Solemnidad de la Inmaculada Concepción
“Alégrate, llena de gracia… ”
Celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción
de la
Bienaventurada Virgen María. Fue el 8 de diciembre de 1854
cuando el Papa Pío IX, por medio de la
Bula Ineffabilis Deus, proclama este dogma para
toda la Iglesia. Es
el punto de llegada de una amplia reflexión que venía de siglos atrás y que
tuvo momentos de “apasionada dialéctica”, lo cual contribuyó a definir con
mayor claridad este dogma que forma parte del “Misterio de María”.
La expresión “llena de gracia”, con la que Gabriel saluda
a la Virgen en
el relato lucano de la
Anunciación , es fundamental para la comprensión de este dogma
mariano. Esta expresión, constituye el dato revelado que permite desarrollar un
discurso teológico sobre la
Virgen María en cuanto “inmaculada”, según la Iglesia Occidental ,
o “pan-hagia”, “plenamente santa”, según la Iglesia Oriental.
Dos expresiones distintas para referir un mismo misterio.
En España se vivió con especial devoción este dogma, aún
antes de ser proclamado. El siglo XVII constituyó su punto álgido, pues en no
pocos sitios de nuestra geografía se proponía y defendía el llamado “voto
inmaculista”.
Lo que afirma el dogma es que María, “en virtud de los
méritos de Jesucristo Redentor, fue preservada sin mancha del pecado original
desde el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de
Dios…” Lo que celebramos hoy es la grandeza de la gracia de Dios que en la Virgen María se
desborda, preservándola del pecado original, como fruto anticipado de la
redención de Jesucristo. Ella es así la “primera redimida”. Y todo en orden a
su “misión crucial” en la historia de la Salvación al ser escogida por Dios como madre de
su Hijo, el Verbo encarnado. Purísima había de ser… la que nos diera al
Cordero inocente… (Cf. Prefacio). Ella es la “Aurora preciosa” que
anuncia la llegada del Sol de salvación: Jesucristo. María constituye, en su
Inmaculada Concepción, el primer destello de la Luz que es y trae el Señor.
Al inicio todavía del tiempo de Adviento, esta fiesta
grande de María nos coloca ya ante la Navidad del Señor, para acelerar nuestra
preparación llenando de sentido y contenido nuestra esperanza.
Fray Juan Carlos
González del Cerro, O.P.
Real Convento de Santo Domingo (Jerez dela Frontera )
Real Convento de Santo Domingo (Jerez de
Evangelio
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en
su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se
turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le
dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en
tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande,
se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su
padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».Y
María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le
contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te
cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un
hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada
hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí
según tu palabra».Y la dejó el ángel.
Lucas 1, 26-38