Estamos pidiendo estos días para que las heridas de Cristo en su Iglesia
sean sanadas. Hoy vamos a ver una herida/llaga bien honda: La falta de
unidad.
Hemos sido creados con capacidad para amar a los demás. Y el Señor tuvo un
corazón como el nuestro. Muy extendida es la devoción al Sagrado Corazón de
Jesús.
El que supera la barrera del egoísmo y del propio interés el Señor le
regala una vida -a pesar de irse vaciando por los demás - cada día más llena.
Por eso todos los hombres debemos llamarnos hermanos: porque sólo uno es
nuestro Padre Dios.
La lectura de hoy nos está hablando en el fondo de la formación de la
familia. Dios instituye a la familia creando al ser humano hombre y mujer.
La familia es el primer lugar en el que hay que pedir que se mantenga la
unidad. Todo lo de bueno hay en nosotros el Señor nos lo enseña en la familia.
Es un lugar en el que el Señor nos ha hecho personas. Pero cuando una familia
está insana, les hace mucho mal a sus miembros.
Hay que pedir mucho al Señor por la familia, que recibe muchos ataques
hoy en día.
Quiso el Señor nacer en una familia. Para hacernos ver que ése es el
lugar donde tiene que surgir el ser humano. Y hay que cuidarlo como un tesoro.
Los judíos se sentían un pueblo elegido. Pero la elección de Israel es
para el servicio a los demás.
La madre del Evangelio se acerca al Señor desde la humildad y Él tiene
una respuesta sorprendente, pero ella le responde con compasión.
Lo primero que hizo Jesús en su vida pública fue elegir a una comunidad.
El Señor nos invita a una vida en comunión. Podría Él haber elegido a todos
iguales, pero nos quiere distintos. Caben todos en el plan de Dios. No hay
nadie que para el Señor deba ser descartado.
Una tarea fundamental de la
Iglesia es ser semilla, germen de unidad.El Señor pidió al
Padre por la unidad: "que sean
uno".
Que por su misericordia se haga presente esa unidad en este mundo.