Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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martes, 25 de diciembre de 2012

Carta de Navidad


Felicitación de nuestro Obispo, D. José Mazuelos y carta de Navidad


"Tanto amó Dios al Mundo que envió a su único Hijo" (Jn 3, 16). Estas palabras, cumplidas en su día en Belén de Judá, en "la plenitud de los tiempos", se siguen haciendo realidad sacramentalmente en la Iglesia, todas las generaciones, porque el Hijo de Dios ha querido quedarse con nosotros "todos los días hasta el fin del mundo".

Cada Navidad el Niño-Dios viene a nuestro encuentro en toda su grandeza -porque es Dios y porque es Amor- y en toda su debilidad: busca un "hogar" que lo acoja, porque allí donde un corazón se abre al mensaje del Evangelio, "la Palabra se hace carne" y pone su tienda entre nosotros (cf Jn 1, 18).

"Y acampó entre nosotros". 

La Iglesia nos invita, pues, a celebrar con gozo y alegría la Natividad del Señor. Acojamos la luz del Verbo de Dios, encarnado por amor a los hombres, que nos abre la puerta a la vida divina, a la vida de la gracia, que, en Jesucristo, nos introduce en el diálogo de amor eterno del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.  Vivir la Navidad es acoger a Dios y a los hombres. Es, por tanto,  convertirse en constructores de la paz como nos invita el Santo Padre en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del año 2013, ya que Aquel que ha venido es el esperado como "Luz de las Naciones" y "Príncipe de la Paz". 

Vivir la Navidad es dejarse iluminar por la luz de la paz que irradia del Hijo de Dios. Benedicto XVI en su citado mensaje nos habla de un humanismo abierto a la trascendencia y del reconocimiento de que, en Dios estamos llamados a constituir una sola familia humana. A esa Luz se contempla la belleza y la dignidad de la vida humana desde el primer instante de su concepción hasta su muerte natural; se ilumina el principio de objeción de conciencia con respecto a leyes y medidas gubernativas que atentan contra la dignidad humana, como el aborto y la eutanasia, por parte de los ordenamientos jurídicos y la administración de la justicia. Y es verdadera lámpara que guía los pasos de la humanidad mostrándole las verdaderas razones para vivir una vida llena de esperanza y para amar desinteresadamente puesto que el corazón humano ha sido creado para realizarse humana y felizmente en la entrega -generosa y gratuita- a favor de otro corazón humano.

Ese, es el ejemplo que nos muestra Jesús y el modelo que contemplamos en el Portal, bajo el amparo de José y María y la contemplación muda del buey y la mula. Por tanto, La Navidad nos invita como a los Magos a seguir el sendero del amor como camino seguro para la superación de todas nuestras dificultades. Jesús quiso nacer de la Virgen María y vivir en el seno de una familia puesta bajo la custodia de José, para ser solidario con nuestra condición humana y reforzar los lazos que unen a los miembros de una misma familia, como comunidad humana primera y fundamental.  Ésta tiene como vocación natural promover la vida y llevarla a plenitud en toda su dignidad, y al mismo tiempo transmitir la fe como el fundamento necesario para que todo hombre y toda mujer encuentren su misión en el mundo y su función en la historia: acompaña a las personas en su crecimiento y las anima a potenciarse mutuamente mediante el cuidado recíproco. 

En Belén y en Nazaret se clarifica  para la humanidad el papel decisivo de la familia, célula base de la sociedad desde el punto de vista demográfico, ético, pedagógico, económico y político, pues de ella depende en gran medida la estabilidad y la paz de la más amplia sociedad cívica en la que se desarrolla nuestra vida; y por lo mismo, también la comunidad básica y primordial a partir de la cual la Iglesia se expande y crece como Pueblo de Dios y cumple su misión de ser el icono trinitario del amor de Dios en el mundo.  Así lo pone de manifiesto Benedicto XVI en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2013: la estructura natural del matrimonio debe ser reconocida y promovida como la unión de un hombre y una mujer, frente a los intentos de equipararla desde un punto de vista jurídico con formas radicalmente distintas de unión que, en realidad, dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su papel insustituible en la sociedad. En concreto, la familia cristiana lleva consigo el germen del proyecto de educación de las personas según la medida del amor divino

"Príncipe de la Paz"

Vivir la Navidad es acoger a Dios y a los hombres. Es, por tanto,  convertirse en constructores de la paz como nos invita el Santo Padre en su citado mensaje, ya que Aquel que ha venido es el esperado como "Luz de las Naciones" y "Príncipe de la Paz".

También la Navidad nos habla de un Nuevo Año, de construir un futuro, anteponiendo el bien común a los particularismos egoístas. Un futuro, como dice el Papa, cimentado en el deseo de paz, que es un don de Dios  y forma parte del diseño de Dios sobre el hombre. Y para ello es necesario trabajar para que sea realidad la libertad religiosa de las personas y de las comunidades desde un punto de vista positivo, en sus varias articulaciones, como libertad de, por ejemplo, testimoniar la propia religión, anunciar y comunicar su enseñanza, organizar actividades educativas. Evitar la ideología del liberalismo radical y de la tecnocracia defendiendo los derechos civiles y políticos y especialmente el derecho al trabajo. Así como también la necesidad de un nuevo modelo de desarrollo, integral, solidario y sostenible, posibilitando una nueva visión de la economía que busque el bien común y esté guiada por  una correcta escala de valores y bienes, que se pueden estructurar teniendo a Dios como referencia última, que garantiza el principio de gratuidad como manifestación de fraternidad y de la lógica del don.

Es fundamental e imprescindible, además, la estructuración ética de los mercados monetarios, financieros y comerciales; éstos han de ser estabilizados y mejor coordinados y controlados, de modo que no se cause daño a los más pobres. Acoger al Niño Dios es descubrir, por tanto, la belleza y la necesidad de una ética de comunión cimentada en una antropología veraz que supere otras visiones éticas basadas en presupuestos teórico-prácticos puramente subjetivistas y pragmáticos, que suscitan modelos de convivencia según criterios de poder o de beneficio, en los que los medios se convierten en fines y viceversa y hacen inviable la convivencia armónica y pacífica a la que estamos llamados a vivir y establecer María: Reina de la familia, Reina de la Paz. 

Por último, Navidad es contemplar a María, la Madre de Dios, y como Ella acoger al Niño Jesús en nuestro corazón, como la verdad sobre el hombre, que constituye el único camino para alcanzar la libertad, el amor y la justicia. Es saber que la luz de Belén viene a denunciar como falso dios, que ciega al hombre en su camino, el reinado de la dictadura del relativismo y de la moral totalmente autónoma. El camino de la plenitud de la paz se encuentra en el  reconocimiento de la imprescindible ley moral natural inscrita por Dios en la conciencia de cada hombre. 

Por último pidamos a Nuestra Madre la Santísima Virgen de Belén a nuestro Patriarca San José y al Niño Jesús, que la próxima fiesta de la Sagrada Familia, sea también una jornada de Amor, alegría y Paz para todos los hogares. Así sea.