Centenares de jerezanos abarrotan la Iglesia de San Francisco
en su funeral
Fuente: Mira Jerez
No cupieron palabras más exactas
que las del propio joven sacerdote Francisco José Regordán -quien estuvo
acompañado en el altar por el franciscano Ángel Angulo- cuando, refiriéndose al
queridísimo finado Ramón Anguita Frías, exhortó: “se muere como se vive:
algunas personas mueren en soledad, pero no así Ramón, hoy aquí arropado por
esta iglesia tan llena de todos vosotros. Se muere, sí, cómo se vive”.
Y así aconteció talmente:
veinticinco minutos antes de la hora anunciada para el sepelio, para la misa de
cuerpo presente, ya las bancas de la nave central de la céntrica iglesia de San
Francisco -el ancho y amplio interior de este convento franciscano- mostraba un
lleno absoluto de público. La descripción sincera -contenida o derramada de
lágrimas según los casos- coincidían en no pocas muestras de dolor: “Ramón ha
sido la persona más buena, más bondadosa, que jamás he conocido. ¡Se hace tan
dura la despedida!”.
Entraba el féretro en el templo
franciscano a las once y media de la mañana de este jueves 21 del mes en curso.
A hombros de familiares y allegados. Por ejemplo su hijo, Jesús Anguita Duarte,
y su yerno, Javier Benítez Zuñiga. Entre la concurrencia… exponentes de
muchísimos sectores sociales de la ciudad. Y personas de todas las edades. Una
auténtica manifestación, callada, como heredad -como pronta herencia- de un
hombre de bien. Símbolo del carisma fransciscano cerca del ataúd. Y el
estandarte de la Hermandad
de las Sagradas Cinco Llagas -de la que Ramón ostentaba el número 3 de
antigüedad de su censo de hermanos- luciendo crespón negro.
Hasta tres máximos representantes
de la cofradía -el actual Hermano Mayor y dos ex Hermanos Mayores- acudieron a
acompañar a tan veterano y fiel cofrade. Además de otros integrantes de la
actual Junta de Gobierno de la corporación nazarena de la Madrugada del Viernes
Santo.
Como ya publicó Mira Jerez en su
obituario, Ramón Anguita fue muy conocido por regentar un comercio de tejidos
en la calle Évora -por la que pasaron generaciones de jerezanos- pero, sobre
todo, por su jovial y abierta forma de ser. Toda entrega a los demás.
El padre Regordán subrayó que “la
muerte es una ladrona, sucia, que nunca llega en buen momento. La Esperanza es la fe que
alimenta. Echar de menos es otra forma de querer. Pero eso no quiere decir que
Ramón no esté a nuestro lado. Porque lo está”. Una de hijas leyó, al final del
sepelio, un breve pero emocionante discurso que la familia dedicó al propio
Ramón con motivo de su ochenta cumpleaños.