Domingo 26º del tiempo ordinario
Dijo
Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y
se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros». Jesús respondió:
«No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego
hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y,
además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os
aseguro que no se quedará sin recompensa.
El
que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le
encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te
hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida que ir con las dos
manos al abismo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace caer, córtatelo:
más te vale entrar cojo en la vida que ser echado con los dos pies al abismo. Y
si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios
que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el
fuego no se apaga».
Comentario: Rvdo. P. D. Valentí Alonso Roig
Hoy, contemplamos a Jesús
poniendo gusanos y fuego allí donde debemos evitar ir: el infierno, «donde el
gusano no muere y el fuego no se apaga» (Mc 9,48). Es una descripción del
estado en el que puede quedar una persona cuando su vida no la ha llevado allí
adonde quería ir. Podríamos compararlo al momento en que, conduciendo nuestro
automóvil, tomamos una carretera por otra, pensando que vamos bien y vamos a
parar a un lugar desconocido, sin saber dónde estamos y adónde no queríamos ir.
Hay que evitar ir, sea como sea, aunque tengamos que desprendernos de cosas
aparentemente irrenunciables: sin manos (cf. Mc 9,43), sin pies (cf. Mc 9,45), sin
ojos (cf. Mc 9,47). Es necesario querer entrar en la vida o en el Reino de
Dios, aunque sea sin algo de nosotros mismos.
Posiblemente, este Evangelio
nos lleva a reflexionar para descubrir qué tenemos, por muy nuestro que sea,
que no nos permite ir hacia Dios, —y todavía más— qué nos aleja de Él. El mismo
Jesús nos orienta para saber cuál es el pecado en el que nos hacen caer
nuestras cosas (manos, pies y ojos).
Jesús habla de los que
escandalizan a los pequeños que creen en Él (cf. Mc 9,42). “Escandalizar” es
alejar a alguien del Señor. Por lo tanto, valoremos en cada persona su
proximidad con Jesús, la fe que tiene. Jesús nos enseña que no hace falta ser
de los Doce o de los discípulos más íntimos para estar con Él: «El que no está
contra nosotros, está por nosotros» (Mc 9,40). Podemos entender que Jesús lo
salva todo y “da gato por liebre”.
Es una lección del Evangelio
de hoy: hay muchos que están más cerca del Reino de Dios de lo que pensamos,
porque hacen milagros en nombre de Jesús. Como confesó santa Teresita del Niño
Jesús: «El Señor no me podrá premiar según mis obras (...). Pues bien, yo
confío en que me premiará según las suyas».