Tenemos un
Dios tan grande que nos ha dado unas normas tan justas, una ley que no tiene
fallo. Y el que la cumple es un ser humano completo.
Pero además
Dios nos hace libres para seguirlos o no seguirlos.
Nos gusta
poner trabas a la acción de Dios en nuestras vidas. Nos gusta poner piedras en
el camino para después quejarnos. Y no nos acordamos del Señor que es puro
amor.
Lo mínimo que
nos pide el Señor es amor; seguir su Ley, su Palabra…
Tienes que
amar no sólo al que te ama, sino al que te odia también, al que no puedes ver
también.
Que la Ley
del Señor sea nuestro estandarte. Que todo lo que hagamos lo hagamos con amor a
Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo.