Domingo
31º del tiempo ordinario
Un
escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de
todos?». Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro
Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es éste: “Amarás
a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El
escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es
uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo
el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más
que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús,
viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de
Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Comentario: Rvdo. P. D. Ramón Clavería Adiego
Hoy, está muy de moda hablar
del amor a los hermanos, de justicia cristiana, etc., pero apenas se habla del
amor a Dios. Por eso tenemos que fijarnos en esa respuesta que Jesús da al
letrado, quien, con la mejor intención del mundo le dice: «¿Cuál es el primero
de todos los mandamientos?» (Mc 12,29), lo cual no era de extrañar, pues entre
tantas leyes y normas, los judíos buscaban establecer un principio que
unificara todas las formulaciones de la voluntad de Dios.
Jesús responde con una
sencilla oración que, aún hoy, los judíos recitan varias veces al día, y llevan
escrita encima: «Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y
amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente y con todas tus fuerzas» (Mc 12,29-30). Es decir, Jesús nos recuerda que,
en primer lugar, hay que proclamar la primacía del amor a Dios como tarea
fundamental del hombre; y esto es lógico y justo, porque Dios nos ha amado
primero.
Sin embargo, Jesús no se
contenta con recordarnos este mandamiento primordial y básico, sino que añade
también que hay que amar al prójimo como a uno mismo. Y es que, como dice el
Papa Benedicto XVI, «amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un
único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha
amado primero».
Pero un aspecto que no se
comenta es que Jesús nos manda que amemos al prójimo como a uno mismo, ni más
que a uno mismo, ni menos tampoco; de lo que hemos de deducir, que nos manda
también que nos amemos a nosotros mismos, pues al fin y al cabo, somos
igualmente obra de las manos de Dios y criaturas suyas, amadas por Él.
Si tenemos, pues, como regla
de vida el doble mandamiento del amor a Dios y a los hermanos, Jesús nos dirá:
«No estás lejos del Reino de Dios» (Mc 12,34). Y si vivimos este ideal, haremos
de la tierra un ensayo general del cielo.