Empezamos este Solemne Triduo y lo hacemos
en pleno tiempo de Adviento. Tiempo de preparación a estas fiestas de Navidad.
En las que vamos a comprobar la intención de Dios: el salvar a todos los
hombres.
Y María abre las puertas a esa salvación.
Lo primero es agradecer a Dios que nos ha salvado, pero también agradecer a
María que aceptara el ser la
Madre de Salvador.
Cuántas veces acudimos a ella como
intercesora. Pero hoy voy a referirme a Ella como modelo y como Maestra.
En María tenemos ciertos rasgos que nos
ayudan a ser fieles. Primero, la ternura maternal. Unos brazos los suyos que
acogen a todos.
Pensar que somos una fraternidad. Aquí se
habla, además de cofradías, de Hermandades. Qué bonita esa palabra. La Iglesia es una
fraternidad.
También como María proclamar la grandeza
de Dios y su misericordia.
Nosotros también debemos, como María, dar
a luz al Señor en el mundo de hoy.
Como María también saber decir sí a Dios. Siempre
debemos confiar en Dios, sobre todo en los momentos difíciles. Ella vio que
confiar en Él era la mejor solución.
Escuchar también la Palabra de Dios.
Como Ella, también, estar atentos a los
sufrimientos del ser humano.
Y, como final, ser contemplativos: guardar
como Ella en nuestro corazón lo que vemos. María es modelo de fe y de
esperanza.
Tenemos también nosotros que tener
esperanza en que las promesas del Salvador se cumplirán.
Que este Triduo sea para nosotros querer
ser más fieles.