Un decálogo que te
servirá para conversar con Dios con toda confianza
Fuente: ALETEIA
1. Orar
es sencillo. Conversa con Dios con toda confianza, sin necesidad de escoger
las palabras. Por muy bonitas consideraciones que busques para dirigirte a Él,
infinitamente más bellas son las que Él tiene.
“Te doy gracias,
Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios e inteligentes y se las has
mostrado a los pequeños” (Lc 10, 21).
2. Orar es
dejarse agarrar por la mano de Dios. Él te elevará hasta su rostro,
como a un niño pequeño, para llenarte de besos.
“Fui para ellos
como quien alza a un niño hasta sus mejillas y se inclina hasta él para darle
de comer” (Os 11,4).
3. Orar es escuchar
y hablar con Dios como con un amigo íntimo. Déjate encontrar por Él, te
conducirá a ese espacio de tu alma donde oirás su voz y tú tendrás la confianza
suficiente para responderle.
“Y las ovejas
escuchan su voz y a sus ovejas las llama una por una”(Jn 10, 3).
4. Orar es
vaciarse de cosas, de preocupaciones, de ti mismo. Ofrécele tu
pobreza, tu egoísmo, tu tiempo, tu rutina y, sobre todo, tus deseos. Él llenará
el vacío que vaya quedando en tu corazón.
“Cuando vayas a
orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que
está allí, en lo secreto”(Mt 6, 6).
5. Orar es
empobrecerse. Al principio abundan las palabras de amor,
confianza y entrega, hasta que desaparecen en el silencio. El sentimiento de la
presencia de Dios es quien llena ese silencio.
“Y al orar, no
charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van ser
escuchados” (Mt 6, 7).
6. Orar es
permanecer en la presencia de Dios sin desfallecer. Dios no busca
personas que profundicen en consideraciones intelectuales, sino hombres y
mujeres que no se cansen de orar. A los que oran mucho les concede el don de la
oración pura. La “cantidad” depende de nosotros, la “calidad” del Padre de las
luces.
“Les decía una
parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer” (Lc 18,
1).
7. Orar es
descubrir a Jesucristo dentro de ti. Si te acercas a Él con fe y
humildad te admitirá entre sus seguidores, los pobres, que todo lo esparan de
Dios y nada de sí mismos. Déjate que te mire y te ame, no te escondas a su
mirada y consiente en dejarte abrazar por Él.
“La prueba de
que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su
Hijo que clama ¡Abbá, Padre!” (Gal 4, 6).
8. Orar es amar. El
termómetro que mide la autenticidad de tu oración es la caridad con el prójimo.
La oración te ayudará a descubrir lo que hay dentro de su rostro, detrás de su
cara: sus sufrimientos y alegrías, sus ansiedades y proyectos. La oración te
llevará a descubrir al hermano y unirte a él.
“La religión pura
e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en
su tribulación” (St 1, 27).
9. Orar es dejar
hablar al corazón. Estudiamos métodos de oración, muchos avalados por la
santidad de quienes los practicaron, buscamos un buen libro de oración. El
centro de la oración, la fuente de donde brota la más fresca y cristalina es
nuestro corazón.
“Si alguno tiene
sed, venga a mí, y beba el que crea en mí,. Como dice la Escritura : De su seno
correrán ríos de aguas viva” (Jn 7, 37).
10. Orar es
entrar. Dios está en el corazón, ahí vive y ahí actúa, ahí quiere
comunicarse. El hombre está fuera de sí, en las cosas. Vive distraído y
exiliado. En la oración los `protagonistas inician un movimiento de
aproximación, hasta que se encuentran en un profundo silencio de amor.
“Si alguno me
ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos
morada en él” (Jn 14, 23).
Benigno Colinas,
CSsR