Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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sábado, 12 de febrero de 2022

Destacados del P. Manuel Quero del cuarto día de Quinario



Foto: D, Borja Mejías




Hemos desgranando con vosotros hasta ahora en estos días qué significan las tres primeras Llagas. Las mismas por las que hemos sido sanados. Hasta ahora la fe, la esperanza y la caridad, las tres virtudes teologales que el Señor nos ha concedido gratuitamente.

 

Hoy vamos a contemplar la cuarta Llaga de su pie; el Señor, en el bautismo nos ha concedido además unos dones, unos frutos del Espíritu Santo. Estos dones y frutos que se nos han concedido en el bautismo se completan en el sacramento de la confirmación.

 

La vida cristiana es mucho más que ir a misa los domingos y no tener problemas con los demás. Es como un océano: mucho más amplia e inmensa de la que conocemos.

 

El Señor nos ha concedido por el bautismo siete dones del Espíritu Santo con sus frutos. Éstos son disposiciones permanentes que completan y llevan a la perfección las virtudes. Podemos decir que creemos mucho más, esperamos mucho más y amamos mucho más… de modo perfecto, podríamos decir.

 

No sabemos lo hermoso que es vivir la vida cristiana en plenitud. Y ya no diremos “tengo que…” sino, “qué hermoso es…”.

 

La fe cristiana es vivir en profundidad lo que Dios nos ha regalado. Esos dones que son siete: mediante la sabiduría podemos gustar más la Palabra de Dios. Por el entendimiento comprendemos lo que por la sola razón no podemos. La fortaleza nos hace fuertes ante las tentaciones del demonio. Por el consejo podemos guiar a los hermanos en el camino. Por la ciencia llegamos a conocer misterios que no llegamos a comprender. Por la piedad gustamos no sólo a Dios, sino al misterio. Y el temor de Dios no es temor como tal, sino santo respeto.

 

Estos dones nos concede el Señor gratuitamente a los que queremos vivir por el Espíritu, y nos conceden unos frutos: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, y castidad.

 

A los ojos del hombre es imposible. Pero para el que ama, el Señor se los concede. El Señor hace bien todo con una condición: que le dejemos intervenir en nuestra vida.

 

Pidamos al Señor mediante la intercesión de nuestra Madre Santísima para que sane las heridas de nuestro corazón.