Domingo 16º del tiempo ordinario
Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron
todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros solos a un
sitio tranquilo a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían,
que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos
los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron
corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús
vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin
pastor, y se puso a enseñarles con calma.
Comentario del Rvdo. P. D. David Amado Fernández
Hoy, el Evangelio nos invita a descubrir la importancia de
descansar en el Señor. Los Apóstoles regresaban de la misión que Jesús les
había dado. Habían expulsado demonios, curado enfermos y predicado el
Evangelio. Estaban cansados y Jesús les dice «venid también vosotros aparte, a
un lugar solitario, para descansar un poco» (Mc 6,31).
Una de las tentaciones a las que puede sucumbir cualquier
cristiano es la de querer hacer muchas cosas descuidando el trato con el Señor.
El Catecismo recuerda que, a la hora de hacer oración, uno de los peligros más
grandes es pensar que hay otras cosas más urgentes y, de esa forma, se acaba
descuidando el trato con Dios. Por eso, Jesús, a sus Apóstoles, que han
trabajado mucho, que están agotados y eufóricos porque todo les ha ido bien,
les dice que tienen que descansar. Y, señala el Evangelio «se fueron en la
barca, aparte, a un lugar solitario» (Mc 6,32). Para poder rezar bien se
necesitan, al menos dos cosas: la primera es estar con Jesús, porque es la
persona con la que vamos a hablar. Asegurarnos de que estamos con Él. Por eso
todo rato de oración empieza, generalmente, y es lo más difícil, con un acto de
presencia de Dios. Tomar conciencia de que estamos con Él. Y la segunda es la
necesaria soledad. Si queremos hablar con alguien, tener una conversación íntima
y profunda, escogemos la soledad.
San Pedro Julián Eymard recomendaba descansar en Jesús
después de comulgar. Y advertía del peligro de llenar la acción de gracias con
muchas palabras dichas de memoria. Decía, que después de recibir el Cuerpo de
Cristo, lo mejor era estar un rato en silencio, para reponer fuerzas y dejando
que Jesús nos hable en el silencio de nuestro corazón. A veces, mejor que
explicarle a Él nuestros proyectos es conveniente que Jesús nos instruya y
anime.