XVI Domingo del Tiempo
ordinario
Venid vosotros solos
El mundo va cada vez más deprisa. Es
impresionante pensar que ahora podemos viajar a la India en unas pocas horas y
sin despeinarnos. Hace cuatro siglos, para el mismo viaje, san Francisco Javier
estuvo casi un año a merced de las olas y de los vientos, pasando necesidades
en un barco de madera, la mitad de cuyos pasajeros murieron por el camino sin
haber podido llegar nunca a su destino.
Lo mismo pasa dentro de cada país, en nuestros
pueblos y ciudades, y en nuestras casas. La movilidad y la comunicación son
cada vez más intensas y rápidas. La gente se mueve muchísimo. Quien no viaja
siente como si le faltara algo vital. Además, las personas están muchas veces
como ausentes, colgadas siempre de los mensajes que les llegan por sus
teléfonos móviles o por otros instrumentos de última generación. A quien no
recibe tuits o no los manda, le parece que está fuera de la corriente de la
vida.
En medio de esta apresurada marabunta, ¡qué
bien suena la invitación de Jesús!: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo
a descansar un poco». Podemos pensar que estas palabras son el comienzo de esa
tradición cristiana, tan fecunda, del retiro espiritual. El Señor nos invita a
retirarnos del trajín de la vida para estar un poco solos con Él.
El modelo del retiro espiritual nos lo ofrece
el mismo Jesús. Los evangelios nos hablan con frecuencia de su costumbre de
interrumpir su actividad apostólica para retirarse a estar a solas con el Padre
en tardes y noches de oración. Además, el largo tiempo que precede a su vida
pública, bien puede ser considerado como un prolongado retiro de treinta años,
dedicados al trabajo oculto y a las cosas del Padre. El tiempo del anuncio
público del Reino de Dios lo comenzó con cuarenta días de oración y ayuno en el
desierto.
La vida de Jesús es, por sí misma, una
denuncia del activismo y de las prisas. Es cierto que la misión apremia, que no
podemos estar mano sobre mano, cuando la mies es tan inmensa y los trabajadores
tan pocos. Pero también es cierto que el trabajo apostólico y, en general, el
trabajo humano, no podrá ser verdaderamente fecundo si se rige sólo o
principalmente por la prisa de hacer, por la fiebre del movimiento y de la
comunicación.
La razón es bien sencilla. Tan importante es
ser como actuar; tan fundamental es recibir como dar; tan bueno es padecer como
hacer; tan hermoso es contemplar como proyectar. El pecado nos engaña y nos
lleva al error de pensar que lo único que realmente importa es actuar, dar,
hacer y proyectar. Pero sin ser, recibir, padecer y contemplar perdemos el
alma, nos convertimos en seres carentes de corazón, incapaces de hacer las
cosas bien.
Respondamos a la invitación de Jesús a
estarnos solos con Él. No tengamos miedo. No perderemos el tiempo ni se
debilitará nuestra personalidad. Por el contrario, sólo así podremos ser
cristianos y humanos. Entonces, la misión será fecunda. Como la de Javier.
+ Juan
Antonio Martínez Camino
Evangelio
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a
reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les
dijo:
«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a
descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no
encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y
apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces, de todas
las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al
desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban
como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
Marcos 6, 30-34