Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Jerez de la Frontera

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sábado, 1 de junio de 2013

“No son los estandartes ni las medallas los que identifican mejor a las hermandades en el cortejo del Corpus. Son las caras de esos hermanos estandarte, tan de su hermandad que la representan allí donde estén”

Los hermanos estandarte. Un artículo de Carlos Colón publicado el pasado viernes 31 de mayo en Diario de Sevilla.



ALGUNA vez lo he escrito: no son los estandartes ni las medallas los que identifican mejor a las hermandades en el cortejo del Corpus. Son las caras de esos hermanos estandarte, tan de su hermandad que la representan allí donde estén. Para ser hermano estandarte no es necesario ser hermano mayor, miembro de Junta de Gobierno, rapsoda o cofrade de mucho lucimiento. Sólo se precisa fidelidad. Muchos años de servicio, mucha presencia en la capilla, mucha participación en la vida de hermandad y los cultos, mucha lotería vendida cada Adviento, muchas armás y desarmás, mucho arrimar el hombro en los tiempos difíciles y poco lucirse en los tiempos de eventos. Son "esos hombres humildes que se pasaron la vida trabajando silenciosamente y se murieron sin más ambición que la de añadir unos hilillos de oro o unas libras de cera o plata al tesoro de su hermandad", sin obtener más gloria que las flores que tras la procesión sus hermanos ponen sobre sus tumbas, como escribió Chaves Nogales en su Elogio del cofrade.

Veo pasar a capillitas que conozco trabajando por su hermandad desde que ellos y yo teníamos 14 o 15 años. A los pies de sus imágenes se han casado, han bautizado a sus hijos y han despedido a sus padres. Con el nombre de sus titulares en los labios y su luz en el alma entregarán sus vidas. Y al verlos veo sus hermandades. Su única hermandad; porque aunque pertenezcan a varias sólo son de esa a la que han dedicado su vida.

No escribo de mí. Si me permiten decir mi vida nazarena machadianamente, mi infancia son recuerdos de raso morado y capa blanca, mi juventud y madurez 43 años de ruán con zapato o alpargata, mi entrada en el umbral de la vejez tres años de gloria bajo terciopelo verde y capa; y mi futuro, lo que el cuerpo aguante y Ella quiera. Ellos, en cambio, sólo han vivido una hermandad y vestido una túnica. Acabando por interiorizar el ser de su hermandad y exteriorizar el estar de su cofradía. Éste anda como si aún llevara la coraza, el casco y la enagüeta que vistió hace tantas madrugadas. Aquél saluda como lo hacía su padre cuando presidía el palio bajo el que Virgen viene llorando por el valle de su pena. Aquél otro tiene cara de atrio. Éste manda el paso de la Inmaculada como si fuera un galeón con mástil de carey y plata. Ésta coge su vara como si fuera la manigueta del barco del Desprecio. Aquéllos llevan las varas y los cirios como si tras ellos sonara un racheo. Es el premio a su fidelidad.