Estamos dando
culto a Dios.
Decía el Papa
Benedicto XVI que a Jesús ya no se le conoce por su rostro, sino por sus
Llagas.
Dios va en
serio, Él no dice y luego no hace. Dios tiene palabra. Lo hace hasta en la
cruz. Él nos dice que nos ama y lo demuestra también.
Las Llagas son
signos de hasta dónde ha llegado su amor.
¿Qué tiene que
ver esto con nuestra vida?
El que hace la voluntad de Dios da fruto. Su vida es
fructífera. Eso se puede hacer preparando el terreno, preparando nuestra
alma.
Hemos sido amados
por Dios desde el principio. Podemos hacer una breve historia de nuestra
salvación. Ver cómo Dios nos ha cuidado en toda nuestra vida. Cómo nos ha
demostrado su amor en todas las personas que nos han cuidado.
Pero todo eso
que Dios ha puesto en nuestros corazones hay que cuidarlo.
Muchas veces lo
que el Señor ha puesto en nosotros lo ahogan los afanes: la fama, los afectos,
las pasiones... en cuanto aparece todo eso, la semilla desparece.
La inconstancia
también ahoga la semilla. Hay que echar raíces. Hace falta tener constancia, permanencia, compromiso. Sabemos que
para que una relación sea duradera, es necesaria esta constancia.
Hace falta adquirir buenos hábitos, que
son las virtudes. Y esos hábitos se hacen con constancia.
Hace falta tener un trato constante para
fortalecer la amistad. Y con el Señor, lo mismo. Si es verdad que tú quieres
mucho al Señor, ¿cuánto tiempo le dedicas?
Para limpiar nuestra tierra hace falta
una buena confesión. Y para ello, seguir los conocidos cinco pasos: Hacer un
buen examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, y
una vez que hayamos ido a cumplir los pecados, cumplir la penitencia.
Hace falta hacer un examen de conciencia
para ver cómo está el terreno.