Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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miércoles, 1 de febrero de 2023

Destacados de don Santiago Gassín Ordóñez del segundo día de Quinario




 


¿Y esos milagros que realizan tus manos?

Cuánto bien hizo el Señor con sus manos en su vida. Manos fuertes y bendecidoras. Manos del mejor médico de los cuerpos y de las almas. Manos que abrazaban la cruz.

 

Hoy meditamos en esas Sagradas Cinco Llagas donde encontramos ese refugio.

Y hoy las contemplamos como fuente de sanación y de perdón. Todos necesitamos ser sanados en lo más hondo de nuestro corazón.

 

Muchos cristianos piensan y dicen “yo tengo pecado, no necesito confesarme”, ignorando toda la Teología católica del mal y del pecado. La concupiscencia nos hace tender al pecado. Lo sufrimos como una enfermedad.

El Señor cura a todos con una sanación que va más allá de la curación física: cura sus almas (“tus pecados te son perdonados”).

Tan terrible ha de ser el pecado para que Jesús los perdone…

Los padres de la Iglesia nos enseñan que estas curaciones físicas de Jesús son signos del peor mal que podemos sufrir: el pecado, que es una enfermedad mucho peor que cualquier enfermedad física. Viven en pecado sin preocuparse de reconciliarse con la Iglesia y con Dios.

San Juan de Ávila nos invita a meternos en las Llagas de Cristo y a meditar.

Buen abogado tenemos.

Quizás aquí haya alguno que esté en pecado o no ha conocido a Dios en toda su vida.

El Señor nos espera para darnos su perdón y su misericordia. Metámonos en las Llagas de Cristo.

San Juan de Ávila nos llama a reconocer las culpas y la confesión.

Es necesario para recibir el perdón ser conscientes de nuestras culpas y proponernos la enmienda y la confesión sacramental.

Todo está en confiar en Él, en abandonarnos en Él sin miedo.

Con sus Sacratísimas Cinco Llagas nos ha librado del pecado. Reconozcamos nuestra miseria y debilidad, para que así podamos acercarnos al sacramento de la confesión, donde el Señor nos espera para curarnos y perdonarnos.

Terminamos con una oración de San Juan de Ávila:

“Señor, cuando andabas en el mundo

y te traían un ciego, lo mirabas,

le echabas tu bendición;

pues mírame, Señor,

que aquí vengo a tu misericordia.

Más paralítica está mi ánima

que aquellos cuerpos;

ciego soy para verte;

cojo soy para dar pasos a mi salud;

secas tengo las manos para hacer buenas obras;

sordo estoy para oír tus palabras y mi bien;

mudo soy para tus alabanzas.

¡Sáname, Señor!

¡Señor, que se nos pasan los días!

¡Señor, que estoy durmiendo!

Remédiame”.