Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

viernes, 27 de abril de 2018

Ayer jueves varios oficiales de la Junta de Gobierno acompañaron a nuestro Hermano Mayor, don Rafael Cordero Jaén, tanto a la inauguración de la Exposición Permanente de Arte Sacro de la Parroquia de San Miguel como a la Misa Funeral por el alma del P. Fernando García Gutiérrez, S.I. en la Parroquia de Madre de Dios


Fotos: Gentileza de N.H.Dña. Mª José Sánchez Setó











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Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y  OMEGA

V Domingo de Pascua (ciclo B)
La experiencia de comunión

Sabemos que el tiempo pascual es el período del año más apropiado para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana. Durante estos días, la Palabra de Dios y la liturgia contienen abundantes fórmulas y signos que hacen referencia a la nueva vida que Cristo nos ha otorgado a través de su Muerte y Resurrección. Por eso, también es tradicional que muchos niños reciban ahora la Primera Comunión. Si el Bautismo incide en el hecho de ser incorporados a una comunidad concreta, que es la Iglesia, la Eucaristía lo concreta a través de la recepción del cuerpo y la sangre de Cristo. Se trata de dos sacramentos que no hacen sino ahondar en el vínculo entre Jesucristo y el cristiano, que, al mismo tiempo, supone una mayor unión entre los hermanos. De hecho, cuando un niño recibe por primera vez la Eucaristía decimos que hace la comunión. Comunión con los hermanos y comunión con el Señor. Estamos ante un mismo acontecimiento que se despliega en dos vertientes. Recibimos al Señor en comunión con la Iglesia. La vida cristiana y la salvación de los hombres «no se concibe aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo», nos ha recordado recientemente el Papa Francisco, citando el Concilio Vaticano II, en su última exhortación apostólica Gaudete et exsultate, sobre la llamada a la santidad. En realidad, el magisterio constata no un deseo, sino la plasmación histórica de la relación entre Dios y el hombre.
Permanecer en la vid
Tanto este domingo como el próximo escuchamos las palabras de Jesús en su cena de despedida, con las que da a sus discípulos instrucciones para cuando él falte. Jesús quiere ahora incidir en la comunión con él. Para ello nos compara con los sarmientos unidos a la vid. Como en tantos otros casos, el Señor se sirve de realidades de la vida corriente de sus oyentes, que no requieren amplios y elaborados discursos para comprenderlas. Con todo, merece la pena señalar algunos puntos. En primer lugar, no es Jesús el primero en referirse a la vid en la Biblia. Israel es comparado con una viña fecunda cuando es fiel a Dios. En segundo lugar, escuchamos repetidamente el verbo permanecer. Tal insistencia solo se justifica porque es el único modo de tener vida: si el sarmiento está unido a la vid hay vida; si no, viene la muerte. Por eso, mediante el Bautismo somosinjertados en la vid, es decir, en la persona de Jesucristo y en el misterio de su Muerte y Resurrección. Y de esta raíz recibimos la savia para participar en la vida divina, que es alimentada por los sacramentos, y, en particular, por la Eucaristía.
La oración y la caridad
Aparte de la unión al Señor y a la Iglesia mediante los sacramentos, la tradición cristiana ha contemplado siempre dos medios para que demos fruto abundante en esa vid: la vida de oración y la caridad. La fecundidad de nuestra vida depende de nuestra oración, y podemos tener confianza en que somos escuchados cuando oramos, porque nuestros frutos son obra de Jesús a través de nosotros. Por otro lado, la prueba fehaciente de que vivimos unidos a la vid, que es Cristo, es la caridad. San Juan nos pide, en la segunda lectura, que «no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras». A través de la parábola de la vid y los sarmientos, el Evangelio nos permite ver que la caridad no consiste en primer término en un esfuerzo por nuestra parte, sino que es un don de Dios, que se nos ha concedido por el hecho de permanecer unidos a la vid. Al mismo tiempo, el amor es el termómetro para verificar que estamos realmente injertados en Cristo. Así pues, con esta sencilla imagen, el Evangelio de este domingo ayuda a percibir, bajo el prisma de la vid y los sarmientos, cómo la vida cristiana solo se puede concebir arraigada en Cristo y en comunión con la vida de la Iglesia. No es posible, por lo tanto, ser cristiano sin mantener este doble vínculo.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid




Evangelio

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».



Juan 15, 1-8




martes, 24 de abril de 2018

Inauguración de la exposición permanente de arte sacro de nuestra Parroquia de San Miguel




El Excmo. y Rvdmo. Monseñor José Mazuelos Pérez, Obispo de Asidonia-Jerez, y el Sr. Cura Párroco de la de San Miguel Arcángel, D. Manuel Lozano Jiménez nos invitan al acto de inauguración de la Exposición Permanente de Arte Sacro de la citada Parroquia.

Tendrá lugar, D.M., el próximo jueves 26 de abril a las 18,30 horas.



lunes, 23 de abril de 2018

Fernando y la transparencia de Dios


Foto: Archisevilla

 Reproducimos a continuación un fragmento del JEREZ ÍNTIMO de N.H.D. Marco Antonio Velo publicado hoy en Diario de Jerez, que lleva por título Fernando y la transparencia de Dios:

“La muerte, en esta ocasión, ni se salió con la suya ni tampoco -al soniquete de Sergio Leone-tenía un precio. La muerte es un intersticio de color violeta. Y ya vaticinó la greguería de Ramón Gómez de la Serna que las violetas únicamente son las ojeras del jardín. ¿Del jardín que tronza y troncha el campo de las malvas? La muerte ahora no ha trasnochado ni ha conjeturado con las fauces del olvido mediato. Porque ha fallecido el sacerdote jesuita Fernando García Gutiérrez, el pariente santo de otro santo potencial: Pedro Guerrero González. Ambos jerezanos. Ambos hijos de San Ignacio. Ambos cultivaron su apostolado allende nuestras fronteras. Fernando no era persona de muecas ni de caretas impostadas sino la concreción facial de una todopoderosa conquista forever: la de la felicidad interior. No existe hombre más carismático, más arrollador, más preclaro, que quien marida (a raudales) la felicidad y el alto intelecto. De los quejicosos jamás se ha escrito ningún verso posmoderno.
Fernando fue un líder sereno y verbal. ¡Cuánta luminosidad académica desprendía! Lo fue -ilustrísimo académico- de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría Sevilla y de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras de Jerez. Su cultura desbordante ya asomaba a cada segundo a través del barandal -que es dentadura del pensamiento- de la sonrisa clara y abierta como una frutal tajada de la dicha de saberse hombre. ¿Su mirada? Cristalina y espejada, como la vidriera mate del quid pro quo. Cuando estrechabas su mano derecha parecías palpar la pasamanería de toda la doctrina ateniense (desde Platón a Crates de Triasio).

Entregó sin melindres ni aspavientos su existencia a la Iglesia desde la perífrasis de una intelectualidad tan polivalente y tan teológica que sus postulados jamás sonaron a cuento chino. Aunque sí al japonés que dominaba con cátedra de docencia internacional. Fernando irradiaba la tronadora fortaleza del optimismo (que es la fuerza del sino). Esa risa copernicana -porque todo lo volteaba con volutas de ciento ochenta grados- que era como una boquiabierta transparencia de Dios. Por amor. Martín Descalzo solía comentar que quien ama mucho sonríe con facilidad. Así es en efecto. Ha resucitado para nuestra memoria (sempiterna) un sacerdote culto y risueño, como el perímetro de un rango universal: ¿qué tuve, que mi amistad procuraste? Has dejado huella, has sembrado, Fernando, amigo, padre, en lo imperecedero. Y, con el poeta pianista, te digo… "Aquí en mi torpe mejilla/ quiero ver si se retrata/ esa lividez de plata/ esa lágrima que brilla"”.

Rogad a Dios en caridad por el alma del Rvdo. P. D. Fernando García Gutiérrez, S.I., vicepostulador de la causa de beatificación del P. Pedro Guerrero González, S.I.


Foto: Hdad. de la Macarena

Fuente: ABC

El padre jesuita Fernando García Gutiérrez falleció este jueves por la mañana después de haber entregado toda su vida a la Iglesia. Nacido en Jerez de la Frontera en el año 1928, se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona. En 1956 marcha a Japón, donde es profesor de Historia del Arte Oriental de la Universidad Sophia (Jochi Daigaku) de Tokio. Fue ordenado sacerdote el 19 de marzo de 1962 en la Universidad San Ignacio de Tokio.

La vinculación entre Fernando García Gutiérrez y Sevilla era muy fuerte, no en vano fue académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría. Gracias a su estancia en Japón y a las donaciones de amigos japoneses y de otras nacionalidades, Bellas Artes posee una extraordinaria colección de arte oriental formada por más de un centenar de objetos de China y Japón, entre los que se encuentran pinturas, esculturas, cerámica, piedras dura, platería, etc. Asimismo, este sacerdote desempeñó el cargo de delegado diocesano del Patrimonio-Histórico Artístico de Sevilla.

García Gutiérrez tenía escritos una veintena de libros que fundamentalmente analizaban la relación que hubo entre los jesuitas y Japón.

El próximo sábado día 28 de abril se celebrará en la Parroquia de San Francisco de El Puerto (Jesuitas) Santa Misa por su eterno descanso. 


Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

IV Domingo de Pascua (ciclo B)
«El buen pastor da su vida por las ovejas»

Sabemos que el Nuevo Testamento utiliza distintas imágenes para que podamos comprender mejor quién es Jesús. El Domingo de Ramos nos deteníamos en la contemplación de Jesucristo como rey. Varias veces se habla del Salvador como cordero. En otros pasajes, el mismo Señor se considera a sí mismo camino, verdad y vida. ¿Qué significado tiene, pues, mirar este domingo a Cristo como buen pastor? La figura del pastor no es una novedad del Evangelio. La tradición anterior hablaba con normalidad de la existencia de pastores, algunos de los cuales, por ejemplo, Moisés y David, fueron llamados por Dios para guiar al pueblo elegido. En realidad, el ambiente pastoril y agrícola de tiempos de Jesús no era muy diferente del de los pueblos del Medio Oriente durante la época en la que se había escrito el Antiguo Testamento. Sin embargo, para algunos, en pleno siglo XXI, la imagen del pastor podría considerarse superada; no tanto por el contraste de nuestra sociedad con un pueblo ganadero, sino porque el concepto de rebaño hoy puede haber adquirido unas connotaciones peyorativas, al asociarse a un conjunto de personas sin voluntad ni capacidad de decidir, que son guiadas por una voz que amenaza su libertad. Nada más lejos de la realidad. Basta con detenerse en tres puntos del Evangelio de hoy, para verificar que no es esa la intención del Señor ni, por lo tanto, de la tradición de la Iglesia, cuando ha adoptado el término pastor, para referirlo a Jesucristo, o cuando, análogamente y en referencia a él, se habla de pastores para designar a quienes están al frente del pueblo de Dios.
Entregar la vida y conocer y amar a su pueblo
En primer lugar, el Señor señala que el buen pastor da su vida por las ovejas. Escuchar esta afirmación en pleno tiempo pascual supone reconocer a Jesucristo como aquel que ha entregado la vida: «Yo entrego mi vida para poder recuperarla». Significa la implicación máxima de su persona en favor de los hombres. Este ejemplo resuena cada vez que son ordenados presbíteros, como pastores del rebaño de Dios, especialmente cuando esa celebración tiene lugar en torno a este domingo. Por lo tanto, no se trata de dominar una masa de personas, sino de comprometerse en cuerpo y alma con ellas. En este sentido, cobra relevancia la segunda característica del Evangelio de este domingo sobre el buen pastor: conocer a las ovejas. Esta realidad nos habla de la relación que nosotros establecemos con Jesucristo, vínculo que nos une también al Padre. Pero también alude al conocimiento personal que la Iglesia pide a sus pastores. La Biblia da a menudo al término conocimiento un valor más profundo, que va más allá de ser consciente del nombre o de las condiciones o necesidades de una persona o de una determinada comunidad: hace referencia al amor hacia esos hombres, es decir, a una relación interior honda y a una aceptación del otro, tal y como es. En tercer lugar, el pastoreo de Jesucristo constituye un servicio a la unidad. No consiste exclusivamente en reunir al pueblo de Israel disperso. Cuando Jesús alude a «otras ovejas que no son de este redil» y de que «habrá un solo rebaño y un solo Pastor», se está refiriendo a toda la humanidad y a su llamada a salir a los caminos (Cf. Lc 14, 23). Así lo aclaran, igualmente el resto de las lecturas de este día. No en vano la lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles dice que «bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos». Jesucristo, el buen pastor, no nos ofrece únicamente una catequesis sobre cómo han de ser los pastores, sino que, entregando su propia vida, conociendo y amándonos profundamente, constituye el paradigma de quien guía a la Iglesia buscando siempre servir y no ser servido.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid




Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».



Juan 10, 11-18



viernes, 13 de abril de 2018

Pregón y cartel de las Glorias de Jerez 2018






El pasado 6 de abril a las 20:30 h. fue presentado en la sede del Consejo de Cofradías, el Cartel anunciador de las procesiones de Gloria 2018, obra del artista sevillano D. Miguel Ángel González.

 

Asimismo, se presentó al Pregonero que el mañana sábado día 14 de abril tendrá a su cargo el Pregón de las Glorias a las 21:00 horas en la Basílica de la Merced Coronada:

Don Álvaro Carmona López, podólogo y destacado orador afincado en  Sevilla.


Foto: ARTESACRO


Nuevo presbítero en nuestra diócesis





Jesús Castro Simancas recibió las órdenes del sacerdocio en una celebración que tuvo lugar en la Catedral el pasado sábado 7 de abril

Ha sido ordenado por monseñor José Mazuelos Pérez quien, durante los próximos meses, contempla la institución de acólitos (1 de mayo), el rito de admisión a órdenes (17 de junio) y la ordenación de diáconos permanentes (30 de junio).

Fuente: DIÓCESIS DE ASIDONIA-JEREZ

Don  Jesús Castro Simancas, que culmina su formación en el Seminario Diocesano, fue ordenado presbítero en una celebración que presidió monseñor José Mazuelos Pérez, obispo de Asidonia-Jerez el mediodía del pasado sábado en la Santa Iglesia Catedral del Salvador.


Jerezano de nacimiento y crecido en la fe comprometido con la Iglesia a través de su pertenencia desde niño al Movimientos Scout Católico.

Nueva EXHORTACIÓN APOSTÓLICA GAUDETE ET EXSULTATE DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE EL LLAMADO A LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL


La nueva exhortación del Papa, Gaudete et exsultate, es una invitación a la búsqueda de Dios en la vida cotidiana para dejarnos hacer por Él y así alcanzar la santidad a la que hemos sido llamados.

 

El documento completo en el siguiente enlace:

 


http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20180319_gaudete-et-exsultate.html





Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

III Domingo de Pascua (ciclo B)
Les abrió el entendimiento

La celebración eucarística de este domingo propone un pasaje que es la continuación del relato del encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús. «Estaban hablando de estas cosas», nos dice. El Evangelio insiste en la perplejidad de los que oían los relatos sobre las apariciones de Jesús. No tiene nada de particular el plantear dudas ante unos episodios inauditos y en contraste radical con lo que estas personas habían visto unos días antes: un condenado a muerte en la cruz, abandonado por casi todos. La aparición repentina del Señor resucitado en medio de ellos eleva al máximo la dramaticidad y la tensión. Lucas utiliza los términos «aterrorizados» y «llenos de miedo», puesto que creían estar viendo un espíritu. Su mente, por lo tanto, estaba cerrada para comprender lo que había ocurrido.

La Resurrección de la carne
El texto del Evangelio propone la Resurrección como el dato central del cristianismo, verdad fundamental que es preciso reafirmar siempre con fuerza, puesto que negarla, como de varios modos se ha intentado hacer y se sigue haciendo, o transformarla en un acontecimiento puramente espiritual, significa desvirtuar la misma fe. Al igual que el evangelista Juan el domingo pasado, también este domingo Lucas quiere destacar que Jesús no es un fantasma. Además de hacer referencia dos veces a sus manos y a sus pies, signo de la identidad con el que murió en la cruz, adopta varios términos que recalcan que están viendo algo tangible y no se hallan frente a una ilusión o fantasía que se desvanece. Palparcarne y huesos son palabras que pretenden hacernos ver que los discípulos se encuentran ante una persona real: «Soy yo en persona». Con este énfasis se trata de defender el valor de la carne. En el credo apostólico confesamos «la resurrección de la carne». Y este domingo estamos ante una verdadera manifestación de esta realidad, que sustenta nuestro credo. Sabemos que algunas tradiciones de aquella época, procedentes del ámbito griego, consideraban el cuerpo y la carne como algo negativo. El cuerpo era visto como una especie de prisión en la que estaba encerrada el alma y, por lo cual, la muerte era, en cierto modo, considerada como la liberación del alma del cuerpo. Sin embargo, no es esta la perspectiva bíblica, que considera el cuerpo como creado por Dios y, por lo tanto, algo bueno en sí mismo. Para la fe cristiana esta orientación tiene consecuencias fundamentales, ya que la corporeidad de Cristo es la culminación de la creación de todas las cosas por Dios y, en especial, de la creación del hombre por las manos de Dios.

«Comió delante de ellos»
La presencia del Señor con los discípulos no sirve a estos únicamente para verificar una identidad con quien murió en la cruz. Jesús no se muestra vivo solo para que los discípulos lo vean y lo toquen. El objetivo de sus apariciones es también cambiar su modo de ver la realidad. Y esto requiere una explicación o enseñanza de Jesús, que tiene como finalidad permitirles ver la continuidad no solo con lo que Él les había enseñado durante tres años, sino con lo que estaba escrito desde siglos antes en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos, es decir, en el Antiguo Testamento. Sin embargo, en Cristo se reconoce no solo una continuidad, sino también un cumplimiento: «era necesario que se cumpliera todo», escuchamos también. El ámbito en el que esta explicación se lleva a cabo es en torno a una mesa. La tradición ha considerado la celebración eucarística, también alrededor de una mesa, como el lugar en el que podemos reconocer a Jesucristo resucitado. Así pues, para descubrir a Jesucristo vivo en medio de nosotros es necesario que alguien nos abra los ojos para comprender la Eucaristía y, al mismo tiempo, sentarnos en la mesa en la que el Señor está en medio de nosotros.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid




Evangelio

Al En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo que comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las escrituras. Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».



Lucas 24, 35-48





domingo, 8 de abril de 2018

El pasado viernes 6 de abril celebramos Santa Misa de Hermandad y posterior fraternal convivencia







Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia (ciclo B)
A los ocho días

El pasaje del Evangelio de este domingo nos muestra que Jesús se apareció a los discípulos, encerrados en el Cenáculo, al anochecer del primer día de la semana, y que ocho días después se presenta nuevamente ante ellos. Este hecho tiene suma importancia, ya que constata que desde el inicio la comunidad cristiana comenzó a vivir un ritmo semanal marcado por el encuentro con el Señor resucitado. De ahí nace, por lo tanto, que el domingo sea el día del Señor, el día de la celebración de la Pascua del Señor. De hecho, históricamente la celebración de la Pascua surgirá más adelante, algo que no ocurre con la celebración eucarística dominical, atestiguada desde los orígenes. Desde los albores del cristianismo, también se quiso recalcar que comenzaba un culto nuevo y diferente a las costumbres judías asociadas al sábado. Esta es una prueba muy fuerte de la Resurrección del Señor, porque solo un acontecimiento realmente relevante y extraordinario podía inducir a los primeros discípulos a iniciar un culto diferente al sábado judío.

«Paz a vosotros»
Estamos ante las primeras palabras que el Señor dirige a quienes estaban congregados en el Cenáculo al anochecer de aquel día. La paz es uno de los conceptos que pueden ser utilizados para referirse a múltiples realidades. La acepción más común es la que se refiere a la situación en la que no existe lucha armada en un país o entre países, o, en un sentido no belicista, la relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos. Ciertamente, el deseo del Señor al saludar a sus discípulos tras resucitar no se opone a estos significados comunes. Sin embargo, hay algo que distingue la paz que Jesucristo ofrece de la meramente humana: con su Resurrección, Jesús ha vencido al mal y a la muerte; luego, la paz que ofrece es consecuencia de una victoria. Dicho de otra manera, con el saludo «paz a vosotros» Jesús no solo está expresando unos buenos deseos, sinceros y profundos. Tampoco se trata únicamente de una expresión formal o de cortesía. Con esta fórmula está revelando a sus discípulos que la victoria que ha conseguido tiene también como beneficiarios a los hombres, que gracias a él reciben ese don. No será la única gracia del Resucitado. El Evangelio alude a otro fruto: la alegría de los discípulos al ver al Señor. Y el Espíritu Santo es igualmente mencionado como consecuencia de la Pascua del Señor.

Las manos y el costado del Señor
Es célebre el requisito de Tomás para creer que Jesús está vivo: ver y meter el dedo en el agujero de los clavos e introducir la mano en el costado. Pero, ¿son las llagas solo un recurso circunstancial para acusar a Tomás de incrédulo y formular la bienaventuranza de los que creen sin haber visto? Si retrocedemos algún versículo, nos damos cuenta de que esa condición la había puesto el Señor ocho días antes. En su primera aparición, tras el saludo de paz, «les enseñó las manos y el costado», es decir, el Señor se había hecho reconocer de este modo. ¿Por qué son importantes las llagas en las manos y en el costado? Por varios motivos. Sirven, en primer lugar, para constatar que hay una identidad entre quien padeció y murió, y aquel a quien ahora están viendo los discípulos. Ni están los discípulos ante un fantasma ni sufren un tipo de alucinación colectiva. En segundo lugar, se deja claro que la Resurrección no anula la Pasión y la Muerte de Cristo, como si nada antes hubiera sucedido. En el cuerpo glorioso del Señor resucitado se muestra que se ha llevado a término lo que comenzó desde el instante de la Encarnación, y que Jesús no se ha ahorrado ningún paso ni ha fingido absolutamente nada. Estamos ante un acontecimiento, sin duda, extraordinario, pero desde el primer instante los relatos sobre la Resurrección han querido insistir en la realidad de los hechos, frente a cualquier atisbo de fantasía o de mito.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid




Evangelio

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.



Juan 20, 19-31






miércoles, 4 de abril de 2018

Convivencia Post Semana Santa tras la Santa Misa de Hermandad del próximo viernes día 6






Nuestra Corporación cofradiera celebrará un agradable rato de convivencia que tendrá lugar en el salón recibidor de San Francisco tras la Santa Misa de Hermandad y en el que se compartirán las enriquecedoras experiencias vividas. La Hermandad aportará las bebidas y se solicita la aportación de algunas viandas para compartir.



El próximo viernes 6 de abril a las 20,30 horas en San Francisco celebraremos Santa Misa de Hermandad por el alma de N.H.D. José Valderas Domínguez y por la del padre de N.H.D. Juan Montero Mateos






Cambio de atuendo de Nuestra Amantísima Titular tras la Semana Santa

Fotos: gentileza de N.H.Dª María Ruiz-Henestrosa









domingo, 1 de abril de 2018

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

Domingo de Resurrección (ciclo B)
El paso de la muerte a la vida

Si por un instante nos fijamos en el modo en que celebramos la Semana Santa en nuestras comunidades cristianas, observamos que la tradición popular, especialmente en España, se centra en subrayar los episodios de la Pasión y Muerte del Señor. En muchos lugares da la impresión de que la Semana Santa culmina con la procesión del santo entierro, tras haber celebrado intensamente los oficios del Jueves y Viernes Santo, y haber acompañado al Señor en el vía crucis. Son costumbres que, obviamente, contribuyen no poco a comprender el dolor y el sufrimiento de Cristo en sus últimas horas. Sin embargo, esta visión, sin pretenderlo, puede oscurecer la realidad fundamental que celebramos estos días: que la muerte ha sido vencida. No hay día más importante en el año litúrgico que el Domingo de Pascua. Si nos retrotraemos a los primeros vestigios de las celebraciones cristianas, encontramos testimonios, incluso de autores paganos, que atestiguan que los seguidores de Jesucristo se reunían el primer día de la semana para reconocer a Cristo como Dios y cantarle himnos. Es así como comienza el pasaje del Evangelio que este domingo tenemos ante nosotros: «El primer día de la semana […] al amanecer». Es interesante constatar cómo el Evangelio pretende, especialmente en los momentos fundamentales de la vida del Señor, dejar claro que todo lo que ocurre en torno a Jesús es posible situarlo en el tiempo y en el espacio: se nos dice cuándo y en qué lugar, dándonos también información sobre otras circunstancias que delimitan un acontecimiento preciso de la vida del Señor. Asimismo, para que lo narrado no pueda considerarse un cuento o un relato fantástico, se presentan los testimonios de personas concretas que pueden asegurar que lo ocurrido es verdadero y no inventado. Por eso, en el pasaje de este domingo, con la finalidad de confirmar el valor de lo narrado, aparece cuatro veces el verbo ver. María Magdalena «vio la losa quitada del sepulcro»; el otro discípulo «vio los lienzos tendidos»; Pedro «vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza». Por último, el otro discípulo «vio y creyó». Es fundamental notar que lo que es visto por María Magdalena o por los discípulos sería percibido sin problema por cualquiera que pasara por allí. Evidentemente, la descripción de estos hechos no sustituye la fe de los discípulos en la Resurrección.

Acontecimiento que cambia la vida
Ciertamente, el texto del Evangelio pretende eliminar cualquier viso de invención o exageración en la descripción de los hechos, a la vez que defender el acontecimiento concreto de que Jesucristo vive. Pero también busca resaltar el contraste en la vida de los discípulos a partir de ese momento. Con las palabras «hasta entonces no habían entendido la Escritura» se hace referencia no solo a la cierta oscuridad e imposibilidad intelectual por parte de los discípulos antes de la Resurrección de Cristo. Se debe comprender esta afirmación, asimismo, como el inicio de una nueva vida para los seguidores de Jesucristo. Puesto que han visto, han creído, es decir, se ha modificado radicalmente su concepción sobre su propia vida, su misión e, incluso, sobre la misma historia humana. Este cambio quedará plasmado en el resto del Nuevo Testamento, especialmente en el libro que refleja los inicios de la vida de la Iglesia y que marca el tiempo pascual: los Hechos de los Apóstoles. En el pasaje que escuchamos como primera lectura, Pedro se presenta como un testigo privilegiado de todo lo que ha sucedido. Con todo, el haber sido testigo supone una gran responsabilidad: en primer lugar, el conformar la vida con aquello que se ha visto y se ha creído; en segundo lugar, la misión de anunciar al pueblo lo que ha sucedido y sigue ocurriendo. Así pues, celebrar la Pascua implica tomar conciencia de que la Resurrección de Jesucristo sigue necesitando de personas que, tratando de aplicar lo que Jesucristo hizo y enseñó, se encarguen de predicar al pueblo, dando testimonio de una realidad que ha cambiado para siempre la vida del hombre.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid




Evangelio

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro; vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos.



Juan 20, 1-9