Domingo 5º de Pascua
Dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble
vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre
hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos
sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que
donde estoy yo, estéis también vosotros. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino».
Tomás le dice: «Señor, no sabemos adonde vas, ¿cómo
podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el camino, y la verdad, y
la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
Comentario: Rvdo. P. D.
Juan Solá Triadu
El
Evangelio hace referencia a aquellos coloquios que Jesús tenía sólo con los
Apóstoles, y en los que procuraba ir formándolos, para que tuvieran ideas
claras sobre su persona y su misión. Es que los Apóstoles estaban imbuidos de
las ideas que los judíos se habían formado sobre la persona del Mesías:
esperaban un liberador terrenal y político, mientras que la persona de Jesús no
respondía en absoluto a estas imágenes preconcebidas.
Las
primeras palabras que leemos en el Evangelio de hoy son respuesta a una
pregunta del apóstol Tomás. «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al
Padre sino por mí» (Jn 14,6). Los Apóstoles no acababan de entender la unidad
entre el Padre y Jesús, no alcanzaban a ver al Dios y Hombre en la persona de
Jesús. Él no se limita a demostrar su igualdad con el Padre, sino que también
les recuerda que ellos serán los que continuarán su obra salvadora: les otorga
el poder de hacer milagros, les promete que estará siempre con ellos, y
cualquier cosa que pidan en su nombre, se la concederá.
Estas
respuestas de Jesús a los Apóstoles, también nos las dirige a todos nosotros.
Con estas inequívocas palabras, nos ha mostrado el Señor cuál es la vereda
auténtica que lleva a la felicidad eterna (...). Lo declara a todos los
hombres, pero especialmente nos lo recuerda a quienes, como tú y como yo, le
hemos dicho que estamos decididos a tomarnos en serio nuestra vocación de
cristianos».