Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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viernes, 18 de diciembre de 2015

Destacados de la predicación del P. Juan Jacinto del Castillo en el segundo día de Triduo a María Santísima de la Esperanza

La humanidad de Cristo y la fe de María

Comenzamos las ferias privilegiadas del Adviento.  Hoy nos ofrece la Liturgia la genealogía de Jesús. Tantos nombres hebreos y arameos sin significación para nosotros… Hoy en día parece que hemos nacido todos como Garbancito, sin antepasados. Pero no venimos por generación espontánea. En nuestros genes vienen inscritos nuestros antepasados, con momentos de gloria y de absoluta vergüenza.

Si hubiéramos leído alguna vez la Biblia completa conoceríamos a todos estos personajes en los que están representadas toda la gloria y toda la debilidad de la humanidad. El Señor asume la Historia de la humanidad con todas sus grandezas y miserias.

En nuestra historia personal hay también momentos de grandeza y momentos de absoluta miseria. Pero el Señor lo asume todo.El Señor encaja los momentos preciosos y cuanto en nuestra vida hay de desechable. Y todo encaja en nuestra salvación.

La Virgen es la gran desconocida y hemos de tener más claves de interpretación del personaje femenino más grande de la Historia sólo superado por el propio Jesús.

A María sólo la podemos entender desde la fe. Aunque la fe la entendemos de modo pobre debido a nuestra cultura grecolatina. Es verdad que la fe tiene de conocimiento emocional, pero más que conocimiento, es un acto de la voluntad: yo confío en alguien, que es Dios.

Ella era una hija de Abrahám. Hoy en día todo el mundo viaja, pero en la antigüedad nadie se movía de su sitio. Las tribus no se despegaban apenas de su lugar de origen. Los antiguos esto lo sabían perfectamente. Y los que vieron salir a Abrahám de su casa y de su parentela pensaron que se había vuelto loco:fuera del clan no había vida. Pero confiado en Dios fue hacia ha una tierra que no conocía. Él sabía que caminaba hacia la vida porque tenía fe, se fiaba de Dios. 

Esto nos explica el salto en la fe de María: cuando llega el ángel y le dice que si quería ser madre del Señor, estaba firmando un cheque en blanco. María sufriría la alcahuetería de las vecinas –el destino de las que se quedan embarazadas sin marido, si no es la muerte, es el deshonor-. A María cuando firma el cheque en blanco a Dios, su mundo de Nazaret la señala con el dedo. A San José –que era justo- se lo tuvo que explicar un ángel, y por eso decide repudiarla en secreto: para que no la maten.

Ella firma el cheque en blanco a Dios: “Hágase tu voluntad”. Esa es la grandeza de la Virgen. Pensemos nosotros: ¿estamos dispuestos a firmar un cheque en blanco a Dios, o ante cualquier contrariedad comenzamos a chillar, quejarnos e incluso blasfemar?

Aunque todo sea oscuro hay que decir “hágase tu voluntad”. Porque será lo mejor. Y esa es la imitación que tenemos que tener de María, nuestra madre. Eso es lo que un devoto de María debe imitar; dejarse en manos de Dios como María lo hizo.

Insistimos mucho en la pureza, la virginidad… pero la  perla preciosa de María era su fe. Y eso mismo fue lo que hizo el Señor el Viernes Santo: colgado del árbol se siguió fiando del Padre; “en tus manos encomiendo mi espíritu”, que quiere decir “me fío de Ti”.

San Agustín decía que “María, mucho antes de haberlo engendrado en su seno, engendró al señor en su corazón”.