«HE
AQUÍ QUE SUBIMOS A JERUSALÉN...»
1. Introducción. El significado de la Cuaresma.
Muy amados Diocesanos en el Corazón de
Jesucristo:
El Año Litúrgico, esa sabia institución de la Iglesia , que nos hace
meditar en el Misterio de Cristo paso a paso, nos vuelve a traer el santo
tiempo de Cuaresma, periodo de cuarenta días en los que la Iglesia insiste en la
oración, la penitencia y las buenas obras como preparación a la celebración
del Triduo Pascual de la
Pasión y Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
a. Tiempo de preparación para recibir
el Bautismo en la Pascua
b. Tiempo para acompañar a Cristo en su
subida a Jerusalén
En el Misal llamado de San Pío V se celebraban
tres domingos, preparatorios de la
Cuaresma , el último de ellos se llamaba Quincuagésima, y en
él se tomaba el pasaje evangélico en que Jesús, tomando aparte a los doce
apóstoles les advirtió: “He aquí que subimos a Jerusalén, y se cumplirá
todo cuanto escribieron los profetas acerca del Hijo del hombre: será entregado
a los gentiles, y será escarnecido y azotado y escupido, y tras haberle
flagelado lo matarán, pero al tercer día resucitará.” (Lc 18, 31-34).
Vemos que el Señor Jesús con sus apóstoles
emprendió una subida a Jerusalén, donde le esperaba su pasión y muerte. La vida
de la Iglesia
es la vida de Cristo, por eso, en la liturgia, el pueblo de Dios celebra y vive
espiritualmente con Cristo la subida a Jerusalén, oyéndolo en la lectura del
Santo Evangelio de cada día. Quiero pues, aconsejar a todos los fieles que este
año emprendan con fervor esta peregrinación espiritual y mística que es la Cuaresma teniendo ya
desde el principio los ojos puestos en el Monte Calvario, lugar de la Redención , y a donde
nosotros tenemos que llegar cargando cada uno con nuestra cruz de cada día para
así entrar también con Él en su Resurrección gloriosa. La Cuaresma es un tiempo de
gracia y santificación, por eso quien vive intensamente este periodo sale
espiritualmente transformado en el Señor.
2. La Cuaresma en las SSEE y en la Tradición
a) En las SSEE
Los cuarenta días de este tiempo hacen alusión
muy directa al tiempo de preparación que tuvo el pueblo de Israel por el
desierto antes de acceder a la tierra prometida. También ayuda a entender este
tiempo de penitencia y purificación el recuerdo de los años que pasó el pueblo
de Israel en el cautiverio de Babilonia, purgando sus idolatrías y pecados. El
periodo de la Cautividad
fue así visto como un tiempo de silencio y oración, por eso decía Amalario que
así como el dolor por el destierro hizo enmudecer las arpas y los cantos del
pueblo elegido (salmo 137), así el dolor por los pecados hacía cesar el son de
los instrumentos músicos en las iglesias durante la Cuaresma. Por esa
misma razón en los días de la penitencia se acordó suprimir los cantos más
jubilosos como el Gloria, el Aleluya o el Tedeum.
En el Nuevo Testamento relacionamos este
tiempo con el periodo que pasó Jesús en el desierto. En el primer domingo de
Cuaresma la Iglesia
desde hace muchos siglos viene meditando el pasaje de las tentaciones, vencidas
ejemplarmente por el Señor para enseñanza nuestra, para que aprendamos a vivir
sobrios y vigilantes, pues nuestro adversario Satanás, como león rugiente, da
vueltas a nuestro alrededor buscando a quién devorar y es menester resistirle
firmes en la fe (1Pe, 5, 8-9).
b) En la Tradición
Las primeras comunidades cristianas que
tuvieron trato personal con el Señor y que con la predicación apostólica,
habían crecido hasta componerse de varios miles de personas (Hch 2, 41;
4, 4: 5,14; 6, 7), se reunían para la oración y la fracción del pan (Hch 2,
43-47), recordando el Misterio Pascual de Cristo. Muy pronto el Sábado Santo y
el Viernes Santo fueron días de ayuno en la comunidad cristiana de Roma, en
recuerdo y honra de la muerte del Señor. Por su parte San Dionisio de
Alejandría (+264) nos habla del ayuno en toda la semana anterior a la Pascua. Estos días
con el tiempo fueron aumentando hasta alcanzar el número de cuarenta.
Es históricamente seguro que al llegar el
siglo IV este ayuno cuaresmal estaba ya instituido y consolidado, y vemos
tratar de él, además del citado Concilio de Nicea, a los grandes Santos Padres
de la época, por ejemplo San Atanasio (+ 337) y San Jerónimo (+ 384). La gran
importancia de la penitencia se inculcaba a los fieles, singularmente a los
pecadores que iban a hacer penitencia pública. Los pecadores que se disponían a
hacer pública penitencia, luego de confesar en secreto sus pecados al obispo,
se vestían de una basta túnica de saco y recibían la ceniza sobre sus cabezas,
absteniéndose de bañarse en el tiempo cuaresmal, convirtiéndose la suciedad del
cuerpo en un símbolo de la suciedad del alma.
Decía una antífona en la imposición de la ceniza: “Cambiemos
de vestido: cubrámonos de ceniza y de cilicio. Ayunemos y lloremos ante el
Señor pues es misericordioso para perdonar nuestros pecados”.
Las lecturas bíblicas y las predicaciones del
obispo en las misas cuaresmales animaban a los pecadores penitentes a
arrepentirse más firmemente de sus culpas, proponiendo una enmienda total de
ellas, saboreando la palabra consoladora de Cristo a la mujer adúltera: “Yo
tampoco te condeno. Vete y no peques más” (Jn 8, 3-11). Se preparaban
así a la misa de la reconciliación el Jueves Santo, en la que el obispo los
absolvía de los pecados y los reintegraba a la comunidad de los fieles,
recibiendo ese día la sagrada comunión.
3. La Cuaresma como tiempo de combate. Vencemos con las
armas de la oración, ayuno y limosna
a. El combate cristiano
San Mateo nos dice que fue el Espíritu el que
llevó a Jesús al desierto y que lo llevó para que allí fuera tentado por el
diablo; Marcos dice en cambio que Jesús se dejó tentar por Satanás, mientras
Lucas dice que fue el Espíritu el que impulsó a Jesús a ir al desierto. Lo
cierto es que las tentaciones de Jesús en el desierto son para la Iglesia un paradigma de la
lucha que debe sostener el cristiano en medio del mundo en orden a su
salvación, por eso dice San Agustín: “Nuestra vida en medio de esta
peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se
realiza precisamente a través de la tentación. Nadie se conoce a sí mismo si no
es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido,
ni combatir si carece de enemigos y de tentaciones” (Comentario al
Salmo 60, 2-3).
El combate cristiano tiene un enemigo: el
pecado. El Señor Jesús comenzó la predicación de su vida pública insistiendo a
sus oyentes en que hicieran penitencia o se arrepintieran (Mt 4, 17; Mc 1, 15),
Él, que leía las conciencias de los hombres, sabía que había en ellos pecado, y
por lo mismo al tiempo que curaba los cuerpos limpiaba de pecado las almas (Mt
9, 1-8; Mc 2, 1-12: Lc 5, 17-26).
b. Arma de la oración
Jesús buscaba la soledad y el desierto para
dedicarse a la oración (Mc 1, 35; Lc 5, 16), también acostumbraba a asistir y
participar en la oración comunitaria sabatina de la sinagoga (Lc 4, 1 ss). Él
nos dice que es preciso orar siempre y no cansarse (Lc 18, 1). Sin duda alguna
pesó en el ánimo de la Iglesia
aquella recomendación de Jesús que acabamos de señalar y la acentuó de manera
especial en este tiempo de conversión.
c. Arma del ayuno
San Juan Crisóstomo, que un tiempo profesó el
monacato, en su «Tratado sobre la verdadera conversión» pone al ayuno como
medio eficaz para llegar a ella e invita a los fieles a estimarlo y no
temerlo: “El ayuno oprime a los enemigos de nuestra salvación y es
temible para los enemigos de nuestra vida, Es menester amarlo y abrazarlo sin
tener miedo de él. De lo que debemos asustarnos es de la embriaguez y de la
glotonería, no del ayuno. Aquellas nos atan las manos, haciéndonos siervos de
las pasiones y del señorío de la violencia. El ayuno, en cambio, al
encontrarnos como auténticos siervos encadenados, nos libera de la esclavitud y
nos devuelve al estado de la libertad.” (Homilía V punto 2).
d. Arma de la limosna
A la hora de sintetizar lo que había sido la
vida de Cristo, el Apóstol Pedro dijo que Jesús pasó haciendo el bien (Hch 10,
38). Este bien consistió en perdonar a los pecadores, curar a los enfermos,
consolar a los tristes y atraer a hombres y mujeres, a todos, al reino de Dios.
Consta que Jesús y su grupo tenían una bolsa común en donde echaban los
donativos que les daban y de donde socorrían a los pobres (Jn 13, 28).La limosna
era muy estimada por Jesús que la practicaba, como queda dicho, y la inculcaba
a sus discípulos: “Dad limosna según vuestras facultades, y todo será
puro para vosotros” (Lc 11,41); y también: “No temas, pequeño
rebaño, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino. Vended
vuestros bienes y dadlos en limosnas; haceos bolsas que no se agotan, un tesoro
inagotable en el cielo, donde el ladrón no entra ni la polilla roe. Porque
donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.” (Lc 12, 33-34).
Pero a Jesús no sólo le preocupaba que sus discípulos fueran caritativos,
generosos y desprendidos y dieran limosnas sino que también le preocupaba el
modo en que esta limosna se daba. Jesús detestaba el modo de dar limosna que
tenían los fariseos y se lo señaló claramente a sus discípulos: “Cuidad
de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre Celestial. Por
tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante como
hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles con el fin de ser
honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga, Tú en cambio,
cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, y
así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve lo secreto, te lo
pagará” (Mt 6, 1-4).
4. Conclusión
Ofrezco modestamente estas reflexiones al clero, religiosos y fieles de nuestra
Diócesis con la sola intención de animarles a vivir intensamente la Santa Cuaresma.
Invito a todos a confesar, a recibir la sagrada comunión cada domingo, y a los
que puedan, a acudir cada día a la santa misa, e impregnarse del mensaje que
sus oraciones y lecturas contienen para todos nosotros.
Que el Señor os bendiga como yo os bendigo afectísimamente en el Señor.
Encomendaos a la Virgen
María , Madre y Refugio de los pecadores.
+José Mazuelos Pérez
Obispo de
Asidonia-Jerez