FIESTA DEL BAUTISMO DEL
SEÑOR
El pueblo estaba en expectación y todos se
preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo
os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle
la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
En un bautismo general, Jesús también se bautizó.
Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma
de paloma y vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.
Comentario: Rvdo. P.
D. Juan Busquets Masana
Hoy
contemplamos a Jesús ya adulto. El niño del pesebre se hace un hombre completo,
maduro y respetable, y llega el momento en el que ha de trabajar en la obra que
el Padre le ha confiado. Así es como le encontramos en el Jordán en el momento
de empezar esta labor: uno más en la fila de aquellos contemporáneos suyos que
iban a escuchar a Juan y a pedirle el baño del bautismo, como signo de purificación
y renovación interior.
Allí,
Jesús es descubierto y señalado por Dios: «Puesto en oración, se abrió el
cielo, y bajó sobre Él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y
vino una voz del cielo: ‘Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado’» (Lc
3,21-22). Es la etapa preparatoria del gran camino que está dispuesto a
emprender y que le conducirá hasta la Cruz. Es el primer acto de su vida
pública, su investidura como Mesías.
Es
también el proemio de su modo de actuar: no obrará con violencia, ni con gritos
y asperezas, sino con silencio y suavidad. No cortará la caña quebrada, sino
que la ayudará a mantenerse firme. Abrirá los ojos a los ciegos y librará a los
cautivos. Las señales mesiánicas que describía Isaías, se cumplirán en Él.
Nosotros somos los beneficiarios de todas estas cosas porque, como leemos hoy
en la carta de san Pablo: «Él nos salvó, no por nuestras buenas obras, sino en
virtud de su misericordia, por medio del bautismo regenerador y la renovación
del Espíritu Santo que derramó abundantemente sobre nosotros (...). De este
modo, salvados por su gracia, Dios nos hace herederos conforme a la esperanza
que tenemos de alcanzar la vida eterna» (Tit 3,5-7).
La
fiesta del Bautismo de Jesús debe ayudarnos a recordar nuestro propio Bautismo
y los compromisos que por nosotros tomaron nuestros padres y padrinos al
presentarnos en la Iglesia para hacernos discípulos de Jesús: «El Bautismo nos
ha liberado de todos los males, que son los pecados, pero con la gracia de Dios
debemos cumplir todo lo bueno» (San Cesáreo de Arlés).