Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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domingo, 28 de mayo de 2017

Con flores a la Esperanza Franciscana




La Hermandad de las Cinco Llagas celebró esta pasado sábado tarde, a las 20.30 horas en la Capilla del Voto, una muy participativa ofrenda floral en honor a su Sagrada Titular María Santísima de la Esperanza. Coordinada por el miembro de la Junta de Gobierno y diputado de Cultos y Caridad José María Granados Cordero, la convocatoria contó con una notable asistencia de hermanos. Las preces escogidas para la ocasión se fueron intercalando con las respectivas ofrendas, en primer lugar, de los niños hermanos y, posteriormente de los adultos. Hubo un ofrecimiento especial del grupo de Camareras de la Virgen así como, institucionalmente, del Cuerpo Profesional de Acólitos ‘El cirial’, cuyo nacimiento y formación inicial de sus integrantes -hace años- amparó y amadrinó esta cofradía de las Cinco Llagas. Una vez finalizado el acto en la Capilla del Voto, todos los presentes se desplazaron a las plantas de la Virgen del Valle, Titular de la Hermandad del Cristo de la Expiración, para así también dedicar unas oraciones a María Santísima. En la imagen, grupo de hermanos de las Cinco Llagas que  participaron en la ofrenda floral. 

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

VII Domingo de Pascua. Solemnidad de la Ascensión del Señor (ciclo A)
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra»

La Ascensión del Señor guarda una estrecha relación con la Resurrección. Pascua, Ascensión y Pentecostés corresponden a la única obra de salvación que el Señor nos comunica. El subir no tiene la connotación local o geográfica, sino que se trata de un símbolo de la glorificación plena del Señor Resucitado. En los discursos de despedida, Jesús subraya la importancia de su regreso al Padre, como punto culminante de su misión. En la conclusión del Evangelio de Mateo se pone de manifiesto que la finalidad de toda la obra de Jesús es la salvación del hombre, es decir, llevar al hombre a Dios. Pero esa misión no se realiza únicamente mediante la transmisión de una doctrina excelente o de una sabiduría nunca antes vista. Ciertamente, el Señor es un maestro que enseña a sus discípulos, pero al mismo tiempo toca la realidad del hombre y actúa como un pastor que acerca a las ovejas al redil. Por eso, para acercarnos al Padre no nos indica simplemente cómo hacerlo, sino que su propia vida nos lo muestra, viviendo personalmente este camino por nosotros. Por nosotros descendió del cielo y por nosotros asciende ahora a él, tras haberse hecho semejante a los hombres y haber sido humillado hasta la muerte de cruz. El máximo abajamiento contrasta con la plenitud de gloria que el Señor recibirá tras la Resurrección. Pues bien, la contemplación del itinerario de abajamiento y exaltación de Jesús permite comprender que nuestra vida no se dirige inexorablemente hacia el dolor, el sufrimiento y la muerte como destino último. Y este es el fundamento de la esperanza cristiana. Hablamos de esperanza porque tenemos un modelo claro en Jesucristo. Tenemos la esperanza de llegar al lugar adonde el Señor ha subido. Así lo dice la oración primera de la Misa del día: «La Ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria, y adonde ya se ha adelantado gloriosamente nuestra Cabeza, esperamos llegar también los miembros de su cuerpo». Esto implica que Cristo, como cabeza de la Iglesia, tiene autoridad sobre todo. De aquí nace la esperanza del cielo y también de la misión que realizamos en la tierra. El Evangelio lo afirma cuando el Señor dice: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra».

La misión apostólica
En virtud de su poder, Jesús envía a los apóstoles en misión por todo el mundo, asegurándoles su presencia todos los días, hasta el fin del mundo. El motivo que domina las lecturas de hoy es el anuncio que han de llevar a cabo los apóstoles hasta los confines de la tierra, contando con la asistencia del Espíritu Santo. Esto significa que la Ascensión del Señor no es únicamente un acontecimiento digno de ser contemplado con admiración. Las palabras del Evangelio incluyen un mandato, que comienza por «id y haced discípulos a todos los pueblos». La historia testimonia que los apóstoles y sus sucesores los obispos, apoyados en el poder de Jesús han proseguido por todo el orbe la tarea, iniciada por Jesucristo, de hacer discípulos a todos los pueblos «bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he enseñado».

Hasta el final de los tiempos
Resulta reconfortante oír del Señor «yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos». De este modo, la Ascensión ni aleja a Jesús de nosotros ni impide su presencia en su Iglesia, sino que lleva a sus últimas consecuencias cuanto significa el nombre de Emmanuel, Dios-con-nosotros. El Señor nos acompaña, pues, en todos los momentos de nuestra vida, y, especialmente cuando dirigimos nuestra oración litúrgica, Él intercede por nosotros ante el Padre, con la fuerza del Espíritu Santo. Esto significa concluir las oraciones «Por Jesucristo, Nuestro Señor»: orar al Padre por mediación de Jesucristo. Es especialmente alentador, asimismo, oír estas palabras de Jesús en los momentos y lugares en los que la Iglesia es perseguida. Durante los 2.000 años de cristianismo han sido muchos los cristianos que, llegado el momento de la persecución, de la prueba y del martirio, han podido rememorar esta promesa del Señor, que perdura a través de los siglos. Ciertamente, puede extrañarnos el modo en el que el Cristo ejerce el poder, puesto que no interviene para impedir la persecución a sus fieles. Sin embargo, a pesar de la prueba, podemos estar seguros de que tenemos siempre con nosotros a quien ha vencido al mal, al pecado y a la muerte.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia Adjunto de Madrid




Evangelio

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos».

Mateo 28, 16-20






domingo, 21 de mayo de 2017

Ofrenda floral a María Santísima de la Esperanza con motivo del mes de la Virgen






La Hermandad de las Cinco Llagas convoca a sus hermanos y a cuantos devotos así lo deseen a una ofrenda floral a nuestra Amantísima Titular María Santísima de la Esperanza el próximo sábado día 27 de los corrientes a las 20,30 en la capilla del Voto de la iglesia de San Francisco, rogando que los niños lleven, al menos, una flor. 


Nuestro hermano mayor, don Rafael Cordero, representa a nuestra Hermandad en la reciente convivencia de Feria de los hermanos mayores






Nueva jornada de FORMACIÓN AFECTIVO-SEXUAL los próximos días 2 y 3 junio





La Delegación Diocesana de Pastoral Familiar y Defensa de la Vida nos envía información sobre una nueva jornada de formación en Ed. Afectivo-sexual, basada en el proyecto ELDE, dirigida a padres, catequistas, monitores o responsables de grupos de jóvenes, educadores en general. Esta formación tendrá lugar los días 2 y 3 de junio próximos en la Parroquia San Benito de Jerez, y correrá a cargo de profesionales voluntarios del COF Diocesano Betania y la Delegación de Familia y Vida de nuestra diócesis. 


Es necesaria la inscripción, aunque no conlleva ningún coste.  Toda la información en la web   www.familiayvidajerez.org

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

VI Domingo de Pascua (ciclo A)
El anuncio de otro Paráclito

A pesar de que quedan varios días para celebrar el día de Pentecostés, la liturgia nos prepara ya para esta solemnidad. Todas las lecturas aluden a la presencia del Espíritu Santo. En la primera, los apóstoles Pedro y Juan se dirigen a Samaría para imponer las manos a los bautizados, que reciben de este modo el Espíritu Santo. En la segunda lectura, Pedro señala que Jesús murió en la carne, pero ha sido vivificado en el Espíritu. De modo especial, el Evangelio anuncia la llegada del Espíritu Santo. Jesús mismo promete que pedirá al Padre que mande a los suyos el Espíritu, designado como «otro Paráclito». El término paráclito equivale al latino advocatus, es decir, abogado defensor. Jesús habla de «otro» paráclito porque el primero es él mismo, que vino con la finalidad de defender al hombre del acusador por excelencia, que es Satanás. Jesús pronuncia este discurso tras la Última Cena, ya que sabe que no puede quedarse para siempre con los apóstoles, puesto que asumió una vida humana, que es limitada. Y la asumió, sobre todo, para transformar la muerte humana en camino para la vida eterna. Por eso, en el momento en que Cristo, tras cumplir su misión, vuelve al Padre, este envía al Espíritu como defensor y consolador, para permanecer para siempre con los creyentes, habitando dentro de ellos. Al ser eterno, el Espíritu puede quedarse para siempre con todos los discípulos de Cristo.

Amar al Señor para recibir al Espíritu
De esta manera, siempre es posible mantener una relación de intimidad entre Dios Padre y los discípulos de Jesucristo. Primero por la mediación del Señor y más adelante por la acción y la presencia del Espíritu Santo. Por eso dice el Evangelio: «Yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros». Sin embargo, esta relación no es automática. Exige de nuestra libertad. Si Jesús era visible en cuanto hombre, no lo es el Espíritu Santo. Se trata de una realidad interior imposible de percibir por medio de los sentidos.
Es necesario, pues, estar unidos interiormente con el Espíritu. Por eso el Evangelio afirma que «el mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce». Cuando se habla «del mundo», el pasaje se refiere al conjunto de las tendencias pecadoras de la humanidad, no a cuanto de bueno y bello hay en el universo. El mal no conoce al Espíritu porque es una realidad antagónica a él. Sin embargo, el discípulo de Cristo, quien se ha dejado transformar por Jesús, tiene la capacidad de conocer y recibir su Espíritu. Al comienzo del pasaje aparece la condición «si me amáis» para recibir al Paráclito, que vuelve a repetirse al final del episodio evangélico: «El que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él». El Señor insiste en la relación entre la observancia de sus mandamientos y el amor hacia él. Una vez más se muestra que para entrar en relación con Dios es necesario pasar por la mediación del Hijo. Solo así es posible recibir y comunicar todo lo que el Padre nos quiere dar.

El Espíritu Santo en la Iglesia
La llegada del Espíritu Santo no es un acontecimiento complementario para la historia de la salvación, sino que supone la plenitud de la Encarnación y de la Redención, y se encuentra entre los contenidos de la promesa de la Nueva Alianza, hecha por Dios a través de Jeremías y, sobre todo, de Ezequiel: «Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu» (Ez 36,26-27).
La presencia y la acción del Espíritu Santo en la Iglesia continúa hasta el día de hoy. Su asistencia constante posibilita la eficacia de cualquier acción llevada a cabo por los pastores o los miembros de la Iglesia, ya sea de gobierno pastoral, de santificación, de enseñanza o de caridad. De hecho, cuando decimos que la Iglesia está viva, no lo afirmamos por utilizar un lenguaje expresivo o metafórico, sino porque hay alguien que constantemente sigue infundiéndole su aliento. Lo afirmamos, de hecho en el credo: «Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida». De no tener presente esta realidad, corremos el riesgo de reducir a la Iglesia a una organización más de entre las que existen en la sociedad o de reducir su actividad al fruto de esfuerzos humanos. Cuando Jesús promete en el Evangelio a sus discípulos no dejarlos huérfanos, les está diciendo que él estará siempre presente a través de su Espíritu.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia Adjunto de Madrid




Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».


Juan 14, 15-21




sábado, 13 de mayo de 2017

Los secretos del éxito de Fátima



Bendición de la primera piedra del monumento del Sagrado Corazón de Jesús, el 13 de mayo de 1931


Fuente: ALFA Y OMEGA

Fátima es mucho más que los tres secretos revelados por la Virgen a los pastorcitos videntes. Es un prodigio místico capaz de atraer a miles de personas, católicas o no. ¿Cómo fue posible que la palabra de tres niños analfabetos haya cambiado el curso de
«¡Ni un milagro nos puede salvar!», escribían los obispos en enero de 1917. En mayo, «la irrupción de lo sobrenatural determinaría el resurgimiento católico»

Texto: Andrés Beltramo Álvarez

Actual delegado del Pontificio Consejo de la Cultura, entre 1998 y 2008 el clérigo presidió la comisión encargada de editar todos los documentos referidos a las visiones de Fátima (1917-1930). Unos 15 tomos que incluyeron cartas, certificados, actas y artículos a favor y en contra del fenómeno que cumplirá un siglo el próximo 13 de mayo.
Ese día el Papa Francisco declarará santos a dos de los tres pastorcitos, los hermanos Francisco y Jacinta Marto. Lo hará durante una Misa en la explanada del santuario ubicado en la Cova da Iria, el valle rural donde los videntes advirtieron por primera vez a una mujer vestida de luz el mediodía de aquel 13 de mayo de 1917.
Pasó poquísimo tiempo entre la primera visión de los niños y el repentino clamor popular que produjo la noticia entre la población portuguesa. «Fue una cosa increíble: en mayo estaban los tres, pero después, en junio, se presentaron unas 60 personas y en octubre, para la última visión, eran ya 50.000 según los periodistas –incluso no católicos– que estaban presentes. Todo sin que la Iglesia se moviese, algo extraordinario», destacó Moreira Azevedo en un encuentro con periodistas en Roma, preparatorio a la visita del Papa a Portugal.
Este asombroso movimiento popular desbordó a la estructura eclesiástica. La Virgen anticipó a los pequeños que sufrirían mucho, y así ocurrió. Lo primero que padecieron fue la incomprensión de sus respectivas familias. La más escéptica fue la madre de Lucía dos Santos que, junto con el párroco local, hizo de todo por convencer a su hija para que volviese sobre sus pasos. Pero la niña, de 10 años, siempre replicó: «Mamá, tú me enseñaste a ser verdadera y yo soy verdadera, porque vi».
Paradójicamente fueron las publicaciones contrarias a la Iglesia, «masones y anticlericales», los propagandistas más importantes de Fátima. Ellos explicaban lo que estaba ocurriendo, mientras los periódicos católicos guardaban silencio. «Estos decían: mientras no exista una declaración de la Iglesia sobre la veracidad [del fenómeno], nosotros no hablamos», afirmó Moreira.

Tiempo de persecución a la Iglesia
El contexto histórico y eclesiástico tuvo su peso en el impacto social de las visiones. A inicios del siglo pasado, Portugal atravesaba un periodo de inestabilidad. En 1910 cayó la monarquía y se impuso la primera república. Fue un tiempo de persecución violenta contra la Iglesia. La mitad de los obispos del país estaba en el exilio. «La república era un fenómeno urbano, de una élite que no correspondía a la mayoría de la nación», agregó el sacerdote.
Tras siete años de tensiones y anticlericalismo, los mismos clérigos parecían haber perdido la esperanza. Tanto que, en enero de 1917, publicaron una carta pastoral en la que instaron a todos los fieles a involucrarse en cuestiones sociales y políticas. Dos años antes se había fundado el partido Centro Católico, pero no lograba cosechar el consenso de la feligresía porque se le acusaba de ser republicano. Los prelados terminaron su carta con una expresión premonitoria: «¡Ni siquiera un milagro nos puede salvar!». «No esperaban que, en mayo de ese mismo año, la irrupción de lo sobrenatural determinaría el resurgir del ánimo católico en Portugal», precisó Moreira Azevedo.
El funcionario vaticano arrojó otra clave: la Virgen se apareció en un momento de «gran aspiración de la gente por algo espiritual». De esa forma se explica la «fortuna» de Fátima, en un tiempo en el que existen informaciones de «otras supuestas manifestaciones» en diversos lugares del país. Pero la profundidad del mensaje revelado a los videntes marcó la diferencia.

Escepticismo eclesial
Mientras la respuesta popular fue inmediata, la Iglesia se tomó su tiempo antes de digerir lo que estaba ocurriendo. Uno de los primeros eclesiásticos en convencerse de la veracidad de las visiones fue el canónigo Manuel Nunes Formigão. Inicialmente escéptico, cambió de opinión tras un diálogo con los pastorcitos en septiembre de 1917, y en 1919 comenzó a publicar una serie de relatos que después compiló en el libro Las grandes maravillas de Fátima, que firmó con el seudónimo de Visconde de Montelo.


El párroco de Fátima, algunos días después de las visiones, se entrevistó con los niños y realizó una pequeña investigación. Pero jamás envió sus apuntes al patriarcado de Lisboa, del cual dependía su templo. 15 días antes de la primera manifestación de la Virgen, el Vaticano había dictaminado que la diócesis de Leiria (que incluía Cova da Iria y sus inmediaciones) sería restaurada, tras una anterior supresión. Por eso, el sacerdote prefirió esperar la llegada del nuevo obispo, quien tomaría posesión en 1920. José Alves Correia Da Silva, responsable de la diócesis de Leiria-Fátima de 1920 a 1957, fue fundamental para el fenómeno. También escéptico en sus inicios, pronto se convenció de la veracidad y decidió comprar los terrenos donde hoy se encuentra el santuario dedicado a la Virgen. Lo hizo pocos meses después del inicio de su pontificado y antes de constituir, en 1922, la comisión oficial cuyas pesquisas le permitieron declarar oficialmente la autenticidad en 1930.

El Cardenal Benedetto Aloisi Masella, legado pontificio, corona a la Virgen de Fátima, el 13 de mayo de 1946

Un grupo de fieles durante el milagro del sol, el 13 de octubre de 1917

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

V Domingo de Pascua (ciclo A)
El camino, la verdad y la vida

El pasaje evangélico de hoy comienza con el mandato que el Señor dirige a sus discípulos: creer en Dios y creer en él. No se trata de dos actos de fe distintos, sino más bien de la total adhesión a la acción de Dios por medio de su Hijo.
De sobra son conocidas las persecuciones que durante 2.000 años ha sufrido la Iglesia. En todas ellas hay un elemento común: la existencia de mártires, palabra que, como sabemos, significa testigo. El mártir es precisamente el que ha dado la vida por llevar hasta las últimas consecuencias el precepto de creer en Dios y en Jesucristo. Y esto consiste en unir por completo el destino del hombre con el de Cristo, a través de la misma forma de muerte: el derramamiento de la sangre. Con ello, se percibe de un modo radical que la fe tiene implicaciones que afectan incluso al destino final de la vida terrena del hombre.

La pretensión de absoluto
Pero, ¿qué es lo que ha provocado a lo largo de los siglos la ira de quienes han agredido a los cristianos? ¿Jesucristo? Actualmente, ni siquiera la persona más atea del planeta valora la figura de Cristo como la de un perturbador de la convivencia humana o como la de alguien que haya influido negativamente en la historia de la humanidad. Hoy en día no se pone en tela de juicio, por ejemplo, la bondad del mandato del amor al prójimo, incluso a los enemigos. Esta prescripción es considerada como parte del acervo cristiano también por los no creyentes.
Sin embargo, pensemos en las primeras persecuciones, las que nos relata el libro de los Hechos de los Apóstoles, leído durante el tiempo pascual. El punto que provoca la indignación contra las primeras comunidades es la aparición de Jesús como rostro de Dios. «Quien me ha visto a mí ha visto al Padre». Una cosa es valorar positivamente parte de las enseñanzas del Señor a sus seguidores y otra muy distinta situar a Jesús en el lugar de Dios. Esta postura es la que llevó a Cristo a la cruz y, por consiguiente, la que encaminará a los cristianos al martirio. La segunda afirmación que causa escándalo es «yo soy el camino y la verdad y la vida», un enunciado que, por familiar que nos parezca, tiene la clave de discernimiento entre quien está dispuesto a seguir a Cristo y la de quien o bien mira con indiferencia nuestra fe o bien pretende aniquilarla. El motivo es que Jesús se presenta con una pretensión de absoluto, algo que incordia tanto en los primeros siglos como en nuestros días. Jesús no requiere de nosotros un mero asentimiento ideológico a su mensaje ni, menos aún, escoger de este lo que más nos guste; entre otras cosas porque Dios no se ha revelado para mostrarnos simplemente una filosofía o un sistema de pensamiento superior al resto. Nos pide reconocerlo como quien, a través de su encarnación, muerte y resurrección, nos ha dado a conocer el amor de Dios, liberándonos para siempre del pecado y de la muerte.

La promesa de las obras mayores
Desde la fe en su persona y su misión tiene sentido la promesa a los discípulos de realizar obras incluso mayores que las de él. «En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores». Solo creyendo en Cristo y permaneciendo unidos a él es posible continuar su acción ininterrumpida en la historia. La tarea principal de la Iglesia es justamente anunciar a Jesucristo como camino, verdad y vida. Reconocerlo como camino supone aceptarlo como la mediación necesaria para llegar al Padre; mirarlo como verdad lleva a huir de cualquier tipo de relativismo, tan arraigado en nuestra sociedad contemporánea; percibirlo como la vida nos da la capacidad de mirar nuestro destino definitivo a la luz de quien ya ha vencido a la muerte y, por eso mismo, puede darnos parte en su resurrección.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia Adjunto de Madrid




Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre».

Juan 14, 1-12





Galería de fotos de la Madrugá obra de N. H. D. Manuel Piñero Dueñas















































Jubiloso natalicio


El pasado jueves 11 de mayo -festividad de San Evelio-, a las 20,45 horas vino al mundo el pequeño Gonzalo Jabalera Moreno, pesando 3,300 Kgrs. La Hermandad de las Cinco Llagas felicita tanto a sus padres como a su abuela materna, N. H. Dª Antonia Lozano Pérez – camarera del Señor de la Vía-Crucis- por tan feliz acontecimiento con el que todos nos congratulamos.




La Hermandad de las Cinco Llagas felicita a N. H. D. Adrián Zarzuela Aparicio por su reciente elección como Presidente del Grupo de Acólitos El Cirial





N. H.D. Raúl Pérez Carretero asiste a la reunión de Delegados de Juventud preparatoria del Corpus Christi en la sede de la Unión de Hermandades


Foto: Cofrademania

Nuestra Hermandad se hace presente en la inauguración de la exposición pictórica de N. H. D. Genaro Benítez Gil








Diario de Jerez se hace eco de nuestra Convivencia post-estación de penitencia del pasado sábado día 6




Gran asistencia de nuevo a la Santa Misa de Hermandad el pasado día 5




viernes, 5 de mayo de 2017

María Santísima de la Esperanza por Caracuel 2017

Señor de la Vía-Crucis por Honda y Caracuel 2017

Saeta de Luis Lara al Señor de la Vía-Crucis en la Plaza del Arenal 2017

Madrugá 2017 en Plaza de la Asunción - Cinco Llagas (minutos 19 a 51)

Hermandad de las Cinco Llagas - Jerez 2017

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

IV Domingo de Pascua (ciclo A). Domingo del Buen Pastor
Jesucristo como puerta y pastor

Desde el libro del Génesis, el primer libro del Antiguo Testamento, la imagen del pastor que conduce el rebaño se encuentra fuertemente arraigada en la Sagrada Escritura. La cultura israelita estaba dominada por una sociedad de pastores. Por eso no será extraño escuchar a lo largo de la Biblia alusiones constantes hacia este oficio. Por una parte, el pastor es el jefe que guía el rebaño. Es un hombre fuerte, capaz de defender a las ovejas contra las fieras. Pero al mismo tiempo se preocupa cuidadosamente por el estado de su rebaño. Se adapta a su situación y, si es oportuno, lleva a las ovejas en sus brazos. Su autoridad se fundamenta, por lo tanto, en el conocimiento, en la entrega y en el amor a su rebaño. Este es el motivo por el cual en el Antiguo Oriente los reyes eran considerados como los pastores de un gran rebaño, al que habían de cuidar. Esta imagen será asumida por la Escritura para describir la relación de Israel con Dios o del pueblo de Dios con Cristo o sus enviados.

Una relación de conocimiento y amor
San Juan considera la Iglesia bajo el cayado de Jesucristo, el único pastor. El evangelista parte de que nadie puede querer lo que no conoce. Para que exista amor verdadero, ha de haber un conocimiento previo. El Evangelio que nos ofrece la liturgia de este Domingo del Buen Pastor trata de describir los rasgos más significativos de la relación entre Cristo-Pastor y su rebaño. La relación es tan profunda que es difícil de romper. Y el fundamento de este vínculo es el conocimiento recíproco y el amor. Y este conocimiento y amor mutuo es capaz de crear una nueva existencia en el hombre. Si se mantiene la relación, se nos garantiza la vida: «He venido para que tengan vida y la tengan abundante», concluye el pasaje de san Juan.
La actitud del rebaño hacia Cristo, el Pastor, es descrita mediante dos verbos: escuchar y seguir. Para seguir al Señor es necesario escuchar su Palabra, para poder alimentar la fe y posibilitar que esta aumente día tras día. Si estamos atentos a la voz del Señor, podemos valorar nuestro obrar, de manera que se adecúe a la voluntad del Señor. A partir de la escucha, podemos seguir al Señor. Pensemos en los discípulos que vivían con el Señor. Para iniciar el camino junto a Jesús tuvieron que escucharlo. Solo a partir de ahí comenzaban un itinerario de vida junto a él.

Pasar por la puerta: el Bautismo y la vida cristiana
Jesús se presenta a sí mismo como el único mediador. Así lo explicita cuando afirma: «Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos». El Señor nos dice que para llegar a conocer a Dios es necesario pasar por Él, que es su hijo y el verdadero pastor del rebaño. Para los cristianos, la puerta se nos abre en el momento del Bautismo. Por eso es útil poner en relación el pasaje evangélico con la primera lectura de hoy, tomada de los Hechos de los Apóstoles. Cuando, tras el anuncio de la resurrección, los judíos preguntan a los apóstoles qué han de hacer, Pedro contesta: «Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús». El Bautismo se presenta como el modo esencial de pasar por la puerta. A partir de ahí, toda la vida del cristiano ha de ser una respuesta al sacramento que ha recibido. Por eso, Cristo es también referencia para la moral cristiana. No vivimos un comportamiento o una moral cristiana sin más, sino porque estamos respondiendo a un don recibido previamente: el de haber sido conocidos y amados por el verdadero y único pastor del rebaño. Si Jesucristo es modelo de vida para nosotros, el seguimiento a su persona consiste en hacer cuanto él hizo.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia Adjunto de Madrid




Evangelio

En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Juan 10, 1-10