Jesús comienza su vida pública a partir de su bautismo en el Jordán. A partir de ese momento se siente inundado del Espíritu del Padre y se anuncia como Hijo de Dios.
Jesús deja el desierto y comienza a anunciar a aquella pobre gente la Buena Noticia. Él mismo recorre las aldeas invitando a entrar en el Reino de Dios. En estas aldeas está el pueblo más pobre y desheredado. Encuentra pobres y enfermos; los que mejor representan a los abatidos de Israel.
La semilla del Reino sólo puede encontrar buena tierra en los pobres de Galilea. Lo que Él llama Reino de Dios se convierte en el núcleo de su predicación: Jesús anuncia un acontecimiento. Su objetivo es conseguir que se instaure cuanto antes dicho Reino.
El Pueblo de Israel, que se vio bajo la opresión de un rey extranjero, pero Dios, por medio de los profetas, no deja que su Pueblo caiga en la desesperanza.
Jesús sorprendió a todos cuando dijo “El Reino de Dios ya ha llegado ”. Dios está ya aquí y su reinado ha comenzado en las aldeas de Galilea.
Dios no viene como juez airado, sino como Padre de amor desbordante.
Jesús declara de manera rotunda que el Reino de Dios es para los pobres, a los que declara dichosos en las bienaventuranzas.
El mensaje de Jesús supone una gran alegría entre los pobres y humillados. Jesús comunica su propia experiencia de Dios.
Pero Dios no se reserva sólo para los buenos, sino que ama también a los malos.
Jesús entiende que Dios está actuando con poder y misericordia.
Hay que entrar en el Reino de Dios, dejarse transformar por su dinámica. Hay que contener la agresividad, no dar ojo por ojo y diente por diente con los adversarios. Hay que tener un corazón grande con los más pobres: sed compasivos como vuestro Padre es compasivo nos dice en el Evangelio.
Dios hará realidad la destrucción de la injusticia y la muerte, y llevará a plenitud su Reino de paz, justicia y amor. Esta es nuestra esperanza: que el Reino de Dios se está abriendo camino ante nosotros. El Reino de Dios está cerca, tenéis que convertiros y creer en la Buena Noticia.