Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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domingo, 13 de febrero de 2022

Destacados del P. Manuel Quero del quinto día de Quinario




 

Estamos finalizando este quinario. Hemos estado contemplando las Llagas de Cristo. Hoy concluimos con la más hermosa, la más profunda: la Llaga de su costado, la Llaga de su corazón.

 

Hay varios estudiosos de la Sábana Santa de Turín que afirman que las heridas de la crucifixión son brutales. Han llegado a concluir que el hombre que estuvo envuelto en ella llegó a perder el 70 por ciento de su carne debido a las palizas de su Pasión.

 

Cuando al cuerpo humano ya no le sale sangre, sale agua. Cristo ha derramado toda su Sangre para salvarnos. Por nuestros pecados.

 

A lo largo de los siglos Dios ha ido suscitando varias devociones al respecto. La más reciente, la Divina Misericordia de Sor Faustina Kowalska. Dios le iba mostrando a ella Sus Llagas. En su diario deja escrito: “De todas Mis Llagas, como de arroyos, fluye la Misericordia para las almas, pero la Herida de Mi Corazón es la Fuente de la Misericordia sin límites, de esta Fuente brotan todas las Gracias para las almas. Me queman las Llamas de Compasión, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres. Habla al mundo entero de Mi Misericordia”.
Y éstas son palabras de Cristo para cada uno de nosotros. Esas gracias que necesitamos en nuestra vida cristiana para levantarnos de nuestras miserias y de nuestro pecado.

 

San Jerónimo decía que de su costado nacen los dos sacramentos que dan vida: el Bautismo y la Eucaristía.

 

Otra devoción que brota de ese costado es la devoción al Sagrado Corazón que lleva a Santa Margarita María Alacoque a escuchar en su tercera aparición: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, solo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como por las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado”.

 

 ¡Qué diferente sería si fuésemos conscientes cuando venimos a la iglesia de quién es el que está en el sagrario! No seríamos capaces ni de tenerlo en nuestras manos.

 

De esta devoción al Sagrado Corazón van a nacer dos actos esenciales: el amor y la reparación. De su costado nace el culmen de nuestra vida cristiana, a la cual todos estamos llamados.

 

¿En qué tengo puesta mi confianza? ¿en Cristo? ¿o en el mundo, el dinero, “mis cosas”?

 

Saltad de gozo porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

 

¡Qué sabios eran los primeros cristianos, que sabían que eran peregrinos en este mundo!

 

Los años pasan y no sabemos cuándo llegará nuestro momento. Ojalá cuando llegue podamos escuchar de su boca: “venid, benditos de mi Padre”.