XXXII Domingo del Tiempo ordinario (ciclo
B)
¿Darlo todo?
Gracias a Dios, el extremismo no tiene buena prensa. Es
verdad que cuando la gente es golpeada por la falta de trabajo, de educación o
por otras condiciones adversas, la tentación de recurrir a supuestas soluciones
drásticas está más a la orden del día. Parece que ahí se halla una de las
causas de las tensiones sociales que afloran en momentos de crisis económica y
social.
Sin embargo, el llamado sentido común de la mayoría de la
gente recela de los extremismos y de las soluciones simples. El viejo adagio de
que la virtud está en el medio se halla muy arraigado en la naturaleza humana.
A favor de la dorada medianía de las decisiones templadas
ha trabajado también la bonanza material de la que disfrutan nuestras
sociedades desde hace tiempo. Las crisis económicas e incluso bélicas, aunque
causan sufrimientos y decepciones, no han podido desalojar el sentimiento de
que vivimos mejor que nuestros antepasados y de que es necesario cuidar el
patrimonio acumulado con el cálculo exacto de las consecuencias de nuestras
acciones.
La moral católica no tiene nada que objetar a la mesura y
al cálculo. Al contrario, es propio de ella alentar posturas que suelen ser
llamadas conservadoras, como, por ejemplo, el respeto al poder
legítimamente constituido, incluso cuando resulta injusto en determinados
aspectos. El Papa Francisco recordaba recientemente en una entrevista a la
revista Paris Match que la doctrina social de la Iglesia , además de
sostener que la unidad es superior al conflicto, es realista y pragmática.
Entonces ¿cómo es que Jesús parece alabar el radicalismo?
¿Es realmente mejor lo que hace la pobre viuda echando en el arca de las
ofrendas todo lo que tenía para vivir que el cálculo de los ricos que echaban
en abundancia, pero, al parecer, en proporción a lo que podían? ¿Es realmente
necesario darlo todo?
Los santos nos lo explican muy bien. Sí: a Dios hay que
darle el corazón entero. Ahí no valen los cálculos. Cuando se trata del amor a
Dios, la única solución sensata es dárselo todo. En realidad, todo es suyo, no
solo este o aquel bien material o espiritual del que disfrutamos. En Él nos
movemos, existimos y somos. Nos ha dado y nos da infinitamente más de lo que
nosotros le podemos dar. Nos ha dado, con la vida, su Corazón entero. Lo bueno
es que le demos también el nuestro.
«Solo Dios», no se cansa de escribir san Rafael Arnáiz.
«Solo Dios basta» es la divisa de santa Teresa de Jesús.
No es ningún exceso dárselo todo a Dios. En realidad, ese
es el mejor de los cálculos. No basta que le demos todas nuestras cosas. Todas
nuestras posesiones y grandezas serían poco. Aquí lo único proporcionado es
nuestro ser entero. Delante de Él, más que las grandes cosas, valen las cosas
pequeñas en las que va nuestra vida entera. Vale, como dice el hermano Rafael,
«hacer grandes las cosas pequeñas por amor». Entonces empezamos a ser, de
verdad, realistas y sensatos. Empezamos a ser libres.
+Juan Antonio Martínez Camino
obispo auxiliar de Madrid
obispo auxiliar de Madrid
Evangelio
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y les decía:
«¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con
amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de
honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los
bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una
sentencia más rigurosa».
Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo,
observaba a la gente que iba echando dinero; muchos ricos echaban en cantidad;
se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les
dijo:
«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo
más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que
pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Marcos 12, 38-44