Fuente: Cofrademania. Texto: Andrés Cañadas Salguero.
Otra vez, lleno de elegancia y señorío. Así fue. Pasaban pocos minutos de las ocho y media de la tarde del lunes, cuando desde la sacristía de San Francisco, partió una luminaria comitiva compuesta por Cruz de Guía, dos filas de hermanos con luz, y cuerpo de acólitos, aquellos que tenían como única misión recoger al Señor de la Vía Crucis en la capilla del Voto, para acompañarlo silente, hasta el presbiterio del convento franciscano.
Un silencio escalofriante sólo roto por los leves pitidos y chasqueos de las cámaras digitales, inundaba los espacios absolutos, y fue entonces que la coral comenzó a entonar su leve rezo cantado..
Así comenzó un traslado que ya se ha convertido en una de las antesalas, una más, de nuestra cercana Cuaresma, un traslado que desde este martes dejará paso al quinario de la cofradía de las Sagradas Cinco Llagas, una de esas hermandades que sabe hacer las cosas a su modo, consiguiendo enganchar a su forma, a quienes no dudan de su idiosincrasia genuina y peculiar.
Al final, claveles rojos en las manos de casi todos los que se marchaban para casa, anónimos acompañantes de un Nazareno que ayer volvió a trazar esa senda por la que todos tarde o temprano caminamos junto a Él.
Ya está el Señor en el altar mayor de San Francisco. Como todos los años...