Estimado presidente del Consejo de la Unión de Hermandades:
Queridos Hermanos Mayores, Hermanos todos:
Desde hace ya muchos años esta Hermandad y Cofradía –que me honro en presidir- tiene por costumbre rendir un siempre merecido homenaje a aquellos hermanos que durante el año en curso cumplen cincuenta años de antigüedad en el seno de nuestra nómina de cofrades.
Una costumbre, una tradición, que siempre ubicamos en el día grande de la Función Principal de Instituto porque entendemos que es el acto donde la Historia –el pasado y el futuro- se funden en la gloriosa renovación de nuestra Fe.
Este año, al recaer dicho honor en Francisco Abuín Valle, estamos especialmente contentos por un doble motivo. Primero porque recibe este homenaje un hermano muy apreciado por todos nosotros que además siempre ha prestado su colaboración cuando así se le ha requerido.
Sabemos que Kiko se siente muy orgulloso de pertenecer a esta Hermandad, aunque su implicación como dirigente cofrade la haya desarrollado en la Hermandad de la Vera-Cruz, de la que ha sido –además de muchos otros cargos- Hermano Mayor durante una fructífera etapa de la cofradía de San Juan de los Caballeros.
Nazareno durante muchos años, costalero del Señor de la Vía-Crucis también a lo largo de una segunda etapa más reciente, Francisco Abuín –nuestro querido Kiko- pertenece a esta Hermandad de las Cinco Llagas desde el mismo instante de su nacimiento. De hecho –paradójicamente- no será hasta el próximo agosto cuando cumpla los cincuenta años de edad. Por tanto se trata de un precoz hermano cincuentenario, el más joven sin duda de los que han recibido esta distinción.
Y esto se explica por el segundo motivo de nuestra satisfacción de esta noche. Precisamente porque su padre, el recordado José Abuín Lucena, un magnífico tesorero de nuestras pasadas Juntas de Gobierno durante la década de los años sesenta, apuntó a su hijo Kiko en la que consideraba la Hermandad de sus amores.
Que Kiko haya cumplido cincuenta años en la Hermandad de las Cinco Llagas es también un homenaje al deseo de su padre, que ya goza de la presencia de Nuestro Señor Jesucristo. Kiko demuestra así la plasmación de cómo este bendito sentimiento cofradiero se transmite de generación en generación.
Su padre fue un cofrade ejemplar de nuestra corporación nazarena. Un hombre sencillo y entregado a la causa de la Hermandad. Un cofrade de los de entonces. Siempre trabajando a destajo, calladamente, arrimando el hombro, haciendo prevalecer las obras a las palabras.
Hoy, en esta mañana de Función Principal de Instituto, de alguna manera rendimos homenaje a dos cofrades y a una misma sangre. A dos épocas de la historia de nuestra Hermandad.
Por eso, querido Kiko, queremos que recibas este gesto como muestra de nuestra admiración por quien, como tú, ha sabido mantener el cariño transmitido por nuestros mayores –por nuestros padres, por nuestros abuelos- hacia una Hermandad que todos debemos mantener viva por los siglos de los siglos.
Que Nuestro Padre Jesús de la Vía-Crucis te siga iluminando en este camino que ya comenzaste hace cincuenta años.