Recuerdo agradecido a
San Manuel González
Fuente: ALFA Y OMEGA
A través de su vida y de sus escritos, san Manuel González
nos manifestó la grandeza de la existencia humana cuando se eucaristiza. Y para
eucaristizar el mundo, hay que conocer y dar a conocer a Jesucristo «Sigue
siendo necesario hacer esta confesión y proclamarla delante de todos los
hombres: “Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo”»
El Papa Francisco canonizó el pasado
domingo a don Manuel González, obispo del sagrario, hoy ya san Manuel González.
Por eso, os quiero hablar del proyecto espiritual y humano engendrado en la Eucaristía que vivió y
presentó a la Iglesia. A
través de su vida y de sus escritos nos manifestó la grandeza de la existencia
humana cuando se eucaristiza.
¡Qué fuerza y qué belleza tiene la Eucaristía en la
transformación de la persona y de un pueblo! San Manuel González cree tanto en
la fuerza de la Eucaristía
y en la transformación que ejerce en la vida de los hombres y en la historia,
que dice: «Tengo la persuasión firmísima de que prácticamente el mayor mal de
todos los males y causa de todo mal, no solo en el orden religioso, sino moral,
social y familiar, es el abandono del Sagrario. El abandono de la Eucaristía priva a Dios
de la mayor gloria que de los hombres puede recibir y a estos de los mayores y
mejores bienes que de Dios pueden esperar».
San Manuel González incide en que, para
eucaristizar el mundo, hay que conocer y dar a conocer a Jesucristo: «¡Conocer
y dar a conocer a Jesús! ¡Conocerlo y darlo a conocer todo lo más que se pueda!
He aquí la suprema aspiración de mi fe de cristiano y de mi celo de sacerdote,
y la que quisiera que fuera la única aspiración de mi vida».
Presento algunos acentos del itinerario que
debemos seguir los discípulos de Cristo para entrar en los dinamismos de la Eucaristía tal y como
don Manuel los diseña. Los aprendemos a vivir junto al Señor en la Eucaristía :
1. Vivir sabiendo que el Señor siempre tiene algo que decirnos.
Recuerda la expresión de san Manuel González:
«Como a Simón, el fariseo desatento que lo convidó a comer, te dice a ti:
“Tengo algo que decirte”. Y antes de que respondas, como aquel, “Maestro di”,
quiero y te ruego que te detengas un poco a saborear esas palabras. ¡Dicen
tanto al que las medita, que ellas solas calmarían más de una tempestad y
disiparían más de una tristeza!».
2. Vivir aceptando esa llamada del Señor: «levántate».
Dirá don Manuel, «¡con qué relieve aparece
ante mis ojos esa que después de todo es una verdad de sentido común!: que para
andar aunque sea un solo paso es menester levantarse! [...] El “levántate” que
hacía andar a los paralíticos, despertaba a los dormidos y echaba fuera de las
tumbas a los muertos […] sin levantarnos nada podemos hacer ni en la obra de
Dios, que es su gloria, ni en la obra del prójimo y nuestra, que es la
santificación».
3. Vivir siempre en el horizonte de este mandato: «anda».
Esta era la condición que ponía a todos
aquellos que se beneficiaron de la presencia y de la acción del Señor. Don
Manuel capta este horizonte y dice: «Ese “anda” era casi la única condición que
ponías al agradecimiento de los beneficiados por tus milagros […] Es para
hacerme pensar y meditar muy despacio que al paralítico a quien das movimiento,
al ciego y al leproso a quienes devuelves la salud, al muerto a quien das vida,
a la pecadora a quien otorgas el más generoso de los perdones, al apóstol a
quien entregas el universo para convertirlo, a todo el que pasa junto a ti,
sacándote virtud, le impones siempre este mandato: “anda”».
4. Vivir aceptando el reto del seguimiento: «sígueme».
Explicará don Manuel que «ese “sígueme” […]
equivale a esto otro: “alma, conozco tan bien tu pasado, tu presente y tu
porvenir, me fío tanto de tu cariño, me encuentro tan a gusto junto a ti, te
necesito tanto para mi gloria y me necesitas tanto para tu dicha, que no quiero
vivir sin ti, ni me atrevo a decirte el “anda, hasta luego”, sino que quiero
que estés conmigo todos los instantes del día y de la noche”».
5. Vivir la vida sabiendo descansar: «descansad un poco».
No se trata de un descanso cualquiera, san
Manuel González hace retrato de ese descanso: «Ese “descansad un poco” no es el
dormir sin cuidado de los discípulos de Getsemaní; ni tampoco el volver la cara
atrás mientras se lleva la mano puesta sobre el arado, de los inconstantes; ni
el enterrar el único talento para no tener que explotarlo, de los desconfiados;
nada de eso. El “descansad un poco” que precede o sigue a las grandes acciones
evangélicas es un laborioso descansar, es un dejar quietos los ojos, los oídos,
los pies y las manos para reconcentrar la actividad que se quita al cuerpo en
el alma y esta vea, oiga y se entregue más enteramente a su Dios».
6. Vivir confesando al Señor en medio de los hombres.
Aquella pregunta que hace el Señor a los
discípulos sigue siendo clave para hacer la buena confesión de fe en medio del
mundo; así lo expresa don Manuel: «“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” El
Evangelio dice que la primera vez que se hizo esta pregunta fue respondida con
gallarda y bellísima confesión: “Tú eres Cristo Hijo de Dios vivo”, pero que la
segunda vez que se volvió a hacer obtuvo esta otra tan triste como injusta y
falsa: “No conozco a ese hombre” […] Y cuenta que fueron los mismos labios los
que dieron las dos respuestas».
Sigue siendo necesario hacer esta confesión
delante del Señor y proclamarla delante de todos los hombres, «Tú eres Cristo,
Hijo de Dios vivo».
+ Carlos,
arzobispo de Madrid
Tapiz con la
imagen de san Manuel González en la fachada de la basílica de San Pedro,
durante la canonización