La vida sencilla del sacerdote "que se rompía por los demás"
La Real Escuela del Arte Ecuestre acoge una mesa redonda en memoria del jesuita Pedro Guerrero González
Fuente: Diario de Jerez. Redacta: Pilar Nieto. La Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre acogió el miércoles por la noche una mesa redonda en memoria del sacerdote jesuita Pedro Guerrero González, organizada por el Grupo Romero Caballero y las hermandades de Las Cinco Llagas y Amor y Sacrificio. El acto se inició con una intervención de Manuel Guerrero Pemán titulada 'La vida sencilla de Pedro Guerrero', en la que hizo una semblanza de la trayectoria del religioso al que llamó "el padre de las cosas sencillas" y al que calificó de "un santo, uno más que se rompía por ayudar a los demás". En el debate, presentado por el responsable de comunicación del Grupo Romero Caballero, Marco Antonio Velo, y moderado por Ernesto Romero, de la hermandad de Las Cinco Llagas, intervinieron además el sacerdote jesuita Fernando García Gutiérrez, Ignacio García Pomar y Genaro Benítez Gil.
Guerrero Pemán contó cómo el religioso, nacido en 1918 y cuyo proceso de beatificación está en marcha desde 2001, era el mayor de cinco hermanos y a los 23 años renunció a su acomodada vida para hacerse jesuita. Antes, durante la Guerra Civil, se alistó como voluntario en la Caja de Reclutamiento de Requetés de Jerez y con sólo 18 años dio muestras de su valor como sargento interino justo ante una trinchera volviéndose un par de veces bajo una lluvia de disparos para cargar sobre sus hombros con dos compañeros requetés heridos, un acto que incluso provocó el aplauso del enemigo situado a doscientos metros.
También explicó la hermosa anécdota de los granos de trigo que la madre del sacerdote encontró en un bolsillo de su chaqueta diez años después de marcharse al noviciado, justo cuando se estaba cosechando el cereal. "Esos granos -contó Guerrero- fueron sembrados en la finca 'La Mariscala', aquél trigo floreció, se recogió, fue molido y la harina sirvió para hacer las hostias que Pedro consagró en su primera misa en 1953.
Al no poder ir de misiones a Japón, como era su deseo, envió allí el cáliz que usó en su ordenación sacerdotal. Dada su flaqueza de salud, sus superiores no le dejaron ser misionero "y su vida fue tan sencilla que se ganó el cielo en su propia tierra, entre su gente, con las cosas llanas que normalmente no destacan pero que, a base de hacerlas todos los días, un día los que le rodeamos hacemos de su silencio un enorme griterío de paz, admiración, ejemplo y respeto".
Murió víctima de un desgraciado accidente cuando circulaba en su moto por la avenida de La Palmera de Sevilla dirigiéndose a sus obligaciones. Debido al cansancio que arrastraba, se estrelló contra un camión que iba delante cargado de barras de hierro. El jesuita acabó atravesado por una de esas barras de hierro al frenar el camión y no darle tiempo a reaccionar. En los escasos momentos en que recuperó la consciencia sólo pudo decir que no culparan al conductor del camión, que la culpa había sido suya.
Por su parte, Ignacio García Pomar resaltó la "humildad y sencillez" del sacerdote, "siempre al servicio de los demás, su constancia en todo lo que era su trabajo y su oración. Podría haberlo tenido todo en su vida y lo dejó todo para servir a Dios y a los hombres". Genaro Benítez también destacó "su ejemplo de humildad y renuncia a la estima del mundo", algo en lo que coincidieron prácticamente todas las personas que intervinieron en el acto. El próximo día 23, a las ocho y media de la tarde, en la iglesia de San Francisco de El Puerto, habrá una misa y rezos en la capilla donde reposan los restos del padre Guerrero.