Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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jueves, 28 de enero de 2016

Palabras del rendido homenaje que nuestra Hermandad dedicó a los hermanos Francisco Barra Bohórquez, Antonio Márquez Abadía y Antonio Gómez Márquez

Queridos director espiritual de esta Santa Hermandad, compañeros de Junta de Gobierno, hermanos y hermanas, cofrades, señoras y señores:

El día grande de la Solemne Función Principal de Instituto siempre hace fluir y confluir una densa suerte de componentes emocionales. Supone algo así como un refrendo de Fe, como un sello de tinta eterna, como una afirmación y una confirmación que renovamos en virtud de nuestra naturaleza cristiana, por encima del tiempo y por debajo de las modas y los modismos. Para la Hermandad supone el signo visible y corporativo de su férrea lealtad a los dogmas de la Santa Madre Iglesia. Mantenida a lo largo de años, de décadas, de siglos.
También la Función Principal de Instituto nos aporta y nos reporta, cada año, un incentivo, un plus sentimental. Porque nos agita la memoria, nos remueve la nostalgia. Paraliza el tiempo. Detiene la Historia. Y la actualiza y la refresca… Para deslizarnos hacia atrás y hacia adelante en el calendario. Y así observamos de nuevo, junto a todos nosotros, a aquellos hermanos –ejemplares- que cierto día marcharon al encuentro del Padre. Nuestros hermanos difuntos que siempre regresan a la realidad de la Hermandad en la jornada jubilosa y encendida de la Función Principal.
La Función Principal de Instituto, hermanos, igualmente es luz y presente, es vida y presente, y significado y presente. Y en el aquí y el ahora de esta mañana luminosa, nos honra y nos contenta y nos congratula –según sagrada costumbre interna- honrar la perseverancia, la constancia, la tenacidad de tres cofrades que han sido y son muchísimo en el seno de nuestra corporación nazarena. Tres referentes, tres veteranos insignes, tres espejos de cristal de brillo.
Tres de los nuestros, de los de siempre, que además, en este memorable año de 2016 cumplen 50 años de antigüedad en el censo, en la nómina de hermanos. 50 años de servicio y de entrega sencillamente por amor.
Nos referimos a don Francisco Barra Bohórquez, don Antonio Márquez Abadía y don Antonio Gómez Márquez, tan conocidos ellos por todos vosotros, tan reconocidos en la lumbre de una trayectoria superlativa,  tan registrados en los paradigmas del aplauso tácito, secreto, mantenido como el anagrama y como el símbolo del tesón y la fidelidad a una túnica, a una causa, a la misión del cofrade que Evangeliza y del discípulo de Cristo que se reviste del hábito blanco de la humildad y el compromiso callado pero eficiente, incondicional, categórico, absoluto, ilimitado.
Tanto Antonio Márquez Abadía como Antonio Gómez Márquez son cofrades marcados por la discreción y la amabilidad de formas. Reservados, cautelosos, enemigos de protagonismos. Así son los Antonios. Muy queridos en el seno de esta Hermandad. Hombres de experiencia dirigente en Juntas de Gobierno (el primero como Consiliario Adjunto al Hermano Mayor y el segundo como Teniente Hermano Mayor y director de cofradía). Hermanos cercanos y agradables. Silenciosos. Obreros del sendero de Cristo en clave de rigor penitencial, de apostolado que jamás conoce el cansancio, de perduración y de defensa a ultranza del espíritu que nos caracteriza y nos avala.
De nuestro admirado Paco –Paco Barra-… ¿qué podríamos decir que  todos ustedes no conozcáis de sobras? Pecaríamos por , nos quedaríamos cortos, si pretenderíamos –en nuestra osadía, en nuestra ufanía- aproximarnos, siquiera grosso modo, a su legado, a su ejemplo, a su enseñanza, a su desprendimiento, a su categoría cofradiera, a su compromiso, a sus alegrías y a sus sufrimientos en pro de la Hermandad, de su Hermandad de las Cinco Llagas…
Recayó en nuestras filas nazarenas –hace cincuenta años- precisamente por amor al prójimo, cubriendo entonces la estación penitencial de un amigo y hermano que, por caprichos del azar y la enfermedad, no pudo vestir la túnica blanca aquella Madrugada Santa. Paco, al quite, lo hizo por él. Fue el principio de una relación, de una correlación, de una dependencia, de una reciprocidad, la de Paco y su Hermandad de las Cinco Llagas, que ya nunca a partir de entonces bajaría enteros ni conocería paréntesis… Los dignos hijos de Dios no descansan jamás: tampoco cuando los calvarios personales hacen tortuoso y sufriente el camino que conduce a la grandeza de la Cruz.
Paco nos ha enseñado cómo hay que querer a la túnica blanca. Cómo hay que querer a la Madre de Dios. Cómo hay que querer a quienes se fueron. Cómo hay que querer a los que vendrán. Casi de benjamín, siendo un chiquillo, ya ocupó cargo de secretario en una Junta de Gobierno repleta de cofrades venerables y eximios (nuestros históricos antecesores) y posteriormente, muy joven aún, pronto ocuparía cargo de Hermano Mayor. Lo ha sido por merecimientos propios en tres ocasiones y en dos etapas muy diferentes de la historia reciente de la Hermandad. En ambas ha dejado huella… Dejándose la piel y las horas y las deshoras en el cumplimiento del deber encomendado.
Paco es un hombre de Iglesia que nunca pierde la Esperanza. ¿Cómo va a perder la Esperanza? Ha sabido inculcar a su familia y a sus cuatro hijas el valor del esparto ajustado a la cintura y la trascendencia del cirio encendido bajo la soberana lección testimonial de la Luna de Nisán.
Paco es seriedad, es autoridad, es Hermandad y es familia. El nazareno decano de todos cuantos nos revestimos de Cristo en la Santa Madrugada.
Sólo Dios sabe la suma de la aportación de Paco al devenir de nuestra institución cofradiera. Ni nosotros ni nadie. Ya lo dijo Tomás de Kempis: “No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres. Y no puedes ser más grande ni más pequeño de lo que Dios sabe que eres”.
Así es, hermano Paco. Eres -¡casi nada!- lo que Dios sabe que eres.
Y lo que nosotros hemos recibido a mansalva de tu persona. De tu gran persona.
Hoy nos sentimos felices. Rendimos homenaje a tres hermanos de verdad. Tres hermanos que sirven a Cristo y nos sirven como método de aprendizaje. Esta Hermandad –vuestra Hermandad- de las Cinco Llagas se siente altamente orgullosa de vosotros.
Nos habéis dado mucho, muchísimo. Nosotros, ahora, os respondemos con la voz emocionada y con el gesto sincero. Estaréis por siempre instalados en el epicentro de nuestros corazones. Siempre, sí, en el epicentro de nuestros corazones. Y esto que os digo… ¡esto que os digo!... también Dios lo sabe.

Que el Señor de la Vía-Crucis os proteja y os colme de bendiciones.