Manuel
González, «mi médico del cielo»
«¿Puede
ser un milagro?», le preguntó María del Carmen Varela a su doctora, que no daba
crédito del resultado de las pruebas. «No creo en los milagros, pero sí»,
respondió ella
Ramón Carballás cogerá un avión a Roma para
asistir a la canonización del obispo que milagrosamente curó a su madre, María
del Carmen, una pontevedresa que murió en 2011 por causas ajenas al proceso.
Este domingo el Papa declarará santo a Manuel González, al que Ramón se ha
imaginado «en el cielo, junto a mi madre, expectantes ante la celebración».
Francisco
elevará a los altares al obispo sevillano gracias a la curación de María del
Carmen, a la que en agosto de 2008, con 78 años, le apareció una infección que
provocó que le tuvieran que quitar todos los dientes de la parte inferior de la
boca. «La herida de la extracción es grande, y tras tomar antibióticos, no
sana; al contrario, empeora. En el mes de octubre, el doctor Germán Esparza,
médico estomatólogo, ve necesario hacerme una biopsia», explica la propia María
del Carmen en un texto en el que dejó escrito su testimonio. Los resultados
revelan que la paciente sufre un «linfoma plasmablástico agresivo».
Comienzan
entonces un sinfín de pruebas. «Es todo muy rápido y ven claramente que tienen
que empezar sin demora a aplicarme quimioterapia», a pesar de que tenía el
«corazón ligeramente delicado» y de que «estaba muy floja», asegura María del
Carmen, que en aquel momento pesaba 38 kilos. Los médicos advierten a la
familia de que «si no acababa con ella la enfermedad lo haría el tratamiento»,
explica a Alfa y Omega su hijo. Fueron años muy duros para la familia. A la
muerte de su única hermana le siguió un ictus sufrido por el padre y el linfoma
de la madre, cuyo tratamiento podía desgastarla hasta la muerte. A pesar de
todo, tenían puesta su confianza en el Señor. «Nunca perdimos la fe, ni echamos
las culpas a Dios. Pensábamos: “Señor, ¿es tu voluntad? Pues adelante”»,
recuerda Ramón.
«Mi médico del cielo»
Es
entonces cuando la enferma, pensando que le quedaba poco tiempo de vida, decide
prepararse para bienmorir. «Tan mal me encontraba que creía que nuestro Señor
me llamaba» a su presencia «y expresé mi deseo de que viniera a verme don Paco
León», oriundo de Palencia, «sacerdote de la parroquia San Juan de Ribera» de
Madrid, a donde la familia se había trasladado desde su Galicia natal. «Quería,
para mi tranquilidad espiritual, reconciliarme» con Dios «y recibir los últimos
sacramentos. Pensaba que había llegado mi hora».
El
párroco no puede acudir en ese instante pero le hace llegar a la enferma una estampa
y una reliquia del beato Manuel González, que fue obispo de Palencia, con la
recomendación de que la rezara con mucha devoción. «Yo no había hecho ninguna
novena antes», asegura María del Carmen, que empezó a rezar la estampa a diario
pidiendo su curación.
«Al
cuarto día de empezarla los médicos de Hematología me mandaron ir al hospital
de La Princesa
para empezar ya con la quimioterapia agresiva, aun a riesgo de mi vida». Cuando
la paciente llega a la consulta de la doctora Arranz, esta le dice: «Pues no
voy a hacerle nada. Ni quimio ni ningún otro tratamiento. No necesita nada
porque increíblemente el linfoma ha desaparecido. Esto es increíble pero es
así. ¡No está!».
Según la
médico del departamento de Hematología se había producido una regresión espontánea
del tumor. María del Carmen, «que no había llorado en todo este tiempo malo»,
empezó a llorar «pensando cómo podía ser verdad lo que estaba oyendo».
La
paciente, entre lágrimas, acertó a preguntar a la doctora: «¿Puede ser un
milagro?». «Yo no creo en los milagros, pero sí», le contestó la médico.
La
primera reacción de María del Carmen y su familia fue pensar «que se trataba de
un error, que se había producido alguna equivocación porque la verdad es que no
estábamos preparados para recibir un milagro», asegura Ramón. En el hospital la
empezaron a hacer infinidad de pruebas de seguimiento para verificar qué había
pasado. Durante los siguientes nueve meses tuvo que continuar acudiendo al
hospital para hacerse más pruebas, más tacs… No encontraban nada. No había
ninguna explicación. Incluso se mandó al Centro Nacional de Oncología (CNO) el
bloque de parafina con la biopsia para que lo revisaran. Confirmaron el
diagnóstico. Había habido regresión espontánea. Por segunda vez volvieron a
mandar las pruebas al CNO. «¿Certifica usted y vuelve a reafirmarse en el
diagnóstico?», volvieron a preguntar. Y obtuvieron idéntica respuesta.
Un año
después, los médicos cerraron definitivamente el expediente. Entonces, asegura
Ramón, «fuimos conscientes de la magnitud del milagro y empezamos a hacer las
gestiones oportunas para añadir el caso a la causa de canonización». El milagro
fue aprobado por el Vaticano después de un minucioso estudio y el Santo Padre
canonizará el domingo a Manuel González, «mi médico del cielo».