Domingo de Resurrección (ciclo
A)
«Hasta entonces no habían
entendido la Escritura »
Durante el tiempo de Pascua, que este domingo comenzamos,
hay un versículo de un salmo que escucharemos a menudo estos días: «Este es el
día que hizo el Señor». Si algo se nos presenta desde la Vigilia Pascual en
la liturgia es la acción de Dios y la novedad. Celebramos que en la historia ha
habido un cambio definitivo, que es precisamente lo que conmemoramos; una
transformación radical en la historia, cuyos efectos todavía no nos han sido
manifestados por completo. En cierta medida, se cumple también en nosotros la
frase que leemos casi al final del Evangelio de este domingo: «No habían
entendido la Escritura ».
A la gloria se llegó pasando por la cruz
Estamos viviendo tiempos terribles, que ponen ante
nosotros la cruda realidad del sufrimiento y la muerte; días en los que, sin
duda, también a muchos puede costar reconocer la acción de Dios, su presencia
en nuestra vida y en nuestra situación presente. Muchos guardamos todavía en la
mente la imagen de hace pocos días del Papa ante una plaza de San Pedro
lluviosa, anocheciendo y vacía, con la mirada alzada hacia la figura de Cristo
crucificado. El Papa expresaba con ese gesto una súplica sencilla, pero
profunda, de quien pide y eleva su corazón a Dios, mientras sigue aquí abajo
siendo testigo de tanto dolor. Pocas veces, probablemente, nos hemos sentido
los cristianos identificados con tanta fuerza con una imagen vista en
televisión. A través de la escena evangélica de la barca que se hundía,
Francisco se refirió a la fe, no únicamente invitándonos a ponernos en las
manos de Dios, sino también proponiéndonos cómo comenzar un itinerario de
confianza en Dios a pesar de lo que ven nuestros ojos. Y lo formulaba con estas
palabras: «El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos
autosuficientes; solos nos hundimos». Es imprescindible, pues, saber que
nosotros no podemos, en último término, fabricar nuestra salvación, sino que
necesitamos de alguien que la realice.
La experiencia del naufragio en la barca se les presentó
de nuevo a los discípulos, probablemente con mayor virulencia interior, al ver
cómo el Señor era humillado, azotado y crucificado; y el desconcierto fue tal
que el único apóstol que acompaña a Jesús en la cruz es Juan. El pasaje de este
domingo presenta la otra cara de la moneda a través de unos hechos constatables
que se pueden ver: un sepulcro vacío, unos lienzos tendidos, un sudario
enrollado, los discípulos logran creer. Este orden, primero ver y después
creer, es fundamental para el evangelista Juan y, por lo tanto, para comprender
cómo actúa la fe en nosotros.
Este domingo se nos recuerda y se celebra que Jesús vive,
y que el acontecimiento de la
Resurrección de Cristo no es un deseo ni un invento, sino un
hecho que, narrado conforme aquí aparece, lo estaremos contemplando de modo
especial durante los próximos 50 días de duración del tiempo pascual. Hace
pocos días la resurrección de Lázaro nos preparaba para lo que hoy celebramos.
Ahora ya, cuando la liturgia nos dice: «Este es el día que hizo el Señor», se
nos revela que ya se ha producido el cambio, la nueva realidad, la nueva
creación. «El primer día de la semana», como empieza el Evangelio, evoca
claramente el inicio de la creación del mundo.
La presencia de Simón Pedro
Aparte del Señor y del discípulo amado, el gran
protagonista de este capítulo es Simón Pedro. Es el primero en entrar en el
sepulcro, tras cederle el paso el otro discípulo. Mediante este signo, la Sagrada Escritura
nos propone a Pedro como garante del acontecimiento del triunfo de Jesús sobre
la muerte. Los días que siguieron a la resurrección estarán repletos de
detalles en los que Pedro aglutina a la comunidad en torno a él. Por eso las
semanas que prolongan el domingo de Pascua incorporan lecturas del libro de los
Hechos de los Apóstoles, en las que ha quedado plasmada la autoridad de Pedro
entre la primitiva comunidad. Cuando, siglos después, vemos al Papa Francisco
ponerse ante el Señor en la cruz, sabemos que quienes estamos bajo su cayado
estamos al mismo tiempo en las manos de Cristo, Buen Pastor, quien nos ha
liberado de la muerte definitiva.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia de Madrid
Evangelio
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al
sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del
sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a
quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no
sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del
sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro;
se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos
tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el
sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la
cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró
también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y
creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura : que Él había
de resucitar de entre los muertos.
Juan 20, 1-9