Estamos en este
segundo día que coincide con el Domingo. Un día dedicado al Señor, de descanso,
para estar con la familia. Y hemos escuchado las lecturas de este tercer
Domingo de Adviento. Un Domingo que nos invita a la alegría.
Hay un refrán que
dice: " Ríe y reirán contigo; llora y te quedarás solo".
Las lecturas de
hoy nos llaman a eso, a la alegría, porque los cristianos deberíamos ser
personas alegres, porque el mensaje que llevamos es un mensaje de felicidad.
Estamos en la
semana previa a la
Navidad. Un Dios que nos quiere alegres y que se hizo hombre
por nosotros.
Parece que nos
gusta más el dolor del Viernes Santo que la alegría del Sábado de Gloria.
Nos pueden
decir que nos olvidamos de los problemas y dificultades de la vida: un familiar
enfermo o recientemente fallecido... Pero San Pablo nos decía que desbordaba de
gozo en toda tribulación. Porque si ya estamos salvados, no hay ningún problema
en el mundo que nos pueda quitar esa paz y esa felicidad.
Decía también
San Pablo "¿quién nos apartará del amor de Dios?" Ni la dificultad,
ni la espada...
Por eso la Iglesia un año más en este
tercer Domingo de Adviento nos recuerda que como cristianos debemos estar
alegres. Porque, además, cómo vamos a convencer a los demás si nos ven con cara
triste, de angustia o de diarrea. Debemos ser portadores de esa alegría
y de esa salvación.
El mensaje de
San Pablo es el que hoy yo quiero transmitir: Estad siempre alegres.