas para nosotros, de distintas profesiones, condición o, incluso, nacionalidad. Por eso, la Eucaristía ha sido siempre un antídoto frente a cualquier tentación de particularismo. De hecho, durante muchos años la única celebración eucarística que había en cada ciudad era la presidida por el obispo, donde en torno a la Eucaristía y al obispo se visibilizaba la única comunidad, expresión de la unidad de la Iglesia. El caminar en procesión junto al Señor sacramentado permite hoy día seguir reflejando la unión de quienes, como miembros de la Iglesia, dirigimos la mirada hacia el Señor resucitado.

  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia Adjunto de Madrid




Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Juan 6, 51-58





Destacados del P. Jorge Ambel del tercer día del Triduo Eucarístico




La Fiesta del Corpus: ¿Cuál es el porqué de esta fiesta? Recordamos la última cena que el Señor hizo con sus apóstoles el Jueves Santo, donde el Pan es la Nueva Alianza. Por eso un jueves más adoramos al Señor, para escuchar su mandato.
Es la llamada a la Misión. Una festividad el Corpus donde se manifiesta al mundo el amor que Dios nos da, y ese mundo contempla un milagro en la Eucaristía.
El Santo no solo se ha quedado en la Custodia, sino en un trocito de pan que se queda para nosotros en la fragilidad y en el camino de sencillez.
Todo esto nace de la necesidad de aprender la verdadera vida de sencillez, pero entregándose para todos. Nos encontramos con la sorpresa de un Dios que se hace pequeño, siendo grande.
Y se exalta a Cristo no sólo alabándolo con magnitud sino se hace en Espíritu y Verdad. Adorar es postrarse ante Cristo y ante todos los necesitados. Cristo habita en todos y lo llevamos a nuestras calles como camino de salvación.
 Rendimos un culto humilde, un culto de amor y misericordia. Somos custodios de Cristo.
Hoy especialmente lo recibimos para que el mundo lo reconozca, pero nos hacemos varias preguntas: ¿Como lo recibimos?  ¿estoy preparado?
Estamos llamados, elegidos a llevar a Cristo a todos, sabiendo que el mundo lo rechazará. Aun así se recibirá el mensaje porque necesitamos de Cristo, con esperanza en este nuestro mundo.
Es un regalo porque somos testigos y custodios de su amor.

Que donde estemos nosotros se reconozca a Cristo, Verdad y Vida.


Destacados del P. Jorge Ambel del segundo día del Triduo Eucarístico





La Santísima Sangre de Cristo está muy vinculada a esta Hermandad de las Cinco Llagas.
Dios, que nos podía haber salvado cómodamente, no quiso ahorrarse nada.
Su amor supera los sacrificios sde la Antigua Alianza. Ahora es Él el que se sacrifica por nuestra salvación.
El Señor nos muestra un amor imposible de comprender.
Nos renovamos en cada eucaristía, porque la entrega del Señor se renueva en cada eucaristía.
Como la de Cristo, la sangre de los mártires nos llama y nos pregunta qué estamos cada uno dispuesto a entregar por Cristo. Qué estoy dispuesto a sacrificar por el Señor.
Por el bautismo hemos sido llamados a asociarnos a la Pasión de Cristo, con un martirio diario, gota a gota.
Esto hay que vivirlo en las cosas cotidianas. Cuando hablamos del amor todo es precioso, pero cuando nos toca amar ya es más difícil.
El Señor nos llama a amar a nuestros enemigos. El Señor nos pide que seamos capaces de perdonar incluso cuando el otro no lleva razón, aunque nos haga parecer tontos -por buenos-.
Siempre nos referimos al mal que nos hacen, pero no nos acordamos del mal que hacemos.
Estamos llamados a sacrificar el pecado, morir a todo lo que no es de Cristo.
El Señor nos ha regalado el don de su Cuerpo y de su Sangre. Para que nos conviertan, nos transformen.
El Señor nos pide mucho: nos pide ser santos.  
La adoración a la Eucaristía esta en la base de nuestra fe; es el cimiento de la vida cristiana.
Amar de manera sobrehumana sólo lo podremos hacer en Cristo.