La fe es creer sin ver.
En nuestra vida dedicamos casi el 20% de nuestros años a prepararnos
profesionalmente. ¿Y para nuestra fe? A nuestra
formación espiritual no le dedicamos la debida atención. Sin embargo, lo de
este mundo, aquí se queda.
“Aquí estoy; Señor, para hacer tu voluntad” nos
decía el salmo. Generalmente traemos una lista de peticiones, pero poco nos paramos
para decirle eso al Señor.
Tenemos que dejar sitio a Dios en nuestra
agenda. Las monjas de clausura son muy felices en las manos de Dios, y eso que
viven encerradas.
En el momento del sufrimiento tenemos que
acordarnos de nuestro ángel de la guarda, que no nos dejará hasta que estemos
completamente purificados tras nuestra muerte.
Los designios del Señor son muy grandes, aunque
no los comprendamos al principio. La conversión es día a día durante toda la
vida. Tener ansia del conocimiento de Dios.