Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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jueves, 28 de diciembre de 2017

Rogad a Dios en caridad por el alma de N.H.D. Camilo Guerrero Beato, número 3 de nuestra Hermandad, fallecido en el día de hoy a la edad de 83 años



Foto: N.H.D. José Soto Rodríguez


Ya goza de la presencia de su Señor de la Vía-Crucis nuestro queridísimo hermano Camilo Guerrero Beato. Quien ingresara en nuestra cofradía en 1954 ha fallecido en la Paz del señor a los 83 años de edad. Permanece en la sala número 5 del Tanatorio de Jerez, en cuya capilla se celebrarán las exequias mañana viernes a las 9,00 horas.




Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

Domingo Festividad de la Sagrada Familia (ciclo B)
La familia de Jesús y la nuestra

Hay algunas cuestiones en las que en nuestra cultura todos coincidimos cuando llega la Navidad. Una de ellas es la consideración de estas fiestas como un acontecimiento universal. Por eso, aunque a menudo no se aluda explícitamente al Misterio que celebramos, nadie duda en felicitar las Pascuas. Pero, si hay una nota que sobresale de estas fechas, es que estamos en unos días de indudable carácter familiar: son jornadas de comidas festivas con la familia y los amigos, y de intercambio de regalos. Al mismo tiempo, durante el período navideño se acentúa la nostalgia ante la ausencia de quienes físicamente ya no se encuentran entre nosotros.

La vida oculta de Jesús
Aunque el Evangelio no dedica mucho espacio a la vida oculta del Señor, hoy es un día para reflexionar sobre ella, poniéndola en paralelo con nuestra vida cotidiana. Y ello por dos motivos: primero, porque la mayor parte de la vida mortal de Jesús fue oculta. Esto tiene importancia especial en una sociedad en la que con no poca frecuencia se valora más lo externo que lo interno, lo aparente que lo real, el éxito profesional que una vida plena y cargada de sentido; segundo, porque durante este tiempo se forjaron muchos aspectos de la vida pública del Señor. María y José están presentes en el modo de ser y actuar de Jesús, dado que los padres y educadores de la ciencia o de la fe, sabemos que detrás de cada niño, adolescente o joven hay unos padres y un modo de vivir. Así es como «el niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él». Sin dar demasiados detalles, la Escritura revela que, por una parte, estamos ante una familia que no se distingue de modo particular de las demás, en la que se supone el amor conyugal, la colaboración, el sacrificio y el trabajo corriente.

La familia como don de Dios
Este pasaje evangélico, leído a la luz de la primera lectura, del libro del Génesis, y de la carta a los Hebreos, posibilidad abierta para este ciclo litúrgico B, permite descubrir a los hijos como un don maravilloso de Dios, pero no propiedad de los padres. A Abrahán todos los dones le parecen vanos si no es capaz de transmitir a sus hijos todo lo que él ha recibido. La segunda lectura nos posibilita comprender que el hijo es un don peculiar, ya que no es propiedad de los padres. Por eso Abrahán es puesto a prueba. Se quiere subrayar con ello que los hijos pertenecen a Dios y, por consiguiente, no cabe un afecto posesivo hacia los hijos. Es lo que se pone de relieve en el Evangelio cuando Jesús es presentado en el templo y es consagrado al Señor. No es difícil comprender racionalmente que un hijo no es propiedad de los padres, o que estos no son los dueños absolutos del mismo, pero a veces cuesta mucho a los padres respetar la libertad de los hijos para las grandes decisiones de la vida. Mirar a María y a José hoy es ver la completa disponibilidad a la voluntad de Dios para su hijo Jesús. Ellos saben que deben administrar cuidadosamente el don recibido y ponerlo en las manos de Dios. Asimismo, el amor profundo entre los miembros de la familia de Nazaret permite verlos como el cumplimiento más logrado de cuanto afirma el libro del Eclesiástico sobre los deberes de los hijos hacia los padres. El modelo de familia que aparece en la Escritura no se olvida de cumplir con el cuarto mandamiento de la ley de Dios. Por eso se incentiva el respeto, la compasión y la paciencia hacia nuestros mayores. La Sagrada Familia no se presenta ante los hombres únicamente para ser admirada. Ante el pesimismo que tantas veces nos embarga, mirar a Jesús, María y José en nuestra sociedad es tener delante un paradigma que imitar, buscando ante todo el bien del otro sobre el nuestro.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid




Evangelio

Cuando se cumplieron los días de su purificación, según la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción, –y a ti misma una espada te traspasará el alma– para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los 84; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.


                     Lucas 2, 22-40






La Hermandad de las Cinco Llagas felicita a don Miguel Ángel Becerra Fernández por su reciente elección como Hermano Mayor de la Hermandad de Las Angustias



Foto: JEREZ COFRADE


Celebración de la Jornada de la Sagrada Familia, este sábado 30 de diciembre a las 12 horas en la Santa Iglesia Catedral




Fuente: DIÓCESIS DE ASIDONIA-JEREZ


Monseñor José Mazuelos Pérez presidirá esta eucaristía que organiza la Delegación de Pastoral Familiar y de Defensa de la Vida bajo el lema ‘ La familia, hogar que acoge, acompaña y sana’

‘La familia, hogar que acoge, acompaña y sana’ es el lema bajo el que la Conferencia Episcopal Española convoca en esta ocasión la anual Jornada de la Sagrada Familia que, en la Diócesis de Asidonia-Jerez, se celebrará con una eucaristía que tendrá lugar en la Santa Iglesia Catedral del Salvador el próximo sábado día 30 de diciembre a las 12 horas.


Monseñor José Mazuelos Pérez presidirá esta celebración convocada por la Delegación de Pastoral Familiar y Defensa de la Vida. Los obispos españoles han emitido una nota en la que instan a pedir a la Sagrada Familia “que ayude a todas las familias del mundo a ser lugar de encuentro, de acompañamiento, de sanación, en una palabra, a hacer presente el misterio del amor de Cristo en nuestra experiencia cotidiana”.



Recomendación libresca: EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD





La editorial Espuela de Plata ha tenido el acierto de reunir en un hermoso y accesible volumen titulado El espíritu de la Navidad las páginas que Gilbert K. Chesterton dedicó a celebrar esta fiesta en la que conmemoramos el trastorno del universo. Chesterton, que fue un paladín de la alegría, encuentra en la Navidad el asunto que nutre más gustosamente su pluma; y por las páginas de este delicado libro (el mejor regalo que les pueden hacer en estas fechas) se suceden artículos y poemas, cuentos y sainetes que nos llenan el alma con esa alegría que sólo respirábamos en la infancia.
Chesterton sabía bien que escribía para una generación que, como la nuestra, estaba tan exhausta que ya ni siquiera podía abrazarse a algo tan tenaz como la tradición. Sabía que los hombres de nuestra época «van a la deriva, como un iceberg medio derretido que flota en aguas turbias sin saber por qué no encaja en su entorno». Y sabía, en fin, que esta sensación de derretimiento y deriva tenía mucho que ver con la pérdida del espíritu de la Navidad, que es rabiosamente carnal, pues no se expresa en proclamas espiritualistas, sino que se encarna en un niño, en un frágil y aterido niño que llora en mitad de la noche, refugiado en un pesebre. He aquí, a juicio de Chesterton, la emocionante paradoja sobre la que descansa la Navidad: «El poder y el centro del universo entero se pueden encontrar en algo aparentemente pequeño. (…) Y es extraordinario observar hasta qué punto este sentido de la paradoja del pesebre lo pierden los brillantes e ingeniosos teólogos y lo conservan los villancicos».
Los villancicos nos siguen recordando, dos mil años después, que el universo se puede regir desde un pesebre. Todas las proclamas revolucionarias, todas las promesas democráticas, palidecen ante la deslumbrante insolencia deesta paradoja que nos habla de un Dios loco de amor por sus criaturas; tan loco que, por recuperar su amistad, se hace como una de ellas. Y que, además, puesto a hacerse una de ellas, no elige al poderoso ni al adinerado, sino al pobre que no puede nacer en un palacio, ni siquiera en un hospital de la Seguridad Social, sino que ha de conformarse con una cueva donde los pastores guardan el ganado. «La gloria de Dios enterrada bajo el suelo», escribe Chesterton. Y la paradoja que aquella noche se hizo carne en aquel pesebre «se convirtió en algo más perdurable y fuerte / que los sillares de Roma». Los imperios más poderosos han caído, como caerán las promesas democráticas con las que ahora nos acarician las orejas; y esta paradoja seguirá retoñando cada Navidad en el corazón de los hombres, salvándolos de todas las quimeras marchitas que les ofrecían el oro y el moro.
En un divertido pasaje de El espíritu de la Navidad, Chesterton ironiza a costa de los modernos que consideran que la Navidad no encaja con el espíritu de nuestro tiempo. Y no les falta razón: la Navidad presupone que las familias estén unidas, o siquiera reunidas; y el espíritu de nuestra época, que ha formado nuestra sensibilidad en «esa gran abstracción democrática llamada Gente», que nos ha enseñado a derramar una lagrimilla con las imágenes televisivas de hambrunas y catástrofes acaecidas en los arrabales del atlas, que nos ha emborrachado de filantropía y humanitarismo, no puede en cambio «soportar la conmoción de la inesperada llegada de su propia madre, o incluso de su propio hijo». Chesterton reclama al hombre solipsista de nuestro tiempo que, si no tiene deseo de celebrar la Navidad, celebre al menos un festín familiar; pues saliendo de sí mismo ya ha empezado a celebrar la Navidad, sin darse cuenta. Y nos alerta contra los dos peligros máximos que acechan a la Navidad: la espiritualización puritana, que olvida que Dios no fumigó el mundo de Paz, Fraternidad o cualquier otra entelequia con letra mayúscula, sino que prefirió concretarse en la carne palpable de un Niño; y su mercantilización, que ha convertido las monedas de seis peniques que los ingleses entierran en el pudin navideño (como los españoles enterramos alubias en el roscón de Reyes) en treinta monedas de plata.
En uno de los desternillantes artículos incluidos en este delicioso libro, Chesterton glosa con indisimulado arrobo las viandas navideñas y reconoce paladinamente que la Navidad y la salud son antagónicas; pero afirma a renglón seguido que las personas auténticamente sanas deben ponerse de parte de la Navidad. A fin de cuentas, emborracharse es un delito infinitamente menor, y una enfermedad de resaca mucho menos aflictiva, que ensoberbecerse. Que es lo que hace quien pretende alejarse del pesebre donde gimotea un débil niño, olvidando que afuera está la gigantesca noche.

Juan Manuel de Prada



viernes, 22 de diciembre de 2017

Felicitación navideña Hermandad de las Cinco Llagas



"Benedictus Dominus, Deus Israel, quia visitavit et fecit redemptionem plebi suae” (Lc. 1, 68)




La Hermandad de las Sagradas Cinco Llagas de Cristo de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera le desea feliz Navidad y un año 2018 rebosante de gracia, salud, paz, amor y autenticidad. 

Cambio de atuendo a nuestra Amantísima Titular

Fotos: D. Jesús Tamayo






Recuerdo del día de la Esperanza



Un grupo de hermanos posa junto al Padre predicador del Triduo de la Virgen


Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

IV Domingo de Adviento (ciclo B)
Alégrate

Tenemos ante nosotros el relato de la Anunciación. Obviamente, aunque la liturgia prevé su proclamación pocos días antes de Navidad (y este año solo un día antes), el acontecimiento tuvo que producirse necesariamente meses antes. De ahí que no debemos entenderlo como un hecho más en una cadena de sucesos perfectamente ordenados cronológicamente. La Anunciación, escuchada este domingo, quiere iluminar el misterio de la Navidad, con la finalidad de que pueda ser comprendido y acogido con mayor profundidad.

Una salvación universal
Lo primero que llama la atención es que la primera palabra referida al nacimiento del Salvador sea una llamada a la alegría. Lucas retoma el «Alégrate, hija de Sión» del libro de Sofonías. Sin embargo, es oportuno detenernos en otro detalle: el ángel se presenta a María con este saludo y no con el shalom habitual entre los judíos, cuyo significado es paz. La alegría como saludo era más propia del mundo gentil. Cuando años después de los acontecimientos narrados, los habitantes de los pueblos gentiles leyeran estas palabras, comprenderían probablemente que las palabras del Evangelio no estaban ya dirigidas en exclusiva al pueblo de Israel, sino que la redención realizada por Jesucristo estaba destinada desde el primer momento a todas las naciones. Y que la noticia traída por el Evangelio era de cercanía y de bondad de Dios con el hombre. La tradición litúrgica ha plasmado en esta línea algunos de los cantos propios de estos días: el introito Gaudete, como comienzo del tercer domingo de Adviento y el célebre himno Veni redemptor gentium (Ven, redentor de las naciones), también inmortalizado en la tradición musical litúrgica cristiana. Así pues, la llamada a la alegría y al regocijo está unida estrechamente con la apertura universal del Evangelio, que está presente desde sus primeras páginas.

El trono de David
Esta universalidad se refuerza además con las dos lecturas que preceden al Evangelio de este domingo. En efecto, en la primera lectura escuchamos el oráculo del profeta Natán al rey David, que promete a un descendiente suyo un reino que superará los límites del espacio y del tiempo; en la segunda lectura Pablo señala la voluntad de Dios de que «todas las gentes» lleguen a la obediencia de la fe. Cuando David cae en la cuenta de que frente a su lujoso palacio, el arca de Dios habita en una humilde tienda, se dispone a construir un templo hermoso, digno de la majestad divina. Sin embargo, poco después el profeta Natán le dice a David que será Dios el que le construirá una casa al rey. Dios no está hablando de un templo hecho con manos humanas, sino de una casa en el sentido de dinastía real, que ejercerá el poder sobre el pueblo de Dios eternamente. Ahí Dios le promete a David un hijo, que será hijo de Dios, cuyo reino no tendrá fin. Con el paso de los años los israelitas comprendieron que la profecía de David no se refería a sus sucesores inmediatos, que distaban mucho, en su mayoría, de ser soberanos ejemplares, y que, por el contrario, condujeron frecuentemente al pueblo a la ruina. La Anunciación a María supone el punto de partida para este sucesor, verdadero hijo de Dios, en quien se cumple en plenitud la promesa hecha siglos antes a David. Jesús será, pues, hijo de Dios e hijo de David, dado que legalmente Jesús descendía de este rey, al pertenecer José al linaje de David.

La llamada a la confianza
La segunda frase pronunciada por el ángel comienza con «no temas». Sin duda, el hecho de ser la madre de este rey universal no era fácil de asumir. En nuestros días es útil escuchar también nosotros este consuelo, sobre todo cuando debemos afrontar retos o cometidos para los que no nos sentimos con suficientes fuerzas. Al igual que María, debemos ponernos en las manos de Dios y pedirle a él que también en nosotros se cumpla siempre su voluntad, ya que es el mismo Espíritu Santo el que también nos asiste para la misión que Dios nos encomienda a cada uno de nosotros.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid




Evangelio

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?». El ángel le contesto: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.
  
                     Lucas 1, 26-38






Multitudinario adiós a Ramón Anguita

Centenares de jerezanos abarrotan la Iglesia de San Francisco en su funeral

Fuente: Mira Jerez



No cupieron palabras más exactas que las del propio joven sacerdote Francisco José Regordán -quien estuvo acompañado en el altar por el franciscano Ángel Angulo- cuando, refiriéndose al queridísimo finado Ramón Anguita Frías, exhortó: “se muere como se vive: algunas personas mueren en soledad, pero no así Ramón, hoy aquí arropado por esta iglesia tan llena de todos vosotros. Se muere, sí, cómo se vive”.

Y así aconteció talmente: veinticinco minutos antes de la hora anunciada para el sepelio, para la misa de cuerpo presente, ya las bancas de la nave central de la céntrica iglesia de San Francisco -el ancho y amplio interior de este convento franciscano- mostraba un lleno absoluto de público. La descripción sincera -contenida o derramada de lágrimas según los casos- coincidían en no pocas muestras de dolor: “Ramón ha sido la persona más buena, más bondadosa, que jamás he conocido. ¡Se hace tan dura la despedida!”.
Entraba el féretro en el templo franciscano a las once y media de la mañana de este jueves 21 del mes en curso. A hombros de familiares y allegados. Por ejemplo su hijo, Jesús Anguita Duarte, y su yerno, Javier Benítez Zuñiga. Entre la concurrencia… exponentes de muchísimos sectores sociales de la ciudad. Y personas de todas las edades. Una auténtica manifestación, callada, como heredad -como pronta herencia- de un hombre de bien. Símbolo del carisma fransciscano cerca del ataúd. Y el estandarte de la Hermandad de las Sagradas Cinco Llagas -de la que Ramón ostentaba el número 3 de antigüedad de su censo de hermanos- luciendo crespón negro.

Hasta tres máximos representantes de la cofradía -el actual Hermano Mayor y dos ex Hermanos Mayores- acudieron a acompañar a tan veterano y fiel cofrade. Además de otros integrantes de la actual Junta de Gobierno de la corporación nazarena de la Madrugada del Viernes Santo.

Como ya publicó Mira Jerez en su obituario, Ramón Anguita fue muy conocido por regentar un comercio de tejidos en la calle Évora -por la que pasaron generaciones de jerezanos- pero, sobre todo, por su jovial y abierta forma de ser. Toda entrega a los demás.


El padre Regordán subrayó que “la muerte es una ladrona, sucia, que nunca llega en buen momento. La Esperanza es la fe que alimenta. Echar de menos es otra forma de querer. Pero eso no quiere decir que Ramón no esté a nuestro lado. Porque lo está”. Una de hijas leyó, al final del sepelio, un breve pero emocionante discurso que la familia dedicó al propio Ramón con motivo de su ochenta cumpleaños.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Rogad a Dios en caridad por el alma de N.H.D. Ramón Anguita Frías, número 3 de nuestra Hermandad, fallecido en el día de ayer a la edad de 81 años



Las exequias por su eterno descanso serán mañana jueves día 21 de diciembre a las 11,30 horas en San Francisco, que fue su casa, no sólo por su vinculación a la Hermandad de las Cinco Llagas desde 1953 y en cuya estación de penitencia de cada Madrugada Santa tantas décadas participó, sino por su pertenencia durante años al grupo de matrimonios que dirigían espiritualmente los PP Franciscanos.

De profundas convicciones cristianas, era muy conocido en el centro de nuestra ciudad por los años que regentó su tienda de tejidos, donde  destacaba por tener una atención abierta y jovial.

Aunque ligado en su juventud a la Hermandad de la Coronación, gracias a nuestro hermano refundador y padre de la Semana Santa jerezana don Manuel Martínez Arce recaló poco después en nuestra Hermandad de las Cinco Llagas, donde actualmente tenía el número tres de antigüedad.


martes, 19 de diciembre de 2017

A nueve nuevos hermanos de la Hermandad les fue impuesta la medalla durante el transcurso de la Solemne Función del día de la Virgen

Fotos: gentileza de N.H.Dª María Ruiz-Henestrosa







Destacados del tercer día de Triduo a María Santísima de la Esperanza




La tentación es ver a María como una diosa, como algo que no es humano. Pero tenemos que reconocer que María es de los nuestros, es humana.

Por eso, además de tenerla como intercesora y protectora, también la debemos tener como modelo.

María tiene una tarea única que realizar. María tiene la vocación de ser la Madre de Nuestro Señor Jesucristo. Es verdad que tiene una vocación especial, pero sin dejar de ser uno de nosotros.

La base de nuestra piedad auténtica mariana debe ser reconocerla como uno de nosotros. Ella ora y camina con cada uno de nosotros. 

Es madre porque quiere conducirnos a Cristo. Mirar a María, acudir a María, para que Ella nos vaya confirmando como seguidores de Jesucristo.

María vela por cada uno de nosotros.

El Señor ha recibido también una misión como la recibió María. Y Él la escoge a Ella como intercesora en la misión. 

Nosotros también debemos colaborar. Tenemos que contribuir a que haya mayor unión de Cristo y nosotros. Si somos conscientes del don de la fe.

También, cada vez que celebramos la Eucaristía estamos acercándonos más a nuestra santificación. 


Termino pidiendo a María para que interceda para que seamos todos uno en Cristo. Y así, como dice San Pablo que Dios sea todo en todos. 



lunes, 18 de diciembre de 2017

El Delegado de la Madrugada, don Carlos Ríos, compartió con nosotros el segundo día de Triduo a nuestra Amantísima Titular





Destacados del segundo día del Triduo a María Santísima de la Esperanza




Estamos en este segundo día que coincide con el Domingo. Un día dedicado al Señor, de descanso, para estar con la familia. Y hemos escuchado las lecturas de este tercer Domingo de Adviento. Un Domingo que nos invita a la alegría.
Hay un refrán que dice: " Ríe y reirán contigo; llora y te quedarás solo".
Las lecturas de hoy nos llaman a eso, a la alegría, porque los cristianos deberíamos ser personas alegres, porque el mensaje que llevamos es un mensaje de felicidad.
Estamos en la semana previa a la Navidad. Un Dios que nos quiere alegres y que se hizo hombre por nosotros.
Parece que nos gusta más el dolor del Viernes Santo que la alegría del Sábado de Gloria.
Nos pueden decir que nos olvidamos de los problemas y dificultades de la vida: un familiar enfermo o recientemente fallecido... Pero San Pablo nos decía que desbordaba de gozo en toda tribulación. Porque si ya estamos salvados, no hay ningún problema en el mundo que nos pueda quitar esa paz y esa felicidad.
Decía también San Pablo "¿quién nos apartará del amor de Dios?" Ni la dificultad, ni la espada...
Por eso la Iglesia un año más en este tercer Domingo de Adviento nos recuerda que como cristianos debemos estar alegres. Porque, además, cómo vamos a convencer a los demás si nos ven con cara triste, de angustia o de diarrea. Debemos ser portadores de esa alegría y de esa salvación.

El mensaje de San Pablo es el que hoy yo quiero transmitir: Estad siempre alegres.


domingo, 17 de diciembre de 2017

Destacados del primer día del Triduo a María Santísima de la Esperanza





Empezamos este Solemne Triduo y lo hacemos en pleno tiempo de Adviento. Tiempo de preparación a estas fiestas de Navidad. En las que vamos a comprobar la intención de Dios: el salvar a todos los hombres.
Y María abre las puertas a esa salvación. Lo primero es agradecer a Dios que nos ha salvado, pero también agradecer a María que aceptara el ser la Madre de Salvador.
Cuántas veces acudimos a ella como intercesora. Pero hoy voy a referirme a Ella como modelo y como Maestra.
En María tenemos ciertos rasgos que nos ayudan a ser fieles. Primero, la ternura maternal. Unos brazos los suyos que acogen a todos. 
Pensar que somos una fraternidad. Aquí se habla, además de cofradías, de Hermandades. Qué bonita esa palabra. La Iglesia es una fraternidad. 
También como María proclamar la grandeza de Dios y su misericordia.
Nosotros también debemos, como María, dar a luz al Señor en el mundo de hoy.
Como María también saber decir sí a Dios. Siempre debemos confiar en Dios, sobre todo en los momentos difíciles. Ella vio que confiar en Él era la mejor solución.
Escuchar también la Palabra de Dios.
Como Ella, también, estar atentos a los sufrimientos del ser humano.
Y, como final, ser contemplativos: guardar como Ella en nuestro corazón lo que vemos. María es modelo de fe y de esperanza.
Tenemos también nosotros que tener esperanza en que las promesas del Salvador se cumplirán.

Que este Triduo sea para nosotros querer ser más fieles. 


Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

III Domingo de Adviento (ciclo B)
Dar testimonio de la luz

Durante estos días el carácter de las celebraciones de Adviento insiste en varios aspectos. No es fácil establecer un orden de prioridades entre las distintas ideas subrayadas por la liturgia, pero todas giran en torno a una realidad y un deseo. La realidad es que Dios sale a nuestro encuentro; y el deseo, que ese encuentro tenga lugar pronto. Los dos conceptos se vislumbran sin demasiada dificultad en las lecturas bíblicas y han continuado vivos no solo en las comunidades cristianas apostólicas, sino que llegan también hasta nosotros. En efecto, desde una perspectiva de más de 2.000 años de cristianismo observamos que, desde el nacimiento de la Iglesia, tanto la Escritura como el Pueblo de Dios ansían ese acontecimiento, precisamente porque ya ha sucedido: Dios ha salido al encuentro del hombre desde la creación del mundo. Sin embargo, rápidamente comprende que la intervención de Dios en la historia no se ha completado ni detenido. Tampoco se puede circunscribir a determinados episodios pasados de la misma, sino que ha continuarse hasta el final de la historia. De este modo se concreta la esperanza cristiana; una esperanza que es certeza absoluta de que esa presencia y acción sigue teniendo lugar y culminará al final de la historia. Si se entiende este razonamiento, se comprende mejor el origen de las preguntas a Juan Bautista por parte de los sacerdotes y levitas de Jerusalén.

«Yo no soy el Mesías»
La respuesta negativa de Juan: –«Yo no soy el Mesías»– indica dos realidades: la primera es que Juan sabía que, con la pregunta «tú quién eres», están tratando de averiguar si él es el Mesías esperado; la segunda es que Israel esperaba de nuevo la manifestación de Dios, lo deseaba y andaba buscando los signos que según la Escritura acompañarían la llegada del Cristo-Ungido, que es lo que significa la palabra Mesías. Si nos detenemos en la respuesta de Juan, observamos que el precursor niega ser el Mesías o alguno de los profetas que han vuelto a la vida: Elías o Moisés (señalado en el Evangelio como «el Profeta»). Esta negación es significativa, puesto que más allá de clarificar que él es alguien distinto a todos ellos, incrementa la tensión de la espera, puesto que con sus palabras señala que Jesús, el Salvador, está ya en medio de ellos, a pesar de que aún no lo conozcan. Vive entre ellos, pero aún no se ha manifestado en plenitud.

El modelo del Bautista
En cierto sentido hay un paralelismo entre la misión de la Iglesia y la de Juan Bautista. Es en la vida de la Iglesia donde sucede ese acontecimiento del encuentro entre Dios y el hombre. Asimismo, corresponde a ella avivar el deseo de que Jesucristo siga viniendo a nosotros, no solo al final de los tiempos, sino cada uno de nuestros días. Como «voz que grita en el desierto», al igual que Juan, también a nosotros nos corresponde mostrar a los demás quién es el verdadero Salvador y el único Mesías. Para ello, es primordial recordar a los hombres los lugares en los que es posible encontrarse con el Señor, así como denunciar a los mesías impostores, que pretenden usurpar su lugar, o a los falsos profetas que quieren anunciárnoslos. Debemos imitar del Bautista la humildad con la que dice lo que no es. Pese a ser uno de los protagonistas más señalados al comienzo del anuncio del Reino de Dios, las palabras del Evangelio referidas al Bautista insisten en que su misión es casi exclusivamente la de indicar quién es el Salvador y facilitar su acceso a él. Juan es testigo de la luz, la Iglesia es testigo de la luz y cada uno de nosotros hemos de serlo. Durante estos días se nos pide mirar a la figura de Juan Bautista como el modelo de nuestra actitud de creyentes: señalar a los demás que Dios se ha hecho presente y que no es una ficción, y fomentar el deseo de que venga a nuestro encuentro.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid




Evangelio

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?» Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

               Juan 1, 6-8. 19-28







miércoles, 13 de diciembre de 2017

Recordatorio: el próximo sábado día 16, último día de nuestra CAMPAÑA DE NAVIDAD






El próximo sábado 16 de diciembre en horario de 17 a 20 horas en nuestra casa Hermandad es el último día de nuestra Campaña de Navidad. Rogamos a todos los que quieran participar que aporten allí alimentos no perecederos o dinero para paliar en lo posible las necesidades de nuestros hermanos más necesitados. Allí también se encuentra instalado el Belén de nuestra Hermandad y que ilustra este recordatorio.


Nuestra hermana Toñi Lozano, agraciada con el jamón del sorteo organizado por un grupo de hermanas







sábado, 9 de diciembre de 2017

Recordatorio: el próximo sábado comienza el Solemne Triduo a María Santísima de la Esperanza






Igualá de la cuadrilla de María Santísima de la Esperanza el próximo sábado 13 de enero






Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

II Domingo de Adviento (ciclo B)
Dispuestos a acoger el Reino de Dios

Nos encontramos este domingo con el inicio del Evangelio según san Marcos. El interés principal de este evangelista, ya desde sus primeras palabras, es prepararnos a acoger la llegada del Reino de Dios. Hemos de detenernos en un punto que ilustra el método que Dios ha elegido para mostrarse a los hombres. Ciertamente, la revelación de Dios tiene el nombre propio de Jesucristo. Pero ello no obsta para que tanto Jesús como la misma Escritura utilicen ciertos recursos en orden a facilitar una mejor comprensión de la vida y la misión del Salvador.
Un ejemplo de ello son las explicaciones de Jesús a sus discípulos mediante parábolas. A través de estos relatos sencillos e inmediatos ha quedado plasmada la revelación en ejemplos cotidianos de la cultura del ámbito israelítico del siglo I. Incluso hoy, siglos después, estas comparaciones son fácilmente comprensibles hasta por los más pequeños o los menos instruidos.
Otra de las maneras de comprender la grandeza y el alcance de la función de Jesucristo es el acercamiento a todo lo que la Escritura había predicho de él desde antiguo. Podemos pensar en concreto en los profetas, en particular en los que anuncian con más énfasis la llegada del Mesías. Las obras y palabras de estos personajes no han quedado en la Biblia como simples gestos o discursos anecdóticos de la historia del pueblo elegido por Dios; tampoco se reducen a la mera denuncia de las graves injusticias sociopolíticas de la época. El cometido primordial es mostrarnos el verdadero camino de nuestra salvación, apuntando con su índice hacia Jesucristo.

Juan Bautista
Siglos antes del nacimiento de Jesús, Isaías se dirigió a su pueblo, anunciándoles el final del exilio de Babilonia y el retorno a Jerusalén. Puesto que habían de realizar este camino a través del desierto, guiados por Dios, era necesario que el sendero estuviera limpio de cualquier obstáculo. La misma Biblia nos relata más casos de paso del desierto. La tónica común en ellos era la salvación y la libertad otorgadas por el poder de Dios al final de un recorrido no siempre fácil. Dios aparece como el pastor de Israel. Siglos después aparece Juan Bautista cumpliendo nuevamente lo anunciado por Isaías. Ahora es él la voz que grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos». La forma en la que Dios dirige ahora a su pueblo a través de Juan es «bautizando y predicando un camino de conversión para el perdón de los pecados». Más abajo se nos describen incluso la indumentaria y las costumbres del precursor. La sobriedad y la austeridad resumen su figura.

La conversión para la misión
Así pues, si el Evangelio une la aparición del Salvador a la persona de Juan Bautista, nos presenta ya un modelo para disponernos a acoger la novedad del anuncio del Reino de Dios, que comienza de modo inminente: una llamada a la conversión vivida desde la sobriedad. Tampoco el desierto y la austeridad son elementos accesorios para aceptar a Dios en nuestra vida. Se trata de disposiciones interiores que ayudan no poco a prescindir de lo superfluo, valorando intensamente el don que recibimos.
Por otro lado, quien se conduce guiado por la apariencia, el lujo y el capricho tendrá más dificultades para proponerse con determinación no solo hacer penitencia o recibir el bautismo de Juan, sino que corre el riesgo de no prestar atención a una gracia mayor, que también es anunciada: el Espíritu Santo. Es significativo que ya desde el comienzo del Evangelio se revela y se nos predispone a recibir el don del Espíritu Santo, unido íntimamente a los comienzos de la Iglesia y a la misión que hemos de desarrollar. En resumidas cuentas, lo anunciado por los profetas, y de manera especial por el Bautista, no constituye sino una preparación para la acogida de Jesucristo y para la propagación de su vida y mensaje a través de la vida de la Iglesia, de la que cada uno de nosotros forma parte.


  Daniel A. Escobar Portillo
 Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid




Evangelio

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”». Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo».

                     Marcos 1, 1-8