Artículo de N.H.D. Marco A. Velo publicado este pasado domingo en Diario de Jerez
Querido Pepe – tú que habitas los cielos que nunca perdimos porque a ultranza perviven en las páginas redivivas de Joaquín Romero Murube-: permíteme, viejo cofrade, tomar enseguida recado de escribir para cursarte unas letras en negro sobre blanco. Casi testamentariamente dejó dicho Alfonso Grosso –embelleciendo siempre el congénito prosario de su barroquismo surrealista- que las gélidas albas reinan aún en las vaguadas de los ventisqueros. Pero yo sé que tú –porque te lo ganaste a fuer de cristiano cabal, de nazareno de túnica blanca e indesmayables entregas incondicionales a la Hermandad de tus desvelos- disfrutas hoy del aire en quietud del alba nunca gélida porque el Señor de la Vía-Crucis ahora reúne en derredor –junto a ti- a toda esa cofradía que entonces formasteis una fúlgida estela de ilusión y de trabajo denodado –de elegancia cofradiera en el sepia Jerez de los cincuenta y sesenta- singlando siempre paralelamente a la más inmarchitable evangelización social a base de silencios en la Madrugada del Viernes Santo y a toda una suerte de deshoras –trabaja trabajando- echadas en aquel cuartito del viejo patio de San Francisco donde tantos anhelos fueron consolidándose en estrenos de mantos bordados de Carrasquilla, cultos con predicadores sevillanos, visitas al taller –de sol y plateresco- de Seco Velasco, acérrima defensa de un modo de concebir la penitencia y mucha silente oración frente a la taxativa negación del yo.
Vosotros –sí, los de entonces- instalados inquebrantablemente en el trípode vital de la familia, el trabajo –con oficio y beneficio- y la Hermandad. ¿Recuerdas cómo –enfatizando su voz campanuda y focalizando su ojo avizor- don Manuel Martínez Arce proclamaba la necesidad de la pulsión generacional –de padres a hijos, de abuelos a nietos- para trasmitir a nativitate el cariño por una cofradía incubada bajo el doctrinal amparo de la mejor de las voluntades? Pues date prisa, Pepe, y congrega sin mayor dilación –llámalos incluso a voces- al referido Manolo Martínez Arce, a Francisco Sáez, a Juan Manuel Franco, a Francisco Morales, a Enrique Fernández de Bobadilla, a Sebastián Santaolalla, a Alfonso Rodríguez, a Pedro y Ramón Guerrero, a Paco Quirós, a Manolo Atalaya, a Pepe Soto, a Manolo Tamayo, a Manolito Guerrero… Reúnelos a todos en la presidencia de honor de la bancada de los cielos que –en efecto- nunca perdisteis para asistir a la Función Principal de Instituto de vuestra Hermandad de siempre –a la que inyectasteis el potencial hereditario del continuum de las gloriosas tradiciones jerezanas-. Y llénate de alegría, Pepe, tesorero de tantas Juntas de Gobierno, penitente de mirada celeste en la metáfora y en la mayéutica del cirio encendido, porque hoy tu hijo Kiko –a quien apuntaste a la cofradía tan pronto vino al mundo- recibe públicamente el homenaje de la perseverancia al cumplir durante el presente 2014 cincuenta años de pertenencia a este instituto cofrade. He ahí el triunfo de tu legado y de tu capacidad de heredad, Pepe. Hoy descubriré de nuevo tu mano temblorosa acariciando otra vez la protestación de fe de un padre que bien supo contagiar –per (omnia) saecula saeculorum- el amor por la cofradía de su familia, de su casa, de sus sueños.