Foto: N.H.D. José Soto |
Una Hermandad
tiene que ser fundamentalmente una fraternidad (el término latino del que
procede – frater- significa hermano).
San Francisco
siempre consideró a sus hermanos como un don del Señor.
Él insiste en
la Eucaristía como centro de la fraternidad. Francisco se hizo hermano porque
en todas las criaturas descubrió al Altísimo.
La fraternidad es un lugar hecho para
servir. Servir es una de las claves de la espiritualidad franciscana.
La hermandad
a la que nos lleva San Francisco es abrirse a lo universal, ya que no se puede
vivir el Evangelio en soledad.
Pero cuidado,
porque la maledicencia mina la fraternidad.
Hay que creer
en el hermano, porque su progreso y su conversión siempre es posible.
La alegría de
Francisco consistió en ayudar a cada uno
a llegar a todas sus posibilidades.
Ser hermano es buscar la paz. Haber hecho
de la paz una opción de vida. Dejamos todavía bastante que desear a nivel de
paz.
La
fraternidad ora y busca al Señor por encima de todas las cosas. Seguir las
huellas de Cristo consiste en vivir siempre movidos por ese espíritu.
¿Qué implica
ser franciscano? Es vivir el Evangelio; y eso no se lo puede apropiar nadie,
porque es universal. Vivir el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo como
anuncio gozoso del Señor para con todos nosotros. La llamada que escucharon Francisco
y Clara continúa siendo actual.
Los puntos fuertes de la espiritualidad
franciscana son la centralidad del misterio de Dios y la misión por la vida
fraterna. El sacramento del hermano
está en el corazón de la identidad franciscana. Todo hombre es para mí un
hermano. Si vivimos nuestra fe profunda que de sentido a nuestra existencia ,
en comunidad de fiesta y de perdón, siendo distintos del mundo, nos
presentaremos como hermanos y servidores, como menores.
La misión está
en respetar todo lo que existe, aportando serenidad, paz y alegría
franciscanas, la felicidad y el gozo de vivir. Y como decía San Francisco: “comencemos,
hermanos, que hasta ahora poco o nada hemos hecho”.