Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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miércoles, 8 de febrero de 2017

Destacados del P. Ignacio Gaztelu en el primer día de Quinario


Un recuerdo para nuestro Director Espiritual, el P. José Luis Salido, por quien ofrecemos este Quinario.

La primera vez que aparece la referencia a las Cinco Llagas del Señor es en la Pascua, en las apariciones. Ahí muestra el Señor los signos de la Pasión, pero ahora glorificados. Por eso también es muy oportuna la advocación a María Santísima de la Esperanza.

Antonio Rosmini escribió un libro: Las cinco llagas de la Santa Iglesia.
¿Queda algo de aquellas llagas dolorosas?
Sí, en su Cuerpo Místico que es la Iglesia.
Y yo me quiero acordar de estas cinco llagas, que son continuación de las de Cristo en la Cruz.
La lectura de hoy es una advertencia de parte del Señor para que el culto que eleven no esté vacío.

La primera llaga que vamos a ver es la ausencia en la Eucaristía.
En ella Cristo nos hace beneficiarios de la obra de la Salvación. 
Es el regalo que quiso el Señor dejar para sus discípulos.
Sin embargo son muchos los que, aun siendo bautizados, no vienen.
En el pasaje de Elías en el Antiguo Testamento, llega un momento en que se cansa, y siendo un hombre de Dios, se desea la muerte.
Y el Señor no le deja solo; le envía un emisario que le entrega un trozo de pan. Así continua su tarea y hace lo que el Señor le ha encomendado.
Es todo un signo.

En la vida tenemos altibajos y caemos. El Señor, que sabe cuál es nuestra fragilidad, ha querido dejarnos este Sacramento.

La Eucaristía es una Creación para nosotros. A diferencia del alimento ordinario, en el que lo que como se convierte en mí, aquí ocurre al contrario, como decía San Agustín: nos convertimos en aquello que comemos. Nos convierte en un reflejo de la bondad de Dios y es prenda de la vida eterna.

Cierto es que convertirla en un precepto no ha ayudado. 
Es importante redescubrir la belleza, la bondad del Sacramento.
San Juan de Ávila decía que los sacerdotes tienen una cosa que supera a la Madre de Dios: traer a Dios no una vez, sino cada vez que celebran la Eucaristía.
Qué importante que se cuide el rito. Para volver a profundizar en el sentido eucarístico. Para ser conscientes de la responsabilidad que tenemos en nuestras manos.

Es cierto que podemos reconocer al Señor en los más pequeños, en los pobres... pero donde está Dios mismo es en la Sagrada Eucaristía. Aunque se celebre deprisa, aunque haya pocas personas.
A nosotros nos toca reparar en el misterio recibido.
Encontraremos tesoro tras tesoro en el Santísimo Sacramento del Altar.
Cada vez hay más sitios donde hay adoración perpetua. Y en las parroquias, en el Seminario se hace presente el Señor Eucaristía.
Cada vez que alguien en el Evangelio se acerca al Señor, viene cambiado.
Sólo tenemos que ver los distintos pasajes evangélicos.
Cuidemos la Eucaristía, acerquémonos a adorar al Santísimo Sacramento del Altar.
Pidamos al Señor que esa Llaga tan extendida vaya sanando.
Es como un regalo que no es recibido.
Son tantos los que prefieren cualquier otra cosa...
Y no hay otra cosa más valiosa.
Que Él nos conceda desagraviar por tantos cristianos que no reconocen esto.