Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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domingo, 24 de julio de 2016

Evangelio y comentario

Fuente: ALFA Y OMEGA

XVII Domingo del tiempo ordinario (ciclo C)
Orad

Tras la visita a las hermanas Marta y María, Lucas presenta a Jesús orando, otra vez, en un lugar indeterminado. Es el evangelista que más énfasis pone en la oración de Jesús y así le presenta frecuentemente, sobre todo antes de las grandes decisiones y enseñanzas de su ministerio público. Con este texto, Lucas inicia una sección sobre la oración y, ciertamente, concentra muchas enseñanzas en estos trece versículos.
Los discípulos de Jesús están acostumbrados a ver orar a su Maestro. Jesús es un hombre de oración, que se retira frecuentemente a orar solo. Los discípulos sienten la curiosidad y la necesidad de saber qué ora, porque han descubierto que la oración es la fuente de la comunión e intimidad con Dios Padre. Por eso, imitando lo que hizo Juan el Bautista con sus discípulos, piden a Jesús que les enseñe a orar. Si la oración está presente en la vida de Jesús, presienten que forma parte también del ejercicio de su discipulado. No preguntan por el cómo. No se trata de aprender técnicas o formas estéticas, al estilo de los judíos y de los paganos. Quieren que el Señor les instruya sobre la oración; quieren orar como ora Jesús.

Padrenuestro, la oración de los discípulos
Jesús responde a la petición de sus discípulos no con un discurso sobre la oración, sino invitándoles a rezar con su misma plegaria. En primer lugar, invita a dirigirse a Yahvé llamándole Padre. Lucas emplea el término griego pater, pero Jesús utilizó el término arameo abba, que podríamos traducir como papá. Esta familiaridad de Jesús con Dios tuvo que sorprender a sus discípulos y resultar incómoda para la mayoría de los judíos, quienes no se atrevían ni siquiera a pronunciar el nombre hebreo de Yahvé. Jesús se dirige a Dios como a un padre cariñoso en quien se puede confiar.
En segundo lugar, siguen cinco peticiones (la versión del evangelista Mateo presenta siete). Las dos primeras se refieren directamente a Dios: santificado sea tu nombre, venga tu reino; las tres últimas se refieren a las necesidades de los hombres y están en plural, porque no oramos individualmente, sino como miembros de la comunidad de los creyentes en Cristo: danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.
Muchos han sido los comentarios a la oración del padrenuestro a lo largo de la historia, considerado, como decían algunos padres de la Iglesia, «la síntesis de todo el Evangelio».

Parábola del amigo inoportuno
Jesús prosigue su enseñanza sobre la oración con el ejemplo de una parábola, que solo aparece en el Evangelio de Lucas. En medio de la noche, alguien llega inesperadamente a una casa donde se le da hospitalidad, pero no hay nada para ofrecerle. Obtener algo durante la noche es difícil. Por eso, el anfitrión va a casa de un amigo a solicitar ayuda; pero este duerme y no quiere levantarse. La insistencia del que llama logra convencer al vecino fastidioso y le provee de cuanto necesita. Jesús emplea este ejemplo para indicar que también Dios Padre escucha la solicitud de los que se dirigen confiadamente a Él y provee lo que necesitamos, que no siempre coincide con lo que pedimos. Es interesante advertir que un padre cariñoso no acepta ciegamente lo que le piden sus hijos. Los puede complacer inmediatamente con lo que piden, pero recuerda también que, en muchos casos, lo que piden puede perjudicarles a la larga. En la parábola, Jesús no subraya tanto el valor de la insistencia en la oración, cuanto la audacia, el atrevimiento, la osadía en dirigirse al vecino en medio de la noche, confiando en que obtendrá lo que solicita. Así lo indica la monición previa a la proclamación del padrenuestro durante la Misa: «Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir…».

Dichos sobre la oración
El texto concluye con una invitación a la oración y una promesa para los que oran. Los tres imperativos usados, «pedid, buscad, llamad», son una llamada a la confianza en Dios –que escucha–, porque la promesa de Jesús dice que se recibirá, se encontrará, se abrirá. Las palabras de la oración no son utilizadas para presionar a un Dios resistente, sino que revelan la interioridad, el interés y la preocupación del orante y su dependencia de Dios.
Este pasaje evangélico no pone el acento en las palabras, peticiones y cosas que se reciben de Dios, sino en la relación que tiene el orante con Dios por medio de su plegaria, como Jesús. En la oración no solo manifestamos nuestras necesidades a Dios, sino también nuestra confianza y familiaridad con Él, sabiendo que es un Padre bueno y cariñoso, misericordioso y santo, que escucha y ama a todos sus hijos, y los provee de todo cuanto les conviene.


  Aurelio García Macías
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos



Evangelio

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo: «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en la tentación”».
Y les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».


Lucas 11, 1-13