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Foto: N.H.D. Ernesto Romero |
En el último día del Quinario quiero dedicar unas
palabras a María Santísima de la Esperanza. Una bella imagen.
En el Evangelio se nos dice que somos la luz del
mundo y la sal de la tierra.
En tiempo de Jesús la sal era cara. Antiguamente se
llamaba "salario" a lo que se daba a los legionarios romanos.
Los cristianos estamos llamados a ser sal y luz,
pero si la sal se vuelve sosa no sirve de nada.
La sal también se utilizaba para salar la carne y el
pescado. Y también servía para conservar los alimentos.
Nuestro mundo a veces es insípido: hace falta la sal
del cristiano. Nosotros, hermanos de esta Hermandad, estamos también llamados a
ser sal en el mundo. Y a ser luz. Que viendo cómo nos amamos puedan
reconocernos.
Tenemos la suerte de venerar a la Virgen con la advocación de
Esperanza.
El Señor se fijó en la Virgen porque vio en Ella
algo muy especial.
Nosotros la vemos como Reina. Pero en su vida
terrena, fue una vida difícil y de sufrimiento. Ella guardaba todo en su
corazón. Supo entrar en el misterio del Señor.
Que nos podamos ver reflejados en Ella.
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