II
Domingo de Adviento (ciclo C)
«Vino
la Palabra de
Dios sobre Juan»
Tres son los personajes que nos acompañan durante este
tiempo de Adviento: en primer lugar, los profetas. El domingo pasado
escuchábamos el anuncio de salvación realizado por Jeremías. Hoy, de nuevo,
otro profeta: Baruc, ayudante de Jeremías, quien se encargará de transmitir el
optimismo hacia los habitantes de Jerusalén, tras tantos años de destierro en
Babilonia. La segunda y principal entrada en escena será la de María, la madre
de Jesús. Sin embargo, su aparición se reservará al cuarto domingo de Adviento.
Por último, encontramos a Juan Bautista, quien es presentado por Lucas como el
precursor del comienzo de la vida pública del Señor.
Un acontecimiento histórico
Tras la
Muerte y Resurrección del Señor, la primitiva comunidad de
los discípulos se va extendiendo paulatinamente por Palestina y por la cuenca
del Mediterráneo. Según pasaban los años eran cada vez menos los que habían
conocido a Jesús antes de su Pasión. Por ese motivo hubo quien dudó de que
Jesús hubiera existido realmente o, aun habiendo vivido en Palestina en los
primeros treinta años del siglo I, que muriera y resucitara realmente. Por eso
Lucas, cuidadoso con los detalles, al plasmar por escrito los acontecimientos más
relevantes de la vida del Señor, trata de precisar las circunstancias
históricas, de sobra conocidas por las crónicas oficiales del Imperio, que
rodearon el comienzo de la predicación pública del Señor y que nos sitúan en la Palestina de los años 27
y 28 de la era cristiana. Trazando con gran precisión las coordenadas
espacio-temporales de la predicación del Bautista se pretende no tanto valorar
la figura del precursor, como disipar las ideas de que Jesús fuera un mito o de
que los acontecimientos narrados por el evangelista fueran interpretados como
leyendas sin base histórica.
En la línea de los profetas
San Lucas muestra predilección por introducir al Bautista
como el continuador y el último de los profetas. De hecho, presenta a Juan
vinculado al nacimiento del Salvador, como recordamos diariamente a través del
canto del Benedictus en las laudes, recordando que el Señor «ha visitado y
redimido a su pueblo». Precisamente la primera lectura de hoy, de Baruc es la
invitación a despojarnos del luto y de la aflicción para comenzar a andar por
el camino allanado que Dios ha preparado a su pueblo; un itinerario que, sin
embargo, es necesario realizar por cada uno. Cuando el Bautista nos invita a
preparar el camino del Señor está invitándonos a dirigir nuestra mirada hacia
el Señor que ya viene. Se ha cumplido el tiempo y el Señor se manifestará.
Cuando el Evangelio afirma que «vino la Palabra de Dios sobre
Juan» se nos está indicando que hay una novedad, que algo va a suceder. Recordamos
que la Palabra
estaba presente en la creación del mundo, cuando «en el principio existía la Palabra ». En pocos días
recordaremos también que esa Palabra se hizo carne, de manos de María. En
definitiva, cada vez que entra en juego la Palabra de Dios se pone de manifiesto que
comienza la existencia, la vida o la salvación. Y, puesto que esta Palabra es
eficaz, aquello que empieza ya no se detiene. Ahora bien, ello no significa que
nuestra posición deba ser la de la pasividad. Para que la Palabra sea plenamente
eficaz es preciso mantener una actitud de confianza en las promesas que el
Señor realiza, al mismo tiempo que llevar adelante el compromiso de colaborar
en allanar los senderos y rebajar los valles. En esta salida al encuentro del
Señor que ya viene los cristianos debemos eliminar todo lo que impide la marcha
hacia el Señor. Ese es el motivo por el cual Juan predicó un bautismo de
conversión. No buscaba que sus discípulos realizaran un rito más de
purificación habitual, sino que fueran preparados para la novedad de la llegada
del Señor y la salvación definitiva que el traería.
Daniel A. Escobar Portillo
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Delegado episcopal de Liturgia adjunto de Madrid
Evangelio
En el año decimoquinto del imperio del
emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca
de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio
tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra
de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la
comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los
pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Voz
del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus
senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo
torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la
salvación de Dios».
Lucas 3, 1-6