Fuente: ALFA Y OMEGA
Solemnidad
del Bautismo del Señor (ciclo B)
El
reconocimiento del Mesías
Este domingo concluye el tiempo de Navidad, época
del año en la que la Palabra de Dios ha mostrado cómo Dios se ha revelado a los
hombres a través de su Hijo unigénito. Mediante distintas escenas tomadas
principalmente de los Evangelios de la infancia de Mateo y Lucas, así como del
prólogo de san Juan, se nos ha presentado una realidad: Dios se ha manifestado
a los hombres y nosotros hemos podido experimentar esta cercanía y amor del
Señor. Como cierre del período navideño, el episodio del Bautismo del Señor en
el Jordán por parte de Juan no constituye una excepción a la principal línea
temática de la Navidad puesto que, en el Bautismo, Jesús será proclamado
mediante la voz del Padre como Hijo amado, sobre el que desciende el Espíritu Santo.
Al igual que fue dado a conocer a los pastores en su nacimiento y a los Magos
venidos de lejos, en los que se consideran representadas todas las naciones,
ahora Jesús es manifestado ante los suyos como aquel que era esperado para
salvar al pueblo de Israel. Es significativo que, al igual que en otros relatos
que hemos leído estos días, el testimonio vuelve a colocarse en el centro. En
el pasaje de este domingo el Señor no pronuncia una sola palabra. Por el
contrario, son dos los intervinientes: Juan Bautista, que insiste, como hemos
visto desde Adviento, en que él no es el que había de venir, sino que llegaría
alguien más fuerte; y la voz «desde los cielos» del Padre, que declara a Jesús
como Hijo amado. Se observa así un persistente interés por situar el testimonio
bajo el foco de atención. Más allá de describir los pormenores de la llegada de
Jesús al Jordán o de cómo es bautizado, el texto pretende presentar al Señor
como el Mesías anunciado por Juan Bautista, último representante de los
innumerables profetas que desde hacía siglos habían previsto este día. Al mismo
tiempo, el episodio será del punto del arranque del ministerio público de
Jesús, que la liturgia hace coincidir cada año con el principio del tiempo
ordinario.
El Bautismo de Juan y el nuestro
«Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará
con Espíritu Santo», señala Juan Bautista para referirse a la misión del
Mesías. El precursor realiza esta declaración, una vez más, para destacar la
superioridad del Mesías que tienen delante, con la finalidad, sobre todo, de
iniciar el final de su misión como profeta. De hecho, el inicio de la misión
pública del Salvador irá acompañado de la desaparición y posterior muerte de
Juan Bautista. Sin embargo, una pregunta se plantea aquí: ¿por qué Jesús se
hizo bautizar por Juan? La Iglesia ha ofrecido siempre dos explicaciones
fundamentales a esta cuestión. La primera es que la cercanía de Dios con el
hombre llega hasta sus últimas consecuencias; la más extrema de ellas será la
muerte de Jesús en la cruz. Sin embargo, a lo largo de la vida del Señor
observamos continuamente momentos en los que Jesús no solo es cercano con los
pobres, despreciados y, especialmente, los pecadores, sino que va a pasar por
uno de ellos. El descenso a las aguas del Jordán siempre se ha percibido como
un acto de solidaridad con el hombre, necesitado de conversión y purificación.
Jesús, desde el comienzo va a actuar «hecho semejante a los hombres» (Flp 2,
7). La segunda razón para comprender el Bautismo de Jesús es considerarlo como
una prefiguración de su propia Pascua. En el descenso y el resurgir del agua
está anticipada su muerte y resurrección y, a partir de ella, nuestro propio
Bautismo, que es participación en la Pascua de Cristo. Este es el motivo por el
que el Bautista señala que Jesús realizará un bautismo que conferirá el
Espíritu Santo, ya que la muerte y resurrección del Señor llevará consigo el
don del Espíritu Santo para quienes lo reciben y quedan incorporados a la vida de
Cristo y a la de la Iglesia.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia de Madrid
Evangelio
En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí
viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la
correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con
Espíritu Santo». Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de
Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Apenas salió del agua, vio
rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia Él como una paloma. Se oyó
una voz desde los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
Marcos 1, 7-11