Navidad, martes 25 de diciembre de 2012
«Veritas de
terra orta est» - «La verdad ha brotado de la tierra» (Sal 85, 12)
Queridos
hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, feliz Navidad a todos vosotros
y vuestras familias.
Expreso mi felicitación
esta Navidad, en este Año de la fe, con estas palabras tomadas del Salmo: «La verdad brota de
la tierra». En realidad, en el texto del Salmo las encontramos en futuro: «La
verdad brotará de la tierra»; es un anuncio, una promesa, acompañada de otras
expresiones que juntas suenan así: «La misericordia y la verdad se encontrarán,
/ la justicia y la paz se besarán; / la verdad brotará de la tierra, / y la
justicia mirará desde el cielo; / el Señor nos dará la lluvia, / y nuestra
tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus
pasos» (Sal 85, 11-14).
Hoy, esta
palabra profética se ha cumplido. En Jesús, nacido en Belén de la Virgen María,
se encuentran realmente la misericordia y la verdad, la justicia y la paz se
han besado; la verdad ha brotado de la tierra y la justicia mira desde el
cielo.
San Agustín explica con feliz
concisión: «¿Qué es la verdad? El Hijo de Dios. ¿Qué es la tierra? La carne.
Investiga de dónde nació Cristo, y verás que la verdad nació de la tierra… la
verdad nació de la Virgen María» (En. in Ps. 84, 13). Y en un sermón de Navidad afirma:
«Con esta festividad anual celebramos, pues, el día en que se cumplió la
profecía: “La verdad ha brotado de la tierra, y la justicia ha mirado desde el
cielo”. La Verdad que mora en el seno del Padre ha brotado de la tierra para
estar también en el seno de una madre. La Verdad que contiene al mundo, ha
brotado de la tierra para ser llevada por manos de una mujer… La Verdad a la
que no le basta el cielo, ha brotado de la tierra para ser colocada en un
pesebre. ¿En bien de quién vino con tanta humildad tan gran excelsitud?
Ciertamente, no vino para bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos»
(Serm. 185, 1).
«A condición de
que creamos». Ahí está el poder de la fe. Dios ha hecho todo, ha hecho lo
imposible, se ha hecho carne. Su omnipotencia de amor ha realizado lo que va
más allá de la comprensión humana, el Infinito se ha hecho niño, ha entrado en
la humanidad. Y sin embargo, este mismo Dios no puede entrar en mi corazón si
yo no le abro la puerta. Porta
fidei.La puerta de la fe.
Podríamos quedar sobrecogidos, ante
nuestra omnipotencia a la inversa. Este poder del hombre de cerrarse a Dios
puede darnos miedo. Pero he aquí la realidad que aleja este pensamiento
tenebroso, la esperanza que vence el miedo: la verdad ha
brotado. Dios ha nacido. «La tierra ha dado su fruto» (Sal 67, 7). Sí, hay una tierra buena, una
tierra sana, libre de todo egoísmo y de toda cerrazón. Hay en el mundo una
tierra que Dios ha preparado para venir a habitar entre nosotros. Una morada
para su presencia en el mundo. Esta tierra existe, y también hoy, en 2012, de
esta tierra ha brotado la verdad. Por eso hay esperanza en el mundo, una
esperanza en la que poder confiar, incluso en los momentos y en las situaciones
más difíciles. La verdad ha brotado trayendo amor, justicia y paz.
Sí, que la
verdad brote para la población de Siria, profundamente herida y dividida por un
conflicto que no respeta ni siquiera a los enfermos y cosecha víctimas
inocentes. Una vez más hago un llamamiento para que cese el derramamiento de
sangre, se faciliten las ayudas a los prófugos y a los desplazados y, a través
del diálogo, se alcance una solución política al conflicto.
Que la paz
brote en la Tierra donde nació el Redentor, y él conceda a israelíes y
palestinos la valentía de poner fin a tantos años de luchas y divisiones, y
emprender con decisión la vía de la negociación.
Que en los
países del Norte de África, que atraviesan una profunda transición en la
búsqueda de un nuevo futuro – en particular en Egipto, la amada tierra
bendecida por la infancia de Jesús – los ciudadanos construyan juntos
sociedades basadas en la justicia, el respeto de la libertad y la dignidad de
cada persona.
Que la paz
brote en el vasto continente asiático. Que el Niño Jesús mire con benevolencia
a los numerosos pueblos que habitan en aquellas tierras y, de modo especial, a
cuantos creen en él. Que el Rey de la Paz dirija su mirada a los nuevos
dirigentes de la República Popular China en el alto cometido que les espera.
Expreso mis mejores deseos de que en esta misión se valore la contribución de
las religiones, respetando a cada una de ellas, de modo que puedan contribuir a
la construcción de una sociedad solidaria, para bien de ese noble pueblo y del
mundo entero.
Que la Navidad
de Cristo favorezca la vuelta de la paz en Mali y de la concordia en Nigeria,
donde crueles atentados terroristas continúan causando víctimas,
particularmente entre los cristianos. Que el Redentor ayude y consuele a los
prófugos del Este de la República Democrática del Congo y conceda la paz a
Kenia, donde sangrientos atentados han golpeado la población civil y los
lugares de culto.
Que el Niño
Jesús bendiga a los numerosos fieles que lo celebran en Latinoamérica. Que haga
crecer sus virtudes humanas y cristianas, sostenga a cuantos se han visto
obligados a emigrar lejos de su familia y de su tierra. Que fortalezca a los
gobernantes en su compromiso por el desarrollo y en la lucha contra la
criminalidad.
Queridos
hermanos y hermanas, amor y verdad, justicia y paz se han encontrado, se han encarnado en el hombre nacido de María en Belén. Ese
hombre es el Hijo de Dios, es Dios que ha entrado en la historia. Su nacimiento
es un brote de vida nueva para toda la humanidad. Que todas las tierras sean
una tierra buena, que acoge y hace brotar el amor, la verdad, la justicia y la
paz. Feliz Navidad.
BENEDICTUS PP. XVI